Puntos claves
  • En Europa, las pérdidas económicas vinculadas a catástrofes relacionadas con el clima han superado los 100.000 millones de euros sólo en 2021 y 2022.
  • Sin embargo, la percepción de la importancia y actualidad del cambio climático sigue sin estar relacionada en gran medida con el voto a partidos ecologistas.
  • Aunque la concienciación sobre el calentamiento global no es generacional, el pesimismo sobre el futuro es ampliamente compartido —en Francia, más de dos tercios de los encuestados creen que es imposible influir en el futuro—.
  • ¿Un problema de proyección? Casi siete de cada diez europeos (68%) no pueden imaginar cómo será la vida cotidiana después de la transformación ecológica.

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Este estudio se basa en las cifras de la segunda edición del barómetro mundial de la transformación ecológica realizado por Elabe y Veolia. La encuesta, realizada en 26 países de los 5 continentes entre octubre y diciembre de 2023, contó con una muestra representativa de 29.500 personas 1.

1 — Constatación: los Verdes retroceden, ¿está el clima en el centro de las prioridades?

El grupo parlamentario europeo de los Verdes/Alianza Libre Europea (Verdes/ALE), que agrupa a los partidos ecologistas de 17 Estados miembros, es el gran perdedor de estas elecciones europeas de 2024. Con 22 escaños menos que en la anterior legislatura, según los últimos resultados provisionales publicados por el Parlamento Europeo, el grupo ha perdido un 27% de sus diputados respecto a las elecciones de 2019.

Pero un análisis granular de los resultados de los partidos verdes a escala nacional ofrece una imagen más matizada de esta observación. Mientras que los partidos ecologistas franceses y alemanes (Les Écologistes, Europe Ecologie Les Verts, Bündnis 90/Die Grünen) están retrocediendo, han progresado en 13 países en comparación con 2019.

La gran sorpresa de estas elecciones europeas ha sido el resultado obtenido por Alleanza Verdi e Sinistra (AVS) en Italia, y en particular la elección de Ilaria Salis, una profesora detenida en Hungría acusada de agredir a manifestantes neonazis. En Eslovenia, el nuevo partido verde Vesna – zelena stranka, fundado en febrero de 2022, obtuvo más del 10% de los votos y enviará así un eurodiputado al Parlamento Europeo de los 9 escaños asignados al país. Los partidos verdes también ganaron terreno en Letonia (+7,45% respecto a 2019), Croacia (+5,92%), Dinamarca (+4,19%) y Portugal (+3,76%).

Las grandes convulsiones geopolíticas de los últimos años —la pandemia del Covid-19, la invasión rusa de Ucrania, los atentados hutíes en el Mar Rojo, la guerra Hamás-Israel….— parecen haber relegado la cuestión ecológica a un segundo plano. Los impactos económicos, energéticos, políticos y migratorios de estos acontecimientos en las sociedades europeas han llevado a un nivel de preocupación por el cambio climático similar al de 2017 en cuanto a prioridades.

Los europeos están ahora más preocupados por la migración, la guerra en Ucrania, la situación internacional y el coste de la vida, mientras que la amenaza que supone el terrorismo vuelve a aumentar por primera vez desde 2016.

En el Parlamento Europeo, el grupo de los Verdes/ALE, que agrupa a los partidos ecologistas de 17 Estados miembros, es el gran perdedor de las elecciones de 2024.

OLIVIER LENOIR Y MARIN SAILLOFEST

2 — Sin embargo, el clima está cambiando en Europa

Este aparente retroceso del imperativo ecológico en la mente de los europeos parece estar en total contradicción con el creciente impacto del cambio climático. Mayo de 2024 fue el mes más caluroso registrado en todo el mundo desde 1940, el duodécimo mes consecutivo con temperaturas récord.

El aumento de la frecuencia e intensidad de las catástrofes relacionadas con el clima también es ya visible. En Europa, las pérdidas económicas vinculadas a las catástrofes relacionadas con el clima han superado los 100.000 millones de euros sólo en 2021 y 2022. El comercio internacional también se ve afectado, con una caída histórica del tráfico a través del Canal de Panamá en 2023 debido a la sequía en la región. Las olas de calor extremo también amenazan las infraestructuras esenciales de transporte y energía —siendo las centrales nucleares la principal infraestructura en riesgo por las sequías y el descenso del nivel de los ríos—.

En Europa, las pérdidas económicas vinculadas a las catástrofes climáticas han superado los 100.000 millones de euros sólo en 2021 y 2022. 

