HTS, al Julani: Siria después de Asad

«La revolución ha terminado, tenemos que construir un Estado»: Ahmed al-Charaa y el futuro de Siria

«Ellos se contentaron en apoderarse de tierras; nosotros conquistamos a la población —ésa es la verdadera victoria—».

El nuevo amo de Damasco quiere ser un anti-Bachar. En un contra-retrato en el que se pinta a sí mismo, expone una estrategia: acabar con la revolución, construir un Estado.

Traducimos el plan de Al-Charaa para el futuro de Siria.

Autor
Aghiad Ghanem
Portada
© SANA via AP

En una entrevista con el cineasta Joe Hattab, Ahmed al-Charaa pronunció un discurso que permite hacerse una idea de su visión de la Siria del mañana.

En un tono cálido y entusiasta, se posicionó como el perfecto opuesto de Bashar al-Assad: tan empático como cruel era Bashar, abierto a las minorías frente al nacionalismo étnico del régimen anterior, a favor de la justicia frente a la arbitrariedad del poder opresor, deseoso de que regresaran los refugiados sirios cuando Bashar al-Assad estaba encantado de que su marcha hiciera el país más étnicamente homogéneo…

El objetivo de este contra-retrato es tranquilizar tanto a la población siria como a la comunidad internacional sobre las intenciones positivas de este dirigente, a pesar de sus orígenes en las filas yihadistas del sanguinario Frente al-Nostra. En un relato triunfalista, expresa el orgullo de un pueblo sirio de nuevo libre: «Veo a gente que, habiendo levantado tiendas de campaña en su tierra, siente como si tuviera el mundo en sus manos». Sobre todo, desarrolla la idea de que la revolución siria ha terminado y que ahora es necesario desarrollar una «mentalidad de Estado», que sitúa en la larguísima historia de Siria: «Siria se construyó a lo largo de 7 mil años», integrando el pasado preislámico en su definición de la nación siria venidera.

Por último, aboga por negarse a la venganza con quienes trabajaron bajo las órdenes de Bashar al-Assad, con excepción de los verdugos y torturadores, y pide una amnistía general. Las numerosas dificultades que esperan al nuevo gobierno sirio —las fuerzas alauitas favorables al régimen que siguen activas, la gestión de las instituciones estatales preexistentes objeto de desconfianza, las disensiones internas de la población, las dificultades económicas, el posible retorno de millones de refugiados— no se mencionan en este discurso, cuyo optimismo está fuera de lugar en el contexto regional e internacional.

Después de una larga lucha, 14 años de revolución, o 21 años para mí personalmente, el sentimiento más fuerte que borra toda la fatiga de estos años es ver a un hombre reunido con su madre después de 14 años, o a alguien reunido con su hermano después de 10 años, o a otros reunidos después de 8 años. Circulan muchos videos que muestran a gente llorando de alegría. Las familias han estado separadas, pero hoy se han reunido. Por eso la gente está feliz. Es como si hubieran salido de una prisión donde no había visitas. Las calles son una fiesta. Todo el mundo está contento, todo el mundo pasea».

Estas primeras líneas demuestran claramente la empatía con la que Ahmed al-Charaa habla de los sirios. Por supuesto, menciona las impactantes imágenes de la liberación de las cárceles del régimen, en particular la temida prisión de Sednaya, símbolo de la caída del régimen de los Al-Assad el 8 de diciembre. Aquí marca una diferencia muy fuerte con Bashar al-Assad, cuyo contra-retrato dibuja tanto en el fondo, cuando denuncia la arbitrariedad y la violencia del régimen, como en la actitud. El tono tranquilo y benevolente contrasta, por ejemplo, con las imágenes de un Bashar al-Assad sonriente y desconectado entre las víctimas y los escombros del terremoto de febrero de 2023. Esta aparente benevolencia es fundamental para la imagen del líder islamista, en torno al cual persisten muchos interrogantes en Siria, sobre todo a la vista de su trayectoria yihadista, que lo llevó a liderar en 2012 el mortífero Frente al-Nosra, afiliado a Al Qaeda.

