La investidura de alto riesgo del tercer mandato de Nicolás Maduro
El próximo 10 de enero, Nicolás Maduro tomará posesión como presidente de Venezuela para un tercer mandato. Su principal rival en las elecciones, Edmundo González Urrutia, exiliado desde septiembre y candidato por la Plataforma Unitaria Democrática (PUD, coalición opositora liberal), también reivindicará el cargo. Más de cinco meses después de las elecciones presidenciales del 28 de julio, existen dos versiones contradictorias de los resultados. Según el Consejo Nacional Electoral, vinculado al jefe de Estado, éste ganó con el 51,95% de los votos emitidos, frente al 43,18% de su adversario. Según los resultados detallados publicados en línea por la oposición liberal, Edmundo González obtuvo el 67,08% de los votos emitidos, frente al 30,46% de Nicolás Maduro.
Hay pocas dudas de que Edmundo González ganó las elecciones, dada la validación de las actas reveladas por la oposición liberal por parte de la Fundación Carter, que lleva dos décadas observando las elecciones en Venezuela, y la ausencia de resultados detallados publicados por el bando de Maduro. Sin embargo, también hay pocas dudas de que el jefe de Estado se mantendrá en el poder gracias a la lealtad de todas las instituciones del Estado venezolano (judicial, constitucional y, sobre todo, militar). Además de la manipulación de los resultados electorales, todo el proceso electoral evidencia la «huida hacia adelante autoritaria» de Nicolás Maduro: desde la inelegibilidad impuesta arbitrariamente a varios candidatos importantes (incluida María Corina Machado, ganadora de las primarias de la oposición liberal en octubre de 2023) hasta la exclusión de facto del electorado del 99% de los casi 5 millones de venezolanos en edad de votar que viven en el exterior, pasando por las detenciones selectivas. 1
En los dos días siguientes a las elecciones presidenciales del 28 de julio, estallaron 915 protestas espontáneas en la mayoría de las ciudades venezolanas, en rechazo a la declaración de victoria de Nicolás Maduro. La represión fue implacable. El Ministerio Público anunció la detención de 2.400 personas, más de las cifras anunciadas por las organizaciones de defensa de los derechos humanos, lo que demuestra una voluntad de aterrorizar a la población y disuadirla de cualquier protesta. Desde noviembre, la misma institución afirma haber liberado a 1.369 personas, sobre todo adolescentes. La ONG Foro Penal, cuyos datos son los más reconocidos en materia de recuento de presos políticos, no ha podido verificar la amplitud de la oleada de liberaciones y contabilizaba 1.794 presos políticos al 30 de diciembre de 2024. El Comité de Familiares y Amigos por la Libertad de los Presos Políticos publicó recientemente un informe en el que cuestiona el uso de la tortura y la violación sistemática de los derechos fundamentales de los presos políticos. 2
Esta implacable represión en el verano de 2024 ha disuadido cualquier atisbo de protesta y hace improbable un levantamiento popular el 10 de enero, aunque la impopularidad del gobierno sigue siendo total, como demuestran los resultados de las elecciones estudiantiles en la Universidad Central de Venezuela del 15 de noviembre, en las que los partidarios del gobierno obtuvieron sólo el 1% de los votos emitidos. 3 Estas elecciones han supuesto la culminación de un proceso de desdemocratización que lleva varios años en marcha. Actualmente, todos los analistas consideran que el sistema político venezolano es autoritario, 4 tanto en lo que se refiere a los derechos políticos como a las libertades civiles.
Lo que realmente está en juego en la jornada del 10 de enero no está en Caracas, sino fuera del país, en el enfrentamiento que parece estar gestándose entre el futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y Venezuela. Las recientes declaraciones ofensivas de Donald Trump sugieren que las medidas coercitivas unilaterales que decretó en 2019 y que Joe Biden flexibilizó en 2023 podrían reinstaurarse si Nicolás Maduro no acepta el retorno forzoso masivo a su país de los venezolanos que viven en Estados Unidos. 5
¿Cómo llegó Venezuela a este punto? Lecciones del terreno sindical
La conversión de Venezuela de bastión de la izquierda radical a un régimen autoritario arquetípico ha sido un largo proceso. En mi libro, Venezuela: de la Révolution à l’effondrement. Le syndicalisme comme prisme de la crise politique (1999-2021), 6 estudié la trayectoria de los miembros de los comités ejecutivos de las tres confederaciones sindicales sucesivamente dominantes durante la presidencia de Hugo Chávez. Estos cambios son el resultado de reconfiguraciones políticas en un país donde el movimiento sindical ha estado marcado desde sus orígenes por un alto grado de politización.
