Fabrice Deprez


«De hecho, somos rehenes entre dos imperios».

En un país devastado por la guerra y que lucha por su libertad, se alzan voces: Serhii en la radio, Oksana en una revista intelectual, Anastasia en un pequeño teatro o María y algunos otros en Facebook.

Tras pasar un verano en Ucrania para tomarle el pulso a una sociedad en guerra, Fabrice Deprez selecciona cosas que ha visto —y oído—.

Movilizarse sin dejar de vivir; resistir sin pasar por la economía de guerra.

Ucrania tiene una estrategia para articular la resistencia y la libertad. Pero ante la falta de hombres —y en las experiencias individuales marcadas por la elección de aceptar o rechazar ir al frente—, la sociedad se desgarra en silencio.

¿Cómo viven estos cambios Anastasia, Oleksandr o Ihor?

Segunda parte de la extensa investigación de Fabrice Deprez.

La realidad es lo que queda después de las ilusiones del espectáculo.

Este verano, Fabrice Deprez recorrió Ucrania, tanto en el frente como en el campo, para conocer a Anastasia, Denys e Ihor…, descubriendo un país acorralado como nunca antes —pero que se aferra a una única opción: resistir—.

Primer episodio de su investigación.

«¿Qué se necesita?»

A menudo se pasa por alto la importancia de la sociedad civil en el frente. Pavlo Narozhny, cofundador de la ONG Reactive Post, nos ofrece una visión importante del papel clave que desempeña en la economía cotidiana de la guerra de artillería. Galardonado con una medalla por parte del jefe del Estado Mayor, su activismo aporta flexibilidad a un frente ampliado -donde a veces los procesos militares excesivamente rígidos empantanan al ejército-.

«Construimos pensando en los bombardeos. Enseñamos pensando en el conflicto. El inglés se está convirtiendo en un idioma esencial, y en la escuela se enseñan técnicas de tiro. Y, por supuesto, al final, sólo quedarán los que estén totalmente comprometidos.» En medio de la guerra extendida, Ucrania está experimentando una profunda transformación. En un texto que se ha hecho viral en los últimos días, el periodista Petro Shuklinov intenta poner palabras a una realidad vertiginosa.