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El presidente electo Donald Trump ha declarado que la defensa de los intereses económicos y de seguridad de Estados Unidos requerirá una expansión territorial. No ha descartado la coerción militar o financiera para hacerse con el control de Groenlandia y el Canal de Panamá. Sus argumentos son similares a los esgrimidos por el presidente ruso Vladimir Putin. ¿Le preocupa esto?

Me sorprendió lo que dijo. Desde el principio de la invasión de Ucrania, hemos estado diciendo que la integridad territorial y la soberanía son primordiales. Así que sus comentarios probablemente pusieron a Putin de mejor humor de lo que nos hubiera gustado.

Pero hay una diferencia crucial: Putin respaldó sus amenazas con la fuerza. Es totalmente posible —incluso diría que muy probable— que Trump hiciera estas declaraciones para conseguir un «mejor deal» para Estados Unidos, por utilizar su vocabulario. El problema es que tales declaraciones son el equivalente diplomático de derribar la puerta, entrar en la habitación y apartar a todo el mundo para anunciar su agenda. Estados Unidos ya tiene capacidad para llevar a cabo operaciones militares en Groenlandia. Dinamarca es uno de los socios transatlánticos más fiables y comprometidos. Me cuesta entender por qué ha tenido que cambiar el discurso de esta manera. Debido a la conferencia de Mar-a-Lago, ahora estamos centrados en un problema que en realidad no existe: estamos discutiendo sobre Groenlandia cuando deberíamos estar hablando sobre Ucrania.

Ese es el verdadero problema.

El 20 de enero, al presidente Trump le resultará más fácil responder a preguntas sobre Groenlandia que sobre cómo piensa poner fin a la guerra en Ucrania «en 24 horas».

Gabrielius Landsbergis

Siguiendo su razonamiento, parece estar sugiriendo que podrían intercambiarse territorios si fuera necesario para garantizar la seguridad de una gran potencia. Putin esgrime un argumento similar sobre la OTAN y la desmilitarización de Ucrania. ¿No es un paralelismo preocupante?

El primer asunto sobre la mesa del presidente Donald Trump cuando entre a la Casa Blanca la próxima semana será Ucrania. Estamos hablando del mayor conflicto militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. La situación es extremadamente compleja.

Ucrania será el problema geopolítico más difícil de resolver para la nueva administración. Está claro que, el 20 de enero, al presidente Trump le resultará más fácil responder a preguntas sobre Groenlandia que sobre cómo piensa poner fin a la guerra en Ucrania «en 24 horas». Espero que, cuando recordemos este momento, nos sorprenda, pero también que comprendamos que, en realidad, formaba parte sobre todo de una estrategia para desviar la atención de las cuestiones más difíciles porque son complejas… y tardan más de 24 horas en resolverse.

Donald Trump prometió a sus votantes un rápido final de los combates, y el propio Volodimir Zelenski admitió que la victoria del candidato republicano aceleraría el final de la guerra. ¿Perjudicará a Ucrania en futuras negociaciones esta fijación en la limitación temporal?

No necesariamente. Estados Unidos dispone de las herramientas adecuadas y ha sido capaz, en situaciones similares, de formular una estrategia que permita a Ucrania ganar. No ganar en el sentido de que la guerra acabe de la noche a la mañana, sino permitir a Kiev recuperar la ventaja en el campo de batalla. Estados Unidos y sus socios tienen la capacidad militar, financiera e industrial para lograrlo. Si Trump contempla la situación desde este ángulo en lugar de pensar en cómo limitar las pérdidas, aún quedan cartas por jugar.

Para ello, algo tendrá que cambiar radicalmente en 2025, ¿qué?

Si tuviera que describirlo en una palabra, sería: la escalada.

No sólo tenemos que dejar de dar a Putin el espacio para escalar, sino que también tenemos que ser claros sobre cómo responderemos si lo hace. Tomar la iniciativa significa decirle a Putin que por cada acción que emprenda habrá una respuesta, y que será más dura por nuestra parte.

¿Significa esto que, a diferencia de la administración de Biden, la administración de Trump se sentiría cómoda con un cierto nivel de escalada?

