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Hoy, encerrados en laberintos digitales, polarizados y bloqueados por plataformas omnipotentes, no podemos sino sentir nostalgia por la época en la que Wikipedia encarnaba la libertad de compartir conocimientos.
Pero hay que ser realistas: ese mundo no volverá.
La realidad digital del mañana podría ser incluso mucho más sombría.
Es urgente trabajar en la reconstrucción de un espacio digital europeo, un bastión de soberanía frente a la próxima oleada de inteligencia artificial.
Los 264.000 millones de euros que Europa gasta cada año en la compra de servicios en la nube y software estadounidenses serían un punto de partida prometedor. 1
La gratuidad y el intercambio, pilares de internet a principios del milenio, se monetizaron muy rápidamente, a menudo más allá de lo que podríamos haber imaginado. Este dominio del espacio digital europeo se impuso en un tiempo récord, en poco más de una década, entre 2004 y 2016.
Desde hace unos diez años, los ciudadanos y las empresas europeas vivimos bajo el dominio de un poder digital que no deja de expandirse. Gran parte de nuestros pensamientos, intercambios, deseos y opiniones son ahora propiedad de cinco gigantes estadounidenses, mismos que los monetizan.
Nuestras búsquedas en Google alimentaron inicialmente los ingresos publicitarios; luego, a partir de 2004, nuestros correos electrónicos, documentos y fotos fueron absorbidos por herramientas integradas, transformando cada interacción en datos explotables.
Apple, con una habilidad genial, ha sabido transformar nuestros teléfonos móviles en objetos casi vitales, simplificando la complejidad cognitiva de las interfaces técnicas.
Desde entonces, el monopolio se ha impuesto en casi todas partes.
También a partir de 2004, Facebook ha acumulado nuestras vanidades expuestas públicamente.
Esta red las monetizó inicialmente de forma suave, mediante la publicidad; pero en 2013, Cambridge Analytica abrió el camino a una nueva forma de monetización más agresiva, esta vez con fines electorales, combinando el tratamiento cuantitativo de datos y la psicología conductual. La manipulación selectiva en el proceso electoral se ha convertido en una realidad tangible.
El deterioro no parece detenerse: según fuentes recientes, Meta preveía que en 2024 el 10 % de sus ingresos provendría de anuncios de estafas o productos prohibidos. 2
Mientras tanto, Amazon y Alibaba siguen ganando cada día un poco más de terreno en el comercio mundial, mientras que Netflix, con el lanzamiento del streaming de video en 2007, consolida la hegemonía cultural estadounidense en nuestros sofás y dormitorios.
Con la explosión de WhatsApp a partir de 2009, las llamadas telefónicas se han vuelto «gratuitas», pero su valor no ha desaparecido: la aplicación fue comprada por Meta en 2014 por 19.000 millones de dólares.
A medida que el poder de las plataformas comienza a eclipsar al de los medios tradicionales, su responsabilidad se diluye, se vuelve invisible, se oculta detrás de algoritmos y cuentas anónimas.
Milena Harito
Libertad frente a comodidad
Ya en 2015, se cerró el círculo para los consumidores europeos.
A lo largo de los años, los algoritmos han perfeccionado su capacidad para reforzar nuestras ideas preconcebidas, atraer nuestros «me gusta» y seducirnos con soluciones fáciles y reconfortantes para captar cada vez más emociones y atención. Estos mecanismos, similares a los que activan nuestros circuitos de placer, crean una adicción comparable a la del azúcar o las drogas.
Este poder digital también se ha extendido a las empresas y los servicios públicos.
En 2006, Amazon lanzó AWS, una plataforma de infraestructura informática en la nube, a la que rápidamente siguieron Microsoft y Google Cloud, que hoy en día controlan dos tercios del mercado europeo de la nube denominada «pública».
Estas infraestructuras son, en realidad, propiedad de empresas privadas, sujetas a leyes extraeuropeas. Tras la pandemia de COVID y el trabajo a distancia, nuestras instituciones públicas y empresas se han vuelto cada vez más dependientes y transfieren cada vez más servicios a estas herramientas tan eficaces e integradas, de las que ahora son cautivas.
Para los ciudadanos, los servicios públicos o las empresas, la razón inicial de este dominio era simple: prometían comodidad y facilidad; a cambio, poco a poco nos han despojado de nuestra autonomía, tanto individual como colectiva.
La próxima ola de inteligencia artificial, aún más cautivadora, corre el riesgo de hacernos más perezosos, mermando aún más nuestro poder cognitivo.
