Tras su tour de capitales, una gira por Europa que, según sus palabras, le ha servido para escuchar y reflexionar, ¿cómo definiría el marco actual europeo y cuáles son sus prioridades tras un verano difícil para la Unión?
El tour de capitales ha sido muy importante. Mi intención era establecer un diálogo y escuchar a cada uno de los líderes, cada uno desde su perspectiva.
La unidad de Europa se construye desde la escucha. Por eso creo que esta gira ha sido una etapa muy necesaria para trazar una hoja de ruta común para el nuevo curso político.
Existen dos prioridades claras: la defensa y la competitividad. Europa está con Ucrania, queremos la paz. Pero también sabemos que para garantizar la seguridad de nuestro continente debemos desarrollar de manera más eficaz —y más rápido— nuestras capacidades propias en defensa.
Lo segundo es mejorar nuestra competitividad.
Queremos una economía fuerte que nos permita crecer más, competir mejor y mantener nuestra cohesión social. Este es un punto fundamental. Más allá del diagnóstico, he podido comprobar que existe una voluntad política real y el marco financiero plurianual será decisivo.
Mario Draghi afirmó la semana pasada que Europa tiende a confundir la unidad con la complacencia. La búsqueda de consenso permanente sirve como pretexto para tapar la inacción. ¿Cómo se rompe la parálisis política para lograr llevar a cabo las prioridades que usted mismo define como urgentes?
El informe Draghi es algo parecido a la biblia.
Los líderes están de acuerdo en que debemos llevar a cabo los puntos fundamentales presentados por Mario Draghi y Enrico Letta.
Estamos de acuerdo en que tenemos que ser más ágiles eliminando las barreras que existen en nuestro mercado interior, el precio de la energía sigue siendo un problema para nuestras empresas y debemos completar el mercado de capitales.
Estos tres puntos son primordiales.
La Comisión ya ha presentado propuestas para su implementación y prepara nuevas medidas en los próximos meses. Hablamos de simplificar, simplificar, simplificar.
Entiendo a los que reclaman ir todavía más rápido porque el momento histórico en el que se encuentra Europa así lo requiere. El tiempo no para y nuestros rivales tampoco. Pero debemos ser honestos con respecto a nuestra complejidad.
¿En qué sentido?
La manera en la que se toman las decisiones en nuestra Unión no es un proceso sencillo.
No somos un Estado federal.
Somos una unión de 27 Estados miembros, cada uno con su visión y su orientación política. A ello debemos sumarle el escrutinio del Parlamento Europeo y la Comisión. La suma de estos actores crea una maquinaria compleja —estoy de acuerdo— pero es el sistema que nos hemos dado para seguir avanzando unidos, respetando nuestra diversidad democrática.

¿Teme que los informes Draghi y Letta queden enterrados en un cajón de ideas lejos de la práctica?
No, porque no tenemos alternativa. O lo hacemos o estamos perdidos. Entonces la respuesta es muy simple: tenemos que hacerlo.
Cuando usted era primer ministro de Portugal se manifestó a favor de la deuda común europea para hacer frente a la pandemia en 2020 y además saludó sus buenos resultados. Ahora la amenaza es Rusia. ¿Requiere la defensa de Europa un plan de deuda común similar al planteado durante la crisis del Covid?
Este año estaremos muy centrados en el ámbito de la financiación porque se abrirá en paralelo el debate sobre el nuevo presupuesto europeo.
Tenemos un nivel de ambición elevado y eso requiere un nivel de financiación que nos permita cumplir con esas expectativas. Mi opinión es que la asistencia europea a Ucrania y el plan de seguridad y defensa no debería comprometer otras partes importantes para Europa como son la agricultura y la cohesión. La idea de hacer más con menos es muy atractiva en la teoría, pero rara vez funciona de esa manera en la práctica.
Si queremos cumplir con nuestras expectativas y alcanzar los objetivos que nos hemos impuesto, debemos tener las herramientas de financiación necesarias para ello. Existen varias formas y no quiero adelantar el resultado de estas negociaciones, pero me gustaría ser claro: no debemos excluir ninguna herramienta. Ninguna.
Si entendemos bien sus palabras, no le incomoda el debate en torno a los eurobonos, es decir la emisión de deuda conjunta.
