Este texto, disponible en inglés en la página web del Groupe d’études géopolitiques, es un avance del próximo número de la revista GREEN, que se publicará bajo la dirección científica de Laurence Tubiana.

Seamos sinceros, opinó el jefe de la delegación de un país rico en una reunión previa a la COP a la que asistí sobre cómo movilizar 4 billones de dólares al año para mitigar el cambio climático. «El financiamiento no es el problema; si cada país tuviera todo el financiamiento que necesita, no sería la respuesta a la mitigación del cambio climático». En ese momento, me di cuenta de que vivimos unos encima de otros, compartiendo la misma Tierra y sus gases de efecto invernadero, pero también a mundos de distancia. ¿Cómo podía suponer que las finanzas no eran la parte más importante del problema? Él estaba sentado frente a mí, y a su lado estaba el jefe de la delegación de un gran país en desarrollo que lo miraba igual de perplejo. Rápidamente comprobé el costo de los préstamos en los dos países que representaban. El gobierno del país rico pedía prestado dinero a diez años al 1.4% anual, mientras que la nación en desarrollo lo hacía al 11%. Algunos de sus vecinos se endeudaban al 20%. Las tasas de interés de los préstamos del sector privado son la tasa de interés del gobierno más una prima, por lo que el costo del capital de un proyecto de energía renovable financiado con fondos privados en el país rico habría sido cercano al 4%, y en el país en desarrollo, del 15%. Al 4%, el financiamiento no es el problema. Puede que los regímenes normativo y fiscal importen más. Al 15%, no importan tus regímenes normativo y fiscal. Hay pocos o ningún proyecto rentable. El financiamiento es, por mucho, el mayor problema. 

Actualmente, los países en desarrollo representan más del 60% de las emisiones actuales de gases de efecto invernadero (GEI). Los países ricos dicen, en cierta tensión con el reconocimiento de responsabilidades comunes pero diferenciadas de París, que no hay solución para la mitigación del cambio climático que no pase por que los países en desarrollo hagan más cosas más rápido. En las capitales del mundo desarrollado se habla con entusiasmo de utilizar nuevas tecnologías y financiamiento privado para que los países en desarrollo abandonen el carbón, el petróleo y el gas. Pero el costo diferencial del capital entre países significa que engatusarlos para que se comprometan a llegar a un nivel neto cero pronto no tiene sentido, porque la mayoría estarían asumiendo compromisos sin financiamiento. En otros lugares, un funcionario podría ser despedido por hacer tal cosa. 

Las personas que viven en países con un bajo costo de capital asienten con la cabeza cuando se menciona este tema. Necesitamos mitigar los riesgos en el mundo en desarrollo, dicen. Es una forma sofisticada de decir que la responsabilidad recae en los países de alto riesgo (casi todos más pobres y a menudo más pequeños), que deben esforzarse más por reducir los riesgos. Tienen a su disposición subvenciones y préstamos para pagar a profesionales, a menudo procedentes de países de bajo riesgo, para que les presten asistencia técnica sobre la importancia de la certidumbre y la transparencia de las políticas, la disciplina fiscal, el fortalecimiento institucional y toda una serie de otras medidas obvias para reducir los riesgos. Esto me recuerda que el zorro sabe muchas cosas, pero la tortuga sabe una gran cosa. Estados Unidos, Italia, Grecia y Japón tienen una de las menores primas de riesgo y algunos de las tasas de interés a largo plazo más bajas del mundo; sin embargo, tienen algunos de los niveles de deuda más altos. Y su política no es, digamos, monótona1. Lo que define si un país tiene un bajo costo de capital es si su moneda es aceptada como activo seguro a nivel internacional, y no la miríada de cosas que pueden mitigarse. Las principales divisas internacionales consideradas activos seguros son el dólar, el euro, el yen y la libra. El papel que juegan la historia y las convenciones en la creación de un activo seguro a nivel mundial es un debate para otra ocasión2. La cuestión por ahora es que la mitigación del riesgo es casi siempre algo bueno, pero casi ninguna cantidad reducirá lo suficiente el diferencial de tasas. Cualquier solución a la mitigación climática global debe implicar una mejor dirección y aprovechamiento de los activos seguros internacionales para tal fin. 

