Roberta Metsola: un discurso fundador
La guerra se extiende por todas partes. Dentro de ocho meses se celebrarán las elecciones europeas. En la Sorbona, Roberta Metsola pronunció un discurso fundador sobre los retos a los que se enfrenta la Unión mientras el mundo navega por aguas tumultuosas. Un texto que hay que leer.
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- El Grand Continent •
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El 30 de octubre de 2023, Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, pronunció un discurso en la Sorbona, en el anfiteatro Richelieu. A ocho meses de las elecciones europeas, que prometen ser decisivas para la Unión, y en un momento en que la guerra parece extenderse sin freno, expuso su visión de una Europa que se encuentra en una encrucijada: el conflicto de Ucrania; la guerra de Sucot; la ampliación; la participación de los ciudadanos europeos. Son estas cuestiones, los grandes retos de la Europa contemporánea, las que ha abordado en un discurso seminal.
Buenas noches, Señoras y Señores:
En primer lugar, quisiera expresarles mi satisfacción y el honor que supone para mí estar aquí con ustedes esta noche.
Antes de comenzar mi discurso en francés, me gustaría contarles un secreto. Cada vez que hablo en la lengua de Molière, mis hijos me dicen: «Mamá, tu acento es horrible…».
Así que, a la manera de Churchill, que habló en la plaza Kleber de Estrasburgo en 1950, voy a advertirles: «Cuidado, voy a hablar en francés».
Pero tranquilos, la belleza del lugar y la historia de la Sorbona no me impresionaron al punto de considerarme aquel ilustre estadista británico y europeo.
Hay muchas cosas que nos distinguen…
Sin embargo, como en 1950, nos encontramos en una encrucijada y, a diferencia de lo que ocurría tras la Segunda Guerra Mundial, cuando prevalecía la esperanza de un futuro mejor, nos enfrentamos a múltiples peligros.
Por eso me siento honrado de poder pronunciar estas palabras aquí, entre ustedes. Antes de continuar, quisiera dar las gracias a la Sorbona por la calurosa acogida que me ha dispensado. También quisiera dar las gracias, sobre todo, a la revista le Grand Continent, que se ha ofrecido a organizar este encuentro.
Señoras y señores:
He venido aquí esta tarde para hablar del futuro. Para hablar de Europa. Del papel de Europa en un mundo cada vez más peligroso e inestable. De la importancia de Europa para Francia. De la importancia de la voz de Europa en Medio Oriente, África, Ucrania y Armenia.
También he llegado a compartir mi profunda convicción de que juntos podemos construir una Europa poderosa, líder mundial de la transición ecológica y digital. Una Europa que consiga liberarse de sus dependencias para garantizar nuestra seguridad, nuestra autonomía y nuestra prosperidad. Una Europa que dé respuestas a los retos y dificultades de la vida cotidiana.
Por último, he venido a decirles que Europa no es infalible y que debe evolucionar y reformarse para no perder su pertinencia.
Pero también quiero hablar con ustedes, escuchar lo que esperan de la Europa que es suya. Estamos a menos de un año de las elecciones europeas y sé muy bien que tenemos que hacer más para convencer a los ciudadanos del valor añadido de nuestro proyecto colectivo.
No hay mejor lugar para celebrar ese debate que aquí, en la Sorbona, lugar del saber y del pensamiento.
Señoras y Señores:
El mundo se enfrenta a desafíos en muchos frentes. Algunos de esos frentes están a las puertas de Europa, en nuestra vecindad oriental y meridional. La desesperada situación de Gaza proyecta una sombra sobre toda la región. La respuesta a esta situación definirá el futuro de la región y de Europa.
Nada puede excusar -ni justificar- la violación, el secuestro, la tortura y el asesinato deliberado de comunidades enteras, niños, mujeres, hombres y jóvenes. Esos horribles actos fueron perpetrados por una organización terrorista. Seamos claros al respecto. Hamás no representa en modo alguno las legítimas aspiraciones del pueblo palestino. Se interpone en su camino.
No se puede permitir que Hamás actúe con impunidad. Los rehenes secuestrados deben ser liberados.
