De la tragedia al trance

A partir de esta semana, podremos decir que la historia se repite tres veces: primero como tragedia, segundo como farsa y tercero como trance.

El discurso inaugural de Trump no es solo un evento político o el triunfo de una ideología en particular: representa la manifestación de un nuevo régimen de realidad, donde el poder opera a través de la manipulación directa de los estados colectivos de conciencia.

En esta nueva dimensión, el poder ya no reside en el control de cuerpos o mentes, sino en la capacidad de modular los estados de conciencia de poblaciones enteras. Las plataformas digitales se revelan como lo que son: no meras herramientas de comunicación, sino tecnologías hipnóticas que remodelan activamente la forma en que percibimos e interpretamos la realidad.

La noción de hipnocracia 1 –el poder y la dominación de las fantasías– se utiliza para describir este sistema en el que el poder opera directamente, es decir, algorítmicamente, sobre la conciencia, creando estados alterados permanentes mediante la manipulación digital de la atención y la percepción.

Mientras la mayoría de los analistas siguen centrándose en fenómenos como las «fake news» o la «posverdad», en Washington asistimos a una transformación mucho más profunda: el surgimiento de un sistema en el que el control se ejerce no reprimiendo la verdad, sino multiplicando las narrativas hasta hacer imposible cualquier punto fijo.

El poder ya no reside en el control de cuerpos o mentes, sino en la capacidad de modular los estados de conciencia de poblaciones enteras.

Jianwei Xun

Trump, con su obsesiva repetición y constante desestabilización de todo marco de referencia y de toda verdad, y Musk, con sus visiones tecnoutópicas y sus promesas de transformación radical, representan las dos caras de una misma moneda: la capacidad de construir y sostener realidades alternativas que capturen y manipulen la conciencia colectiva.

Doblar el espacio y el tiempo

Para comprender el verdadero alcance de este momento, debemos analizar los mecanismos discursivos a través de los cuales se ha alterado y remodelado la percepción misma de la realidad leyendo el discurso inaugural de Trump del 20 de enero de 2025.

El discurso está estructurado como un ritual de inducción hipnótica masiva que opera a través de varios mecanismos simultáneos:

La frase de apertura –«La Edad de Oro de Estados Unidos comienza ahora mismo»–  revela inmediatamente la naturaleza hipnótica del discurso. No es una simple declaración, sino un acto que anula el presente real, evoca un pasado mítico y materializa un futuro utópico, fusionando estos planos temporales en un «ahora» mesiánico, cuya matriz residía ya en el misterioso, en el mesiánico «again», del Make America Great Again.

En la óptica hipnocrática, el tiempo mismo se vuelve maleable bajo la fuerza de la sugestión: se transforma en un espacio psíquico que puede ser manipulado a voluntad.

Con el tiempo, el poder para transformar la realidad se encarga de moldear también el espacio. El pasaje más revelador llega cuando Trump anuncia: «Vamos a cambiar el nombre del Golfo de México por el de Golfo de América».

Esto no es simplemente nacionalismo extremo, es una demostración del poder hipnocrático para alterar la realidad a través de la pura enunciación. El territorio físico mismo se vuelve moldeable a través del acto de nombrar.

El tiempo mismo se vuelve maleable bajo la fuerza de la sugestión: se transforma en un espacio psíquico que puede ser manipulado a voluntad.

Jianwei Xun

Y la reclamación del Canal de Panamá amplifica aún más este efecto. La narrativa construida es una obra maestra de ingeniería emocional:

  • Donald Trump empieza por evocar un sacrificio histórico («38 mil vidas»)
  • Insiste en la traición de las élites («regalo insensato»)
  • Identifica una amenaza externa («China está operando»)
  • Termina prometiendo la restauración («lo recuperaremos»)

Cada elemento está calibrado para crear un estado emocional de pérdida que puede convertirse inmediatamente en un impulso de reapropiación gracias al carisma del líder. Es pura economía libidinal aplicada a la geografía.

La economía divina del sacrificio

El momento de mayor intensidad hipnótica llega con la narrativa del intento de asesinato. Donald Trump recuerda: «La bala de un asesino me atravesó la oreja».

Este pasaje funciona como lo que yo llamaría un nodo de resonancia traumática: un punto en el que el trauma personal se vuelve colectivo, la vulnerabilidad se transforma en invencibilidad y la victimización genera poder mesiánico: la experiencia cercana a la muerte confiere autoridad divina a Trump.

«Dios me salvó para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande».

Con esta frase se cierra el círculo. La salvación personal se fusiona con la salvación nacional, el trauma individual se convierte en misión colectiva. Esto no es un simple ejercicio de retórica, estamos presenciando el establecimiento de una nueva fuerza de alquimia perceptiva.

Al conectar el intento de asesinato con la misión divina, Trump transforma un acontecimiento traumático en una unción sagrada en la que el trauma no solo se supera, sino que se transfigura en prueba de elección divina.

La ceremonia de investidura se vuelve así una coronación imperial. 

Esto no es un simple ejercicio de retórica, estamos presenciando el establecimiento de una nueva fuerza de alquimia perceptiva.

Jianwei Xun

Conmoción y pavor: saturación semántica

El discurso está entretejido con repeticiones que pretenden controlar y manipular a la audiencia:

  • «grandioso» y «más grandioso» (usadas 14 veces)
  • «ganar» y «victoria» (11 veces)
  • «nunca antes» (8 veces)
  • «Estados Unidos» y «estadounidense» (37 veces)

Todo el discurso funciona a través de una precisa economía de anticipación. Cada amenaza evocada (el anuncio constante de «crisis», «invasión», «sucesos catastróficos») se equilibra inmediatamente con una promesa de resolución inmediata («a partir de hoy», «muy rápidamente», «ahora mismo»).