¿Saben lo difícil que es ser desalojado a la fuerza de tu casa? Por naturaleza, el hombre tiene instinto de posesión. El ser humano tiene un deseo innato de propiedad. Pero se llevaron las casas de la gente, la obligaron a marcharse sin nada más que su ropa y la enviaron a Idlib o a un campo de refugiados en Jordania o Líbano, países que ya sufren penurias económicas y están aún más desbordados por estas crisis. Después, medio millón fueron enviados a Turquía, mientras que otros cruzaron el mar y se ahogaron, entre ellos mujeres y niños. Llegaron a países donde la gente puede acogerlos o no, encerrarlos en campos, darles documentos de identidad y recoger sus huellas dactilares. Y la cosa no acaba ahí. En algunos países, sus campamentos han sido incendiados: las imágenes son desgarradoras.

Ahmed al-Charaa alimenta su relato con empatía, esta vez evocando la tragedia de los refugiados que huyen de la represión y la guerra desde el verano de 2011, principalmente a Turquía, Líbano y Jordania. También en este caso, la distancia con Bashar al-Assad es flagrante, él que, en un discurso en 2017, alabó una sociedad siria «más homogénea», un comentario especialmente cínico en el contexto de una guerra con 6 millones de refugiados fuera del país, entre 6 y 7 millones de desplazados internos y 500 mil muertos.

Ahora se puede decir a estas personas: «se les ha devuelto su tierra, se les ha devuelto su país». Es cierto que está destruida, pero veo a gente que, habiendo levantado tiendas de campaña en su tierra, siente que tiene el mundo en sus manos. Estoy seguro de que dentro de dos años, los sirios en el exilio, los 15 millones de sirios desplazados, volverán. Creo que sólo un millón o millón y medio de ellos permanecerán en el extranjero. La gente volverá.

La cuestión del retorno de los refugiados es central, tanto desde el punto de vista humanitario como político. En la Siria de la posguerra de Bashar al-Assad, los refugiados eran inexistentes, tanto material como simbólicamente. La narrativa dominante sobre ellos era la de la traición y la deserción. Bashar había hecho de su no retorno una cuestión de supervivencia para su régimen, hasta el punto de rechazar la mano tendida de Turquía en el verano de 2024. En este sentido, Ahmed al-Charaa responde a las exigencias del gobierno turco y del presidente Recep Tayyip Erdogan, que quiere devolver a los refugiados a Siria para extender allí su influencia, pero también para satisfacer el creciente sentimiento antirrefugiados sirios en Turquía.

Lo que es aún mejor es que cuando tomamos el control de zonas militares, sus habitantes no huyeron. Al contrario, la gente se asentó allí. Nadie huyó de esas zonas. Ni un solo musulmán, cristiano, kurdo, alauita o druso. Los habitantes se quedaron. Nuestra lucha ha estado marcada por la misericordia y la reunificación de las familias, así que ¿cómo no iba a estar contenta la gente?

Algunas organizaciones y personas de Idlib nos pedían que iniciáramos los esfuerzos de reconstrucción sobre el terreno cuando un tercio de los habitantes de Idlib vivían en tiendas de campaña, otro tercio en casas alquiladas y sólo el último tercio eran lugareños. Les dije que Siria se ha construido a lo largo de 7 mil años y que la construcción es un proceso acumulativo. Cuando te llevas a alguien, lo devuelves al punto de partida. No tienen nada más que su ropa. Así que tienen que reconstruir sus vidas desde cero, si es que tienen fuerzas para empezar de nuevo».

Ahmed al-Charaa elogia la pluralidad de civilizaciones que recorren la historia siria, remontándose más allá del periodo islámico. No se trata de una afirmación insignificante; alimenta la narrativa de inclusión que Ahmed al-Charaa intenta construir, dirigida en particular a las minorías. Esta es una de las cuestiones más críticas de la actual transición. Si bien es cierto que la mayoría de la población, incluidos cristianos, drusos y alauitas, permaneció en Alepo, Hama y Homs tras ser conquistadas por el HTS, los relatos de testigos presenciales apuntan a excesos por parte de las facciones sobre el terreno. Uno de los ejemplos más recientes es una violenta intervención de hombres del HTS en la ciudad alauita de Demsarkho, en el noroeste, que dejó dos heridos el 18 de enero. El caso de los alauitas es especialmente delicado dada su supuesta asociación con el régimen de los Al-Assad, la resistencia de algunos exfuncionarios del régimen y la molestia de las milicias pro-Al-Assad que siguen activas. Las demandas de autonomía de la población kurda son otro tema, sobre todo teniendo en cuenta la oposición a ellas del aliado turco de Al-Charaa.