OLIVIER LENOIR Y MARIN SAILLOFEST

De hecho, el barómetro Veolia-Elabe 2024 muestra que la percepción por parte de los ciudadanos de la importancia y la actualidad del cambio climático no guarda relación alguna con su apoyo a los partidos ecologistas. En Europa, sólo el 9% de la población afirma no estar «particularmente preocupada» por el futuro, una cifra que supera en 2 puntos porcentuales a la de 2022, pero que sigue siendo baja. Sin embargo, parece que los temores específicos —deterioro de las condiciones de vida, riesgo de enfermarse debido a la contaminación, daños materiales causados por catástrofes naturales, etc.— están disminuyendo tanto a escala europea como mundial.

3 — Pocos europeos son escépticos del cambio climático

Los europeos son muy conscientes de los riesgos del cambio climático.

Según el estudio, el 91% de los ciudadanos de la Unión están seguros de que el cambio climático está en marcha. No se trata de una afirmación general, sino de una realidad concreta: el 73% de los europeos cree que el cambio climático es «la mayor amenaza para la salud» y el 77% que es «una amenaza aguda» para los países pobres. Según el Banco Mundial, 130 millones de personas podrían caer por debajo del umbral de la pobreza en 2030 como consecuencia del cambio climático.

Varios indicadores muestran que los europeos se sienten expuestos a amenazas directas para su calidad de vida, como una vida cotidiana más difícil (el 75% está convencido), un aumento de las enfermedades infecciosas (70%) o la escasez de alimentos (63%).

¿Este miedo es generacional? El concepto de «generación climática» ha dado pie a la idea de que los más jóvenes son más conscientes de los daños causados por el cambio climático y defienden más rápidamente la transición. Si analizamos el barómetro en detalle, no parece haber diferencias significativas entre los grupos de edad en cuanto a la concienciación sobre el calentamiento global.

En cambio, hay una clara gradación cuando se trata del origen humano del calentamiento global: en todos los países, la mayoría de las personas mayores lo reconocen. Sin embargo, lo hacen mucho menos rápidamente que el grupo de 18 a 34 años, con las excepciones de Hungría y Alemania.

La percepción de la importancia y actualidad del cambio climático no guarda relación alguna con el voto a favor de los partidos ecologistas.

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4 — El sur de Europa está más preocupado

La situación de los países en relación con el calentamiento global es desigual. Lo mismo ocurre con la concienciación sobre el calentamiento global y las preocupaciones que suscita. El estudio muestra una elevada prevalencia de los temores en la Europa mediterránea: sobre todo en Italia (78%) y España (77%), dos de los países europeos más expuestos a la sequía, los incendios, los daños agrícolas y la subida del nivel del mar. A escala mundial, son comparables a los países de América Latina y el Sudeste Asiático. En cambio, los holandeses se sienten menos expuestos.

Italia y España son también los países donde los jóvenes son más conscientes del origen humano del calentamiento global: el 91% y el 87% de los jóvenes de 18 a 34 años, respectivamente, frente al 72% de los jóvenes alemanes y polacos, por ejemplo. Entre los temores vinculados al calentamiento global, el aumento de la dificultad de las condiciones de vida, la degradación de los ecosistemas, el aumento de los movimientos migratorios y el agotamiento de los recursos son compartidos por más del 80% de los españoles y los italianos.

No parece haber diferencias significativas entre grupos de edad en cuanto a la concienciación sobre el calentamiento global.

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5 — Los populistas de derechas son los más escépticos sobre el clima

Aunque la concienciación sobre el calentamiento global es mayoritaria en Europa, y de forma abrumadora entre los jóvenes, también es una cuestión política. En comparación con la media nacional de negacionismo climático (es decir, la creencia de que el calentamiento global no existe y/o que no está provocado por el hombre), los votantes de partidos populistas de derechas, miembros a nivel europeo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) o Identidad y Democracia (ID), son preponderantes. El exceso de negacionismo climático entre ellos respecto a la media nacional oscila entre el 7% en Italia y el 32% en Alemania, en el caso de los votantes de AfD. Una vez más, hay que señalar que este exceso es menor en Italia y España.

