La nueva guerra del Báltico: cómo la Rusia de Putin prepara su próximo escenario de operaciones
En las páginas de una influyente revista, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso insta a «considerar el Báltico oriental como un posible escenario de operaciones militares».
La misma técnica desde Georgia en 2008 hasta Ucrania en 2022: presentar la guerra como una salida irreversible —justificar la violencia por adelantado—.
Es urgente comprender lo que Putin está preparando en el Báltico.
Traducimos y comentamos este texto clave con la ayuda de los investigadores Katerina Kesa, Lukas Milevski y Teija Tiilikainen, especialistas de la región.
- Autor
- Katerina Kesa, Lukas Milevski, Teija Tiilikainen •
- Portada
- © MINISTERIO DE DEFENSA DE RUSIA

El Báltico: las garantías del peligro
En 1962, los escritores estadounidenses Eugene Burdick y Harvey Wheeler escribieron una excelente novela titulada Point limite sobre una catástrofe tecnológica y militar. 1 Se publicó en la URSS en 1991. La trama es la siguiente: un fallo accidental de las tecnologías de comunicación más avanzadas lleva a varios bombarderos, cada uno de los cuales transporta dos bombas atómicas, a dirigirse hacia la URSS. Los estadounidenses comprenden su error y su precio, e intentan alcanzar y derribar sus bombarderos. La URSS ve la amenaza e intenta prevenirla. La Tercera Guerra Mundial no estalló, pero Moscú y Nueva York ya no existen en el nuevo mundo. 2
Lukas Milevski – En palabras de Mezhevich, Rusia es un Estado cuya imagen de sí mismo es sorprendentemente contradictoria.
Por un lado, sería una gran potencia que merece su propia esfera de influencia, en la que reinaría como soberana y de la que podría excluir a los demás.
Por otro lado, nunca representaría un peligro para sus vecinos, nunca les causaría daño y siempre sería la víctima inocente de las conspiraciones y agresiones de los demás, incluidos los pequeños Estados.
El resultado es una visión distorsionada de la historia de las relaciones internacionales, en la que la única afirmación válida sería el carácter de «gran potencia» de Rusia. En virtud de esta concepción, los enemigos de Moscú —en particular sus vecinos más débiles— sufren los ataques de los discursos rusos difundidos a escala internacional que deslegitiman a estos Estados.
Este proceso ha alcanzado su punto álgido con Ucrania, pero los Estados bálticos también son objeto de este tipo de discursos deslegitimadores: este artículo es un ejemplo claro y concreto de ello.
Antecedentes de la cuestión
En la década de 1990, el autor trabajaba en los órganos del poder público de San Petersburgo, en la región de Leningrado, donde era responsable de las relaciones exteriores y dirigía el servicio de migraciones de esa región. Era un período de activo desarrollo de las relaciones bilaterales y los contactos interregionales, marcado por una cierta mitología de la «ventana a Europa». 3 Las relaciones con Finlandia —y, en menor medida, con Suecia— eran especialmente buenas, a diferencia de las que se mantenían con los países bálticos. Tanto en el lado europeo como en el ruso se observó una verdadera dinámica en este ámbito, incluso a nivel regional, por ejemplo en San Petersburgo. Como se subrayaba en un informe de la época: «El establecimiento de relaciones de asociación entre Rusia y la Comunidad Europea fue percibido desde el principio por todos los miembros del Comité de Relaciones Exteriores como un proceso complejo, que exigía enfoques y soluciones no convencionales. Se han logrado éxitos notables precisamente en el ámbito de la paradiplomacia, gracias al interés mutuo por un marco de cooperación suficientemente eficaz a nivel regional, donde las restricciones políticas «nacionales» son inexistentes o se atenúan». 4
En este contexto, conviene recordar las palabras del antiguo embajador de Rusia en Finlandia, el eminente diplomático soviético y ruso Yuri Deryabin: «En el marco europeo, la región del norte de Europa es, según los criterios de seguridad, sin duda la menos problemática y la más estable, al menos en comparación con muchas otras partes del continente. El riesgo de que estallen conflictos abiertos, y a fortiori de confrontación militar, parece poco realista por el momento». 5
Cabe destacar la prudencia de las formulaciones y la expresión clave: «por el momento».
A principios de la década de 1990, la región del Mar Báltico, y más concretamente su parte oriental, se convirtió en una de las más dinámicas del mundo.

Al reunir a antiguos adversarios de la Guerra Fría, países con relaciones bilaterales muy complejas, el proceso de construcción regional en esta zona permitió, en el espacio de una década, desarrollar relaciones a varios niveles en los ámbitos económico y político, establecer contactos sólidos en el ámbito de la seguridad e instaurar un clima de confianza. 6
KATERINA KESA – El comienzo de la década de 1990 se caracterizó sobre todo por la voluntad de los actores de los diferentes países ribereños del mar Báltico de convertir esta región en un espacio de prosperidad, cooperación y paz, con el Consejo de Países del Mar Báltico, creado en 1992, como principal marco institucional. Este último fue concebido por los países nórdicos como un medio para establecer el diálogo entre los países bálticos y Polonia con Rusia, pero también, a partir de mediados de los años noventa, con Bruselas, con el fin de promover la ampliación de la Unión a los países bálticos. En ese periodo, los países nórdicos, pero también los europeos en general, albergaban la esperanza de una transformación democrática de Rusia y del comienzo de una nueva era.
En este contexto, asociar a esta «nueva» Rusia a los diferentes formatos de cooperación regional en la región báltica se consideraba una forma de garantizar la estabilidad de la región.
