Una crónica sobre justicia histórica y feminista en la España de los años 70
La periodista Andrea Momoitio rescata en su primer libro la historia de María Isabel Gutiérrez Velasco, una mujer marginalizada por su condición de prostituta que murió calcinada en una prisión de Vizcaya.
Decía José Saramago que la historia toma de la vida lo que le interesa como material socialmente aceptado y desprecia el resto, y lo hace precisamente donde tal vez se podría encontrar la verdadera explicación de los hechos, la raíz de la cruda realidad. En otras palabras: la historia también tiene que ver con lo que se prefiere ocultar o ignorar, con todas aquellas hazañas de gente que vivió en los márgenes de la sociedad y finalmente quedó en el olvido. La periodista Andrea Momoitio, cofundadora de la revista Pikara Magazine, presenta en Lunática, su primer libro editado por la editorial libros del K.O, a María Isabel Gutiérrez Velasco, una mujer marginalizada por su condición de prostituta que murió quemada en una celda de la prisión de Basauri, en la ciudad de Vizcaya, el 9 de noviembre de 1977. Los lectores podrán encontrar en esta obra, que resulta dolorosa y tierna a la vez, una crónica feminista, tan interesante como caótica, que la autora ha escrito, en sus propias palabras, “entre miedos, vinos y muchos bloqueos”.
La gran virtud de este trabajo periodístico es que Momoitio ha luchado contra viento y marea, batallando contra sus propias inseguridades y buscando incansablemente testimonios y documentación para regalarnos un crisol de voces que puedan rescatar la memoria de una mujer a la que nadie prestó apenas atención. El libro comienza situándonos en un período histórico concreto: los años 70 en España, y concretamente en 1977, cuando María Isabel muere calcinada en la cárcel de Basauri. Sus compañeras no se creyeron la versión oficial y pidieron que se investigara el caso, algo que jamás sucedió. Dos días después del fallecimiento, todas las prostitutas de Bilbao declararon una huelga, y, de la mano de otros colectivos políticos, organizaron manifestaciones y encierros que cuestionaban las leyes franquistas que habían llevado a la cárcel a María Isabel y a otras muchas personas que vivían en los márgenes, a los que se catalogaba como “chusma”.
Momoitio despliega la memoria individual de esta mujer que permanecía hasta hace poco prácticamente en el olvido, y recuerda que no solo fue discriminada por su condición de mujer, sino también por su trabajo como prostituta, así como por pertenecer a un sector de la clase baja, y también por sufrir problemas de salud mental. Si actualmente aún nos queda por mejorar en la gestión política y social de las personas psiquiatrizadas, resulta evidente que hace sesenta años el panorama era desolador. Pero no se limita a darle importancia a un caso personal como si éste fuera un elemento aislado, sino que lo usa para descubrirnos a través de la protagonista la transformación social en la España de aquella época y destaca numerosos lugares que no suelen estar en primera plana de dos provincias del norte, Santander y Bilbao.
La muerte de la protagonista, a los 23 años y con un hijo a punto de cumplir los cinco, no puede comprenderse sin entender el contexto que rodeaba el país entonces. Momoitio nos sitúa en el marco de la transición democrática en España, a pocos meses del primer aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco. La amnistía para algunos presos políticos acababa de ser aprobada un año antes, y aquello era un primer paso para favorecer más libertad en un país que había estado ahogado en la falta de derechos democráticos. De algún modo, con aquella amnistía se decidió comenzar a crear el marco legal que fuera necesario para hacer una transición hacia un modelo democrático de la forma más pacífica posible. Sin embargo, lo que la sociedad veía como “chusma”, es decir, los colectivos como las trabajadoras sexuales, los camellos, los enfermos mentales o los drogadictos no parecían tener cabida en el nuevo marco.
En Lunática, la autora nos recuerda que la COPEL (la Coordinadora de Presos Españoles en Lucha) y las personas que se estructuraban entorno a ella reclamaron que la amnistía tuviera en cuenta a todos, incluidos a los más marginales. El movimiento feminista, además, exigió que se derogasen los delitos que solo se aplicaban a las mujeres, y el aún incipiente movimiento LGTB pedía la abolición de la ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social instaurada en 1970. Hay que mencionar que esta ley fue usada como excusa de forma sistemática para reprimir la homosexualidad y la transexualidad en la última parte de la dictadura franquista, y venía a ser la sustituta de otra ley anterior, la conocida como la de “Vagos y Maleantes”, instaurada en 1933. Cuando muere María Isabel, y hay que destacar que esto tampoco ha cambiado mucho ahora, las prostitutas estaban atravesadas por un engranaje de normas franquistas que buscaban preservar la moralidad católica. He aquí la primera virtud del libro de Momoitio, que ha sido construido durante casi seis años: el esfuerzo por echar la vista atrás, por recordarnos el pasado y por acercarnos a muchas personas vinculadas con movimientos sociales que vivieron la transición.