No, no me siento incómodo porque en Europa debemos hablar de todo de manera serena, escuchando a todos. Sin dogmas.
Entiendo perfectamente aquellos que indican que no podemos emitir más deuda si no tenemos previamente los recursos propios para financiar el coste de la deuda ya emitida. Me parece razonable.
Pero también escucho los mensajes de voces como Isabel Schnabel del Banco Central Europeo que insiste en que, si queremos un auténtico mercado de capitales, necesitamos ampliar los activos europeos considerados seguros y de mayor liquidez. Otros sugieren que con mayor liquidez, los costes de la deuda europea serían menores. Por lo tanto, existen beneficios en la financiación común.
Debemos reflexionar, sin dogmas, con una actitud pragmática, porque necesitamos un presupuesto que corresponda a la urgencia y la magnitud de los desafíos a los que nos enfrentamos.
¿No existen tabúes para António Costa?
No. Escucharemos a todos, de manera pragmática —no dogmática—.
Así se construye la unidad.
No hay tabúes, pero ¿existen enemigos? ¿Cómo definiría a Vladímir Putin y su estrategia europea?
Lo menos que podemos decir de Putin es que tiene una clara ambición imperialista en torno al antiguo espacio soviético. ¿Tiene Putin una ambición que va más allá? Lo que vemos en Polonia, en Estonia y en Rumania sugiere un pulso a Europa y a la OTAN.
En cuanto a Ucrania, si Rusia llegase a imponerse, a conseguir una victoria, esto supondría una amenaza terrible para toda Europa, nuestra seguridad y nuestra defensa. Y cuando digo Europa, quiero decir a toda Europa.
Este ha sido uno de los mensajes que he llevado conmigo durante el tour de las capitales. No debemos caer en el error de pensar que la amenaza rusa solo afecta a los países del este. La realidad es que nos terminará afectando a todos.
¿Cree que los países del sur están igual de comprometidos con la seguridad europea?
Le voy a contar una anécdota.
En 2005, cuando era ministro de interior de Portugal, los países del sur avisamos del fenómeno de la inmigración y los desafíos que esto suponía. En aquel momento, la inmigración se veía como un problema del sur, del Mediterráneo.
Hoy, vemos que no es así. Nos afecta a todos. En una unión, los desafíos de unos terminan siendo los desafíos del resto. La amenaza de Rusia no es solo una cuestión de fronteras físicas, también es híbrida. Y eso afecta a Portugal, España, a Italia.
Ha mencionado la palabra imperialismo. Algunos consideran que el imperialismo también ha llegado a la Casa Blanca. Nuestra encuesta Eurobazuca sugiere que una mayoría de europeos considera el resultado de las negociaciones comerciales con Estados Unidos una «humillación» para Europa. Usted ha dicho que entiende la frustración. Pero más allá, ¿cuál es la respuesta política?
Comprendo el sentimiento y entiendo que hay algunas fotos y algunos tuits que no han gustado, pero debemos mantener una actitud pragmática y hacer un análisis estratégico de la situación actual.
Estados Unidos es un aliado histórico para Europa, además de un socio económico importante con un mercado muy potente para las empresas europeas y un país con unos lazos muy fuertes con nuestro continente forjados durante décadas.
Nuestro objetivo era estabilizar esta relación.
Tenemos que verlo en ese contexto.
Lo mismo ha ocurrido con la OTAN. Todos hemos usado mucha creatividad y lo vemos en la Coalición de los Voluntarios con respecto a Ucrania que ha sido un factor importante. ¿Es fácil? No, no lo es pero lo tenemos que hacer en la situación actual.
No es el final de la historia.
Bajo la dirección de Giuliano da Empoli.
Con contribuciones de Daron Acemoğlu, Sam Altman, Marc Andreessen, Lorenzo Castellani, Adam Curtis, Mario Draghi, He Jiayan, Marietje Schaake, Vladislav Surkov, Peter Thiel, Svetlana Tikhanovskaïa, Jianwei Xun y Curtis Yarvin.
Cuando dice que no es el final de la historia, ¿debemos entender que, a pesar del acuerdo comercial desequilibrado, Europa no piensa hacer de esto un patrón? ¿El haber acomodado las exigencias de Trump en esta ocasión no significa que Europa volverá a plegarse en el futuro?