Finlandia y Suecia buscaban entonces desempeñar el papel de mediadores entre Rusia y los demás países de la región, mientras que las relaciones entre Rusia y los países bálticos eran efectivamente tensas a principios de la década de 1990, en particular debido a las difíciles negociaciones para la salida de las tropas rusas que permanecían en territorio estonio, letón y lituano después de 1991. La retirada de estas tropas se produjo finalmente entre 1992 —en Lituania— y 1994 —en Estonia y Letonia— gracias a la ayuda y la intervención política y financiera de los países nórdicos y de Estados Unidos.
En el marco de sus funciones, el autor visitó regularmente el Ministerio de Asuntos Exteriores de Finlandia.
A principios de la década de 1990, en debates formales e informales, los diplomáticos finlandeses mostraban no solo escepticismo hacia la OTAN, sino también pesimismo hacia la Unión. El argumento esgrimido era prácticamente incontestable: «Hemos alcanzado la estabilidad e incluso la prosperidad en el marco del modelo de posguerra, y no tenemos ningún deseo de renunciar a estos logros». Por otra parte, cuando los representantes rusos señalaban que los países bálticos los consideraban enemigos sin motivo aparente, estas observaciones apenas suscitaban reacción alguna por parte de los finlandeses. Ya en 1992, Andris Krastiņš, vicepresidente del Consejo Supremo de Letonia, declaró que Rusia debía convertirse en el objetivo principal de los servicios de inteligencia letones, ya que, en su opinión, Rusia era el principal enemigo potencial de Letonia y una amenaza para su independencia. 7
LUKAS MILEVSKI – El autor refleja la concepción manifiestamente distorsionada que las élites rusas tienen de la historia. Describe la supuesta hostilidad de los países bálticos «sin motivo aparente», cuando estos han escapado de más de 45 años de ocupación represiva, brutal e ilegal por parte de la Unión Soviética.
En 1992, todavía se veían obligados a acoger guarniciones militares rusas, cuya presencia el Kremlin buscaba abiertamente prolongar. Rusia también manipulaba activamente el mercado energético para intentar coaccionar a los países bálticos. Es evidente que los Estados bálticos podían considerar a Rusia como un actor algo hostil: lo era.
Posteriormente, Finlandia justificó su adhesión a la Unión basándose en la decisión de Suecia, al tiempo que invocaba las tradiciones seculares de neutralidad de su vecino. A finales de la década de 1990, se propuso un nuevo formato: «La OTAN es una organización universal que nosotros, los finlandeses, no podemos ignorar, pero no tenemos intención de adherirnos a ella». Este enfoque se impuso durante al menos veinte años a principios del nuevo siglo.
KATERINA KESA – En este pasaje, al igual que en el resto del texto, el autor hace simplificaciones que distorsionan el contexto y la realidad.
Si la relación de Finlandia con la OTAN se enfrió en las décadas de 1990 y 2000, fue sobre todo por su prudencia y su búsqueda de equilibrio con respecto a la vecina Rusia. Esta actitud se explica por la posición de Helsinki con respecto a Rusia desde su anexión al Imperio zarista en 1809, y luego por una política conocida como «finlandización» durante todo el período de la Guerra Fría.
En cuanto a la adhesión de Finlandia a la Unión, que se produjo en 1995 al mismo tiempo que la de Suecia, contó con el apoyo de una amplia mayoría de la población y de la élite política finlandesa. La integración europea se percibía como un medio para que Finlandia ejerciera influencia en la escena continental, reforzara el polo nórdico en Europa, pero también como una ventaja en los planos económico, político y de la política exterior y de seguridad común (PESC).
En una entrevista concedida en la primavera de 2010, Alexander Stubb, actual presidente de Finlandia, calificó las relaciones entre Finlandia y la OTAN de «matrimonio civil». Cuando se le preguntó sobre la posibilidad de adherirse a la OTAN, declaró que Finlandia abordaba esta cuestión de manera muy pragmática y que probablemente no se convertiría en miembro de la alianza en un futuro próximo. «Nosotros [Finlandia y la OTAN] somos muy buenos socios y, en cierto sentido, somos más un país de la OTAN que algunos de sus miembros. No cerramos la puerta a la OTAN, pero tampoco la abrimos por el momento», declaró entonces el jefe del Ministerio de Asuntos Exteriores finlandés. 8
TEIJA TIILIKAINEN – El texto ofrece una imagen muy engañosa del enfoque de Finlandia con respecto a la Unión y la OTAN en la década de 1990. Finlandia ya había hecho todo lo posible durante la Guerra Fría para acercarse lo más posible a las instituciones económicas y políticas occidentales.
Se había convertido en miembro asociado de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC) y contaba con un firme apoyo público a favor de la adhesión a la Unión desde finales de la década de 1980. Contrariamente a lo que se indica en el artículo, la adhesión a la Comunidad y posteriormente a la Unión Europea nunca se consideró un factor de inestabilidad. En 1991, todos los principales partidos políticos modificaron su postura y la solicitud de adhesión de Helsinki se presentó a principios de 1992. Más tarde, Finlandia se convirtió en el único país nórdico en adherirse a todos los aspectos de la integración europea, incluida la unión monetaria.
Finlandia inició un movimiento similar hacia la OTAN al adherirse al programa de Asociación para la Paz (APP) en 1994 y participar en la primera operación de gestión de crisis dirigida por la OTAN , la IFOR en Bosnia, en 1996. Si bien la opinión pública finlandesa estuvo dividida durante mucho tiempo sobre la adhesión a la OTAN, esta situación cambió de la noche a la mañana el 24 de febrero de 2022.