La situación en Gaza es horrible, una crisis humanitaria. Por eso Europa ha pedido una pausa humanitaria, una desescalada y el pleno respeto del derecho humanitario internacional.
La población civil y los inocentes no deben pagar el precio de las despreciables acciones de Hamás.
Debemos poner fin a este terror, y debemos hacerlo garantizando la seguridad y la vida de civiles, niños y periodistas. Esto debe hacerse evitando la destrucción innecesaria de infraestructuras civiles.
Sí, la respuesta de Israel importa a Europa.
Europa está dispuesta a comprometerse a largo plazo, a trabajar por una paz duradera en Medio Oriente. Porque Europa ha aprendido a superar lo insuperable y ha sabido encontrar el camino de la paz. Francia lo sabe muy bien, pues ha sido uno de los principales actores de la reconciliación europea.
Apoyamos una solución equitativa y justa para las partes implicadas, basada en la coexistencia de dos Estados. Seguiremos defendiendo esta política.
La compleja situación en Medio Oriente no debe distraernos de lo que ocurre en otros lugares de nuestro frente oriental.
En Europa, muchos pensaban que las relaciones económicas y comerciales con Moscú, en particular la importación de gas ruso, eran factores de estabilidad. No fue así.
Lo cierto es que nada impidió que Rusia invadiera Ucrania de forma brutal, injustificada e ilegal. Y esta guerra, que tiene lugar en nuestro continente, nos concierne ante todo.
Nuestro apoyo a Ucrania no debe flaquear nunca. Contrariamente a lo que piensa el presidente Putin, no permitiremos que cunda el cansancio. La seguridad de Europa depende de ello, al igual que la de Ucrania.
En este contexto, Europa debe responder a algunas preguntas muy serias.
¿Son nuestras democracias lo bastante fuertes para responder a amenazas totales? ¿Pueden nuestra economía abierta y nuestro Estado de derecho resistir los ataques? ¿Debe regir la «ley del más fuerte» en las relaciones internacionales? Son preguntas vitales para Europa. No nos queda más remedio que defender nuestra civilización con firmeza y valentía.
Debemos defender enérgicamente nuestros valores y nuestros modelos políticos de democracia liberal.
Esto es lo que está en juego en Ucrania.
No hay alternativa. Bueno, hay una… Pero sería un error moral y político abandonar a Ucrania. Porque Rusia no se detendría ahí.
Todo el mundo aquí sabe lo que dijo Winston Churchill en la época de los Acuerdos de Múnich: «Teníais que elegir entre la guerra y el deshonor. Elegisteis el deshonor y tendréis la guerra».
Si hoy la Unión Europea ha decidido apoyar masivamente a Ucrania, es porque quiere dos cosas: ¡honor y paz! Pero una paz real basada en la libertad y la independencia de Ucrania.
Y en un momento en que África, y el África Subsahariana en particular, está sufriendo una ola de desestabilización y depredación sin precedentes, urge apartarnos de la actitud que tenemos hacia este gran continente, que en el mejor de los casos es ingenua y en el peor, condescendiente.
Comparto vuestra convicción, queridos Gilles y Mathéo, de que, si Europa quiere que su transición geopolítica sea un éxito, necesita romper con algunos malos reflejos. Como señalan, tenemos que dejar de ser tan arrogantes con África.
Tenemos que pensar a escala continental.
Pensar a escala continental significa permitir que Europa pueda hablar en pie de igualdad con los grandes países continentales.
Para ello, debemos invertir en nuestra relación con los países de América Latina. También debemos dar un nuevo impulso a nuestra histórica asociación transatlántica.
Repito, sin ingenuidad, apoyándonos en nuestras fuerzas, asumiendo nuestros intereses y defendiendo nuestros valores, componentes esenciales de nuestro modelo europeo.
Queridos amigos:
Europa también se enfrenta a retos dentro de sus fronteras.
Nuestros conciudadanos tienen dificultades para pagar sus facturas. La urgencia del calentamiento global y la transición digital están afectando a nuestras economías y al empleo. Las cuestiones migratorias también son motivo de preocupación.
Ante todo esto, los europeos necesitan respuestas. Necesitamos garantizar su seguridad: seguridad física, seguridad económica, seguridad social y seguridad medioambiental.