Esta transformación beneficia a la díada del poder tecnológico: el poder económico y el ideológico.
En una década, el poder de las grandes empresas tecnológicas, todas ellas extraeuropeas, se ha instalado en todos los componentes de nuestra infraestructura digital y de nuestros datos. Entre 2015 y 2025, su influencia no ha dejado de extenderse, consolidando su dominio.
Este poder se ejerce a veces de forma brutal, como lo demuestra la suspensión en mayo de 2025 de la cuenta de correo electrónico de un fiscal de la Corte Penal Internacional. Aunque las sensibilidades, las razones y el contexto son diferentes, existe un paralelismo con la suspensión de la cuenta de Twitter de Donald Trump en enero de 2021.
Frente a estos gigantes digitales, nadie parece tener ya legitimidad.
La soberanía digital no es una utopía: es una necesidad para preservar nuestro futuro, nuestra identidad y nuestra libertad.
Milena Harito
Tecnofeudalismo e injerencia electoral
La posesión de la infraestructura digital por parte de estas empresas les confiere un poder económico e ideológico sin precedentes sobre los ciudadanos y los países europeos.
El dominio económico es más importante de lo que se cree: bajo los 264.000 millones de euros de gasto directo de Europa en estos servicios se esconde una extracción de valor aún mayor, calificada por algunos como tecnofeudalismo. 3
Gracias al efecto de escala y a su cuasi monopolio, estas plataformas construyen una economía de renta: Amazon capta una parte de cada venta en su plataforma, con un costo marginal cercano a cero. Airbnb y Uber funcionan según el mismo principio de escala, monopolio y renta. Su poder financiero les permite eliminar cualquier competencia potencial, consolidando así su dominio.
La fuerza de estas plataformas también es ideológica: a través de sus algoritmos, ejercen una influencia política considerable. La propaganda, el odio, la manipulación electoral, todo ello se basa en un poder algorítmico que escapa a todo control.
Elon Musk, al comprar Twitter por 43.000 millones de dólares en 2022, ha puesto cifra a este inmenso poder de influencia en muchos países. Sus intervenciones personales en las elecciones del Reino Unido, Alemania o Moldavia ilustran la amenaza directa que representa esta influencia.
Mientras que el poder de las plataformas comienza a eclipsar al de los medios de comunicación tradicionales, su responsabilidad se diluye, se vuelve invisible, se oculta tras algoritmos y cuentas anónimas. La propagación del odio contra los rohingyas por los algoritmos de Facebook en Myanmar es un trágico ejemplo de ello. 4
La complejidad y la velocidad de los algoritmos hacen que su control y transparencia sean casi imposibles; la extraterritorialidad limita aún más la responsabilidad de las plataformas. Más aún, la responsabilidad se diluye en el anonimato de millones de cuentas y no en la de individuos.
La libertad de expresión ha ido derivando gradualmente hacia el derecho al anonimato y la exención de responsabilidad.
En veinte años, Europa ha perdido su autonomía digital, sus ingresos, su poder narrativo; ha cedido el paso a discursos extranjeros, a valores que no le pertenecen. Los mecanismos de soberanía europea, como la DMA o la DSA, parecen hoy herramientas lentas e insuficientes frente al poder de los gigantes.
La llegada de la inteligencia artificial no hace más que acelerar esta tendencia: las grandes empresas tecnológicas serán las primeras en beneficiarse de ella. Para acelerar la implementación de esta herramienta, invierten sumas colosales y gastan cada vez más en lobbying en el Parlamento Europeo. 5 De entre los ciudadanos y estas empresas, son estas últimas las que se beneficiarán de la IA: la batalla es bastante desigual.
A lo largo de los años, los algoritmos han perfeccionado su capacidad para reforzar nuestros prejuicios, atraer nuestros «me gusta» y seducirnos con soluciones fáciles.
Milena Harito
Recuperar el poder digital europeo
Ya no es posible dar marcha atrás.
Pero aún se puede construir un futuro digital que no se parezca ni al de Estados Unidos ni al de China.
Por un lado, otros países como Corea han logrado construir su propio conjunto de servicios independientes, incluido su propio motor de búsqueda Naver. Por otro lado, en Europa, partes importantes de nuestra vida no están completamente sometidas a la lógica del mercado: las escuelas, los hospitales o los medios de comunicación públicos de excelente calidad. Otra historia, otros intereses democráticos y sociales cimentan nuestras sociedades europeas.
El impacto de la tecnología digital y la inteligencia artificial en nuestra vida, nuestra sociedad y nuestra economía requiere un marco al servicio del interés público: la infraestructura digital debe convertirse en un bien común, un recurso colectivo.