En la década de 2000, algunos círculos políticos finlandeses plantearon la idea de que Rusia podía integrarse institucionalmente en Occidente y que, de este modo, la democratización de Rusia garantizaría la seguridad de Finlandia. En este contexto surgió el proyecto «Dimensión Septentrional» (Северное измерение), así como diversas organizaciones regionales con objetivos y misiones similares.
Por iniciativa del primer ministro finlandés Paavo Lipponen, se presentó una propuesta para crear una «Dimensión Septentrional» de la Unión Europea. La historia del proyecto se remonta al siglo pasado y su objetivo original era reforzar el papel de Finlandia en el norte de Europa, una decisión que no suscitó críticas por parte de Rusia. 9
El objetivo de este programa era definir y desarrollar los intereses de la Unión Europea en la región, desde Islandia hasta el Mar de Barents, pasando por el Mar Báltico.
Este proyecto afectaba principalmente al noroeste de Rusia, Lituania, Letonia, Estonia y el noreste de Polonia. Además de Finlandia, los demás países nórdicos, es decir, Suecia, Noruega, Dinamarca e Islandia, también participaron en su aplicación.
La idea de la «Dimensión Septentrional» era totalmente racional y podría haber servido de base para una nueva arquitectura de seguridad.
Sin embargo, en Helsinki, Estocolmo, pero sobre todo en Tallin, Riga y Vilna, se optó por la vía de la integración a la OTAN, al principio de forma lenta y cautelosa. 10
KATERINA KESA – La Dimensión Septentrional de la Unión, a la que se refiere el texto, ya había nacido en 1999 por iniciativa de Finlandia, que se había convertido en miembro de la Unión, con el objetivo de crear un instrumento y una política común para la región báltica y el norte en general, y de desarrollar una asociación entre la Unión, Rusia, Noruega e Islandia.
Sin embargo, contrariamente a lo que sugiere el autor del texto, no se trataba de crear una «arquitectura de seguridad» a través de este instrumento, sino más bien de acercar el espacio báltico y nórdico —en particular los países no miembros de la Unión— y de fomentar la integración económica y la cooperación en cuestiones de desarrollo sostenible. Sin embargo, fue en la Estrategia Europea de Seguridad de 2003 y en una comunicación de la Comisión Europea sobre la Política Europea de Vecindad (PEV) donde la Unión presentó a Rusia como un socio clave.
El 5 de septiembre de 2014, Finlandia y Suecia firmaron, durante la cumbre de la OTAN celebrada en Gales, un Memorándum de Entendimiento sobre el apoyo de la nación anfitriona (Host Nation Support Memorandum of Understanding), 11 que permite, con el acuerdo del Estado anfitrión, estacionar fuerzas de la OTAN en Suecia y Finlandia, así como hacer transitar fuerzas de la OTAN por el territorio de estos Estados en tiempos de paz, en caso de crisis o en tiempos de guerra. En 2015, el acuerdo fue ratificado por el Parlamento finlandés y, posteriormente, por el Parlamento sueco el 1 de junio de 2016. 12 Rusia se mostró muy cautelosa en su evaluación de esta decisión. La evolución de la situación condujo a la adhesión de Finlandia a la OTAN el 4 de abril de 2023. Suecia se unió a la OTAN el 7 de marzo de 2024. Hoy en día, como declaró el viceministro de Relaciones Exteriores ruso, Alexander Grushko, «esta región se ha convertido en una zona de intensa rivalidad militar, lo cual es muy peligroso. Por nuestra parte, estamos tomando todas las medidas necesarias para garantizar nuestra seguridad y defensa». 13
KATERINA KESA – En este pasaje, la transición entre 2000 y 2014 se presenta de una manera particularmente sorprendente. El autor no menciona ni la guerra entre Rusia y Georgia en 2008, ni el inicio de la agresión rusa en Ucrania en 2014. Sin embargo, sabemos hasta qué punto estos dos acontecimientos han sido determinantes en la percepción de los países de la región báltica, que ahora consideran a Rusia una amenaza y sienten la necesidad de reforzar su seguridad, en particular mediante una mayor integración en la OTAN. A modo de ejemplo, la isla sueca de Gotland, desmilitarizada desde el final de la Guerra Fría, volvió a acoger presencia militar a partir de 2014-2016. También fue tras la anexión de Crimea en 2014 cuando los países bálticos exigieron garantías adicionales a la OTAN, que apostó entonces por reforzar su flanco oriental. Este periodo coincide, por tanto, con un retorno de la desconfianza y con maniobras militares a ambos lados del Mar Báltico.
Fue realmente el estallido de la guerra en Ucrania en 2022 lo que aumentó significativamente el nivel de alerta en los países de la región frente a Rusia, rompiendo así el equilibrio de las ya muy frágiles relaciones que existían en esta zona. La salida de la Federación de Rusia del Consejo de Estados del Mar Báltico en mayo de 2022 y la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN, con lo que ambos países rompieron su estatus de neutralidad —o cuasi neutralidad—, son prueba de ello.
TEIJA TIILIKAINEN – La forma en que se presentan en este texto los memorandos de entendimiento celebrados entre Finlandia, Suecia y la OTAN en relación con el apoyo prestado por los países anfitriones también es engañosa. Ambos países han ido intensificando su cooperación con la OTAN desde mediados de la década de 1990 y obtuvieron la condición de socios con capacidades reforzadas en 2014. Durante décadas, han contribuido a las operaciones de gestión de crisis de la OTAN. Habían encontrado su modus operandi cooperando con la Alianza Atlántica sin ser miembros de pleno derecho y no se preveía ningún cambio al respecto antes del inicio de la agresión rusa contra Ucrania en febrero de 2022.