La primera estructura estudiada, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), es la central sindical histórica que participó en los intentos de derrocamiento de Hugo Chávez entre 2002 y 2003 (golpe militar frustrado en abril de 2002 y congelación de la economía entre diciembre de 2002 y febrero de 2003). Está vinculada al partido socialdemócrata que dominaba la vida política antes de 1998, Acción Democrática (AD). Esta organización está dirigida por miembros de AD que controlan las principales federaciones y deben su posición a su partido. Hugo Chávez aprovechó el descrédito sufrido por esta confederación para desmantelarla e impulsar una estructura paralela en la que las fuerzas de izquierda obtuvieran un mayor margen de maniobra.
Así surgió, en abril de 2003, la Unión Nacional de Trabajadores (UNT). Se fundó en respuesta a un cambio profundo, con una generación más joven, de origen más obrero y menor nivel educativo, que ascendía a la cúspide de la jerarquía sindical. La organización se paralizó rápidamente entre los que defendían la autonomía frente al gobierno y daban prioridad a las reivindicaciones económicas y los que aceptaban la dependencia del ejecutivo y daban prioridad a la defensa del proceso político. Esta generación no se mantiene a la cabeza del campo sindical: algunos desertan ante las dificultades de pronunciarse dentro del proceso bolivariano, mientras que otros son absorbidos por carreras políticas o por el aparato burocrático-industrial del Estado. Estos fenómenos están en la raíz de la inexperiencia del sindicalismo chavista. A lo largo de los años, esta confederación se ha visto debilitada por la polarización de las fuerzas sindicales chavistas en torno a las divisiones antes mencionadas.
La Central Bolivariana Socialista de Trabajadores de la Ciudad, el Campo y la Pesca (CBST-CCP), creada en 2011, marca el regreso de un sindicalismo «vocero del gobierno», con una nueva dirección que incluye a varios miembros de los partidos dominantes antes de Chávez que no tienen capital simbólico para oponerse al gobierno, y donde los sectores reivindicativos aparecen ahora desarticulados. Lo que vimos entonces fue la toma del poder del ala conservadora del sindicalismo chavista, liderada por el propio Nicolás Maduro, futuro primer presidente proveniente del sindicalismo en la historia de Venezuela. En concreto, esta nueva dirección coopta a los presidentes de las federaciones y se opone a los aumentos salariales. Estas prácticas autoritarias, que ya eran evidentes en el movimiento sindical, se extenderían al conjunto de la sociedad como consecuencia de la crisis multifacética que viviría Venezuela.
Por ejemplo, en 2012, una nueva ley laboral concedió nuevos derechos (reforma de las prestaciones sociales, reducción de la jornada laboral, aumento del permiso parental), al tiempo que limitaba el derecho de sindicalización (introducción de un registro que regula las organizaciones sindicales). Las competencias sindicales se restringieron aún más con la introducción de los Consejos de Trabajadores. Sus competencias son poco claras y potencialmente contradictorias con las de los sindicatos.
La CBST-CCP mantiene un alineamiento con la política del gobierno, incluida la aprobación de sus revalorizaciones periódicas del salario mínimo, que son inferiores a las que se producían durante la hiperinflación. A cambio, los dirigentes de la CBST-CCP obtuvieron posiciones de poder, y varias decenas de sus miembros se convirtieron en diputados constituyentes en la Asamblea Nacional Constituyente convocada por Nicolás Maduro para eludir la cámara legislativa, entonces de mayoría opositora. Sin embargo, la confederación perdió su capacidad de movilización al abandonar toda autonomía frente al gobierno. La participación de los trabajadores de base en el seno de esta central sindical se ha reducido al mínimo.
