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En el umbral de un año marcado por un nuevo ciclo político y nuevas amenazas, ¿cuál debe ser la prioridad de la defensa europea?
La amenaza militar de Rusia es cada vez mayor. Moscú se ha transformado en una economía de guerra y el ejército ruso ha podido desplegar un gran número de soldados, produciendo cada vez más armas a un ritmo más rápido.
Desde los Países Bajos, nuestro análisis muestra que, incluso en el caso de un alto al fuego en Ucrania o del fin de la guerra, Rusia sólo necesitaría un año para volver a hacer operativas estas tropas y desplegarlas en otros lugares. Esto significa que tras un posible alto al fuego, Rusia podría situar cientos de miles de tropas en la frontera de un país de la OTAN y realizar maniobras militares. Un escenario así sería peligroso para el mundo. Con Rusia debemos estar siempre preparados.
Si nos fijamos en sus programas militares y en el ritmo de su producción militar, veremos que su objetivo no es sólo Ucrania. Rusia es una amenaza para toda Europa.
Está muy claro que debemos reforzar nuestra defensa colectiva. Es un imperativo. La cuestión es cómo transformar esta nueva realidad en un nuevo objetivo. Este será un debate político difícil en los Países Bajos y en Europa.
El secretario general de la OTAN ha sugerido que el nuevo objetivo se situará en algún punto por encima del 3%. El comisario europeo de Defensa ha dicho recientemente que también lo espera, y el presidente Trump podría presionar para que se alcance una cifra mayor. ¿Cómo cree que irán estas negociaciones?
En los Países Bajos se celebraron elecciones el año pasado y todos los partidos acordaron destinar el 2% del PIB a gastos de defensa. Este objetivo figuraba en todos los programas electorales. Después tardamos unos seis meses en formar gobierno y acordamos que el 2% era el objetivo mínimo. Eso es lo que presupuestamos. Podemos discutir cómo aumentarlo, pero la cuestión fundamental sigue siendo cómo financiarlo.
¿Debemos subir los impuestos o recortar gastos? Nuestra situación no es única en Europa.
Pasar del 2% al 3% supondría para nosotros entre 10 mil y 12 mil millones de euros más cada año, lo cual es una suma considerable. No es una discusión sencilla y tenemos que llegar a un acuerdo en el seno del gobierno y del Parlamento.
Dentro de la OTAN, tenemos que llegar a un consenso entre 32 aliados con visiones e intereses diferentes. En este momento, me resulta difícil predecir el resultado de la cumbre de la OTAN, y también es difícil predecir cuál será el objetivo o el calendario. Pero lo que está claro es que habrá que tomar decisiones políticas difíciles.
Trump ha indicado que quiere que se mantengan las sanciones contra Rusia, aparentemente como medio de presión para promover las conversaciones de paz, y hasta ahora no hay indicios de que la Casa Blanca vaya a reducir su ayuda militar. ¿Es una señal positiva?
Sí, especialmente después de las declaraciones y especulaciones durante la campaña y en las semanas previas a la toma de posesión sobre lo que Donald Trump haría o dejaría de hacer. Hay una diferencia entre hablar de y hablar con: lo importante ahora es que dejemos de hablar de lo que podría hacer la nueva administración y hablemos realmente con ella.
Cuando se trata de seguridad, pero también de nuestros intereses económicos, estamos estrechamente vinculados y tendremos que trabajar juntos.
No obstante, durante la campaña electoral se expresó una gran preocupación por la posibilidad de que el presidente Trump diera marcha atrás en la política de apoyo a Ucrania de Biden. ¿Lo han tranquilizado estas primeras señales al respecto?
En este momento no hay indicios de que el presidente Trump vaya a cambiar radicalmente de rumbo en relación con Ucrania. Tenemos que dejar de especular sobre lo que Estados Unidos podría o no hacer y empezar a hablar directamente con la nueva administración. Eso es lo que está haciendo el secretario general de la OTAN y creo que es el enfoque correcto.
Tenemos que fijarnos en nuestros intereses comunes y en los retos comunes a los que nos enfrentamos. Estoy convencido de que ésta es la mejor forma de encontrar soluciones comunes.