Hay dos puntos que me gustaría subrayar.
Primero, la negociación con Estados Unidos no se trataba solo de comercio. Fue una triple negociación: defensa, Ucrania y comercio.
De haber sido solo comercio, el enfoque seguramente hubiese sido diferente. Si hubiese sido solo sobre Ucrania, también habría sido diferente. Y si se hubiese tratado solo de mantener la relación con los países de la OTAN, probablemente la negociación habría sido diferente.
Pero —insisto— fue una negociación múltiple. Si queremos evaluar el resultado, es importante entender este triple enfoque.
Cuando escucho que el acuerdo está desequilibrado, tenemos que entender dos cosas. Ningún otro país ha obtenido un mejor resultado que nosotros en la relación comercial con Estados Unidos. Esto implica que nuestra competitividad relativa con Japón, China, Reino Unido, es mayor. Nuestras condiciones son iguales, incluso mejores.
Segundo, una de las críticas que más he escuchado es que no impusimos aranceles a los productos norteamericanos como parte de nuestra respuesta. Pero aplicar aranceles hubiese significado aplicar un impuesto a nuestros consumidores y a nuestras empresas. Eso hubiese sido un error económico.
Los aranceles aplicados por Estados Unidos a los productos europeos no van a ser pagados por las empresas europeas, los pagarán los consumidores estadounidenses. Tendrán un impacto en los precios y en la inflación en Estados Unidos.
Lo que logramos con este acuerdo fue acabar con la incertidumbre económica —que era el factor más negativo—, mantener las condiciones de nuestras empresas con respecto a países terceros y nuestros consumidores no pagarán el impuesto que hubiesen supuesto los aranceles.
En esa triple dimensión que menciona, ¿no se consideraron las injerencias de Estados Unidos en Europa que buscan un cambio de régimen o el discurso de J.D. Vance en Múnich? ¿Existe un complejo de inferioridad en Europa?
Todos estos elementos han quedado fuera de la negociación. Cuando Estados Unidos nos reclamó cambios en las normas digitales, no lo aceptamos. No forma parte del acuerdo comercial.
Cualquiera que escuche el discurso de J.D. Vance en Múnich, entiende que Estados Unidos, hoy por hoy, tiene unos valores diferentes a los nuestros.
Pero nosotros no hemos cambiado nuestra posición. Nosotros seguiremos protegiendo a nuestros ciudadanos, con nuestras reglas, de la oligarquía de las redes sociales. Otros tienen una visión diferente, lo respetamos, pero nosotros hemos hecho valer nuestros valores.

Habla de incertidumbre, ¿confía en que Donald Trump, respetará el acuerdo, que no cambiará dentro de un mes, un año? ¿Confía en Trump?
Lo que puedo decir es que sin este acuerdo, la incertidumbre hubiese sido mayor y peor.
¿La inestabilidad, casi estructural, en algunos países europeos y las dificultades intergubernamentales que mencionaba antes, estarían aumentado la ineficacia política de Europa? De ser el caso, ¿cómo se remedia?
Las democracias son mucho más eficaces que cualquier dictadura, incluso cuando implica una capacidad de reacción más lenta. La eficacia no se mide solo en tiempo. También es importante considerar la forma. El consenso democrático y social tiene un impacto más duradero y positivo para la sociedad. Y sí, es cierto. Estamos viviendo una gran fragmentación en la política europea.
Prácticamente no hay ningún gobierno con una mayoría, tenemos gobiernos de coalición complejos en el plano nacional, una gran coalición en el parlamento europeo y el consejo europeo termina reflejando también esa fragmentación.
Esto implica una necesidad de diálogo mayor.
Nosotros somos demócratas y este es el resultado de la expresión libre y democrática de nuestros ciudadanos. Si decimos que somos demócratas, debemos aprender a vivir con ello.
Desde que es presidente del Consejo Europeo, la gestión de las reuniones de líderes son mucho más cortas y más políticas. Usted ha decido no centrarse en los países que bloquean y buscar acuerdos con el resto. La oposición de Hungría ha quedado reducida a una nota a pie de página en las conclusiones finales. ¿Debe Europa aplicar esta fórmula al resto de decisiones cuando resulta obvio que la unanimidad no es posible?
Esta pregunta plantea varias cuestiones.
