Asia Septentrional

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En febrero de 2015, Boris Nemtsov fue asesinado en las calles de Moscú. ¿Su crimen? Denunciar la política de agresión de Vladimir Putin contra Ucrania. Unos meses más tarde, se publicó un informe que condenaba al régimen ruso y a sus vasallos. Más de ocho años después, publicamos largos extractos del informe en un momento en que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de emitir un dictamen muy crítico sobre la investigación de las autoridades rusas sobre el asesinato. Es una lectura necesaria para comprender los orígenes de la guerra extendida.

Esta semana, el Presidente de Rusia tiene un nuevo rostro: ya no es uno que amenaza o masacra a los traidores -sino uno que gana tiempo, concede y anda con rodeos. En el caos de una guerra que se extiende hasta el Kremlin, la política también se está convirtiendo en una simple prueba de fuerza, y Putin en el líder de una banda entre la espada y la pared -que pronuncia estas rápidas palabras que traducimos y comentamos línea por línea-.

Mientras que la exposición de los fallos del régimen ruso parece ir en contra de los intereses de muchas figuras prominentes en Rusia, el líder bielorruso parece haberse visto reforzado por ello. Pero detenerse en esta interpretación sería pasar por alto la nueva posición en la que le ha atrapado esta secuencia -enclaustrado entre Wagner y el Kremlin-.

Anoche, el jefe de la milicia Wagner, el antiguo cocinero del Kremlin Yevgeny Prigozhin, se sublevó contra su amo. Es un pronunciamiento: una milicia cada vez más central en el orden del Estado se lanza al asalto del Kremlin. Llama al ejército y al pueblo ruso a derrocar a Vladimir Putin. En esta niebla en la que nada es seguro, traducimos y comentamos su solemne discurso de esta mañana –su primer contraataque–.

El Kremlin lo había anunciado: el día más importante del año no sería tan ostentoso como en años anteriores. La brevedad del discurso, las imágenes de una conmemoración y un desfile reducidos a la mínima expresión delatan las convulsiones de Vladimir Putin y los miembros de su Corte.

Afirmar, repetir, machacar las palabras «victoria» o «patria» nunca garantizó la más mínima «victoria» para su «patria»: a pesar de sus planas inspiraciones y su grandilocuencia, el discurso de Vladimir Putin fue poco convincente -al igual que toda la celebración del 9 de mayo-.

Este 9 de mayo, millones de rusos verán, muchos de ellos en Internet, el espectáculo de un mundo al revés: verán a los niños de hoy librando las guerras del pasado y a los soldados de hoy representando la Segunda Guerra Mundial. En esta amplia investigación, Ian Garner explica por qué Putin ha necesitado y sigue necesitando la guerra perpetua.