El problema es que el régimen anterior convirtió al pueblo en su enemigo. Temía constantemente al pueblo. Así que diseñaron todas sus instituciones para atraparlo. Su idea de la autoridad implicaba controlar todos los aspectos de la vida de una persona y utilizarlos en su beneficio. En algunos países, los gobiernos controlan a su pueblo, pero de forma inteligente. Proporcionan herramientas para guiarlo, educan al público y dan forma a una ideología para crear creencias específicas. De este modo, a veces se guía a la opinión pública, incluso en países modernos y desarrollados.

Pero aquí, el régimen controla la vida cotidiana de la gente, utilizando las fuerzas de seguridad, la tortura, el asesinato y la intimidación. Este método de control es eficaz, pero la gente sigue las normas por miedo, no por convicción. Por eso celebran la caída del régimen.

Ahmed al-Charaa se refiere a los instrumentos de control creados por el régimen de Al-Assad, primero por el padre Hafez y luego por el hijo Bashar. Entre ellos se encuentra el aparato de seguridad, dirigido históricamente por miembros de la familia Al-ssad, como Rifaat, hermano de Hafez, y Maher, hermano de Bashar. Las secciones de seguridad (‘amn) política y militar y, por supuesto, los amplios servicios de inteligencia (mujabarat) son especialmente temidos. El régimen también controla a segmentos enteros de la población enrolándolos en el partido Baaz, el ejército y la enorme burocracia siria.

Por supuesto, no apoyo a quienes dicen que «esa gente no son más que seguidores» (risas).

Este comentario y las risas que suscita se refieren al asombro de algunos ante la aparente inversión de posición entre la población, que ha pasado de apoyar a los Al-Assad a celebrar el nuevo poder. A los que denuncian a los «seguidores», Ahmed al-Charaa responde que se trata más bien de un contexto de opresión que se está levantando, y que por fin deja a la gente expresarse libremente sobre su resentimiento hacia los Al-Assad.

Intento mantener la buena fe y decirme a mí mismo que algunas personas han estado expuestas a la propaganda antirrevolucionaria durante años, durante casi 35 años. Se les sometió a propaganda contra determinadas sectas. Se les dijo que si estas personas gobernaban, las matarían. Esta propaganda, financiada en gran parte por el régimen, se derrumbó en sólo 11 días. Se derrumbó porque la gente se deja influir más por la realidad y los hechos que por las palabras, ¿no?

Además de los mecanismos de control, represión y clientelismo, el régimen de los Al-Assad hizo un amplio uso de la narrativa del miedo para alinear a las minorías —alauitas, cristianos y drusos— y, más en general, a la población urbanizada y secularizada que lo respalda, contra la amenaza islamista. Esta retórica fue especialmente eficaz durante el conflicto de 1978-1982, que enfrentó al régimen con militantes de los Hermanos Musulmanes hasta la masacre de Hama en 1982. En 2011, Bashar al-Assad también intentó descalificar las revueltas blandiendo desde el principio la amenaza islamista.

Esto es lo que llamamos transmitir ideas a través de acciones.

Cuando pones en práctica tus creencias morales, puedes influir en la gente más que predicándolas. Si predicas moralidad sin practicarla, tus palabras estarán vacías. Las buenas acciones afectan a la gente mucho más que las palabras. Las buenas acciones son prácticas y tangibles, no palabras.

Desde el asalto a Damasco y la caída del poder de Al-Assad, Ahmed al-Charaa ha utilizado decisiones contundentes y llamativas para afirmar su transición de una lógica revolucionaria a la de una transición pacífica. Estas decisiones incluyeron el mantenimiento en el cargo del primer ministro del antiguo régimen durante las primeras 48 horas tras su caída y la concesión de una amnistía a los reclutas del ejército sirio.

