Tras las huellas de Mathilde y Rosette
En esta investigación de Alice Ekman sobre el pasado de su familia se abre un conmovedor diálogo entre generaciones y una llamada a la transmisión de la memoria.
A los 33 años, Alice se da cuenta de que no sabe nada de la historia de su familia y decide visitar a su tío abuelo para saber más. El tío abuelo se llama Adolphe y tiene 92 años. Es el último miembro vivo de su generación. Hoy vive con su mujer Rosa en Bruselas.
Mathilde y Rosette, dirigida por Alice Ekman, comienza en un tren que llega a la estación de Bruselas. Investigadora geopolítica reconocida por su trabajo sobre China, ésta es su primera película, un proyecto más personal en el que ha estado trabajando durante los últimos tres años paralelamente a sus actividades profesionales.
Este tren que llega, si puede estar marcando el final de un primer viaje a Bruselas, anuncia sobre todo el comienzo de una investigación sobre las huellas de una dolorosa historia familiar.
Al ritmo de entrevistas con Adolphe Ekman que jalonan la película, se desvela toda una parte de la historia familiar que ha permanecido secreta durante casi 75 años, y con ella, la historia de la Shoah.
Bruselas es el punto de partida de esta investigación, pero también un punto de paso para Alice Ekman, que visitó asimismo Lens, París y Washington.
El escenario es íntimo, sin música ni voz en off. De hecho, las imágenes no necesitan más acompañamiento que la voz de Adolphe cuando cuenta su historia familiar. En pocas palabras:
Mathilde y Rosette (Rosine) Berenzon eran primas de Adolphe. Sus padres, Szmil Berenzon, nacido en 1901, y su esposa Cyrla Berenzon (de soltera Woldsztejn), nacida en 1900, eran emigrantes judíos polacos que se habían instalado en Francia, en Lens, en el periodo de entreguerras. En aquella época, la región atraía a un gran número de polacos para trabajar en las industrias minera y textil. El matrimonio tuvo allí dos hijas, Mathilde, nacida en 1932, y Rosine, nacida en 1937. La hermana mayor de Cyrla, Masza, la trajo de Polonia. Masza Ekman (de soltera Woldsztejn), madre de Adolphe.
Szmil, Cyrla y sus dos hijas fueron detenidos el 11 de septiembre de 1942 y enviados al campo de tránsito de Malinas. Cuatro días después, la familia fue deportada con más de 1.000 hombres, mujeres y niños judíos al campo de Auschwitz, donde perecieron los cuatro.
Esta historia la cuenta Adolphe, o más bien Dodo. Es primo de Mathilde y Rosine, sobrino de Cyrla y Szmil. Y si hoy puede contarla, es porque sus padres, Masza y Moshe Arie, consiguieron huir a la zona libre, a Toulouse, al principio de la guerra, evitando por poco el trágico destino que iba a deparar a los Berenzon.
Entre estas entrevistas, que ayudan a reconstruir el destino de la familia, Alice Ekman visitó diversos lugares.
Primero en Lens, para asistir a la conmemoración del 75º aniversario del 11 de septiembre de 1942, fecha en la que los Berenzon fueron acorralados. Después, siempre en Lens, en la escuela Jeanne d’Arc, donde Mathilde fue escolarizada, conoció a la directora que le entregó el primer registro de la escuela que contenía información sobre la hija mayor de los Berenzon.
Luego se dirigió a París, donde se reunió con Serge Klarsfeld en la sede de la asociación de Hijos e Hijas de Deportados Judíos de Francia. Allí presentó dos fotografías, una de Mathilde, Cyrla y Szmil, y otra de Mathilde, y recogió los certificados de nacimiento de los dos niños.
Por último, en Washington, en el Memorial del Museo del Holocausto de Estados Unidos, para hacer memorizar las dos fotografías, como había hecho anteriormente en el Mémorial de la Shoah de París.
Paralelamente a la investigación, deseaba que quedara una huella de sus cortas vidas: 10 años para Mathilde y 5 años para Rosine. Con estos pocos documentos y dos fotografías, cuidadosamente conservados por Adolphe, el recuerdo y la memoria perduran. ¿Cuántas otras Mathilde y Rosine de las que no queda nada?
Los trozos de vida que se revelan a lo largo de la película ofrecen un contraste particular entre la dureza de las palabras, los terribles recuerdos que evocan y la vida cotidiana que transcurre mientras Adolphe cuenta la redada de la familia Berenzon una mañana de septiembre de 1942, mientras en el fondo, Rosa, su mujer, ofrece e insiste en servir café. Es un contraste que atrapa al espectador y sirve para recordarle hasta qué punto la Shoah forma parte de la vida cotidiana de los familiares vivos de las víctimas. Se trata de la vida que continúa: los supervivientes suelen ser personalidades muy fuertes, con sed de vida y una increíble resiliencia.
La película también examina la relación entre generaciones. Descubrimos que, como en otras familias, son los nietos los que se convierten en depositarios de una memoria familiar que a veces puede resultar muy pesada. En unas circunstancias temporales que sólo corresponden al azar, o en cualquier caso en un momento en que ambas partes se sienten dispuestas a compartir y recibir, es Alice quien interroga a Adolphe, que comparte sus recuerdos, revelando en el proceso una serie de documentos de archivo. En resumen, se trata de un salto generacional de alcance universal, que invita a los más jóvenes a interrogarse sobre el pasado de su familia a través de los recuerdos de sus abuelos y bisabuelos. A menudo salen a la luz traumas silenciosos. Y aunque no todas las familias estén marcadas por destinos tan trágicos, a veces podemos descubrir mucho más de lo que buscábamos. Porque aprendiendo sobre tu familia, aprendes sobre ti mismo. Como dice Alice Ekman, hay un antes y un después.
De este modo, la película nos recuerda una vez más la importancia de los testimonios, y lo vital que es que pasen de una generación a otra.
En 2010, Claire Zalc y Nicolas Mariot publicaron un libro titulado Face à la persécution: 991 Juifs dans la guerre 1 (“Frente a la persecución: 991 judíos en la guerra”), en el que siguen a los judíos, franceses o extranjeros, de Lens y alrededores, en la zona prohibida desde el armisticio de 1940 hasta 1945, para trazar el retrato de un grupo social perseguido cuyo índice de deportación fue muy superior a la media nacional francesa. Rosine, Mathilde, Cyrla y Szmil son algunos de los judíos protagonistas de este estudio. De este modo, la película ayuda a poner rostros a los nombres, haciendo que sus memorias brillen con más intensidad.
Claire Zalc vio la película antes de su estreno.
En el epílogo de su libro, Claire Zalc y Nicolas Mariot mencionan el descubrimiento, una vez concluida su investigación, de un 992º hombre que no había aparecido en ningún registro ni censo. Esta aparición fue «un último recordatorio de que la investigación sigue abierta» 2.
Porque si ahora se conocen los trágicos destinos de Rosine, Mathilde, Cyrla y Szmil, es en esta perspectiva en la que Alice Ekman nos invita a investigar. Una invitación bienvenida y saludable.
La película puede verse libremente en español aquí.