En Davos, el presidente Zelenski dijo que Europa no estaba haciendo su parte en materia de seguridad. ¿Comprende su frustración? ¿Le sorprendió su tono?
Está claro que necesitamos reforzar nuestro ejército.
En términos de lo que necesita un ejército para luchar, somos muy conscientes de nuestras dependencias estratégicas. Deberíamos hacer más, no sólo en términos de cantidad, sino también de calidad, determinando las capacidades que queremos poder proporcionarnos a nosotros mismos como europeos.
Zelenski es muy realista. Ucrania se encuentra en una situación difícil en el campo de batalla. Está librando una guerra cada día y, cuando compara lo que necesita con lo que podemos proporcionarle en este momento, es lógico que piense que Estados Unidos sigue siendo necesario. También es cierto que hemos proporcionado miles de millones en ayuda a Ucrania y que hemos sido extremadamente claros en que queremos que Ucrania salga victoriosa de esta guerra.
Al igual que los debates sobre Ucrania deben incluir a los ucranianos, la arquitectura de seguridad europea se debatirá con los europeos sentados a la mesa. La guerra tiene lugar en territorio ucraniano, pero también plantea cuestiones difíciles para Europa. No es fácil reunir a 27 países y establecer una posición común; lleva tiempo.
Entiendo la urgencia, pero tampoco quiero minimizar la importantísima contribución que Europa ha hecho y sigue haciendo.
¿Cuáles deben ser las prioridades de Europa?
Necesitamos una autonomía estratégica abierta.
En lo que respecta al ejército, deberíamos ser capaces de producir mucho más y mucho más rápido en Europa, pero tenemos que ver las cosas de forma pragmática: si queremos tener un ejército bien equipado, necesitamos que Estados Unidos, el Reino Unido, Noruega y otros socios estén preparados desde ahora. Nuestra industria no es lo suficientemente grande y no produce con la suficiente rapidez.
Podemos tomar el ejemplo de los sistemas de armas que tenemos hoy: los Patriots son producidos por fabricantes estadounidenses. Si queremos más sistemas Patriot y más misiles Patriot para nuestro ejército porque así lo exige nuestra evaluación interna, sencillamente no podemos hacerlo sin la participación de empresas estadounidenses. Lo mismo ocurre con NASAMS, por ejemplo, un sistema noruego.
Varias grandes empresas europeas de defensa han dejado claro que quieren una preferencia europea para las adquisiciones y los contratos a largo plazo…
Nuestro reto es conciliar las necesidades de los distintos países.
En el caso de los misiles Patriot, pudimos reunir a cuatro países y crear una línea de producción en el sur de Alemania. Esto nos permitió producir mil unidades adicionales. Es un excelente ejemplo de lo que deberíamos hacer. Lo que me preocupa es que estemos convirtiendo esta conversación, que debería versar sobre cómo garantizar nuestra seguridad, en un debate sobre si deberíamos tener otro gran fondo europeo: quién lo paga, cómo lo gastamos, quién puede optar a él, etc… Será una larga conversación, esencialmente sobre dinero. No tenemos tiempo para esas discusiones. Como ministro, lo más importante para mí en este momento es conseguir mucha más capacidad, y conseguirla rápidamente.
Puedo dar garantías a largo plazo, pero no estoy convencido de que un contrato de un solo país baste para que un fabricante instale una nueva línea de producción o construya un nuevo emplazamiento. Los Países Bajos son un país relativamente pequeño. En mi opinión, podemos hacer mucho más juntos, y deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en identificar prioridades y agrupar la demanda para crear a escala, en lugar de enredarnos en estas largas conversaciones sobre financiación y adjudicación de contratos. No tenemos tiempo para eso.
¿Está a favor de la preferencia europea?
No estoy en contra. Pero tengo que ver las cosas de la manera más eficiente y pragmática posible. Somos 27 países diferentes, con sistemas diferentes y preferencias diferentes. El EDIP (Programa Europeo para la Industria de Defensa) asciende a 1.500 millones de euros. Eso no es nada comparado con las necesidades a las que nos enfrentamos, y sin embargo llevamos meses debatiendo lo que hay que hacer. Todavía hay dinero en el fondo de recuperación que podríamos utilizar de forma más eficaz. Me temo que estos debates nos están distrayendo del objetivo que todos compartimos: producir más.