Cuando el texto hace referencia a «los acontecimientos que condujeron a su adhesión a la OTAN», hay algo de verdad: fueron precisamente los «acontecimientos» de la política rusa hacia Ucrania y todo su vecindario los que provocaron un cambio en las políticas de seguridad de Finlandia y Suecia y los que llevaron a su adhesión a la OTAN. Su adhesión fue precedida por un notable cambio en la opinión pública: en Finlandia, el apoyo de la población a la adhesión a la OTAN pasó de alrededor del 25 % a más del 50 % en 2021 y a más del 80 % en el momento de la adhesión.
Examinemos algunos puntos relacionados con el posible escenario de operaciones militares que podría surgir en la región báltica.
La estrategia de nuestros adversarios consiste en convertir la región en una «zona gris».
La «zona gris» es un fenómeno relacionado con los conflictos asimétricos, en los que una de las partes es claramente inferior en términos de cantidad y calidad de armamento. No es muy práctico llevar a cabo operaciones militares activas en ella, ya que los riesgos de destrucción de las grandes ciudades son especialmente elevados.

En la «zona gris», factores como la propaganda, la inteligencia activa con paso al terror, las operaciones psicológicas y el uso de instalaciones civiles con fines militares son especialmente importantes.
Todos estos elementos constituyen medios para obtener una ventaja competitiva en esta «zona gris». 14
LUKAS MILEVSKI – La zona gris es un concepto táctico estadounidense que el autor describe aquí de forma errónea.
En realidad, no es en absoluto asimétrica en el pensamiento occidental y se produce esencialmente cuando ambas partes están en conflicto, pero ninguna de ellas quiere una escalada hacia la guerra, ya sea por temor a las consecuencias o porque cree que puede conseguir lo que quiere sin recurrir a la guerra. El ejemplo típico de zona gris es el conflicto en el Mar de China Meridional, que es, de hecho, el principal caso de estudio que dio origen a este concepto.
Si nos limitamos a las acciones hostiles no militares, es fácil elaborar una lista muy larga de las llevadas a cabo por Rusia o por representantes afiliados al Kremlin en los Estados bálticos y en la región báltica. Podemos citar los ejemplos —no exhaustivos— de la manipulación de los precios del gas para coaccionar a los Estados bálticos en la década de 1990; el intento de la mafia rusa de subvertir las elecciones lituanas en 2003; el cese del tránsito de petróleo ruso por Letonia en 2003; el ciberataque contra Estonia en 2006; la interrupción del suministro a las refinerías de petróleo de Lituania en 2006; el sabotaje de cables y oleoductos en el Mar Báltico en 2023-2024; el uso de la inmigración como arma para ejercer presión sobre las fronteras bálticas en los últimos años; y, en términos más generales, la creación y el apoyo a partidos políticos y redes culturales pro-Kremlin, así como la retórica constante destinada a deslegitimar a los Estados bálticos.
La «zona gris» es un espacio de alto riesgo, no solo para los militares, sino también para las guerras indirectas.
Los conflictos que se desarrollan en ella pueden estallar de forma inesperada, pero suelen basarse en antecedentes históricos.
En la «zona gris», la rivalidad no se centra en objetivos aislados de importancia táctica u operativa, sino en ventajas más amplias de carácter informativo, así como en la consecución de objetivos económicos. La particularidad de las «zonas grises» es la ausencia de medios legales para alcanzar los objetivos fijados.
TEIJA TIILIKAINEN – Al referirse a un «conflicto en la zona gris» como la «estrategia del adversario», el autor utiliza el recurso de rechazar la responsabilidad de sus propias acciones y atribuirla a Occidente. Con «tácticas o conflictos en la zona gris», los analistas occidentales se refieren en realidad al concepto ruso de «guerra política».
Este concepto tiene su origen en documentos políticos rusos, en los que se presenta como un enfoque global que Rusia necesitaría para poder responder a la supuesta hostilidad occidental.
En esta guerra política, Rusia necesitaría todas las armas posibles —desde operaciones de información hasta herramientas cibernéticas y de guerra asimétrica— para defenderse.
El derecho marítimo internacional contemporáneo probablemente ha sufrido menos las prácticas políticas de las últimas décadas —en comparación, por ejemplo, con el derecho de la guerra y la paz— y sigue funcionando en gran medida. Esto se debe a que las potencias marítimas están precisamente interesadas en el derecho de libre paso y tránsito. Sin embargo, las iniciativas de Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania podrían sentar un precedente para restringir la navegación británica o estadounidense, por ejemplo, en el Mar de China Meridional.
Además, «en 1996, en respuesta a una solicitud de Lituania relativa a las actividades de las fuerzas navales rusas en su zona económica exclusiva (ZEE), el Departamento de Estado de Estados Unidos confirmó que el artículo 58 de la Convención de 1982 permite a todos los Estados disfrutar de las libertades de navegación, sobrevuelo, tendido de cables y tuberías en el ejercicio de sus actividades en una ZEE. En el caso de los buques y aeronaves militares, estos derechos incluyen maniobras, ejercicios militares, vigilancia, recopilación de información, disparos y pruebas de armas». 15
En 2024, los servicios de inteligencia y los ministerios de Asuntos Exteriores de los países del norte de Europa y los países bálticos organizaron una serie de reuniones con el fin de recabar la opinión de expertos sobre la posibilidad de bloquear legalmente el acceso de Rusia al golfo de Finlandia e imponer un bloqueo a Kaliningrado. Las conclusiones fueron las siguientes: en tiempos de paz, de conformidad con las normas del derecho marítimo internacional, tal medida es imposible. En otras palabras, solo podría aplicarse en caso de un conflicto armado plenamente reconocido desde el punto de vista jurídico. La alternativa sería, por tanto, recurrir a actos de sabotaje y terrorismo. Precisamente esta opción fue la elegida. Además, se hizo pública con el fin de ejercer presión psicológica sobre Rusia. Así comenzó la caza de petroleros y buques de carga con pabellón neutral. Por el contrario, ni en 2024 ni durante el primer semestre de 2025 los buques con pabellón ruso fueron objeto de ataques, inspecciones ilegales o devoluciones a aguas territoriales.