Si queremos mantener este éxito, debemos mantenernos cautos y vigilantes. No debemos sentirnos demasiado seguros, ya que el peligro suele surgir de una situación segura. Las personas que trabajan en asuntos públicos y los líderes en general deben ser siempre precavidos. Por supuesto, esto no significa una cautela excesiva que lleve a la duda y al cuestionamiento, sino una cautela que anime a la gente a trabajar más y a dar más. Hoy nos enfrentamos a muchos retos en casa. Necesitamos establecer relaciones políticas estables. Tenemos que prestar especial atención a los asuntos internos para que la gente pueda convivir en paz, amarse y confiar los unos en los otros. Se trata de un reto extremadamente importante.

Afortunadamente, la mentalidad de venganza no forma parte del carácter sirio. A lo largo de esta gran batalla, el lema fue: «Señor, concédenos la victoria sin venganza», porque un espíritu de venganza no puede construir.

Desde la caída de Bashar al-Assad, ha habido una serie de acontecimientos que han sugerido el riesgo de una conflagración. Un ejemplo es el descubrimiento, el 25 de diciembre, del incendio provocado del santuario de al-Jasibi, principal figura histórica alauita, en el momento de la toma de Alepo por el HTS unas semanas antes. Tras las fuertes movilizaciones, surgieron en las redes sociales llamados a la calma y a la unidad contra la sedición (fitna), procedentes de todas las comunidades. Existe una forma de disyunción entre el discurso muy conciliador de Al-Charaa y las actitudes de ciertas facciones islamistas sobre el terreno, multiplicando los abusos y humillaciones contra los alauíes, tanto por su condición de «apóstatas» en la ideología islamista, como por su supuesta complicidad con el régimen de los Al-Assad.

Nos hemos encontrado con muchos problemas. Hay una crisis generalizada. No es posible obtener justicia inmediata, salvo en casos evidentes y graves. En las grandes batallas se ha abandonado el derecho a la venganza, salvo en casos como el de los responsables de la prisión de Sednaya, los jefes de los servicios de seguridad que torturaron a personas, los pilotos que llevaron a cabo incursiones, los que lanzaron bombas contra civiles y los que cometieron masacres. Sin embargo, la justicia debe ser impartida por el sistema judicial y conforme a la ley, ante los tribunales, y no por individuos. Debemos respetar la ley. Si no lo hacemos, prevalecerá la ley de la selva. Si se hace justicia conforme a la ley, se preservan los derechos de todos. Porque cuando se encarcela al delincuente, éste sigue conservando ciertos derechos. Pero si se permite que prevalezca la venganza, prevalece la ley de la selva. Por supuesto, la vida real no es perfecta, y ha habido algunos incidentes al margen, pero son mínimos y su número disminuye día a día a medida que mejora el control de la seguridad.

También contamos con la toma de conciencia y el buen juicio de la comunidad. Los comprendo profundamente por la presión a la que han estado sometidos durante más de cincuenta años. La gente se deja influir por la forma en que está gobernada. Estamos hablando de generaciones enteras: unas seis generaciones han vivido bajo este régimen. Así que no hay una varita mágica para resolver estos problemas. La situación requiere paciencia y una estrategia a largo plazo en los ámbitos de la educación, la enseñanza superior, las relaciones sociales, el discurso religioso, las plataformas culturales y los medios de comunicación, a todos los niveles. Antes la gente vivía con desconfianza y miedo de los demás. Se decían: «Ten cuidado, alguien podría oírte y denunciarte». Así era la vida de un ciudadano sirio, por no hablar de la corrupción.

Las cuestiones religiosas y culturales, incluida la educación, fueron de las primeras que abordó el nuevo gobierno. Por un lado, tiene que responder a una urgencia simbólica: ¿qué se puede hacer con un programa escolar construido en torno a la glorificación del antiguo régimen, sobre todo en las lecciones de historia y «nacionalismo» desde la escuela primaria? Por otra parte, el nuevo gobierno, a través de ciertas posiciones polémicas, por ejemplo, sobre la inclusión de la teoría de la evolución en los programas escolares, prosigue debates que ya estaban en marcha antes de la caída del régimen, entre las élites políticas laicas y las élites musulmanas conservadoras. La cuestión de los derechos de la mujer también está en el centro de la controversia, tanto como resultado de las decisiones tomadas por los gobernantes, como en las interacciones cotidianas con los hombres del HTS en el terreno.

