Esta semana se celebra el XV Foro de Kazán «Rusia-Mundo musulmán». Tartaristán ha desempeñado un papel central en la diplomacia islámica de Rusia desde los años noventa. Como una de las repúblicas líderes de esta iniciativa, junto con Chechenia, Tartaristán ha sido un actor importante en la promoción de la imagen islámica de Rusia, tanto entre sus propias minorías musulmanas como en la escena internacional. Históricamente, Kazán, la capital de Tartaristán, ha ocupado un lugar importante en la historia rusa, y esta importancia simbólica se refleja en el papel de Tartaristán en la diplomacia islámica rusa contemporánea.
Pero se trata de mucho más que de una simple operación geopolítica o comercial de branding dirigida al mundo islámico: los musulmanes de Rusia forman una gran comunidad de alrededor del 15% de la población rusa, cuyos valores conservadores se han convertido en el centro de la búsqueda por parte del régimen de una identidad civilizacional opuesta a Occidente y al liberalismo.
Visto desde Rusia, el Islam es por tanto una cuestión interna, marcada por su coexistencia con la ortodoxia, entre rusos étnicos y minorías, pero también en tensión a causa del islamismo político y el yihadismo, comme demostró el atentado contra el Crocus City Hall en marzo de 2024. El Islam es también una cuestión externa, porque al buscar apoyo internacional para su cruzada contra Occidente, Rusia cuenta con varios socios cruciales en Medio Oriente, en particular Turquía e Irán. También intenta mantener relaciones constructivas con los Estados de Asia Central y Azerbaiyán, sus últimos socios en el antiguo mundo soviético.
1 – La importancia del Foro en el panorama geopolítico actual
En un contexto de creciente aislamiento de Occidente, Rusia trata de estrechar sus lazos con el Sur global. Desde esta perspectiva, el mundo islámico representa un socio estratégico de primer orden para Rusia. Esta orientación no es nueva, ya que se remonta al menos a la década de 2000, cuando la Rusia de Putin empezó a estrechar sus lazos con el mundo musulmán. En particular, las potencias regionales de Medio Oriente.
El Foro de Kazán ofrece a Rusia una plataforma para jugar la carta musulmana en términos de civilización, para mostrar al mundo musulmán su tolerancia religiosa y su respeto por los derechos y la cultura de las minorías musulmanas en su territorio. Es una herramienta estratégica y económica para promover vínculos concretos con los países musulmanes. El Foro de Kazán también atrae a un gran número de empresas privadas deseosas de concluir acuerdos comerciales con Rusia, así como con los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
2 – Rusia en el mercado halal
El Foro de Kazán y Rusia desempeñan un papel crucial en la promoción del mercado halal a escala regional y mundial. Desde hace varios años, Rusia se ha posicionado como un actor importante en ese mercado, una decisión que tiene sus raíces tanto en las políticas gubernamentales como en la dinámica socioeconómica interna. La importante presencia de empresarios musulmanes en Rusia, junto con la emigración de trabajadores de Asia Central y el Cáucaso, ha contribuido a situar a Rusia como centro regional de este mercado en expansión.
Rusia ha desplegado una estrategia proactiva para promover el mercado halal, presentándolo como un elemento clave de su diplomacia económica y sus relaciones internacionales. Esta estrategia incluye iniciativas como la integración del mercado halal en marcos multilaterales como la Organización de Cooperación de Shanghái y los BRICS, así como asociaciones específicas con países de Medio Oriente.
Además, Rusia está utilizando el foro como medio para reforzar su imagen de destino turístico «halal friendly», en oposición a la percepción de discriminación contra los musulmanes en Occidente. Este desarrollo de los vínculos económicos y culturales con los países de Medio Oriente se extiende mucho más allá del marco regional, abarcando importantes asociaciones, sobre todo en el archipiélago malayo, considerado líder en normas halal.
3 – La política rusa hacia el Islam dentro de las teorías del eurasismo y la «mayoría mundial”
La política rusa hacia el Islam, y en particular su manifestación en el Foro de Kazán, se inscribe en un complejo marco ideológico que combina el eurasismo y la noción de «mayoría mundial». Estas ideologías influyen en la forma en que Rusia aborda su diversidad cultural y religiosa.
El eurasismo forma parte de una larga tradición intelectual en Rusia, que se remonta al periodo de entreguerras, que presenta la identidad civilizacional rusa como multiétnica y multirreligiosa en relación con Occidente. Esta tradición destaca la coexistencia de poblaciones eslavas y túrquicas, ortodoxas y musulmanas dentro del país. Sin embargo, esta visión es ambigua, ya que mientras el Estado ruso insiste en esta identidad civilizacional, la población rusa sigue siendo en gran medida xenófoba y reticente a la mezcla étnica y religiosa.