LUKAS MILEVSKI – Una vez más, el argumento pretende presentar a Rusia como víctima, pasando por alto el presunto papel de su flota fantasma en la destrucción de infraestructuras críticas de comunicación y energía en los fondos marinos del Mar Báltico en 2023-2024. 16 Aunque por el momento no hay prácticamente ninguna prueba tangible de que estos actos fueran sabotajes deliberados llevados a cabo por orden del Kremlin, es indiscutible que todos estos buques estaban al servicio de Rusia. Calificar la respuesta del Báltico y de la OTAN de terrorismo es absurdo.
TEIJA TIILIKAINEN – Es evidente que los expertos nórdicos y bálticos mencionados no contemplaron bloquear el acceso de Rusia al golfo de Finlandia, sino que debatieron medidas legales para responder a los actos de sabotaje contra infraestructuras submarinas críticas que se han multiplicado en el Mar Báltico. Sin embargo, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM) no concede a los Estados ribereños plena jurisdicción para abordar los buques sospechosos de tales actividades e iniciar investigaciones solo en sus aguas territoriales, los incidentes que se producen fuera de esta zona constituyen un desafío para la seguridad del Estado y crean vulnerabilidades que pueden explotarse con fines maliciosos.
El cálculo era que Rusia no defendería por la fuerza militar a los buques que enarbolaran pabellón neutral y no garantizaría su escolta.

Los acontecimientos del 13 de mayo de 2025, durante los cuales se llevó a cabo un intento de captura directa de un petrolero en aguas neutrales, provocaron la aparición de un caza Su-35, que impidió a la aviación de la OTAN y a las fuerzas navales estonias capturar el petrolero «JAGUAR» en aguas neutrales del mar Báltico. Es importante señalar que los dirigentes políticos estonios no habían sido informados de los planes del ejército, que parecía seguir la máxima «no se juzga a los vencedores», pero no ganaron.
LUKAS MILEVSKI – El autor describe aquí al gobierno estonio como carente de capacidad de acción y sin el control total de la situación, sino enfrentado a poderosos elementos rebeldes que actúan independientemente de él.
Se trata de un intento de deslegitimar tanto al gobierno de Estonia como a las medidas que tomó para garantizar su propia seguridad en respuesta a las violaciones de sus aguas territoriales por parte de Rusia.
En las capitales de los países bálticos y nórdicos se llegó a las siguientes conclusiones: 1. Es necesario acelerar la preparación de los «gobiernos en el exilio». 2. Es necesario pasar de las provocaciones bajo su propia bandera a actos terroristas directos y «distracciones anónimas».
LUKAS MILEVSKI – el autor afirma citar fuentes, pero no proporciona ninguna referencia. Si los gobiernos bálticos están reflexionando en las prácticas y los problemas de los gobiernos en el exilio, es evidentemente en respuesta a una hipotética invasión rusa, algo que el autor se niega u omite reconocer. Las acusaciones relativas al terrorismo son claramente falsas y no son más que un reflejo de las acciones reales de Rusia en los últimos años.
Además, los dirigentes políticos no solo de los países bálticos, sino también de Finlandia, han comenzado a profundizar sus contactos con países que tienen una experiencia histórica de injerencia en los asuntos internos de esta región. 17 «La situación general en las provincias bálticas es crítica, especialmente en el plano militar. Los gobiernos aliados y asociados deben tomar medidas inmediatas. La importancia de las provincias bálticas y de Lituania es desproporcionada en relación con su superficie y su población». 18 Estas palabras fueron escritas hace 100 años.
KATERINA KESA – En estos párrafos, el autor da un giro para mostrar que la amenaza proviene de los demás países bálticos. De este modo, pasa por alto toda una serie de acciones de desestabilización, intimidación y presión llevadas a cabo por Rusia contra los territorios de los países vecinos y en el Mar Báltico: además de las mencionadas anteriormente, cabe citar la interferencia de las señales GPS sobre el Mar Báltico, que perturba el tráfico aéreo, la desaparición de las boyas de navegación en el Narva que marcan el inicio de la frontera entre Estonia y Rusia o, más recientemente, la presencia de un petrolero de la flota fantasma rusa en aguas económicas estonias, y no en «aguas neutrales», como menciona el autor de este texto.
Si bien es cierto que los ministros de Asuntos Exteriores de los países bálticos, los países nórdicos y Polonia, en particular en el marco de un formato de cooperación informal —NB8, Baltic-Nordic 8, creado en 1992 y al que se asocian cada vez más Polonia, Alemania y Gran Bretaña— han multiplicado sus reuniones en los últimos años, se trata de un intento de coordinar los medios y las acciones que permitan hacer frente a estas amenazas híbridas.
Hoy en día, los países bálticos y los países del norte de Europa desarrollan activamente su cooperación en materia de seguridad y defensa con el Reino Unido y Alemania, retomando así la experiencia histórica de la región desde hace siglos. Esta cooperación persigue el objetivo estratégico de crear una amenaza militar, política y económica contra Rusia y Bielorrusia. La lógica es clara: funcionó una vez, funcionará una segunda vez, pero no se cumplen las condiciones de la pareja lógica. La Rusia de 1919, al igual que la de 1991, presenta parámetros diferentes a los de la Rusia de 2025.