Para ello, es hora de que Europa asuma una responsabilidad renovada. Europa debe asumir su papel como proyecto de poder e independencia.
El futuro de Europa se definirá por nuestra capacidad para seguir siendo soberanos y competitivos. Convertirnos en líderes de la transición digital y climática. Deshacernos de nuestra dependencia energética y reducir el dominio de las grandes empresas digitales.
Por eso nos preparamos para el futuro comprometiéndonos con la neutralidad de carbono de aquí a 2050. El Pacto Verde Europeo tiene tanto que ver con la seguridad energética y el impulso de nuestra competitividad como con la transición medioambiental y el cambio climático.
Sin embargo, debemos asegurarnos de que nadie se quede atrás en esta transición. Debemos garantizar que nuestras industrias, nuestras empresas y nuestros conciudadanos más modestos dispongan de las redes de seguridad necesarias.
También debemos explicar mejor por qué es necesaria esta transición para estimular un crecimiento económico sostenible, crear nuevos empleos y liderar la revolución industrial del mañana.
Ninguna de nuestras políticas funcionará si no son socialmente aceptables y si las medidas aplicadas no son realistas ni pragmáticas.
La tecnología digital es otro reto que aún tenemos por delante.
Con las leyes sobre mercados y servicios digitales y sobre inteligencia artificial, Europa ya ha tomado la delantera en el establecimiento de normas que están destinadas a convertirse en mundiales. Este poder normativo es la garantía de nuestra independencia.
La cuestión de la inmigración también preocupa a los europeos.
Demasiado a menudo hemos asistido a disputas entre gobiernos nacionales por la acogida de barcos perdidos en el Mediterráneo.
Ningún Estado miembro debe cargar solo con una responsabilidad desproporcionada. Todos los Estados miembros deben contribuir conjuntamente a afrontar los retos de la migración.
No podemos dejar esta cuestión en manos de fuerzas populistas que se regocijan en nuestra ineficacia, sin aportar soluciones realistas a un problema complejo.
Como europeos, estamos trabajando para establecer un marco jurídico que sea justo y humano para quienes necesitan protección. Un marco jurídico que sea firme con quienes no reúnen los requisitos para obtener asilo. Y, por último, un marco jurídico implacable con los traficantes que se aprovechan de la miseria de los más vulnerables.
Se lo debemos a nuestros conciudadanos, pero también a quienes arriesgan su vida en el camino de la emigración. Porque detrás de las cifras siempre hay vidas humanas, historias a veces trágicas, la esperanza de una vida mejor.
Tras una década de esfuerzos, por fin estamos preparados para desbloquear la situación a escala europea.
Señoras y Señores:
Hay otro desafío que me gustaría mencionar: la guerra de la información, o más bien, de la desinformación.
Desinformación que, por cierto, viene afectando a nuestras democracias y sociedades liberales desde el cambio de milenio con el desarrollo de internet y las redes sociales.
La desinformación puede ser tan antigua como el mundo, pero las herramientas tecnológicas de la inteligencia artificial y las redes sociales le dan un alcance sin precedentes.
Y esto es un peligro absoluto.
Este peligro es tanto mayor cuanto que se ve amplificado por Estados como Rusia e Irán, que son cualquier cosa menos modelos de virtudes democráticas y que no tienen ningún problema en avivar las llamas de la polarización en nuestra escena política.
El objetivo es el mismo: denigrar las democracias. El método es constante: sembrar la duda.
Más que nunca, debemos tomar las medidas necesarias y armarnos para luchar contra esta ofensiva.
Sí, el mundo es cada vez más peligroso. Sí, Europa se enfrenta a retos igual de grandes.
Pero debemos mantenernos firmes. Mantenernos firmes para construir y defender la paz y la libertad. No tenemos derecho a olvidar quiénes somos y qué queremos. Para nosotros mismos, para nuestros hijos y para Europa.
Pertenezco a una generación que era niña cuando cayó el Muro de Berlín, cuando un pueblo se levantó en la plaza de Tiananmen… Una generación que recuerda el derrumbe de la Unión Soviética y la alegría desbordante de millones de europeos libres por fin de elegir su destino. Vivimos aquella victoria.