Cualquier solución a la mitigación climática global debe implicar una mejor dirección y aprovechamiento de los activos seguros internacionales para tal fin. 

AVINASH PERSAUD

El Fondo mundial para la lucha contra el cambio climático 

Proponemos acabar con el punto muerto del financiamiento del clima con un Fondo Mundial para la Mitigación del Cambio Climático de 500 mil millones de dólares, alimentado con los Derechos Especiales de Giro del FMI. Los Derechos Especiales de Giro son el derecho de un miembro del FMI a tomar prestada una cantidad cuantificada de reservas del banco central de otro, efectivamente a bajas tasas de interés a un día, actualmente en el 2.4%. Esas reservas, en conjunto, ascienden a 12.7 billones de dólares. Ya existen dos fideicomisos del FMI financiados con DEG, el Fondo para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza y el recientemente creado Fideicomiso para la Resiliencia y la Sostenibilidad, y hay casi un billón de dólares estadounidenses en DEG. La gran mayoría está en manos de países que no los necesitan3.

Los DEG son la forma más barata de alimentar este fondo, pero no la única. Aquéllos que no estén dispuestos a reorientar sus DEG no utilizados podrían ofrecer en su lugar precompromisos por parte de las corporaciones de financiamiento del desarrollo, garantías o incluso capital aportado. El Fondo utilizaría 500 mil millones de dólares de DEG e instrumentos similares como garantía para tomar prestados de un día para otro al menos 500 mil millones de dólares, repartidos entre las monedas que constituyen los DEG para reducir el riesgo cambiario, y seguir renovando este préstamo4. El Fondo podría entonces dividir los 500 mil millones de dólares prestados en trozos de diferentes tamaños para ser prestados a proyectos calificados que el Fondo apruebe sobre la base de cuánto y con qué velocidad reduzcan el calentamiento global por cada dólar invertido por el Fondo. El Fondo presta directamente a los proyectos y no a los gobiernos, lo que constituye una diferencia fundamental con respecto a los demás Fideicomisos del FMI. Estos préstamos se convertirían en un activo del Fondo y en un pasivo del proyecto. Lo más importante es que sacarían la mitigación del cambio climático de los balances de los gobiernos.

Los proyectos tendrían que quedar precalificados utilizando tecnologías y procesos probados y altos estándares ambientales, sociales y de gobernanza, como los incorporados en las Asociaciones para la Transición Energética Justa (JET-P, por sus siglas en inglés)5. El Fideicomiso podría llenar los enormes vacíos de financiamiento revelados por los procesos de planificación y consulta de las JET-P. Por ejemplo, un proyecto JET-P que convierta un generador de electricidad de carbón a solar con un déficit de financiamiento de 25 mil millones de dólares, incluidos los costos de impacto social para los trabajadores y sus comunidades, podría pujar por 25 mil millones de dólares de casi el 2.4% de dinero apelando al impacto climático. Esto incentivaría el ahorro privado para encontrar las tecnologías adecuadas y las mejores metodologías de impacto social para la transición de los procesos más sucios allí donde se encuentren. Esto nos saca de la disputa país por país. Incentiva la combinación más eficiente de ajuste económico, impacto climático, tecnología y ahorro privado, y multiplica por cinco o por diez el impacto de cada dólar del sector público. Este fideicomiso de 500 mil millones de dólares del 2.4% para proyectos de mitigación del cambio climático podría atraer entre 2.5 y 5 billones de dólares de ahorro privado para la mitigación del cambio climático y la transformación social y económica. Así es como pasamos de los miles de millones a los billones sin acumular deuda en los estresados balances de los gobiernos. No hay ningún otro plan de esta envergadura. 

Más financiamiento en condiciones favorables a los países vulnerables al clima para aumentar su resiliencia

Aunque no siempre sea así, gran parte de la mitigación del cambio climático, y en particular la importantísima transformación de la energía, el transporte y la agricultura, genera ingresos. Con la ayuda de nuestro Fideicomiso Mundial para la Mitigación del Cambio Climático, la mitigación puede ser financiada principalmente por el sector privado.

Aunque no siempre sea así, gran parte de la mitigación del cambio climático, y en particular la importantísima transformación de la energía, el transporte y la agricultura, genera ingresos.