Hoy en día, la gente puede volver a confiar en los demás. Todo el mundo puede expresar libremente su opinión, siempre que no infrinja la ley, dañe la propiedad pública o perturbe la vida social. Hoy, Siria vive una gran armonía social, susceptible de crear una nueva vida que la gente no ha conocido en casi 50 años. La experimentarán por primera vez, conviviendo con amor.

Lo primero que hicimos fue anunciar la amnistía desde el comienzo de la revolución, y esta amnistía ha ayudado mucho a la gente. Ahora que hemos ganado, no podemos detener a la gente arbitrariamente, porque tenemos que mantener nuestra credibilidad. Dimos nuestra palabra al pueblo y no podemos retractarnos. Si no la hubiéramos cumplido, la gente se habría visto desbordada. La política de amnistía durante la batalla tuvo un impacto positivo y evitó mucho derramamiento de sangre. Ahora que Dios nos ha dado la victoria, no podemos empezar a derramar sangre y a detener a la gente, porque eso destruiría nuestra credibilidad. Tenemos que encontrar un equilibrio entre los derechos individuales y la amnistía general. La amnistía debe ser global.

Gracias a Dios, nos dio la victoria a un costo menor y esa es la mayor forma de victoria. ¿Qué habríamos ganado si hubiéramos ganado pero Damasco y Alepo hubieran sido destruidas? El régimen entró en Jan Sheijun y Maarat al-Numan, pero quedaron vacías después de haber sido completamente destruidas, convirtiéndolas en ciudades inhabitables. ¿Podemos llamar a eso una victoria? No, ellos se limitaron a apoderarse de tierras, mientras que nosotros conquistamos a la población, y ésa es la verdadera victoria. Victoria significa lograr grandes resultados con pérdidas mínimas. Por lo tanto, es inaceptable engañar a la gente anunciando una amnistía y luego pedirles cuentas.

Debemos reconocer que Dios nos ha honrado y debemos mantener nuestra integridad moral. Otro punto importante es que debemos tener claras nuestras prioridades a la hora de construir el nuevo país. ¿Cuáles son esas prioridades? La prioridad es construir instituciones que puedan alcanzar un nivel básico de justicia entre las personas y evitar que se repitan los errores. Tenemos que construir el país como es debido. Si las demandas de derechos personales se interponen en este proceso, yo diría que la prioridad es construir el país. Tenemos que dejar respirar a la gente durante un tiempo, reconstruir el país juntos y dar prioridad al perdón, excepto para quienes hayan cometido crímenes sistemáticos y organizados, como los que perpetraron la masacre de Houla, los que violaron a mujeres, torturaron a detenidos o cometieron otros crímenes. Estas personas están excluidas. Es más, estas personas no regresaron a sus hogares, no aceptaron la amnistía. Huyeron en cuanto los encontramos. Así que no me considero moralmente obligado con ellos. En cuanto a los demás, no pueden tomarse la justicia por su mano. Hay tribunales, un poder judicial y leyes. Se pueden presentar denuncias. Si el acusado era una de las personas incluidas en la guerra, nuestro deber moral, religioso y lógico es decir que no tenemos nada más que reclamar a esa persona. Cuando la gente dice que hemos descuidado el derecho a la venganza, yo respondo: «Les hemos devuelto toda Siria. Les hemos devuelto el mayor de los derechos».

Esta parte del discurso trata de la justicia transicional. En el momento de la toma de Damasco y de la costa siria, antiguo «bastión» del régimen, los soldados del HTC y sus grupos aliados buscaban cómplices del régimen de Al-Assad, registraban casas y, basándose en informaciones a veces inexactas o aproximadas, cometían ciertos abusos. En los días siguientes a la caída del régimen, Ahmed al-Charaa y las tropas del HTS tuvieron que vérselas con destacados miembros del antiguo régimen que se negaban a rendirse, como Mohamed Kanjo Hassan, jefe de la justicia militar, cuya detención cerca de Tartús el 26 de diciembre se saldó con 21 muertos. El fiscal del Tribunal Penal Internacional, Karim Khan, fue recibido por Ahmed al-Charaa el 17 de enero en Damasco.