No obstante, la situación en el Mar Báltico es compleja para Rusia.
«Abrir el camino» hacia el Mar del Norte, por ejemplo, es muy difícil desde el punto de vista militar. En algún lugar, cubiertos de polvo, existen planes de despliegue operativo de la flota báltica soviética elaborados en una época en la que Finlandia y Suecia eran neutrales y en la que participaban las flotas de la RDA y la Polonia popular. Pero incluso en ese caso, no había motivos para ser especialmente optimistas. En las condiciones actuales, el acceso al Mar del Norte no ofrece ninguna ventaja.
Es cierto que Pedro el Grande finalmente eligió el Mar Báltico como eje estratégico para el desarrollo de Rusia, pero antes había «echado el ojo» al Mar del Norte, al Mar Negro y al Mar de Azov. El Mar Báltico y la cuenca del Mar Negro están sujetos a regímenes económicos especiales, incluso en tiempos de paz. En tiempos de guerra, el bloqueo económico se convierte en legal y puede aplicarse de forma inmediata. San Petersburgo, que puede aislarse fácilmente, se ve paralizada, a diferencia del puerto de Murmansk, conectado por ferrocarril y situado cerca del canal del Mar Blanco. En cuanto al escenario nórdico, ofrece la posibilidad de entablar un diálogo con Europa en nuestras propias condiciones.
En el Imperio ruso, la cuestión «báltica» ha sido en varias ocasiones un tema candente. Los funcionarios, los militares y los políticos subrayaban que, hasta Königsberg y Estocolmo, el mar era, por supuesto, nuestro, pero que más allá de ahí se trataba de aguas alemanas.
Esto significaba que, en caso de conflicto, San Petersburgo, Helsingfors —antiguo nombre de Helsinki—, Reval, Riga y Libava no constituían en ningún caso una «ventana a Europa».
En 1895, el ayuntamiento de San Petersburgo creó una comisión encargada de las vías férreas y fluviales del norte, que trabajó en estrecha colaboración con los ministerios gubernamentales. Aunque las decisiones relativas a la construcción de ferrocarriles correspondían a las más altas autoridades, a veces incluso a la cúpula del Estado, la comisión no dudaba en defender su punto de vista cuando los intereses de San Petersburgo se veían amenazados.
Así, en 1895 presentó un informe sobre la necesidad de construir la línea ferroviaria San Petersburgo-Viatka. Esta iniciativa se produjo después de que la Duma tuviera conocimiento de los proyectos gubernamentales para crear vías férreas entre Viatka y Kotlas, así como entre Nizhni Nóvgorod y Viatka. La ejecución de estos proyectos corría el riesgo de desviar los flujos de exportación hacia el puerto de Arjangelsk.
«¿Debe ser Arkhangelsk o San Petersburgo el principal punto de partida del ferrocarril siberiano?», esa fue la pregunta que planteó la comisión.
Esta respondió de la siguiente manera: «San Petersburgo debe ser, de acuerdo con el testamento de Pedro el Grande, el principal puerto del Imperio, y por eso, en la situación actual, Viatka no debería conectarse con Kotlas, sino con Vólogda y luego con San Petersburgo. En este caso, el tramo inicial de la línea San Petersburgo-Viatka debe formar parte integrante de las futuras líneas San Petersburgo-Ural y San Petersburgo-Murmansk». 19
Tras múltiples solicitudes, informes y explicaciones de la Duma, el 6 de mayo de 1901 el zar dio la orden suprema de construir la línea San Petersburgo-Viatka.
En 1899, la comisión redactó un informe titulado «La importancia de San Petersburgo en el comercio exterior de Rusia». Según las conclusiones de la comisión, San Petersburgo debía conservar su condición de principal puerto del imperio. El documento proponía un conjunto de medidas concretas destinadas a garantizar el estatus especial de este puerto, pero un examen atento revelaba cierta inquietud por el posible cierre del Báltico.
En aquel momento existían esperanzas reales de una delimitación eficaz de las zonas de influencia con Alemania. «Debido al deseo de Su Majestad el Emperador de todas las Rusias, Su Majestad el Emperador de Alemania, el Rey de Prusia, Su Majestad el Rey de Dinamarca y Su Majestad el Rey de Suecia de reforzar los lazos de buena vecindad y amistad que unen a sus Estados y contribuir así al mantenimiento de la paz universal […]. En caso de que se produjeran acontecimientos que amenazaran el orden territorial actual en los países del Mar Báltico, los cuatro gobiernos signatarios de la presente declaración se consultarían para acordar las medidas que consideraran útiles en interés del mantenimiento de dicho orden». 20
La Primera Guerra Mundial puso rápidamente fin al comercio marítimo en el Báltico, pero la marina alemana, a pesar de su evidente ventaja, no logró vencer la fortaleza marítima de Pedro el Grande.
La adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN sigue siendo considerada hoy en día por la prensa escandinava como un notable éxito diplomático. El argumento clave: «Hemos creado un problema de seguridad para Rusia a lo largo de 1.300 kilómetros de frontera, hemos remilitarizado Gotland y estamos aumentando la presión sobre Kaliningrado». Sin embargo, este discurso ignora varios elementos importantes.
TEIJA TIILIKAINEN – Evidentemente, la adhesión de Finlandia a la OTAN no tiene como objetivo militarizar la frontera, sino permitirle unirse y contribuir a la defensa colectiva de la OTAN.