AVINASH PERSAUD

Sin embargo, gran parte de la resiliencia y la adaptación al clima no tiene un flujo de ingresos y sólo puede ser financiada por el sector público. Teniendo en cuenta el escaso espacio fiscal del que disponen los gobiernos de los países en desarrollo, nos encantaría que el sector privado también se ocupara de la resiliencia. Hay mucha resistencia a esta conclusión por parte de quienes creen en la omnipotencia del capital privado. No puedo contar cuántas veces personas de fuera de los países en desarrollo han dicho que las «semillas resilientes» demuestran que estoy equivocado. La fría realidad es que las partidas más importantes de los costos de resiliencia son las defensas contra la subida del nivel del mar, la intrusión de salinidad y las inundaciones, las infraestructuras de carreteras y puentes más resistentes y la conservación del agua. La mayor parte de los costos de resiliencia y adaptación al clima no pueden trasladarse a un balance del sector privado o de terceros. Se encuentran en los balances de los gobiernos, donde el espacio es limitado, el costo del capital es alto y, como resultado, se está haciendo muy poca adaptación. Como consecuencia, las pérdidas y los daños aumentan exponencialmente. 

La solución es el financiamiento en condiciones favorables a los gobiernos por parte de los Bancos Multilaterales de Desarrollo (BMD). El financiamiento en condiciones favorables significa financiamiento en mejores condiciones que las disponibles comercialmente. En el caso de los países en desarrollo, el diferencial más amplio es el que existe entre lo que puede pedir prestado el gobierno de un país en desarrollo y la tasa de interés que puede pedir prestado un país con una moneda de reserva internacional, como Estados Unidos o la zona del euro. Las calificadoras otorgan a estos emisores de divisas de reserva una calificación crediticia de AAA, ya que tienen muchas otras opciones aparte del impago y, por tanto, disfrutan de las tasas de interés más bajas. Para los países en vías de desarrollo, el financiamiento en condiciones favorables podría significar un préstamo a la tasa de interés a un día para los prestatarios AAA, con un reembolso a muy largo plazo y un margen mínimo para los costos administrativos. Aun así, reconozco que nada es gratis, por lo que la medida en que los países pueden aprovechar las bajas tasas de interés de los emisores de monedas de reserva no es ilimitada. En la actualidad, los BMD sólo ofrecen fondos en condiciones muy favorables a los países más pobres, con un PIB per cápita inferior a 1253 dólares al año, donde viven 900 millones de personas o el 12% de la población mundial. Se trata de un límite muy torpe. Para empezar, el 62% de los pobres del mundo viven en países de «ingresos medios», donde viven unos 5 mil millones de personas6.

El 62% de los pobres del mundo viven en países de «ingresos medios», donde viven unos 5 mil millones de personas

AVINASH PERSAUD

Durante el Covid, algunos países de renta media especialmente afectados, como Barbados y Bahamas, obtuvieron acceso temporal a préstamos en condiciones favorables para financiar los costos relacionados con Covid. Los principales accionistas de los bancos BMD han dicho que probablemente repetirían esto tras un desastre climático. Pero eso no tiene sentido económico ni de inversión. Varios estudios empíricos concluyen que cada dólar gastado hoy en una mejor resiliencia ahorra entre cuatro y siete dólares en una catástrofe climática7. Es mejor dar un acceso limitado, no temporal, al préstamo en condiciones favorables, a los países vulnerables al clima y a sus inversiones en resiliencia climática. 

Una mayor elegibilidad para el financiamiento en condiciones favorables no debe significar una lucha por los recursos entre los más vulnerables. Hay que ampliar el pastel. Es fundamental que los BMD puedan pedir prestado un billón de dólares más a tasas AAA para prestar a los países en desarrollo sin que nadie tenga que extender un cheque con sólo tres condiciones:

(1) Aumentan su apetito de riesgo de la forma recomendada y señalada por la Revisión Independiente del Marco de Adecuación del Capital de los Bancos Multilaterales de Desarrollo del G208.

(2) Incluyen el casi billón de dólares de capital exigible (capital prometido en caso de problemas pero no desembolsado) en sus marcos de riesgo para determinar su margen de endeudamiento.

(3) Deberían estar autorizados a mantener DEG recanalizados para proporcionar la liquidez necesaria para ampliar sus préstamos y représtamos. 

