Varios vídeos difundidos en las redes sociales muestran la detonación en lugares públicos, el martes 17 de septiembre, de aparatos de comunicación que los miembros de Hezbolá llevaban en el cinturón y en el bolsillo. Según varias fuentes, el ataque simultáneo habría sido causado por una «infiltración israelí»1.

  • La agencia de noticias iraní Mehr informa de que el embajador de la República Islámica de Irán en Líbano resultó herido en una de las explosiones2.
  • Hezbolá utiliza equipos de baja tecnología (beepers, drones caseros) para contrarrestar la vigilancia de alta tecnología de Israel.
  • La difusión de las explosiones forma parte de una espectacularización del ataque: las redes sociales en Líbano se han saturado de imágenes especialmente violentas.

Unas horas antes del ataque, el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, declaró que la «acción militar contra Hezbolá» era la única forma de permitir a los desplazados internos israelíes regresar a sus hogares en el norte del país3. Más de 150.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en el sur de Líbano desde el 7 de octubre de 2023: 60.000 del lado israelí y 110.000 del lado libanés.

En una entrevista en profundidad publicada hoy en el Grand Continent, el ex ministro libanés de Cultura y enviado especial de la ONU a Libia, Ghassan Salamé, destaca dos factores: la supremacía tecnológica de Israel y la voluntad del gobierno de Netanyahu de rebasar los límites de la confrontación, para tender la trampa de una guerra regional a Irán y sus aliados.

  • «El primer ministro israelí está sometido a presiones internas y se enfrenta a problemas cada vez más insolubles en la política interior. Creyó que podía sacar provecho de la guerra de Gaza, pero ahora puede darse cuenta de que quizá fue demasiado lejos al decir que no detendría la guerra hasta que Hamás hubiera sido totalmente destruida.»
  • «Nos encontramos en una nueva fase. Si Irán —donde fue asesinado Haniyeh— no reacciona, su capacidad de disuasión podría verse comprometida. Del mismo modo, si Hezbulá no reacciona, no sólo por la identidad de la víctima sino sobre todo porque los suburbios del sur han sido atacados directamente —cosa rara hasta ahora, con excepción del asesinato del jefe de Hamás hace unos meses—, corre el riesgo de perder su capacidad de disuasión. La organización también afirmó que había respondido al asesinato de Chokor, con resultados que siguen siendo inciertos pero que demuestran la persistencia de la prioridad dada a la calibración. Una guerra que algunos dentro de Hezbolá, así como en Irán, consideran que es el verdadero objetivo del gobierno israelí, si es que no lo era antes. Hezbolá en Líbano, en estrecha coordinación con Teherán, busca por tanto una forma de demostrar que no dejará sin respuesta estos dos asesinatos. Sin embargo, el reto consiste en calibrar las represalias de tal modo que eviten caer en lo que consideran una trampa que les han tendido, a saber, la escalada hacia una guerra a gran escala, un escenario que ni Hezbolá ni Irán desean.»