La primera: la responsabilidad de los líderes consiste en ejercer el liderazgo político. No se trata de debatir durante horas y horas sobre una palabra, si se añade una o se cambia por otra, si añadimos una coma o no a un párrafo, en las conclusiones del consejo. La cuestión que realmente importa es dar una señal clara sobre la dirección que queremos tomar.
Este nuevo enfoque nos está permitiendo tener una discusión más política y más intensa.
En segundo lugar, las reuniones son más cortas, es verdad, pero también son más productivas. En todas las reuniones hemos cumplido con la agenda, los 27 toman la palabra y hemos logrado sacar las conclusiones adelante. A esto me refiero cuando hablo de ejercer el liderazgo político.
Si los líderes se reúnen, debe servir para avanzar en las grandes cuestiones políticas. Y aquí entra la unidad.
Esa es mi responsabilidad.
¿Cómo se ejerce esa responsabilidad en la práctica?
Yo nunca me cansaré de buscar la unanimidad, pero la unanimidad no concede el derecho de veto.
El veto no debe ser entendido como un derecho.
Lo que implica la unanimidad es una responsabilidad adicional para llegar a un acuerdo a 27. Cuando no se consigue una postura unánime, no significa que debamos caer en la parálisis. Al contrario, debemos encontrar soluciones creativas.
La realidad es que desde el inicio de la guerra en Ucrania hemos conseguido la unanimidad en todas las grandes cuestiones, haciendo uso de una gran creatividad cuando es necesario.
¿Es Viktor Orbán su mayor dolor de cabeza?
Ninguno de los líderes me provoca dolor de cabeza, tengo una buena relación con todos.
Lo que verdaderamente me preocupa es Ucrania, conseguir la paz, y recuperar nuestra competitividad, cómo darle impulso.
Le pregunto por Orbán porque muchos ven en él un obstáculo para alcanzar esos objetivos. ¿Cómo se construye una Unión con Orbán en la mesa?
Esta pregunta plantea una discusión de fondo sobre el futuro de la Unión que, llegado el día, tendremos que tener.
Hace unos años, presenté lo que considero debería ser el enfoque que garantice nuestra unidad. Lo primero es entender que hay distintas sensibilidades sobre lo que debería ser la Unión Europea. Unos quieren profundizar su integración, otros quedarse como estamos y hay incluso quienes desearían un nivel menor de integración al que hemos alcanzado. En mi opinión, tenemos la obligación de respetar todos los puntos de vista. Vivir en familia, no siempre es fácil.
Como decía, en aquel momento planteé una Europa entendida como un edificio multifuncional.
Por usar una metáfora, si Europa fuese un centro comercial, unos querrían ir al cine, hacer la compra, todo en el mismo lugar. Otros simplemente quieren ir al cine. La Unión es un espacio común, cada país puede hacer uso de esa flexibilidad. No estoy seguro que obligar a todos a ir juntos, todo el tiempo, en la misma dirección, sea lo más eficaz.
De hecho, con mayor flexibilidad interna, logramos una unidad más efectiva, integrando a los que quieren más integración pero también respetando a los que no. Todo es cuestión de contrapesos.
Esta semana tendrá lugar una importante reunión liderada por Francia y Arabia Saudí que reconocerá el estado de Palestina, sumándose a varios otros países europeos como España y Bélgica. ¿Cómo analiza esta secuencia?
Es muy importante que la comunidad internacional declare de manera contundente que la única solución duradera para la paz y la estabilidad en Oriente Medio es la solución de los dos Estados.
En este momento, la iniciativa de Francia y Arabia Saudí es muy importante.
Esta semana podremos decir que la mayoría de los Estados miembros de la Unión reconocen el Estado de Palestina. Algunos lo entenderán como una mera declaración —pero es una declaración política muy potente, muy rotunda—. La solución pasa por dos Estados que puedan convivir.
Sin embargo, Washington no apoya esta iniciativa. ¿Por qué cree que Trump apoya tan explícitamente a Netanyahu? ¿Se trata de ideología o interés común?