Un excelente punto de partida para este triple programa de préstamos adicionales sería que cinco países o más trabajasen con el FMI para recanalizar sus DEG al Banco Africano de Desarrollo para ampliar su capacidad de préstamo. ¿Quiénes formarán parte de los cinco primeros? 

Dos cambios críticos en la arquitectura financiera internacional

Si sacamos la mitigación del cambio climático de los balances de los gobiernos a través del Fideicomiso para la Mitigación del Cambio Climático y reducimos el costo de la adaptación climática mediante el aumento de los préstamos de los BMD y la ampliación de las ventanas para el financiamiento en condiciones favorables, lograríamos muchas cosas. Pero los países vulnerables al clima sufrirán una crisis de la deuda antes de poder adaptarse y de que el resto del mundo mitigue el cambio climático. Para evitarlo, necesitamos con urgencia dos piezas más de la arquitectura del financiamiento climático.

Por mucho que la nueva deuda sea en condiciones favorables y el ahorro privado sea en forma de capital, el mundo seguirá añadiendo más deuda pública y privada para financiar la mitigación y la adaptación al clima. Y todo el mundo comienza este viaje deudor con unos niveles de endeudamiento ya excesivos debido al Covid. Además, los niveles de deuda son sólo la mitad de la historia. La otra mitad es el nivel de las tasas de interés, que están aumentando rápidamente a medida que las economías desarrolladas endurecen la política monetaria ante las presiones inflacionistas. Incluso cuando se gane la lucha contra la inflación, estamos presenciando una normalización de las tasas de interés que las dejará significativamente más altas durante la próxima década, decisiva para el clima9. A este empeoramiento del entorno financiero hay que añadir el aumento de la frecuencia y la magnitud de las catástrofes relacionadas con el clima. En pocas horas, una catástrofe climática puede acabar con el 200% del PIB en el caso de los Estados pequeños, como ocurrió con República Dominica en 2017, o con el 10% en el caso de Estados grandes, como ocurrió en Pakistán en 2022. Las catástrofes de esta envergadura exigen que los gobiernos destinen importantes recursos a las tareas de socorro y recuperación. Hay una manera de abordar esto, pero no es a través de incluso más deuda contraída durante una emergencia, cuando el reembolso de la deuda está comprometido. Tampoco es a través de instrumentos similares a los seguros, como los bonos CAT, los seguros paramétricos o ciertos elementos del recientemente propuesto «Escudo Global». Esto se debe a que el cambio climático es un evento no asegurable. 

En pocas horas, una catástrofe climática puede acabar con el 200% del PIB en el caso de los Estados pequeños, como ocurrió con República Dominica en 2017, o con el 10% en el caso de Estados grandes, como ocurrió en Pakistán en 2022.

AVINASH PERSAUD

Los seguros comerciales funcionan agrupando y repartiendo las pérdidas. Esto funciona bien cuando la incidencia de las pérdidas es incierta y quienes se consideran vulnerables pero no experimentan pérdidas quieren formar parte del grupo; cuando las pérdidas no están correlacionadas entre sí; cuando el riesgo de pérdida es razonablemente estable a lo largo del tiempo, de modo que un asegurador puede repartir el riesgo a lo largo del tiempo, y cuando quienes causan el riesgo pagan más que quienes son víctimas, incentivando una reducción del riesgo. El cambio climático no es nada de eso. La incidencia de las pérdidas y los daños de la crisis climática es cada vez más conocida, por lo que muchos optarán por no formar parte de esos consorcios de riesgo. A medida que nos estrellamos contra los puntos críticos de aumento de la temperatura, las pérdidas relacionadas con el clima aumentan exponencialmente en tamaño y correlación con las pérdidas anteriormente no correlacionadas. Cualquiera que venda seguros contra el cambio climático abandonará su misión o quebrará. Cualquiera que lo compre se enfrentará a primas intolerables y en constante crecimiento hasta que la aseguradora quiebre o se retire justo cuando necesite la cobertura. Y como quienes más gases de efecto invernadero aportan a la atmósfera no son quienes soportan las mayores pérdidas, las víctimas inocentes del cambio climático pagarán por las pérdidas y daños causados por otros: la víctima paga, sólo que a plazos. 