Pero con el tiempo nos hemos vuelto demasiado seguros de la naturaleza sólida y evidente de esa libertad. Movimientos extremistas están a las puertas del poder aquí y allá en Europa. O ya están participando.
Y por eso necesitamos repensar y reformar Europa seriamente. La historia de la integración europea nos ha demostrado que es a través de las crisis como ganamos en responsabilidad, como Europa avanza, se transforma, evoluciona y se fortalece.
Y aunque esto pueda parecer lejano, y a veces preocupante, para muchos de nuestros conciudadanos, debemos abordar la cuestión de la ampliación en su conjunto.
El tren del mundo no nos espera. Si no nos atrevemos a hacer este cambio, nuestro proyecto colectivo se estancará y perderá su relevancia. Debemos adaptarnos a la nueva realidad geopolítica que acabo de describir. Si no respondemos al llamado de nuestros vecinos, otros actores geopolíticos lo harán y llenarán el vacío en nuestras fronteras.
Teníamos los mismos temores antes de la ampliación de 2004. Pero la historia nos ha demostrado que una Unión Europea ampliada, basada en objetivos claros, sirve para defender la paz, la seguridad, la estabilidad y la prosperidad de Europa en la escena internacional.
Todos los Estados miembros y todos los europeos salen ganando.
Por eso luchamos para que Ucrania y Moldavia obtuvieran el estatus de país candidato a la Unión Europea. Por eso creemos que las negociaciones con los países balcánicos también deben avanzar.
La esperanza de la adhesión ofrece a esos países una perspectiva europea y les da el impulso necesario para impulsar las reformas democráticas.
Sin embargo, esa perspectiva no puede hacerse realidad sin reformas institucionales de nuestro proyecto político. Una Unión de 30, 33 o 35 no puede funcionar con las mismas reglas que una de 27.
La reforma de nuestra estructura institucional y de nuestros procedimientos, así como la reforma de nuestro presupuesto europeo, son tareas esenciales. La adaptación de nuestras políticas estructurales es igualmente importante, para anclar bien a los países candidatos antes de su adhesión, pero también para permitir que la Unión los integre. Este es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos.
A pesar de todo lo que acabo de decir, soy optimista por naturaleza. Por ello, estoy convencida de que, si logramos establecer una Unión ampliada, ambiciosa, unida y coherente, una Unión eficaz que no deje a nadie en el camino y responda a las preocupaciones concretas de nuestros conciudadanos, ocupando al mismo tiempo su lugar en el mundo, ésa será nuestra mejor respuesta al populismo y al extremismo.
Señoras y señores:
Ante la proximidad de las elecciones europeas de junio, es más importante que nunca reflexionar juntos sobre el papel que desempeña Europa y, sobre todo, sobre el papel que queremos que desempeñe…
Soy la presidenta más joven de la historia del Parlamento Europeo. Soy sólo la tercera mujer que ocupa este cargo, después de Simone Veil y Nicole Fontaine. Y si estoy aquí ante ustedes es por las batallas que libraron esas dos admirables mujeres.
Estoy consciente de mi responsabilidad ante ellas, ante todas las mujeres que vendrán después de mí, ante nuestro proyecto europeo.
Y por eso, en este momento crítico de nuestra historia, quiero hacer un llamado a todos los franceses y francesas para que se involucren.
Si pensáis que la dirección que está tomando nuestro proyecto común no es la correcta, o por el contrario queréis que se lleve más lejos, ¡entonces involucraros! Es vuestra responsabilidad cambiarlo.
No esperéis a que otro lo haga por vosotros. Así que salid a votar, encontrad vuestra voz, encontrad una causa y luchad por ella.
Creed en Europa. Porque Europa merece ser defendida, y todos tenemos un papel que desempeñar en ello.
Una última palabra, queridos amigos:
Sé cuánto les gustan a los franceses las citas de los hombres ilustres de su pasado. ¿Cómo podría concluir mi discurso sin citar al hombre que da nombre a este magnífico anfiteatro y que yace no lejos de aquí? El cardenal Richelieu solía decir: «Hay que escuchar mucho y hablar poco para actuar bien…».
Puede que haya hablado demasiado, pero estoy dispuesta a escuchar.
Gracias.