Los Estados miembros tienen un margen de maniobra presupuestario limitado. ¿No teme que si no gastamos dinero en producir más en Europa y crear empleo aquí, acabemos teniendo unas condiciones fiscales extremadamente difíciles y sin industria de defensa, siempre dependiente del humor político del otro lado del Atlántico? El 80% de la ayuda concedida a Ucrania financia la industria de defensa estadounidense, que crea crecimiento y empleo. ¿Por qué no intentar crear las mismas condiciones aquí?
Por supuesto, todos estamos a favor de crear mucha más capacidad de producción y puestos de trabajo dentro de la Unión, pero la realidad es que no podemos lograrlo sin socios externos (Estados Unidos, Reino Unido, Noruega, etc.).
Si me fijo en nuestro ejército holandés, por ejemplo en nuestra fuerza aérea, varios sistemas de armamento son producidos por fabricantes estadounidenses o están interconectados con ellos. Tenemos que mantenerlos a bordo y animarlos a invertir en capacidad de producción en Europa. Esto crea situaciones beneficiosas para todos en nuestras relaciones transatlánticas. Dado el aumento de los presupuestos de defensa, es mejor para todos aumentar el pastel que aumentar el precio.
La Comisión Europea tiene previsto publicar en primavera su Libro Blanco sobre el futuro de la defensa europea. ¿Cuáles son los elementos que defiende desde el punto de vista holandés?
Nuestra posición es que debemos estimular la producción europea, pero que debe ser rápida, eficaz y abierta. No debemos enviar a nuestros socios –ya sean Estados Unidos, Reino Unido o Noruega– la señal de que la defensa europea significa cerrarles Europa. Sería una señal equivocada.
Somos muy fuertes en el ámbito marítimo, y el espacio es importante para nosotros, al igual que la defensa aérea. Insistiremos en estos ámbitos ante la Comisión.
Cuando desarrollamos nuestras fuerzas armadas, una serie de normativas medioambientales se interponen en nuestro camino. Por poner un ejemplo, los Países Bajos son un país pequeño y cuando intentamos ampliar nuestros emplazamientos, ya sea para defensa o para construir viviendas en nuevas zonas, nos topamos con directivas medioambientales.
Cuando intentamos introducir exenciones, a menudo nos encontramos con que las directivas europeas son las normas que plantean el mayor desafío.
Es un problema que hay que resolver. Una opción sería introducir exenciones a nivel europeo para algunas de estas directivas medioambientales con el fin específico de planificar la defensa.
Para desarrollar un ejército, hay que poder reclutar. Hay un debate en curso sobre la reintroducción del servicio militar obligatorio, un importante cambio cultural provocado por la guerra de Ucrania. ¿Qué ha aprendido de la experiencia holandesa?
En los Países Bajos, el ejército es muy popular. Para nosotros, el reto es absorber nuevos reclutas en lugar de encontrarlos.
Hemos creado un programa de voluntariado llamado «Año de Servicio». El objetivo es que durante un año conozcas el ejército y al final del año se te ofrezca la posibilidad de quedarte. Nuestro objetivo era que un tercio de los jóvenes que participaran en el programa decidieran quedarse. Al cabo del año, el 80% había decidido quedarse. Alrededor del 60% trabaja a tiempo completo y el 20% restante son reservistas. Si nos fijamos en el número de vacantes, son del orden de unos cientos y tenemos entre cinco y diez veces más solicitantes para determinados puestos.
Necesitamos desarrollar nuestro ejército, pero también queremos hacerlo con eficacia. Eso significa tener en cuenta los costos. Tenemos que ser más innovadores y trabajar con el sector privado. En general, tenemos que modernizar nuestro ejército en cuanto a efectivos, pero también en cuanto a tecnología y formación.
Crecer, cambiar, formar: estos son los tres pilares. En definitiva, estamos construyendo ejércitos para una nueva era.