No me gustaría especular sobre otros. Lo que sí puedo decir es que la Unión Europea tiene una posición clara: condenamos de manera firme y contundente los ataques terroristas de Hamás; exigimos la liberación inmediata y sin condiciones de los rehenes; y queremos reforzar a la Autoridad Palestina. Nuestro objetivo es garantizar que obtenga el control efectivo de todo el territorio palestino y que el futuro de Palestina sea democrático —sin los terroristas de Hamás—.
La postura europea hacia Israel parece haber cambiado en estos últimos meses tras el apoyo inicial.
Desde el principio reconocimos el derecho de Israel a la legítima defensa —incluso fuera de sus fronteras—. Pero, a día de hoy, está claro que la acción militar de Israel no se inscribe dentro de los límites de la legítima defensa.
No hay palabras para describir la tragedia humanitaria que se está viviendo en Gaza. Utilizar el hambre como arma de guerra es inadmisible. Israel debe aceptar un alto el fuego, permitir la entrada de la ayuda humanitaria y respetar las leyes internacionales en Gaza. Asimismo, debe detener las actividades ilegales de los colonos en Cisjordania. Lo que Israel busca de facto en estos momentos es comprometer la viabilidad de un Estado palestino en Palestina.
Se teme que la operación militar en Gaza busque, como objetivo final, anexar el territorio palestino y pudiese incluso forzar el desplazamiento de su población. No habría un Estado palestino porque no habría un territorio para los palestinos. ¿Es esa la línea roja para Europa?
Sí, eso no puede ocurrir.
Es evidente que desde el punto de vista militar, el objetivo que persigue Israel o bien está siendo un terrible fracaso o es algo completamente diferente a la destrucción de Hamás. Después de dos años de guerra, decenas de miles de muertos y una destrucción terrible en Gaza, Hamás sigue teniendo capacidades operativas.
Eso solo puede significar que, o bien la operación ha sido un fracaso porque no ha logrado destruir a Hamás, o que el verdadero objetivo era otro.
¿Cuál sería ese objetivo?
La destrucción de Gaza y así hacer que sea imposible que los palestinos vivan en paz en un Estado soberano.
El presidente español Pedro Sánchez ha tildado la guerra en Gaza de “genocidio” y ha pedido no tener miedo a la hora de emplear ese término, a pesar de no ser unánime. ¿Es irresoluble la divergencia existente en el Consejo Europeo sobre esta cuestión?
Es un ejemplo de la dificultad que encontramos a la hora de construir una posición común a partir de las sensibilidades nacionales —que son muy diferentes entre los 27—.
Durante meses encontramos muchas dificultades a la hora de establecer una línea común en el Consejo. En la última reunión, logramos alcanzar un acuerdo condenando el bloqueo a la ayuda humanitaria y pidiendo un alto al fuego. Pero ha sido un camino verdaderamente difícil. Los austríacos, checos, alemanes o húngaros, perciben un sentimiento muy diferente con respecto a otros Estados miembros. Lograr la unanimidad sobre sentimientos es muy difícil. Sin embargo, hay una creciente voluntad política y una conciencia común de que lo que está ocurriendo en Gaza es inadmisible.
¿Cómo se traduce eso de manera más concreta?
Alemania, por ejemplo, ha aprobado el embargo de exportaciones de armas a Israel. La Comisión acaba de proponer sanciones a dos ministros y la suspensión parcial del acuerdo comercial con Israel. Gaza va a seguir presente en el Consejo.
Más allá de un nivel de conciencia común, tenemos que tomar decisiones y ser consecuentes con respeto a Israel. El grado de estas consecuencias es lo que concentra el debate en este momento .
80 años después del Holocausto, el antisemitismo ha vuelto a Europa. Y nuestra historia demuestra lamentablemente que una vez que se enciende esa mecha, resulta muy difícil contenerla. ¿Qué medidas deberían ser adoptadas para impedir un nuevo auge del antisemitismo en Europa?
Debemos combatir todas las formas de intolerancia y discriminación. Y lo debemos hacer con este conflicto en particular.
Nuestras acciones no tienen nada que ver con la comunidad judía en Europa, los israelíes o con Israel.
Pero sí tiene todo que ver con la forma en la que el gobierno de Israel está llevando a cabo una acción militar que viola el derecho internacional y humanitario. Es inaceptable. Pero no debemos confundir el gobierno de Israel con Israel, con el pueblo israelí y mucho menos con los judíos en Europa.
Tenemos que ser muy claros con esto.