Es necesario y posible poner fin al chantaje nuclear de Putin.

Si Trump tiene éxito, el entorno en el que operamos sería sin duda muy diferente. No creo que nos hayamos dado cuenta del todo de que Rusia tiene una nueva doctrina nuclear que le permite atacar a un país extranjero y amenazarlo con un ataque nuclear si se resiste. Si te resistes, te bombardearán: esa es la nueva doctrina rusa. Y si la resistencia se intensifica, si resistes realmente bien, como está haciendo Ucrania, entonces es la guerra nuclear. Putin jugó un juego muy sencillo, y perdimos.

Si te resistes, te bombardearán: esa es la nueva doctrina de Putin.

Gabrielius Landsbergis

Lo que deberíamos decir a los rusos es: existe la posibilidad de que pierdan, pero no usarán armas nucleares porque el costo sería tan alto que no querrán ni pensarlo. No sé si Trump puede hacerlo. Pero si puede, eso sería una victoria en sí misma. Porque permitir que Rusia continúe con esta doctrina es un peligro para todos. Imagínese: Rusia se apodera de un pedacito de tierra en el Báltico y se instala allí: un pueblo, una pequeña ciudad… Lleva a cabo una invasión relámpago e inmediatamente amenaza con un ataque nuclear si reaccionamos. ¿Quién querría ir a una guerra nuclear para defender un pequeño trozo de tierra? Excepto que esto plantearía una cuestión existencial para la OTAN. En esencia, dirían: «Puede que el Artículo 5 haya fracasado, pero al menos hemos evitado la guerra nuclear». Eso sería dramático. Por eso esta doctrina es tan peligrosa para nosotros: crea una nueva realidad.

El presidente Trump quiere ser visto como un ganador. ¿Qué significa eso para Ucrania?

Este es el prisma a través del cual los ucranianos y el presidente Zelenski enfocan esta cuestión. Incluso antes de las elecciones, trató de hacer llegar el mensaje a los equipos de Trump —y creo que lo hizo correctamente— de que Ucrania también es un asunto para Estados Unidos y para el presidente Trump personalmente, y que por tanto deberían implicarse. Tengo la impresión de que está funcionando: la futura administración ya parece más implicada en este asunto de lo que inicialmente quería.

¿Necesita Ucrania replantearse sus objetivos? Con Trump en la Casa Blanca, la determinación de Zelenski de entrar la OTAN, o al menos de ser invitado, podría tener que ceder el paso a otras formas de garantías de seguridad…

Cuando la gente me dice que los ucranianos están fuera de la realidad, les respondo que, por desgracia, nosotros sí lo estamos. Los ucranianos tienen los pies en el suelo. Tienen una visión muy clara de la situación. Utilicemos las palabras que utilicemos —plan de victoria o plan de paz— no creo que la base de lo que pide Zelenski cambie fundamentalmente. Se trata de armas y dinero: no hay otra solución. Zelenski no ha abandonado el argumento de que la OTAN es la mejor y más barata garantía de seguridad que podemos ofrecer a Ucrania: porque lo es.

Pero cuando hablamos de garantías de seguridad, tienen que ser serias. Tomemos el ejemplo de Corea del Sur; Estados Unidos tiene dos divisiones en primera línea: eso es serio. Podría ser que Trump decidiera estacionar divisiones estadounidenses en el Donbas, aunque no estoy convencido de que él aceptaría.

Nadie cree que sea posible ofrecer garantías de seguridad creíbles a Ucrania sin Estados Unidos.

Gabrielius Landsbergis

Lo que quiero decir es lo siguiente: desde el comienzo de la guerra, Ucrania ha firmado cientos de documentos en los que nos comprometemos a apoyarla. Pero eso no es garantía de seguridad. Tenemos que decir claramente: «si te atacan, nuestras tropas te ayudarán a defender tu territorio, nuestros aviones te ayudarán a defender tus cielos y te ayudaremos a defender el Mar Negro».

El presidente ucraniano afirmó que las garantías de seguridad europeas por sí solas no bastarían para defender a Ucrania sin Estados Unidos. Para algunos, esto fue un shock: ¿es un reflejo del declive militar y diplomático de Europa?