De esta forma, las autoridades políticas han contenido a los sectores reivindicativos para disciplinar mejor al movimiento sindical. En octubre de 2018, el gobierno aprobó el memorándum 2792, que permite derogar toda la legislación laboral para mantener el empleo, socavando tanto el Estado de derecho como las condiciones de vida de los asalariados venezolanos. Estas transformaciones han enfrentado un ciclo de protestas laborales a una escala sin precedentes –5.735 durante 2018– sin ser coordinadas. En Venezuela, el salario mínimo ha representado menos del 10% de la canasta alimentaria promedio por más de 10 años, y menos de diez dólares por más de siete años, con excepción de unos pocos meses después de un aumento antes de que la inflación erosionara este magro incremento. Para compensar el bajo poder adquisitivo, el gobierno ha introducido «bonos», que obviamente no se tienen en cuenta a la hora de calcular las primas de fin de año y las pensiones. La presidencia de Maduro ha representado una represión sin precedentes contra los líderes sindicales. Según un recuento de la ONG PROVEA, 120 sindicalistas han sido detenidos y más de 3.400 amenazados desde el inicio de su presidencia en 2013.
Los métodos de gobierno de Chávez difieren mucho de un periodo a otro: en los primeros años, la movilización de la población se utilizaba para contrarrestar ciertas instituciones del Estado; hoy en día, se busca el apoyo de las instituciones (electorales, judiciales, militares, policiales, etc.) para contener el descontento popular ante el giro autoritario y los fracasos económicos. Al inicio de la presidencia de Chávez, la radicalidad del repertorio de acciones de la oposición contrastaba con un bajo nivel de represión. Por el contrario, los vínculos entre los diferentes sectores de la oposición son ahora mucho más frágiles, mientras que la represión es mucho más fuerte. En el seno de los sindicatos, los partidarios del gobierno pierden capacidad de movilización, mientras que los opositores ven su repertorio de acción cada vez más limitado por el control del Estado. 7
Múltiples factores del giro autoritario de Venezuela
En la década de 2000, Venezuela fue precursora y uno de los epicentros del «giro a la izquierda» latinoamericana. El «socialismo del siglo XXI» que profesaba Hugo Chávez parece atrapado en los escollos del siglo XX: en particular, la desposesión del proceso político por una minoría burocrática que acaba adoptando políticas conservadoras.
Al igual que el movimiento sindical, todos los movimientos sociales sufren esta ruptura del diálogo. Los movimientos vecinales, que fueron la punta de lanza del chavismo durante la «edad de oro» de la democracia participativa, están sufriendo las mismas consecuencias que los sindicatos. El empoderamiento de 2002-2007 no estuvo exento de contradicciones, con una financiación dependiente de la Presidencia de la República. Con el paso de los años, la erosión de la participación marca una vuelta al poder vertical, más ambivalente al principio de los años de Chávez. En la actualidad, la participación ciudadana prácticamente ha desaparecido. Margarita López Maya muestra cómo las instituciones participativas del primer gobierno de Chávez se han transformado con el tiempo en un «autoritarismo sultánico» bajo la presidencia de Nicolás Maduro. 8 El deterioro de las condiciones de vida y el giro autoritario nos ayudan a entender la impopularidad del gobierno de Maduro y, en consecuencia, las manipulaciones utilizadas para transformar la derrota en las elecciones presidenciales de julio de 2024 en una ceremonia de investidura ampliamente cuestionada. 9
Notas al pie
- Thomas Posado, «Venezuela : la fuite en avant autoritaire», La vie des idées, 17 de septiembre de 2024.
- Comité de Familiares y Amigos por la Libertad de los Presos Políticos, Prisión injusta, celdas inhumanas. Informe sobre las condiciones carcelarias de los presos políticos en Venezuela, diciembre de 2024.
- Froilán Barrios, «A propósito de las elecciones de la FCU de la UCV», analítica, 4 de diciembre de 2024.
- Javier Corrales, «Authoritarian Survival: Why Maduro Hasn’t Fallen», Journal of Democracy, vol.31, n°3, 2020, pp. 39-53.
- Thomas Posado, «Trump engagera-t-il un nouveau bras de fer avec le Venezuela ?», The Conversation France, en línea desde el 29 de diciembre de 2024.
- Toulouse, Presses Universitaires du Midi, 2023.
- Thomas Posado, «Effectuer un tournant autoritaire en domestiquant le mouvement syndical : le cas du Venezuela chaviste», en Dynamiques des tournants autoritaires, Maya Collombon y Lilian Mathieu (eds.), Vulaines sur Seine, Éditions du Croquant, 2021, pp. 275-298.
- Margarita López Maya, Democracia para Venezuela: ¿representativa, participativa o populista ?, Caracas, Alfa, 2021.
- Yoletty Bracho, «Maduro 3.0: el fin de la legitimidad electoral» , Nueva Sociedad, enero de 2025.