La verdadera cuestión es si este discurso antiecológico está más extendido entre las clases trabajadoras, a las que los partidos populistas dicen representar, que entre la población general. Las comparaciones entre países son complicadas debido a las diferentes escalas salariales, pero el estudio muestra que, de media, la tasa de escepticismo climático entre los menos pudientes es entre 5 y 20 puntos porcentuales superior a la de la población general. Tomando algunos ejemplos nacionales, se observa que el 67% de los alemanes que ganan menos de 24.000 euros al año creen que el calentamiento global está provocado por el hombre, frente al 78% de los que ganan más de 77.000 euros. Esta gradación, que nunca es perfecta, se da en mayor o menor medida en todos los países encuestados.

6 — ¿Quién debe liderar la acción por el clima?

De los cinco tipos de agentes propuestos a los paneles de encuestados como susceptibles de «encontrar y aplicar soluciones concretas y eficaces para la transformación ecológica», una media del 69% de los europeos cree que esta responsabilidad recae en los gobiernos. Se considera que las autoridades locales (47%) y los particulares (54%) tienen una responsabilidad secundaria frente a esta perturbación, cuyas causas, ahora claramente identificadas, se sitúan a nivel mundial.

Sin embargo, el 58% de los encuestados señalan la capacidad de percibir que sus cambios de comportamiento tienen un efecto rápido y positivo como el principal incentivo para modificar sus hábitos de consumo y pagar más por determinados productos. De forma aparentemente contraintuitiva, los europeos están menos interesados en comprender los mecanismos que justifican estos cambios de comportamiento: sólo el 44% afirma que «entender por qué debo renunciar a ciertas cosas» sería un factor que les animaría a cambiar sus hábitos.

Saber que estos cambios contribuirán a mejorar su salud personal y la de sus seres queridos es el principal factor —el 64% afirma que esto sería importante para ellos— que probablemente haría deseables estos cambios de comportamiento. En todo el mundo, la contaminación atmosférica es el tercer factor de riesgo más letal, tras la hipertensión y el tabaquismo, por delante de la obesidad y el consumo de alcohol.

Por término medio, el 69% de los europeos cree que los gobiernos son responsables de la transición ecológica.

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Por otra parte, la idea de vivir en un país a la vanguardia de la transición ecológica y «servir de ejemplo» a otras naciones parece ofrecer poca motivación. Mientras que el 43% de los franceses y españoles afirman que esto les motivaría a hacer cambios, es el caso de menos de un tercio de los alemanes (31%), noruegos (32%), belgas (32%) y holandeses (26%).

7 — ¿Tiene su oportunidad la tecnología?

La contribución de la tecnología y la innovación a la lucha contra el cambio climático suele criticarse como «tecnosolucionismo» que enmascara el miedo al cambio. Sin embargo, como hemos visto, los europeos están dispuestos a cambiar sus hábitos para liderar la transición energética, una opción preferible a los costes desorbitados que supondría un aumento desregulado de las temperaturas. 

Los participantes en el barómetro identifican la «innovación» como la mejor forma (el 54% la considera «esencial» para lograrlo) de llevar a buen puerto la transformación ecológica en su país, muy por delante de los cambios en la legislación y la normativa, que sólo son realmente populares en España, donde el 62% de la población la identifica como la «clave», frente a una media europea del 42%. Cuando se les pide que elijan entre un estilo de vida más sobrio y la compensación a través de la tecnología, la mayoría de los encuestados europeos responde «ambas cosas» (53%), aunque esta cifra ha descendido dos puntos porcentuales desde 2022. Los partidarios únicamente del desarrollo tecnológico representan una cuarta parte de los encuestados (24%, 2 puntos más que en el barómetro de 2022).

Los participantes en el barómetro identifican la «innovación» como la mejor forma de llevar a buen puerto la transformación ecológica en su país, muy por delante de los cambios en la legislación y la normativa

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8 — ¿Qué están dispuestos a hacer los europeos?

Cuando se les pregunta por las posibles decisiones que tendrían que tomar para reducir su huella de carbono o hacer frente a las consecuencias del cambio climático, la mayoría de los europeos dicen estar dispuestos a cambiar su comportamiento. Ya se trate de pagar más por el agua (81%), la fruta, la verdura y la carne (76%) para eliminar los microcontaminantes y reducir los riesgos que suponen para la salud y proteger las tierras agrícolas, de comprar alimentos envasados con materiales reciclados (90%) o de pagar un poco más por los aparatos eléctricos y electrónicos para estar seguros de que la batería y el aparato se reciclarán (75%), los encuestados son conscientes de los cambios que hay que hacer y del coste asociado.