(i) Cláusulas sobre desastres naturales y pandemias

La primera parte de la solución consiste en incluir cláusulas sobre desastres naturales y pandemias en todos los instrumentos de deuda, como hizo Barbados; desde los instrumentos que están en manos de organismos multilaterales u oficiales hasta los que están en manos de acreedores privados o incluso de empresas estatales chinas10. No se trata de instrumentos de seguro; el prestamista no sale perjudicado si se produce una catástrofe natural. Son neutrales en cuanto a su valor neto en la terminología. La cláusula suspende el pago de la deuda durante dos años cuando un organismo independiente declara que se ha producido una catástrofe natural de un determinado umbral y prolonga el vencimiento del instrumento durante dos años a la tasa de interés inicial. Esto proporciona automáticamente una enorme liquidez cuando los países más la necesitan sin tener que pagar el costo de la liquidez de la crisis, negociar acuerdos condicionales ni aumentar los niveles de deuda. Si todos los países en desarrollo hubieran tenido estos instrumentos en sus deudas soberanas durante la pandemia, se habría liberado un billón de dólares de liquidez11 para dedicarlo a lo que necesitaran gastar, desde la sanidad hasta los planes de protección para el empleo. En ese momento, excluyendo a China, sólo podían gastar la mitad de esa cantidad. En el caso de Barbados, el mayor emisor actual de estos instrumentos, liberan una liquidez de alrededor del 17% del PIB en una crisis. Ningún otro instrumento se les acerca. Las líneas de crédito contingente de los BMD, a menudo condicionadas en cuanto a la elegibilidad y el gasto, suelen tener un límite del 2.0% del PIB y son una deuda adicional.

Una pregunta que se plantea es que si todo el mundo tiene estos instrumentos, ¿se creará un riesgo sistémico para los acreedores? Aquí es donde la característica de valor neto del instrumento es esencial. Un tenedor de estos instrumentos podría en cualquier momento canjear o eliminar la cláusula con un asegurador de vida que podría revertir el efecto de la cláusula con sólo un costo administrativo, ya que estaría renunciando a una liquidez que no necesita, a cambio de unos ingresos a largo plazo que sí necesita.

© AP Poto/Zahid Hussain, File

(ii) Subvenciones para la reconstrucción

La liquidez que ofrecen las cláusulas de catástrofes naturales les ayuda a responder adecuadamente en el momento. Aun así, en última instancia hay un costo subyacente para reconstruir lo que se ha perdido en una catástrofe, ya sean hogares, infraestructuras y medios de vida, o incluso instituciones, comunidades e intangibles. El último instrumento faltante en nuestra arquitectura de financiamiento climática es el financiamiento de pérdidas y daños. Cuando sucede una enorme catástrofe no es momento para aumentar la deuda. Más del 50% del aumento de la deuda de muchos países vulnerables al clima es resultado de las pérdidas y los daños asociados con los desastres naturales12. Si esto no se resuelve, los hundirá antes de que puedan adaptarse. Los países vulnerables al clima creen apasionadamente que las naciones ricas rompieron una promesa sobre el financiamiento de pérdidas y daños ofrecido para obtener su apoyo al Acuerdo de París. El Mecanismo de Varsovia para pérdidas y daños sigue vacío nueve años después. Muchos se sienten defraudados por la oferta en lugar de una Red de Santiago de asistencia técnica ofrecida a los países que podrían enseñar al mundo una o dos cosas sobre la gestión de desastres. Es posible que los países vulnerables al clima se retiren precipitadamente si no hay movimiento en cuanto a pérdidas y daños. 

Las subvenciones son aún más escasas que el financiamiento en condiciones favorables. Aun así, creo que dentro de la arquitectura de financiamiento climática que se propone aquí, en la que hemos abordado la mitigación, la adaptación y la liquidez con los instrumentos adecuados, si nos centramos en las pérdidas más significativas en los países más vulnerables, podemos definir las pérdidas y los daños de una forma lo suficientemente ajustada como para que se financien con subvenciones.