La noción de «mayoría mundial», por su parte, otorga un lugar central al Islam como civilización mundial —real o imaginaria— que se posiciona geopolíticamente como antiamericana y antioccidental. Esta ideología, que ha ido ganando terreno desde 2022, percibe a la «calle árabe» como actor geopolítico naturalmente opuesto a Estados Unidos y que comparte una crítica común al liberalismo occidental. Este enfoque se utiliza tanto con los musulmanes rusos como con los musulmanes de todo el mundo.
4 – El lugar del Islam en las relaciones entre Rusia e Irán
Existen diferencias significativas en la forma en que Moscú y Teherán instrumentalizan el Islam con fines geopolíticos.
Irán promueve el Islam chií y reivindica una identidad revolucionaria chií, apoyando activamente los movimientos chiíes en todo el mundo. Al mismo tiempo, Teherán adopta un enfoque pragmático, colaborando con movimientos suníes si ello sirve a sus intereses geopolíticos, especialmente en su oposición a Estados Unidos. Esta ambigüedad permite a Irán posicionarse a la vez como líder del mundo chií y como figura de oposición al poder estadounidense.
Rusia, por su parte, ha defendido tradicionalmente el islam suní, muy extendido en el espacio postsoviético. Además, ha desarrollado asociaciones con un amplio abanico de actores del mundo musulmán, incluidos países opuestos a Irán, como Arabia Saudí. Y las relaciones ruso-iraníes suelen basarse en intereses económicos y estratégicos bien entendidos, más que en cuestiones religiosas conjuntas. Sin embargo, los diálogos religiosos pueden tener lugar en paralelo. El apoyo conjunto a la Siria de Bashar al-Assad ha reforzado obviamente la cooperación entre ambos países.
5 – Percepción rusa del Estado Islámico
Rusia considera desde hace tiempo al Estado Islámico como un enemigo importante, entre otras cosas por sus alianzas estratégicas con el Irán de los ayatolás, la Siria de Bashar Al-Assad y los talibanes en Afganistán. Sin embargo, en la esfera pública rusa persisten teorías conspirativas que afirman que el Estado Islámico está vinculado a Estados Unidos y financiado por la CIA. Esta retórica, heredada del periodo de la presencia soviética en Afganistán contra los muyaidines apoyados por Estados Unidos.
En este sentido, el régimen ha intentado crear un vínculo entre los ucranianos y el atentado del Estado Islámico en el Crocus City Hall, con el fin de dibujar un triángulo «Estados Unidos-Ucrania-Estado Islámico», movilizando así su apoyo público y el de sus aliados. Esta estrategia pretende polarizar el debate geopolítico presentando a Rusia, Irán, Siria y los talibanes frente a un eje liderado por Estados Unidos y el Estado Islámico.
6 – Diferencias de enfoque respecto a Europa del Este y Asia Central
Existen importantes contradicciones ideológicas en el enfoque de Rusia hacia Europa del Este y Asia Central. La ideología del “mundo ruso” suele centrarse en las poblaciones que comparten vínculos culturales con Rusia, sobre todo en términos lingüísticos. Esta política afecta sobre todo a Europa del Este, en particular a Ucrania y Bielorrusia, pero también a Moldavia y los países bálticos.
En Asia Central, en cambio, el enfoque ruso suele ser más eurasista, haciendo hincapié en el reconocimiento de la diversidad religiosa y étnica de la región. Desde esta perspectiva, Rusia se posiciona como parte integrante del Sur global y del mundo no occidental, en lugar de tratar de imponer una identidad rusa específica.
7 – Conciliar las identidades ortodoxa y musulmana de Rusia
De forma similar, Rusia navega entre sus identidades ortodoxa y musulmana. A primera vista, esta interacción puede parecer contradictoria, pero no entra dentro de la doctrina oficial rusa, porque Rusia se concibe como un Estado-civilización.
Un Estado-civilización implica la existencia de diferentes identidades dentro de esa civilización, lo que forma parte de la gran narrativa rusa de que es una federación de diferentes naciones unidas todas ellas en el pueblo ruso. En realidad, estas posiciones distan mucho de ser igualitarias. Existe una jerarquía piramidal simbólica en la que el pueblo ruso y la Iglesia Ortodoxa ocupan una posición de liderazgo, seguidos por los musulmanes y otras minorías étnicas.
