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Jair Bolsonaro (partido social-liberal) fue elegido como nuevo presidente de Brasil en 2018 frente al candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad. Haddad había sustituido a Lula, que había sido declarado inelegible debido a una condena por corrupción, que fue anulada por un vicio de forma en 2021. El presidente saliente había hecho campaña con un programa antisistema y de seguridad, al tiempo que mostraba un estilo populista. Tras ser víctima de un intento de asesinato con arma blanca el 6 de septiembre de 2018 durante un mitin, despegó en las encuestas y obtuvo más del 46% de los votos en la primera vuelta -frente al 29% de su principal oponente-. Ganó la segunda vuelta con una cómoda ventaja de más de 5 puntos, aunque con una abstención del 21,3%.
El escenario es muy diferente en 2022. En las últimas encuestas publicadas el 26 de septiembre, Lula seguía teniendo una ventaja de siete puntos sobre Bolsonaro, después de que este último hubiera reducido considerablemente la distancia en los últimos meses. Aunque las líneas políticas de los dos candidatos han cambiado poco en los últimos cuatro años, el historial social, sanitario y medioambiental de Jair Bolsonaro es difícil de defender ante el electorado brasileño.
Con casi 700.000 muertes relacionadas con el Covid-19, Brasil es uno de los países más afectados por la pandemia, y las últimas modelizaciones de la sobremortalidad sugieren que el número de víctimas podría ser aún mayor. A escala continental, Brasil es el segundo país con mayor número de muertes por cada 100.000 habitantes, por detrás de Perú, desde enero de 2020. Casi el 30% de la población del país vive ahora por debajo del umbral de la pobreza (más de 62 millones de personas), y la deforestación de la selva amazónica nunca ha sido más intensa que bajo su mandato, en un momento en que la emergencia climática es cada vez más acuciante.
Por último, el estilo personal de Jair Bolsonaro y algunas de sus declaraciones sugieren que, en caso de que pierda el 30 de octubre como sugieren las encuestas en este momento, la transición democrática podría verse comprometida. El actual presidente comparte un inquietante número de similitudes con el ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Ambos se apoyan en un electorado conservador y evangélico, despotrican contra el «establishment» y creen que se conspira constantemente contra ellos. Al igual que Trump, Jair Bolsonaro comparte el miedo al voto electrónico, que cree que podría estar amañado para favorecer a sus oponentes. En julio de 2021, amenazó con no reconocer el resultado de las elecciones si se contaban los votos electrónicos. Desde entonces, ha repetido esta amenaza, sugiriendo que sólo su victoria podría ser reconocida en unas elecciones verdaderamente democráticas.
Estos elementos sugieren que, al igual que la teoría de la Big lie promovida por Donald Trump y la alt-right tras su derrota ante Joe Biden en 2020, que llevó a la toma del Capitolio el 6 de enero, una derrota de Bolsonaro elevaría el riesgo de una guerra civil.
Primer escenario: deslegitimación del proceso electoral y no aceptación de los resultados
Este escenario se apoya en la tesis de que Bolsonaro y sus partidarios no aceptarán los resultados de las elecciones en caso de derrota. Esta situación podría agravarse en la segunda vuelta, teniendo en cuenta que si se impugna la legitimidad de las urnas en la primera, una serie de diputados, senadores y gobernadores cercanos a Bolsonaro se verían perjudicados. La deslegitimación de las instituciones electorales es un proceso que ya está en marcha y que podría agravarse después del 31 de octubre si Bolsonaro no consigue la reelección.
En este escenario, podría haber una deslegitimación de la justicia electoral y, si hay apoyo del Congreso y otros poderes políticos, podría haber un intento de posponer las elecciones.
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Segundo escenario: teoría del caos y violencia política
En este escenario, se considera que la elección de Lula podría llevar a un aumento de la violencia política en las calles, en los espacios públicos y también en los privados. Esto ya ha ocurrido en varios casos de amenazas y violencia física cometidos por partidarios de Bolsonaro.