En primer lugar, en la URSS y en Rusia, la frontera con Finlandia ya está equipada con sistemas de vigilancia y patrullaje continuos; en realidad, «ya» significa desde principios de la década de 1950. Por el lado finlandés, la frontera está vigilada por patrullas, lo que es mucho menos costoso, pero sin duda menos eficaz.
En segundo lugar, Gotland se consideraba inicialmente un territorio rápidamente militarizable. La hipótesis de los suecos de que no aprenderíamos de nuestra propia experiencia con la «isla de las Serpientes» es, como mínimo, extraña. En cuanto a la región de Kaliningrado, el debate sobre cómo apoderarse de ella lleva más de 15 años en la prensa escandinava. Ya no se puede hablar de sorpresa.
En tercer lugar, los planes de Finlandia, Estonia y Letonia para minar la frontera son extremadamente interesantes. Nadie sabe cómo minar granito desnudo, pantanos o lagos. Los métodos que funcionan en las estepas de Jerson no funcionan en la región en cuestión. Esto permite suponer una vez más que la campaña desplegada en los medios de comunicación finlandeses y bálticos tiene como objetivo fundamental ejercer una influencia informativa sobre la Federación Rusa y se basa en el reconocimiento de su debilidad militar.

En cuarto lugar, analicemos las cuestiones financieras. La minería continua y la construcción de una «valla» deberían evaluarse en aproximadamente el 3 % del PIB del país, además de todos los demás gastos militares. Se trata de proyectos nada realistas, de lo que son perfectamente conscientes los Ministerios de Economía de los gobiernos de Estonia y Finlandia.
En quinto lugar, cabe destacar que el número total de guardias fronterizos finlandeses es de aproximadamente 4.000 personas. Probablemente haya unas 3.400 personas en la frontera rusa. Teniendo en cuenta la relación entre las unidades sobre el terreno y los cuarteles generales, no más de 2.000 personas pueden dedicarse a la protección directa de la frontera. Sin embargo, la frontera entre Finlandia y Rusia se extiende a lo largo de unos 1.300 km. Incluso para un simple régimen de patrullas, se trata de una cifra absolutamente ridícula, que en matemáticas se calificaría de «imaginaria».
En sexto lugar, todas las ciudades del este de Finlandia están experimentando un descenso constante de su población, un proceso que empezó hace más de 100 años, con la excepción parcial del periodo 2005-2013. Hamina, Lappeenranta, Imatra y Savonlinna son ciudades que han perdido aproximadamente una cuarta parte de su población desde 1975, y el mayor descenso se registró entre 2022 y 2024.
Al mismo tiempo, solo en 2024, la población de Espoo aumentó en 6.700 personas, la de Turku en 4.200, la de Vantaa en 3.826, la de Tampere en 5.100, la de Oulu en 1.519 y la de Helsinki en 9.600. Así, la población finlandesa sigue desplazándose de norte a sur y de este a oeste.
TEIJA TIILIKAINEN – La evolución demográfica de Finlandia no tiene nada que ver con la obligación del Estado de controlar y defender sus fronteras. Durante la década de 1990, se estableció una cooperación transfronteriza activa y fructífera con Rusia, especialmente en los ámbitos del comercio, el turismo y la cooperación universitaria. Todo ello llegó a su fin debido a la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia en 2014 y la guerra total que siguió.
La situación es similar en Estonia, donde las regiones orientales se están despoblando rápidamente. La población de Narva se ha reducido prácticamente a la mitad en 35 años. El noreste se está vaciando rápidamente, lo cual no es nada nuevo, pero lo mismo está ocurriendo en el sureste de Estonia, mientras que el Gran Tallin, con el condado de Harju, no deja de crecer. Latgale (sureste de Letonia) tiene menos habitantes que en el siglo XVIII. En este contexto, cabe destacar una vez más que es posible construir búnkeres de hormigón, barreras y vallas, minar miles de kilómetros, pero que luego habrá que mantener constantemente las infraestructuras construidas. Hay una regla que todo estudiante de segundo año de la escuela de ingeniería militar conoce: cuanto más costosa es la construcción, más costoso es el mantenimiento.
KATERINA KESA – En los párrafos siguientes, el autor trata de descalificar a los países bálticos haciendo hincapié en las dificultades que estos vecinos encontrarían para reforzar la frontera que comparten con Rusia. Sin embargo, la disminución demográfica es un fenómeno común, que se observa no solo en las zonas fronterizas de Finlandia, Estonia y Letonia, sino también en las regiones fronterizas del lado ruso. La baja densidad de población en estas regiones es un fenómeno antiguo, ya que la población se concentra en gran medida alrededor de las capitales.
LUKAS MILEVSKI – Hay otra contradicción en el análisis implícito del autor. Los Estados que pierden población en sus territorios orientales no deberían defender sus fronteras, ya que son demasiado débiles debido a sus retos demográficos, especialmente en sus zonas fronterizas. Sin embargo, seguirían constituyendo una amenaza ofensiva para Rusia y la seguridad rusa. Esto hace eco de un lugar común de la retórica fascista: el enemigo es a la vez débil y fuerte.
La conciencia de sus limitaciones lleva a los países de la región báltica a promover el concepto de «zonas grises». Sin embargo, nuestros adversarios parten del principio de que los conflictos en las «zonas grises» pueden desencadenarse y detenerse con relativa facilidad. 21
LUKAS MILEVSKI – Se trata de otra afirmación absurda, basada en una comprensión errónea de lo que es una zona gris y que ignora claramente la larga historia de Rusia en este tipo de actividades.