Desde la década de 1990, existen acuerdos tácitos o explícitos entre la Iglesia Ortodoxa y los diversos muftíes que representan a los musulmanes de Rusia, así como los representantes del budismo y el judaísmo en las instituciones reconocidas en Rusia. De este modo, estas cuatro religiones tradicionales, reconocidas como tales por la legislación rusa, se benefician de derechos garantizados. Esto permite a los muftíes islámicos de Rusia situarse como interlocutores subordinados de la Iglesia Ortodoxa, siguiendo el ejemplo de esta última. Ocasionalmente, algunos muftíes protestan contra decisiones que consideran demasiado favorables a la ortodoxia o a los rusos étnicos en general. No obstante, este sistema étnico y religioso a modo de matrioska funciona relativamente bien a nivel de las instituciones oficiales.
8 – Evolución de las relaciones entre Rusia y Asia Central
Desde la invasión militar de Ucrania, las relaciones entre Rusia y los Estados de Asia Central han evolucionado. Los países de la región han tratado de mantener cierta distancia con Rusia, al tiempo que mantenían estrechos vínculos económicos. Paradójicamente, los países de Asia Central se están beneficiando económicamente de la guerra en Ucrania, porque se han convertido en importantes plataformas para la economía rusa a la hora de eludir las sanciones.
Desde el atentado contra el Crocus City Hall, las relaciones entre Rusia y Tayikistán se han vuelto tensas. El presidente tayiko Rahmon expresó inicialmente su apoyo a la cooperación en materia de seguridad con Rusia, haciendo hincapié en la lucha contra el yihadismo sin identidad nacional. Estas tensiones se han visto exacerbadas entre la población tayika, tanto en Tayikistán como en la diáspora en Rusia, a la que no le gusta verse asimilada a los yihadistas ni ser maltratada por las autoridades rusas.
Tayikistán intenta ahora reafirmar su autonomía estratégica respecto a Rusia, expresando la necesidad de respeto y consideración mutuos en las relaciones bilaterales. Sin embargo, la situación sigue siendo compleja, ya que muchos ciudadanos de Asia Central y de la diáspora tayika en Rusia siguen sintiendo tanto horror ante los actos terroristas como solidaridad con las víctimas, al tiempo que se enfrentan a la xenofobia y la represión.
9 – El lugar de los musulmanes en el sistema social y político ruso
Los musulmanes ocupan actualmente el puesto número 2 entre las minorías étnicas de Rusia, mientras que los rusos étnicos son considerados el número 1, como los primeros entre iguales de los ciudadanos rusos. Esta posición se debe en parte a su número, al ser la minoría étnica más numerosa, así como al papel institucional crucial de las instituciones islámicas para sostener al régimen.
Sin embargo, existen tensiones dentro de las diversas identidades islámicas rusas. Las comunidades musulmanas del Volga y los Urales difieren significativamente de las del Cáucaso Norte en términos históricos y culturales. También hay diferencias entre esos dos grandes conjuntos, por ejemplo, entre los tártaros y los baskires, o entre los chechenos y los ingusetios.
10 – ¿Qué queda de los movimientos secesionistas musulmanes?
A principios de la década de 1990, Tartaristán y Chechenia estaban a la vanguardia de los movimientos autonomistas en Rusia. Tartaristán adoptó un enfoque pacífico, mientras que la situación en Chechenia derivó rápidamente en un conflicto violento que desembocó en dos guerras. En el caso tártaro, Moscú y Kazán consiguieron encontrar un enfoque pacífico a las tensiones, mientras que en el caso checheno, la situación se empantanó rápidamente en un violento conflicto que desembocó en dos sangrientas guerras. Desde entonces, Rusia ha experimentado varias fases de recentralización que han reducido considerablemente la autonomía de las repúblicas étnicas, tanto cultural como económicamente.
Esta pérdida de autonomía se ha ilustrado en Tartaristán, por ejemplo, con la reducción del estatus oficial de la lengua tártara, que desde 2017 solo se enseña como asignatura optativa en las escuelas. Chechenia, por su parte, goza de un estatus especial, con una mayor autonomía simbolizada por el régimen de Kadyrov y su relación personal con Putin. Esta autonomía se manifiesta en la posibilidad de respetar la sharia, así como políticas culturales y religiosas específicas.
Los movimientos secesionistas, aunque siguen presentes, son ahora muy minoritarios y carecen de representación significativa dentro de las propias repúblicas. En los últimos 30 años, las reivindicaciones identitarias también han evolucionado, pasando del nacionalismo étnico a una identidad religiosa más marcada, sobre todo en las repúblicas de mayoría musulmana. Por tanto, cualquier descentralización en Rusia podría ser testigo de la aparición de movimientos que promuevan una identidad islámica, además de la identidad étnica tradicional.