El nombre de Damasco ha vuelto al primer plano. Hoy, los medios de comunicación dicen «Siria dice esto y lo otro», Damasco ha vuelto a la escena internacional. Hemos reposicionado un país que antes era una molestia para el mundo entero. Pero hoy, hemos restaurado los cimientos de esta civilización y le hemos devuelto su lugar estratégico, político, económico y social. Por tanto, no debemos desaprovechar esta gran oportunidad de revancha. Debo proteger los derechos de todos, aunque me cueste la vida. Nunca en mi vida he rehuido hacer justicia a nadie, a veces a mi costa.

Pero hoy, nuestra prioridad debe ser adoptar una mentalidad de Estado. La mentalidad de Estado debe prevalecer. Una mentalidad revolucionaria no puede construir un país. La revolución se caracteriza por la agitación y el comportamiento reaccionario, que puede funcionar para derrocar un régimen, pero no sirve para construirlo.

Este pasaje llamó la atención de la opinión en las redes sociales. Según Ahmed al-Charaa, la transición política, que durará 4 años, plantea una serie de retos. Uno de los principales retos es la gestión de las instituciones estatales preexistentes, que son objeto de desconfianza, dados sus vínculos con el partido Baaz. En la actualidad, Ahmed al-Charaa gobierna principalmente con sus allegados, que ya están con él en Idleb, y está construyendo poco a poco relevos en el Estado, con personalidades de las élites locales.

Por eso digo hoy que, para nosotros, la revolución ha terminado. Es una parte de nuestra historia que apreciamos y celebramos, pero no debemos llevar esa mentalidad a la siguiente fase. Imagínense intentar construir el país pensando en términos de facciones. No funcionaría. Así que el país necesita instituciones, un presidente, un parlamento, un gobierno ejecutivo y planes estratégicos. Necesitamos estrategias a corto, mediano y largo plazo. Debemos fijarnos objetivos y determinar cómo alcanzarlos, por ejemplo desarrollando las infraestructuras económicas, la educación, la salud, las telecomunicaciones y la innovación. Tenemos que ponernos a la altura del mundo en pocos años. Si Dios quiere, el pasaporte sirio volverá a tener valor dentro de unos años.

Una de las cosas que más me entristeció fue ver cómo la gente se peleaba por conseguir un pasaporte y lo mal que la trataban en los aeropuertos. Los sirios se sentían inferiores a otras nacionalidades, porque la fuerza de un ciudadano es la fuerza de su país. Pero nuestro país estaba plagado de corrupción y opresión. Era un país sin peso en el mundo. Por primera vez, siento que el mundo nos respeta. Los sirios de todo el mundo se sienten hoy orgullosos.

Según el Henley Passport Index, el pasaporte sirio es ahora uno de los menos ventajosos, pues sólo da acceso a 9 países sin visado. Los nuevos dirigentes sirios siguen recibiendo delegaciones internacionales en Damasco, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores, Asaad al-Shibani, estuvo la semana pasada en Davos con motivo del Foro Económico Mundial.

En los últimos cien años, las guerras de los oprimidos rara vez habían tenido éxito. Ahora, la solidaridad árabe está muy extendida. Hemos escrito un nuevo capítulo de la historia. Hemos librado una guerra de los oprimidos sin recursos, y aun así hemos conseguido reclamar nuestros derechos, porque la ley es mucho más fuerte que la mentira. La propia justicia es una fuerza que te empuja hacia adelante. Todo lo que tienes que hacer es trabajar en ti mismo adecuadamente, dar los pasos correctos y confiar en Dios, siempre que estés del lado de la verdad. Y tienes que ser sabio, porque a veces incluso las personas correctas pueden ser imprudentes. Tenemos que ser justos y sabios. También hay que entender el significado del liderazgo, que es saber cuándo actuar y cuándo no.

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