Los «disturbios» y el «caos» que pueden ser provocados de forma generalizada tanto en las fechas previstas para la primera y la segunda vuelta de votaciones como en el periodo postelectoral y, potencialmente, durante la toma de posesión del nuevo gobierno, pueden ser alentados o convocados abiertamente por Bolsonaro, de forma más o menos explícita. El motín sería una estrategia similar a la adoptada por Donald Trump y sus partidarios cuando asaltaron el Capitolio.
Este escenario también podría ser el desencadenante de un posible estado de sitio o incluso de una «intervención militar temporal» realizada en nombre del restablecimiento del orden nacional. Los principales actores implicados en este escenario, al igual que en el primero, serían: los partidarios y votantes de Bolsonaro, movilizados principalmente a través de las redes sociales; el actual presidente y su familia; parte de los militares y de la policía civiles que le apoyan; parte de los militares y otras ramas armadas.
Esta configuración pone de manifiesto la posibilidad de un conflicto armado de carácter civil, con riesgos para la integridad física de la población, especialmente la de la oposición y la de izquierdas. Entonces habría riesgo de disturbios en las principales ciudades, ataques a las autoridades del partido, violencia física y verbal, etc.
Si este escenario -que ya está en parte en marcha- se lleva al extremo, podría haber un intento de tomar el poder interino, ya sea por parte de las fuerzas armadas o del presidente de la Cámara de Diputados. Diversos sectores de las élites y de los responsables políticos podrían invocar el principio de preservación de la seguridad nacional para que el nuevo presidente tome posesión e instale un «gobierno de transición».
Tercer escenario: intervención militar temporal y/o decreto de estado de sitio
Este escenario podría darse en la hipótesis de una ruptura democrática a través de un golpe de Estado «clásico», es decir, la toma del poder por parte de un grupo armado (como las fuerzas armadas brasileñas) que legitime la figura de Bolsonaro al frente del ejecutivo.
Esta posibilidad no representa un riesgo inminente por el momento, sobre todo si tenemos en cuenta las experiencias históricas de las dictaduras latinoamericanas. Por otro lado, hay que considerar la posibilidad de un gobierno de transición o una intervención militar «temporal» para «restaurar el orden».
La garantía del orden público es una medida que permite facultar a los militares para realizar funciones policiales en los casos en que las fuerzas de seguridad pública se vean desbordadas. Este instrumento puede proporcionar los medios para movilizar tropas militares en un escenario de violencia y desobediencia civil. Esto, a su vez, podría garantizar cierto poder de revisión de los resultados electorales. Este tercer escenario puede ser mitigado por las acciones del poder judicial y del legislativo.
Cuarto escenario: negociaciones de una amnistía
Este es uno de los escenarios más «optimistas» de los anteriores. La hipótesis de una petición de amnistía para Bolsonaro y su familia a través de una negociación, ya sea con Lula y los líderes políticos de la oposición -o con otros actores institucionales- llegaría tras la derrota en las urnas y la imposibilidad de otras estrategias más violentas para posponer las elecciones, o la investidura del opositor.
En este escenario, hay que considerar la posibilidad de una negociación para que se «perdonen» los crímenes y fechorías cometidos por Bolsonaro, sus hijos y algunos de sus partidarios en puestos de gobierno. Este cuarto escenario, sin embargo, implica que Bolsonaro pierda las elecciones presidenciales y reconozca la victoria de Lula, lo que no está garantizado dadas sus declaraciones pasadas.
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Quinto escenario: Bolsonaro es reelegido
Este escenario es poco probable, sobre todo teniendo en cuenta los resultados de las últimas encuestas, incluso después de haber tomado ciertas medidas de cara a las elecciones, como la reducción del precio del combustible. El rechazo al presidente sigue siendo alto, especialmente entre las mujeres. En agosto, una encuesta destacó el hecho de que la diferencia en la intención de voto entre Bolsonaro y Lula es mayor entre las mujeres que entre los hombres. A estas alturas, Bolsonaro cuenta con cerca del 36% de las intenciones de voto, frente al 43% de Lula.
En este quinto escenario, la democracia se debilitaría y las instituciones -como la Constitución Federal- serían objeto de continuos ataques, con el riesgo de establecer una especie de autocracia