Ya existen modelos, como en la India con IndiaStack, que reúne la identidad digital, los pagos y el almacenamiento de documentos, todo ello en una nube gubernamental pública, aunque con límites en el plano de la protección de datos.
Europa debe inspirarse en estos ejemplos que ya existen en los grandes países con un efecto de escala suficiente.
Con este fin, las Naciones Unidas promueven un marco institucional de infraestructura digital pública —el DPI— 6 respaldado por trabajos de investigación que dan lugar a propuestas de políticas adaptadas. 7
Europa y los Estados miembros de la Unión disponen de capacidad legislativa y financiera; pueden aprovechar su peso como grandes consumidores de infraestructura digital. Se trata de instrumentos poderosos que permiten cambiar el paradigma actual, basado únicamente en la oferta del mercado y el poder de las grandes empresas tecnológicas, con el fin de establecer un marco europeo de interés público, basado en los principios de interoperabilidad, código abierto y soberanía, sin excluir, por supuesto, a los actores del mercado.
Esto no se logrará en unos pocos meses, pero es necesario avanzar muy rápidamente.
Conciencia colectiva y resistencia
El primer paso consiste en tomar conciencia de nuestra dependencia y despertar nuestro deseo de autonomía.
Por lo tanto, es necesario hacer comprender a todos los europeos las consecuencias de nuestra pérdida de autonomía digital; cada uno tiene la posibilidad de actuar para frenar este fenómeno.
Las palancas de acción son variadas.
Se declinan en tres niveles de uso de los servicios digitales: uso individual, uso no crítico y uso industrial.
Cada ciudadano, a nivel individual, puede dar prioridad a las alternativas europeas a los servicios digitales habituales: ProtonMail para el correo electrónico, Infomaniak para la nube, PeerTube para compartir videos o BlueSky como red social, servicios que ofrecen más garantías de organización compartida, pero también Bolt o ArteTV.
Estos ciudadanos también pueden recurrir a las compras en línea directamente en los sitios web de los comerciantes; algunos llegan incluso a proponer el lanzamiento de una red social europea como servicio público. 8
Gracias a su avance tecnológico, a su inmenso poder económico y a la fuerza de sus marcas, las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley nos ofrecen productos integrados, eficaces y de calidad. No se trata solo de resistir, sino de cambiar nuestros hábitos, del mismo modo que podemos dar prioridad a la compra de productos alimenticios a través de circuitos cortos sin pasar por la «integración» de los supermercados.
Gracias al efecto de escala y a su cuasi monopolio, las plataformas están construyendo una economía de renta.
Milena Harito
Pasar a la escala: por una soberanía digital europea
Este movimiento individual debe ser apoyado, ya que el poder de las grandes empresas tecnológicas es inmenso. Es necesario apoyar el desarrollo de software libre, fomentar el uso de infraestructuras europeas e invertir masivamente en proyectos comunes.
El segundo nivel de resistencia es el uso cotidiano y sencillo de software no crítico en nuestros servicios públicos, ayuntamientos, escuelas, universidades y asociaciones. Las aplicaciones y los sistemas en cuestión son sin duda indispensables, pero no afectan a la organización de un sistema de producción como una fábrica, un aeropuerto o una red energética; en este sentido, no son críticos.
Para este tipo de servicios, es posible utilizar software libre y abierto, sin licencias o que explota los «bienes comunes digitales».
Son muchas las instituciones que ya utilizan este tipo de recursos por razones de costo, pero también de autonomía; en Francia, el Ministerio de Educación utiliza BigBlueButton; la Gendarmería Nacional, por su parte, ha sustituido la suite ofimática de Microsoft por Linux.
El movimiento se acelera con la reciente toma de conciencia de la profundidad de nuestra dependencia digital.
En Francia, Alemania y otros países, los organismos de investigación se están organizando para proteger mejor los datos de sus actividades. 9 La carta abierta de 45 organizaciones antes de la cumbre sobre soberanía digital del 18 de noviembre de 2025 en Berlín subraya así la necesidad de apostar también por la inteligencia artificial de código abierto para reducir la dependencia de los modelos de IA propietarios. 10
Ante la eficacia y la fuerza de las grandes tecnológicas, el software libre siempre será objeto de controversia.