El segundo punto clave de este libro es la voluntad por alejarse de las versiones oficiales y judiciales para ir más allá, para entender quién era realmente esa mujer que la sociedad tildó de loca. “No me importan sus diagnósticos oficiales, me importan sus gritos de auxilio”, resume Andrea Momoitio. Es particularmente interesante cómo, en el primer capítulo, la periodista explica que conoció el caso de María Isabel mientras participaba en un proceso de recuperación de la memoria histórica, pero que solo se enganchó realmente a la investigación cuando se cruzó con una prostituta retirada del barrio llamada Marta. Momoitio nos recuerda que la historia no solo son datos y documentación en la que rebuscar, sino sobre todo caras y voces que cuesta muchísimo encontrar.
En el libro también se percibe la angustia de la escritora que reconoce que le cuesta encontrar testimonios de compañeras que realmente conociesen a la fallecida, incluso llega a decir que en el libro “faltan muchas voces, sobre todo el de las putas”. Pese a reconocer que carece de muchas voces, Andrea Momoitio consigue hablar con la madre de María Isabel, con su hermano pequeño Pedro y con muchas otras personas que de un modo u otro estuvieron conectadas con la fallecida. De todos los testimonios, quizá el más significativo es precisamente el de Pedro, que explica lo difícil que era acompañar a su hermana en el dolor, cómo sigue sin perdonarse haber facilitado que ingresaran a María Isabel en un psiquiátrico y recuerda anécdotas de su hermana mayor repitiendo que era maravillosa, pero también tenía un carácter de mil demonios. En los detalles está siempre lo importante, y Pedro es un elemento clave para conocer a la protagonista desde un punto de vista íntimo y cercano.
Dicen que los orígenes nos conforman, y seguramente por eso el inicio de la obra nos sitúa en Astillero, en Cantabria, donde la familia de María Isabel llegó a residir. La escritora nos desliza: “Nadie sabe nada, pero siempre hay alguien que tiene algo que decir. Las grandes verdades se dictan con una condición: que no sean escritas, que nadie se entere quién te lo ha contado”. Quizá por eso la estructura narrativa es tan caótica y torrencial, pasando de un lugar a otro, de unas anécdotas a otras sin cesar, como si hubiera que reconstruir un puzzle donde conseguir cada pieza costase infinitos dolores de cabeza. La originalidad también es un punto a favor de esta crónica, porque mezcla las denuncias de los mecanismos de represión, las historias familiares y sentimentales de la protagonista, las propias explicaciones de la investigación de la periodista, y hasta el retrato histórico de un país en plena transición. No es fácil mantener un ritmo narrativo que no decaiga y mantenga al lector apegado a la historia, sin embargo, la autora lo consigue con creces.
En la narración, el lector encontrará sinceridad y cierto desasosiego que se refleja en las más de 200 páginas que conforman la investigación. Y he aquí otra característica de Lunática: la voluntad por escribir con una perspectiva de género que tenga en cuenta a las mujeres. Momoitio utiliza para ello la primera persona del singular, y entremezcla lo personal y lo profesional. Mientras habla de una historia ajena como es la de María Isabel, también lo utiliza para reflexionar sobre sus propios miedos y deseos, así como la importancia de ser fieles a la memoria, a lo que realmente sucedió. Lo interesante de esta obra es que nos plantea un debate que está más que nunca en el discurso social y político y que tiene que ver con la abolición de la prostitución, o por el contrario, su regulación. La historia de María Isabel reabre numerosas preguntas que ya se plantearon en el pasado, y he aquí presente otra de las virtudes de Lunática: su afán por presentar un tema tan espinoso sin sentar cátedra, ni juzgar nada.
Quiero destacar un párrafo como conclusión final: “Esta historia representa a toda esa gente que ha pasado de la política, de los sueños y de las grandezas, que simplemente se ha dedicado a vivir, bienvivir, malvivir, según el momento, según las opciones. A toda esa gente que se ha negado a cumplir las normas y a la que se ha bajado los pantalones porque no veía otra opción. Todo eso es María Isabel”.
Recordemos que la escritura sirve, entre otras muchas cosas, para rescatar lo valioso del olvido, para intentar entendernos a nosotros mismos y a los demás, para descubrir nuevos mundos y para reabrir debates que nunca terminaron del todo. Todo eso y mucho más encontraréis en Lunática, una crónica que no se limita a la noticia que abrió periódicos en 1977, sino que intenta comprender a una mujer que falleció entre rejas, aún demasiado joven, aún demasiado rota.