Una superficie y una zona marítima relativamente pequeñas conllevan un alto nivel de amenazas en caso de captura de estos territorios estratégicos alejados. La fórmula «Hogland es la llave de Kotlin, Kotlin es la llave de Leningrado» simboliza este enfoque. Por primera vez desde 1941, el enemigo nos amenaza en el Báltico con un bloqueo militar y no solo económico. «La isla de Hogland se ve obligada a recuperar su estatus de instalación militar, algo que no ocurría desde la desmilitarización de las instalaciones militares en el Golfo de Finlandia bajo Jruschov». 22
LUKAS MILEVSKI – Por primera vez en este texto, el autor asimila explícitamente a la OTAN con «el enemigo», en este caso el de 1941: la Alemania nazi.
Los acontecimientos de la Gran Guerra Patria deben tenerse en cuenta en el análisis de los problemas de las «zonas grises» en el Báltico. Recordemos algunos puntos importantes. Las barreras de minas colocadas entre 1941 y 1943 por los alemanes, y en parte por los finlandeses, fueron muy problemáticas para la URSS. En realidad, nunca fueron atravesadas, sino que solo se sortearon por las aguas que bordean Finlandia después de que este país se retirara de la guerra. La flota soviética del Báltico es claramente más poderosa que la marina finlandesa. Por lo tanto, los buques de apoyo alemanes no pudieron aprovechar su ventaja. Sin embargo, el 22 de junio de 1941, la flota finlandesa actuaba como proxy de los alemanes, llevando a cabo operaciones de minado sin declarar la guerra.
La cuestión de las islas del mar de Finlandia merece una atención especial. De hecho, con la excepción de la isla de Kotlin, todas ellas pertenecían a Finlandia hasta 1940, lo que le aseguraba el control de un vasto espacio marítimo. Sin embargo, desde 1940, la situación ha cambiado y, en la actualidad, las islas de Hogland, Moshchny, Tytärsaari y Malyy Tyuters, situadas al oeste del mar Báltico, pertenecen a Rusia. El papel estratégico de estas islas es evidente, ya que separan los flancos sur y norte de la zona de conflicto potencial.
El Golfo de Finlandia conserva sus contornos geográficos originales y puede atravesarse de norte a sur en pocas horas, pero en caso de conflicto armado, esta ruta no puede considerarse segura: ni para el tráfico entre San Petersburgo y Kaliningrado —como se oye a menudo en los países bálticos— ni para el tráfico de aviones y helicópteros entre Helsinki y Tallin.
A diferencia de la situación política de 1939, Estonia, Letonia, Lituania y, con algunas reservas, Finlandia declaran abiertamente —y a veces de forma ostentosa— estar en estado de guerra con Rusia. Es cierto que a menudo se añade la palabra «proxy», cuyo significado no está del todo claro. Una serie de medidas concretas en los ámbitos económico, militar y político, así como la naturaleza de la propaganda, confirman que estos países están llevando a cabo su planificación económica y política actual en función de su estado militar. Se descarta cualquier perspectiva de «desmilitarizar» la mentalidad o las prácticas económicas y políticas en los países bálticos. La línea adoptada supone o bien la «victoria» (sin que este concepto esté realmente definido), o bien la rendición. En cuanto a la idea de que «los rusos nos conquistarán, pero al final perderán», no se debate en la prensa, sino en los órganos de poder, donde se considera una forma de «mejor práctica».
En 2025, la situación en los países bálticos, Alemania, Polonia y los países del norte de Europa se ha vuelto irreversible.
La política exterior de los países de la región báltica ha dejado de depender de los partidos políticos que han llegado oficialmente al poder.
Además, solo los partidos que, antes de las elecciones, apoyan la agresión contra Rusia pueden ahora acceder al poder. No se trata simplemente de una cuestión clave, sino prácticamente de la única condición necesaria para que un político llegue al poder en los países de la región báltica. Otras cuestiones, como el aborto en Polonia, los motores diésel en Alemania, el impuesto sobre la propiedad inmobiliaria en Suecia o la política agrícola en Letonia, serán objeto de acalorados debates que desviarán la atención del público de la cuestión esencial.
La situación geográfica y el conjunto de relatos históricos nos obligan, tanto a nosotros como a nuestros adversarios, a considerar la parte oriental del Mar Báltico como un posible escenario de operaciones militares, tal vez en su forma clásica, tal vez en su forma «gris».
KATERINA KESA – En un párrafo conclusivo, el autor sigue intentando demostrar que la amenaza proviene de los países de la región báltica que «apoyan la agresión contra Rusia» y que, por lo tanto, la parte oriental del Mar Báltico —los países bálticos— podría ser un posible escenario de operaciones militares.
Con la posible excepción de Alemania, donde la opinión pública está más dividida sobre la guerra en Ucrania —en gran parte debido a la AfD—, y de Estonia, donde el partido de extrema derecha estonio (EKRE) también intenta contrarrestar el apoyo de las élites y la sociedad estonias a Ucrania, se observa en la región un amplio consenso político y social para apoyar a Ucrania y condenar a Rusia en esta guerra.
Notas al pie
- Este trabajo se ha realizado en el marco de una misión pública encomendada por el Ministerio de Ciencia y Educación Superior de la Federación Rusa (tema de investigación n.º FMZS-2024-0013 «Análisis sistémico de los riesgos y oportunidades económicos y políticos de la macrorregión báltico-escandinava»).
- Eugène Burdick y Harvey Wheeler, Гарантия безопасности, Книжный дом, 1991.
- Ватаняр Саидович Ягья, Рассвет над Петербургом : Санкт-Петербург в мировом сообществе, Европейский Дом, 2005.
- Nikolay Mezhevich, «Владимир Чуров : память в контексте дипломатии и парадипломатии тридцатилетия», Международная жизнь, №4, 2023.
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