Ya nada se opone a la utopía
En su segunda novela, En alta mar (Auf See), Theresia Enzensberger examina la historia de las utopías liberales, coloniales y anarquistas. Combinando ciencia ficción e investigación histórica, ofrece una reflexión sobre los mecanismos que están llevando a nuestras sociedades al borde del colapso. Un libro visionario y de gran actualidad.
En su nueva novela, Theresia Enzensberger vuelve sobre el concepto de utopía. Etimológicamente, explica, una utopía es un “no lugar”. Más tarde, el término se utiliza para describir un lugar imaginario donde un gobernador ideal gobierna un pueblo feliz y una sociedad perfecta. Yada, de 17 años, vive en un lugar así. Se llama Seestatt y es la utopía de su padre, Nicholas Verney, un antiguo doctor en filosofía que se ha convertido en un empresario especializado en alta tecnología y que sueña con salvar el mundo.
Para ello, imagina “Seestatt”, una ciudad flotante en el Mar Báltico completamente independiente del continente que -según él- pronto se derrumbará. Para convencer a los inversores, presenta su isla como un proyecto innovador y ecológico sin precedentes. “Allí se cultivarán verduras y peces mediante un sistema de acuaponía, y se reciclarán las aguas pluviales y residuales para crear una cadena de suministro cerrada y 100% sostenible”, explica a los programadores, científicos y arquitectos que acaben realizando su proyecto:
“En términos de arquitectura moderna, la Seestatt […] era un triunfo: 40 unidades unidas como panales se apilaron entre dos estaciones de atraque y alimentación y una planta de tratamiento de aguas residuales ultracompleja. Alrededor de la isla, un imponente rompeolas y turbinas eólicas hasta donde alcanza la vista».
Aunque la isla está financiada en su totalidad por el sector privado, el Estado garantiza generosos beneficios fiscales a los fundadores, lo que convierte a la isla en un pequeño paraíso offshore.
«Seestatt atrajo a millonarios de todo el mundo, que vieron cómo sus ideas libertarias fructificaban aquí. Los pequeños inversores también compraron acciones del nuevo Estado. Ya nada se oponía a la utopía.”
Sin embargo, diez años después, no queda mucho de aquellas grandes promesas: las casas, antaño relucientes, están cubiertas de algas y musgo, la decadente planta de aguas residuales contamina el medio ambiente y en el «barco de los empleados», donde los solicitantes de asilo trabajan en pésimas condiciones, empieza a formarse una revuelta. Cada vez hay menos gente viviendo en la isla. Las mujeres se fueron primero. Yada sigue siendo la única adolescente y poco a poco, en su mente, la duda sustituye al entusiasmo inicial por el ambicioso proyecto de su padre. A través de un agotador programa de psicoterapia, yoga, clases de negocios y ciencias naturales en línea, junto con un cóctel de antidepresivos y tranquilizantes administrados por su padre, todos esos intentos de rebelión son pronto sofocados.
Cuando Yada se da cuenta de que está siendo manipulada, huye a Berlín, donde finalmente encuentra a su madre Helena. Helena es el arquetipo de artista berlinesa de moda: un poco comprometida, un poco anárquica, un poco bohemia. A su manera, también se interesa por las comunidades neoliberales, pero «sólo con fines artísticos». Para demostrar que «el culto al individuo es una secta más», crea «el Kollektiv», una secta en internet de la que se convierte en gurú, no sin pensar en su propia fortuna vendiendo a alto precio los retratos de sus seguidores. Cuando Helena se cansa del Kollektiv, un miembro de la secta aprovecha la oportunidad e intenta hacerse con el control uniéndose al padre de Yada. Y así, este «proyecto comunitario neoliberal» también va a la deriva.
En el transcurso de esta ficción, la autora recuerda otras utopías megalómanas absurdas o cínicas que jalonan nuestra historia. La de Ron Hubbert y la Cienciología es probablemente la más conocida. Menos conocida es la de la micronación New Atlantis, fundada y presidida por el hermano de Ernest Hemingway en 1964. Compuesto por 6 miembros de la familia Hemingway, viviendo en una balsa de 30m2 en el Caribe, Leicester Hemingway planeó convertirla en un centro de investigación marina, pero su sueño fue destruido por una tormenta apenas dos años después… Si Theresia Enzensberger vuelve a la historia de las ideas coloniales, anarquistas y (neo)liberales, a veces con humor, también señala, más allá de su lógica común, sus fuerzas destructivas. El experimento de Charles Darwin en la isla de la Ascensión en 1836 es ejemplar en este sentido. En esta isla sin agua dulce y de terreno volcánico árido, el famoso naturalista proyectó su «sueño del paraíso». El resultado es que miles de árboles de diversos orígenes y especies siguen desestabilizando el ecosistema autóctono de forma irreversible.
Este «verdadero desastre ecológico», como lo resume la autora, está vinculado a la historia de la ocupación colonial y postcolonial de las sociedades occidentales. Theresia Enzensberger relata la dolorosa historia de la República de Nauru: situada en el océano Pacífico, este tercer Estado reconocido como el más pequeño del mundo fue colonizado primero por los alemanes y luego por los británicos, que destruyeron el medio ambiente y explotaron a la población indígena para extraer todas las reservas de fósforo. Una vez que estas reservas se agotaron a finales de los años 90, la isla se transformó en un paraíso fiscal, atrayendo a oligarcas rusos, terroristas y bancos estadounidenses, y finalmente se convirtió en una gigantesca prisión para los solicitantes de asilo que se encuentran allí en condiciones inhumanas desde principios de los años 2000…
Esta novela es «el mejor viaje en el tiempo que he hecho», dice la autora y reconocida columnista del Spiegel Margarete Stokowski, nacida en 1986, el mismo año que Theresia Enzensberger. Su primera novela, Blaupause, trataba sobre las mujeres de la Bauhaus y era ya una mezcla de ficción e investigación documental.
Con Auf See, su segunda novela, sigue explorando este tema. Al final del libro, la autora da las gracias a su padre, Hans Magnus Enzensberger, que, como ella dice, ha estado pensando en la anarquía «no sólo durante un verano», sino durante mucho tiempo y en profundidad. Con esta novela, Theresia Enzensberger sigue esta tradición de reflexión, indispensable para comprender las disfunciones de nuestras sociedades, que desgraciadamente parecen repetirse de manera infinita e inevitable.