El uso de la IA y el uso más masivo de estas herramientas deberían permitir que los sectores del software libre mejoren y garanticen el mantenimiento. El paso a escala europea con el Consorcio Europeo de Infraestructura Digital 11 permitirá desplegar y gestionar conjuntamente infraestructuras digitales transfronterizas, que admitan alternativas concretas como LibreOffice. 12
Del informe Dragh al Eurostack: construir alternativas a las grandes tecnológicas
En el tercer nivel de dependencia, mucho más complejo, se encuentran las plataformas digitales, que son herramientas de producción críticas, a menudo cautivas y difíciles de sustituir a corto plazo.
Se trata de sistemas de información esenciales para el funcionamiento de las redes eléctricas, las fábricas, los aeropuertos o los trenes, que a menudo son gestionados por los hiperescaladores estadounidenses: Google, Amazon, Microsoft o Palantir, que domina el sector de la inteligencia y la lucha contra el terrorismo.
Para estas herramientas de producción, es necesario crear alternativas europeas fiables.
Los presupuestos de defensa de Estados Unidos han apoyado durante años la innovación y el crecimiento de sus empresas antes de que se convirtieran en los gigantes que son hoy en día. Del mismo modo, en Europa, las normas de contratación pública deben favorecer a los proveedores digitales europeos.
Es necesario que todos los europeos comprendan las consecuencias de nuestra pérdida de autonomía digital.
Milena Harito
Esta semana se ha anunciado un avance sustancial en este sentido en la cumbre de Berlín entre Friedrich Merz y Emmanuel Macron: Francia y Alemania han decidido utilizar el peso respectivo de sus Estados, grandes consumidores de infraestructura digital, para apoyar a dos de las mayores empresas europeas: la francesa Mistral, dedicada a la inteligencia artificial, y la alemana SAP, dedicada a la gestión.
Iniciativas como EuroStack, 13 impulsadas por más de 200 actores europeos, también proponen una hoja de ruta concreta para organizar nuestra independencia digital: se trata de invertir en infraestructuras físicas, software y datos, desarrollar una identidad digital y sistemas de pago soberanos, y reforzar la gobernanza.
Los presupuestos de defensa de Estados Unidos han apoyado durante años la innovación y el crecimiento de sus empresas.
Del mismo modo, Europa debe cotar con normas de contratación pública que favorezcan a los proveedores digitales europeos.
Es necesario apoyar y fomentar en Europa la inteligencia de mercado para cartografiar, promover y estimular la venta de soluciones europeas. El capital privado y público deben colaborar para financiar la migración hacia soluciones soberanas y dotarse de los medios necesarios para adquirir participaciones con el fin de garantizar que las infraestructuras públicas digitales sigan siendo europeas. 14
La soberanía digital no es una utopía: es una necesidad para preservar nuestro futuro, nuestra identidad y nuestra libertad.
Notas al pie
- «La dépendance technologique aux softwares et cloud services américains : une estimation des conséquences économiques en Europe», Astères, abril de 2025.
- Jeff Horwitz, «Meta is earning a fortune on a deluge of fraudulent ads, documents show», Reuters, 6 de noviembre de 2025.
- Yanis Varoufakis, Les nouveaux serfs de l’économie, París, Les liens qui libèrent, septiembre de 2024.
- «Myanmar. Les systèmes de Facebook ont promu la violence contre les Rohingyas – Meta doit des réparations», Amnistía Internacional, septiembre de 2022.
- Joana Soares, «€151 million and counting. Digital industry sets new lobbying record», EU Perspectives, 30 octobre 2025.
- Digital public infrastructure, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
- Emrys Schoemaker, «Digital public infrastructure for sovereignty : What a ‘European’ approach to DPI might look like», Global Policy Journal, 19 de septiembre de 2024.
- Christine Galvagna, «Public Service Social Media as a Democratic Safeguard», TechPolicyPress, 8 de noviembre de 2025.
- Stefan Krempl, «US Clouds: German Research Foundation DFG wants to bring data back from abroad», heise online, 3 de noviembre de 2025; David Monniaux, «Que se passerait-il si Trump ordonnait aux Gafam de cesser leurs services cloud à l’égard de nos gouvernements ?», Le Monde, 23 de octubre de 2025.
- Open Letter: Harnessing open source AI to advance digital sovereignty.
- Alianza reciente entre Francia, Alemania, los Países Bajos e Italia.
- «Retrouvons notre puissance numérique : la France, l’Allemagne, les Pays-Bas et l’Italie créent un consortium pour les communs numériques», numerique.gouv.fr, 29 de octubre de 2025.
- EuroStack White Paper, 19 de mayo de 2025.
- La última adquisición de participaciones en Mistral por parte de ASML es un buen ejemplo de ello.