Nadie cree que sea posible ofrecer garantías de seguridad creíbles a Ucrania sin Estados Unidos. Recuerdo bien la declaración de Zelenski y diría que fue bastante cortés. Sólo hemos entregado parte de las municiones que prometimos. Mientras tanto, Corea del Norte produce el triple y se lo da a Rusia. Cuando Emmanuel Macron intentó mostrar un atisbo de ambigüedad estratégica, fracasamos. Recuerdo que cuando dijo que no descartaría nada para ayudar a Ucrania, me dije: así es Lituania. Me pareció admirable. Pero la verdad es que no fuimos capaces de desarrollar la idea más allá de las palabras. Lo mismo ocurre con las sanciones: siempre se eluden. Decimos que hemos atacado la «flota fantasma» de petroleros rusos, pero siguen operando. Así que cuando Zelenski dice «agradezco sus esfuerzos, pero necesitamos más», ¿por qué deberíamos sorprendernos?

La Comisión Europea tiene que elegir: o toma decisiones al margen del mandato de los Estados miembros porque cree que es lo correcto para salvar a la Unión —a la vez que socava los principios democráticos europeos— o nos quedamos con un Consejo que ha sido completamente secuestrado por países como Hungría.

Tal vez éste sea el problema del funcionamiento actual de Europa. Somos incapaces de movernos porque tememos poner en peligro la propia integración europea.

¿Qué busca Viktor Orbán?

La presidencia húngara de la Unión fue un momento de debilidad. Siguiendo la misma lógica que Putin, el principal objetivo de Orbán es conservar el poder. En Lituania, utilizamos la palabra «Cam», llamada así por el hijo de Noé en la Biblia, para describir a alguien que no sólo se comporta mal, sino que va en contra de todas las reglas establecidas precisamente porque no quiere arriesgar nada.

Somos incapaces de movernos porque tememos poner en peligro la construcción de la propia Europa.

Gabrielius Landsbergis

Estamos en la era de los Cam. La Unión no está preparada para lidiar con un alborotador como Orbán, porque no fue diseñada para eso. Premiamos el consenso, buscamos el pacto. La Unión es el producto de dos guerras terribles. Pero, ¿qué pasa cuando alguien no quiere comprometerse y hace de ello su política? Somos impotentes. No estamos equipados para reaccionar y él se sale con la suya. Esa es la definición del animal político del siglo XXI. Nuestro modelo, tal como fue concebido, es obsoleto porque hemos entrado en una era de violencia.

Usted ha dicho que Rusia ya está librando una guerra en la sombra contra Europa, citando una serie de incidentes en el mar Báltico. Dice usted que la Unión está demasiado asustada para llamar a las cosas por su nombre: terrorismo respaldado por Rusia. ¿Son los europeos ingenuos en su evaluación de la situación o negligentes en su respuesta?

Sabemos muy bien lo que está pasando. Un cable submarino en el Mar Báltico no se daña por accidente. Ya ha ocurrido varias veces. No es casualidad. Lo sabemos.

¿Así que miramos para otro lado y seguimos esperando que no ocurra?

Pensemos en la pandemia de Covid-19. Fue un shock mundial, la gente murió trágicamente, pero encontramos una vacuna y nos recuperamos. El mundo ha vuelto a la normalidad. Lo que me preocupa es que algunos de nuestros socios siguen pensando que podemos acabar con Ucrania y volver al mundo que conocíamos antes de que comenzara la invasión.

Trump encontrará una solución mágica, Putin dará marcha atrás en su decisión, nos diremos unos a otros que esta guerra ha sido terrible, pero se ha acabado y podemos volver a la normalidad.

Eso no va a ocurrir. Para Putin, es una búsqueda personal para reconstruir un imperio. Para Ucrania, es una lucha existencial. Usando la metáfora de la pandemia, si ves a Putin como una enfermedad para Europa, como un virus, entonces tienes que luchar contra él por lo que es, y derrotarlo. De lo contrario, seguirá perjudicando a Ucrania, seguirá perjudicando a los países bálticos y al mar Báltico, y sus representantes en Medio Oriente seguirán causando problemas.