Más del 50% del aumento de la deuda de muchos países vulnerables al clima es resultado de las pérdidas y los daños asociados con los desastres naturales

AVINASH PERSAUD

Proponemos que cuando un organismo independiente declare que se ha producido un evento climático y que las pérdidas y los daños superan el 5% del PIB, se realice un pago automático al gobierno para sufragar la reconstrucción. Los presupuestos globales tienen poco margen para las transferencias fiscales y hoy hay poco margen para aumentar el costo de la vida. Así que proponemos un mecanismo de financiamiento con similitudes al Fondo de Compensación de la Contaminación por Petróleo gestionado por la Organización Marítima Internacional13.

Los productores de combustibles fósiles pagarían una tasa vinculada al contenido de carbono de los combustibles que comenzaría en cero. La tasa aumentaría automáticamente a medida que la crisis de los combustibles disminuyera. Por cada diez puntos porcentuales de descenso en los precios del petróleo y el gas, la tasa aumentará un punto porcentual. Si los precios del petróleo y el gas vuelven a sus niveles prepandémicos, esto generará más de 200 mil millones de dólares al año14. Los mercados esperan que los precios del petróleo y el gas vuelvan a caer, en parte por el creciente cambio a las energías renovables y la disminución de la intensidad energética de la economía. Y aunque el mercado es propenso a las manipulaciones y los acontecimientos a corto plazo, éstos se disipan.

Conclusión

Nos precipitamos hacia los 1.5 grados de calentamiento global. Una mitigación inadecuada requiere una adaptación creciente. Una adaptación insuficiente está provocando pérdidas y daños considerables. Nos encontramos en una coyuntura crítica. Ya no hay espacio para el retraso. Pero la acción no llegará a través de la trampilla de la historia. Debemos hacerla realidad. La escala de la inversión necesaria para mitigar el calentamiento global está más allá de la capacidad de los gobiernos ricos, y mucho menos de los países en desarrollo. El sector privado tendrá que desempeñar un papel importante: quizá tres cuartas partes del financiamiento del clima deban hacerse con ahorros privados. El principal obstáculo, especialmente en los países en desarrollo, donde se encuentran algunas de las oportunidades más importantes de mitigación, es el costo del capital. Esto ha impedido el progreso y ha hecho que los esfuerzos multilaterales desciendan a una peligrosa disputa sobre quién debería hacer más. Nuestro Fideicomiso Mundial para la Mitigación del Cambio Climático de 500 mil millones de dólares, respaldado por los DEG, evita la disputa. Al ofrecer dinero a un 2.4% a cualquier proyecto, esté donde esté, siempre que reduzca el calentamiento global rápidamente y en gran cantidad, incentivamos el ahorro privado para que las tecnologías adecuadas se adapten a los lugares donde se puede producir la mayor y más rápida mitigación. El fideicomiso de 500 mil millones de dólares debería movilizar entre 2.5 y 5 billones de dólares de ahorro privado, sobre todo en los países en desarrollo, donde el costo actual del capital es un alto múltiplo de este financiamiento, y los mantendría fuera de los balances de los gobiernos.  

La incapacidad de mitigar el cambio climático ha provocado un calentamiento de 1.2 grados y ha creado enormes necesidades de adaptación al clima entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. Ahí es donde las temperaturas aumentarán hasta niveles intolerables, y el nivel del mar aumentará más por la expansión térmica y la rotación de la Tierra. Las pérdidas y los daños relacionados con el clima en esta franja alrededor del Ecuador son tres o cuatro veces mayores que en otras partes15. Debido a la ausencia de fuentes de ingresos, la mayor parte de la adaptación al clima debe ser financiada por los gobiernos. Hay que ofrecer a los países vulnerables al clima préstamos en condiciones favorables para que inviertan en resiliencia climática. Para garantizar que esto no frene los préstamos a los países más pobres y la consecución de otros objetivos de desarrollo sostenible, los BMD deben ampliar sus préstamos globales en al menos 1 billón de dólares. Pueden hacerlo sin que nadie extienda un gran cheque, a través de sólo tres cosas: un mayor apetito de riesgo, el reconocimiento del capital exigible existente en los marcos de riesgo y el uso de los DEG para respaldar los préstamos adicionales provenientes de los mercados de capitales. La reposición de capital del Banco Africano de Desarrollo es la oportunidad adecuada para ampliar el capital y los préstamos mediante la recanalización de los DEG no utilizados.   