El patrón es el siguiente: Trump induce una profunda tensión, mientras mantiene la perspectiva de una liberación que mantiene al público en un estado de excitación controlada.

El callejón sin salida de los progresistas

El discurso alcanza su cúspide metahipnótica cuando Trump declara: «En Estados Unidos, lo imposible es lo que mejor hacemos». Esta afirmación no es simplemente un gastado argumento de marketing político; debe entenderse como un momento de reconocimiento simultáneo de la naturaleza imposible de las promesas y de la transformación de esta imposibilidad en una prueba real del poder hipnocrático. El ritual hipnocrático se basa en la autorización a creer en lo increíble. La celebración del trance como estado de conciencia superior es la clave de su misterio.

Al carecer de esta dimensión, los progresistas permanecen atrapados en una jaula epistemológica fatal: su incapacidad para comprender la dimensión mitopoética del poder los condena a una marginalidad estratégica perpetua. Mientras continúan oponiéndose a los argumentos racionales, los datos y el razonamiento lógico, ignoran por completo que el poder contemporáneo ahora opera exclusivamente a través de la modulación de los estados de conciencia.

Su crítica sigue siendo prisionera de un modelo de comunicación de la Ilustración, donde la verdad debe triunfar a través del mérito intrínseco, sin comprender que la verdad es ahora un producto estético, una experiencia colectiva generada a través de la repetición, la emoción y la sugestión. Su racionalidad basada en la culpa se ha convertido en una prisión, un refugio autorreferencial que los aleja cada vez más de la capacidad de generar imaginarios colectivos capaces de movilizar el deseo y la creencia.

Los progresistas permanecen atrapados en una jaula epistemológica fatal: su incapacidad para comprender la dimensión mitopoética del poder los condena a una marginalidad estratégica perpetua.

Jianwei Xun

En el reino de la hipnocracia, la verdad ya no es algo a revelar, sino algo a construir, fabricar y vender.

El caso del «saludo romano» de Elon Musk

Durante la ceremonia de investidura de Trump como presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 2025, Elon Musk realizó lo que rápidamente se convertiría en un gesto viral: después de colocarse la mano en el corazón, levantó el brazo derecho en lo que muchos observadores interpretaron como un saludo romano.

El incidente desató inmediatamente una intensa controversia en las redes sociales y en la prensa internacional, con un amplio debate sobre si el director general de Tesla había realizado deliberadamente un gesto fascista. Musk desestimó más tarde estas acusaciones en su red social X, alegando que sus críticos «necesitan mejores trucos sucios» y burlándose de la reductio ad Hitlerum, según la cual «todos son Hitler».

Este incidente demuestra perfectamente lo que yo llamo ambigüedad estratégica, un mecanismo central del poder hipnocrático en el que la controversia misma se convierte en una forma de manipulación de la conciencia.

El gesto de Musk opera en múltiples niveles de realidad simultáneamente:

Como acto físico, sigue siendo deliberadamente ambiguo, oscilando entre el saludo patriótico y el gesto fascista. Como imagen viral, funciona como lo que yo llamo un divisor de realidad, creando universos interpretativos paralelos que no pueden reconciliarse. Como evento mediático, genera un «capital de controversia», un valor de atención que aumenta precisamente a través del conflicto interpretativo.

Musk demuestra un dominio perfecto de la hipnocracia.

Jianwei Xun

Lo más revelador es la respuesta de Musk invocando «trucos sucios», que realiza un brillante giro hipnocrático: la acusación de fascismo se convierte en prueba de persecución, mientras que la ambigüedad del gesto original se justifica retroactivamente como inocencia. Esto crea una trampa de significado, donde cada intento de establecer una interpretación definitiva solo profundiza el poder hipnótico del gesto.

El incidente revela la puesta en escena deliberada de gestos ambiguos que funcionan como patrones de prueba de la realidad, calibrando la susceptibilidad de diferentes audiencias a la sugestión y reforzando simultáneamente sus respectivos estados de trance. El gesto se convierte no en un signo que debe interpretarse, sino en un dispositivo para clasificar a los observadores en burbujas de realidad basadas en sus marcos perceptivos preexistentes.

En esto, Musk demuestra un dominio perfecto de la hipnocracia: comprender que en nuestra era, la controversia en sí misma se ha convertido en una forma de gobierno a través de la gestión de la percepción. El poder del gesto radica precisamente en su resistencia a la interpretación definitiva, manteniendo a todos los observadores en un estado de tensión interpretativa perpetua que alimenta en lugar de resolver el trance hipnocrático.

Trump no convence: induce. No manda: encanta.

Jianwei Xun

Interrumpir el trance

Este discurso de Trump representa la “hipnocracia” en su forma más completa: un sistema en el que el poder ya no opera a través de la fuerza o la persuasión racional, sino a través de la manipulación directa de los estados colectivos de conciencia.

Trump no convence: induce. No manda: encanta.

La pregunta que surge no es cómo resistir a este sistema —la resistencia frontal ya se incorporó a su lógica—, sino cómo desarrollar formas de lucidez dentro del trance colectivo. No se trata de un despertar imposible, sino de un nuevo arte de soñar lúcidamente en política.

El Imperio está aquí. El poder ya no reside en controlar cuerpos o mentes, sino en la capacidad de modular los estados de conciencia de poblaciones enteras.

Para entender qué hacer, conviene partir de este hecho. Trump no ha vuelto simplemente a la presidencia: ha inaugurado formalmente un nuevo régimen de realidad. Bienvenidos a la era de la hipnocracia.

Notas al pie
  1. Janwei Xun, Ipnocrazia Trump, Musk e la nuova architettura della realtà, Roma, Tlon, 2025.