Algunos de nuestros socios aún creen que podemos acabar con Ucrania y volver al mundo que conocíamos antes de que comenzara la invasión.

Gabrielius Landsbergis

En su informe, Mario Draghi señala lo obvio: el hecho de que no veamos a diario las consecuencias de esta guerra, como durante la pandemia, no la convierte en una amenaza menos existencial para Europa. Estoy de acuerdo. Fuimos capaces de tomar decisiones durante la pandemia porque percibimos que era una cuestión de vida o muerte. Salimos a pedir prestado a los mercados, encontramos soluciones fuera de los caminos trillados. Pero no ocurre lo mismo con la guerra. Alemania no puede romper el freno de su deuda porque el Tribunal Constitucional alemán podría oponerse alegando que la crisis no es lo suficientemente grave como para justificar un endeudamiento adicional. No quiero dar la impresión de que estoy siendo dramático, pero tenemos que estar de acuerdo en que ésta es la crisis de nuestro tiempo. Si no actuamos, Europa tal y como la conocemos se derrumbará.

China sigue de cerca la guerra en Ucrania. Algunos de sus colegas han dicho que China podría desempeñar un papel mediador. Usted mismo ha dicho en varias ocasiones que Pekín no podía desempeñar ese papel porque había elegido un bando, el de Rusia. ¿Cree que Europa está alimentando las ambiciones de China?

Me preocupó mucho leer una entrevista reciente a Antony Blinken en la que el secretario de Estado estadounidense afirmaba que China era una de las razones por las que Rusia no había entrado en guerra nuclear. Si seguimos esta línea de razonamiento, significa que China se ha convertido indirectamente en protectora de Europa. Este sería el comienzo de un nuevo paradigma.

Si aceptamos que China —que, en mi opinión, apoya a Rusia y es, por tanto, adversaria de los países que apoyan a Ucrania— sea ahora el garante de la disuasión nuclear en nuestro continente, eso sería un peligroso error y un fracaso.

China está esperando un momento de debilidad para intervenir y proponer «soluciones». Me temo que algunos en Europa aceptarán esta oferta porque sería una alternativa barata a nuestra intervención, del mismo modo que compramos productos chinos porque son más baratos. Lo mismo cabe decir de sus propuestas de paz. Para nosotros, la geopolítica no consiste en hacer compras con descuento en Alibaba. Si China se convierte en garante de la seguridad nuclear o de la paz en Ucrania porque Estados Unidos se retira y Europa se rinde, nos estamos embarcando en un camino muy peligroso.

Si aceptamos que China sea ahora el garante de la disuasión nuclear en nuestro continente, eso sería un peligroso error y un fracaso.

Gabrielius Landsbergis

Si se permitiera a China desempeñar este papel, ¿se aceleraría la invasión de Taiwán?

Soy de los que creen que todavía se puede disuadir una invasión y que no hemos llegado a una fase en la que sea inevitable.

Pero está claro que el cálculo de China ha cambiado desde el comienzo de la guerra, y no de forma favorable para el pueblo de Taiwán, al que apoyo plenamente.

Kiev está en el centro de lo que ocurrirá en el futuro. Dentro de diez años, los libros de historia hablarán de cómo tratamos a Ucrania. Será el punto de partida de las estrategias de las democracias contra los autócratas. Putin ha conseguido cambiar la doctrina nuclear rusa haciendo que aceptemos, al menos de momento, que resistirse a un ataque era una forma de escalada y que, en consecuencia, un ataque nuclear estaría justificado contra cualquiera que, en su opinión, se resistiera un poco más de la cuenta.

Podemos imaginar una situación en la que China imponga un bloqueo, aunque sea parcial, a Taiwán, en la que los taiwaneses se resistan, en la que intentemos levantar el bloqueo y en la que Xi siga el ejemplo de Putin. Por eso insisto en que no podemos permitir que Putin perpetúe esta doctrina. No sólo porque paraliza nuestra capacidad de reacción, sino también porque es peligrosa para el mundo. Creo que colectivamente no entendemos lo irresponsable que es.