La única adaptación presentada al panel que recibió menos de dos tercios de aprobación se refería al uso de agua potable reciclada a partir de aguas residuales para consumo de agua de bebida. A escala europea, el 65% de los encuestados dijeron que estarían dispuestos a aceptarlo, una cifra que, no obstante, supone un aumento de 12 puntos porcentuales con respecto al anterior barómetro realizado en 2022. En Hungría y la República Checa, menos del 60% de la población se declaró dispuesta a hacerlo, mientras que el 78% y el 80%, respectivamente, se mostraron a favor de utilizar agua reciclada en la agricultura.

Aunque en general son menos proclives que el resto del mundo a pagar más por su energía para reducir las emisiones de CO2, reducir la dependencia de su país de los productores de combustibles fósiles o asegurar el suministro energético de su país, los europeos están dispuestos a aceptar los costes adicionales que conlleva la transición energética.

En general, los europeos dicen estar dispuestos a aceptar los costes adicionales que conlleva la transición energética.

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9 — Un sentimiento de resignación

Aunque parece emerger un cierto consenso en torno a las soluciones, esto no significa que los europeos idolatren un futuro post-carbono en el que se proyectan. Al contrario, tienden a mostrarse fatalistas ante los retos del cambio climático. De media, sólo el 44% de la población cree que el futuro aún está en nuestras manos en lo que se refiere a limitar los daños climáticos. Esto supone 3 puntos menos que en 2022, e incluso 11 puntos menos que la media mundial (55%).

Una comparación entre países muestra una correlación imperfecta entre la concienciación sobre el cambio climático y el optimismo sobre el futuro. Italia y España, los dos países con mayores niveles de concienciación y preocupación por el clima, son los más optimistas sobre nuestra capacidad de reacción. Francia, en cambio, país intermedio en cuanto a concienciación climática, es el más pesimista: menos de un tercio de la población (32%) cree que aún puede influir en el futuro. 

Este pesimismo se hace eco del de las instituciones especializadas en la transición ecológica, que señalan la dificultad de alcanzar los objetivos medioambientales con los actuales niveles de producción e inversión. Recientemente, el think-tank REN21 mostró que la inversión en energías renovables tendría que más que duplicarse para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, mientras que la Agencia Internacional de la Energía señaló que, si bien la capacidad en energías renovables había aumentado un 50% en 2023 con respecto a 2022, los gobiernos tendrían que hacer esfuerzos aún mayores para triplicarla de aquí a 2030.

Las comparaciones entre países muestran una correlación imperfecta entre la concienciación sobre el cambio climático y el optimismo sobre el futuro.  Italia y España son los más optimistas sobre nuestra capacidad de reacción.

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10 — Un choque necesario de percepciones

Según este estudio, los europeos parecen estar convencidos en general de la gravedad del calentamiento global y apoyan muchas soluciones, pero siguen siendo pesimistas sobre nuestra capacidad real de actuar. Sin embargo, dos tercios de ellos (64%) están seguros de que las consecuencias de la alteración del clima serán más costosas que las inversiones asociadas a la transición. Esta convicción vuelve a ser muy fuerte en países climáticamente convencidos como Italia (75%), y más débil, aunque todavía mayoritaria, en otros como la República Checa (54%). La relativa resignación de los habitantes del continente con respecto a la transición no es, pues, ni indiferencia ni deseo de distanciarse del tema, sino más bien el temor a un fracaso generalizado ante un fenómeno inconmensurable que sienten que difícilmente pueden controlar.

¿Será porque no tienen una imagen clara de esta transición? El estudio pone de manifiesto un abismo entre la concienciación, acompañada de un conocimiento teórico de las soluciones, y la percepción real de lo que implican y de cómo deberían cambiar nuestras vidas. Casi siete de cada diez europeos (68%) son incapaces de imaginar cómo podría ser la vida cotidiana tras la transformación ecológica. Esta incapacidad para imaginar la transición prevalece en todos los países, pero es ligeramente inferior en aquellos en los que la concienciación sobre el cambio climático es mayor. Como escribía Pierre Charbonnier en nuestras columnas: «Nos encontramos, pues, en una situación en la que una gran parte de la población sabe que el modelo socioeconómico en el que vive es insostenible, pero no tiene ni idea de cómo sería el mundo hacia el que hay que avanzar. Entonces, ¿cómo pueden querer ese mundo? ¿Cómo puede cambiar una realidad inestable pero tangible por otra totalmente abstracta y poco atractiva?«.

Notas al pie
  1. Para más información, véase el sitio web del barómetro.