La escala de la inversión necesaria para mitigar el calentamiento global está más allá de la capacidad de los gobiernos ricos, y mucho menos de los países en desarrollo. El sector privado tendrá que desempeñar un papel importante

AVINASH PERSAUD

Sin estos cambios en la elegibilidad y la concesión de préstamos en los BMD, la adaptación ha sido escasa, por lo que las pérdidas y los daños aumentan exponencialmente. Durante la próxima década, los países vulnerables al clima necesitarán un mecanismo de subvenciones directas y rápidas cuando se produzca un desastre climático. Con la mitigación del cambio climático financiada por el Fideicomiso y la adaptación mediante la ampliación de los préstamos de los BMD, estas subvenciones pueden centrarse en los costos de reconstrucción. Una tasa inversa, que aumente un 1% por cada 10% de descenso en los precios de los combustibles fósiles, podría financiar más de 200 mil millones de dólares anuales de subvenciones para la reconstrucción sin aumentar el costo de la vida actual.

Existe un reconocimiento universal de que es insostenible anunciar los florecientes beneficios de los productores en las relucientes sedes de las empresas mientras se acumulan las pérdidas y los daños en los países vulnerables que menos combustibles fósiles queman. Los países vulnerables al clima llevan demasiado tiempo esperando un mecanismo para hacer frente a las pérdidas y los daños del cambio climático. Sin él, habrá una crisis de la deuda. Y una crisis de la deuda conducirá inevitablemente a la reducción del gasto en salud pública, vivienda, educación y bienestar, lo que generará rápidamente una crisis de desarrollo y aumentará las presiones que produzcan conflictos regionales e internacionales, y migración. Y ese frente vendrá a ti, si no lo ha hecho ya. Vivimos en mundos separados, pero también uno al lado del otro.

Notas al pie
  1. Tener niveles de deuda tan altos con tasas de interés tan bajas es toda una hazaña de falta de disciplina fiscal, pues otros países con altos niveles de deuda llegaron ahí en parte por la acumulación de altas tasas de interés.
  2. Ver Anna Gelpern y Erik F. Gerding, Inside Safe Assets, 33 Yale J. on Reg. 363 (2016), disponible enhttps://scholar.law.colorado.edu/faculty-articles/8.
  3. Los DEG se distribuyen en proporción a cuotas del FMI que están relacionadas con el PIB, de modo que las economías más grandes tienen las cuotas más grandes.
  4. Las monedas que constituyen los DEG son las mismas divisas seguras y el yen chino. Gracias a esa diversidad, la canasta brinda una cobertura monetaria razonable.
  5. Ver https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/en/IP_21_5768.
  6. Ver https://www.worldbank.org/en/country/mic/overview.
  7. Ver https://www.worldbank.org/en/news/press-release/2019/06/19/42-trillion-can-be-saved-by-investing-in-more-resilient-infrastructure-new-world-bank-report-finds.
  8. Ver https://g20.org/wp-content/uploads/2022/07/CAF-Review-Report.pdf.
  9. Para saber por qué, ver «The Great Demographic Reversal: Ageing Societies, Waning Inequality, and an Inflation Revival», de Charles Goodhart y Manoj Pradhan.
  10. Los desarrolladores de estos instrumentos son Sebastian Espinosa y David Nagoski, de White Oak.
  11. Este estimado está basado en los datos presentados en “Born Out of Necessity: A Debt Standstill for COVID-19”, Center for Economic Policy Research; Policy Insight No. 103 (2020), de Bolton, P., et al.
  12. Ver Munevar, D (2018), “Climate change and debt sustainability in the Caribbean: Trouble in paradise?”, background paper, Intergovernmental Group of Experts on Financing Development 2ª sesión, 7-9 de noviembre, Ginebra: UNCTAD.
  13. Ver https://iopcfunds.org
  14. Estimación del autor basada en los precios medios recientes y la producción de petróleo, gas y carbón, para los datos subyacentes véase, https://www.eia.gov/outlooks/steo/report/global_oil.php
  15. Ver Baarsch, F., Granadillos, J. R., Hare, W., Knaus, M., Krapp, M., Schaeffer, M., & Lotze-Campen, H. (2020). The impact of climate change on incomes and convergence in Africa. World Development, 126. https://doi.org/10.1016/ j.worlddev.2019.104699