Desde la aceleración reaccionaria en los Estados Unidos de Trump hasta el ascenso del revisionismo de la AfD en Alemania, respaldada por Elon Musk, la extrema derecha está en marcha. La Historia nunca se repite, pero siempre nos beneficiamos de estudiarla, y de estudiar a estas figuras intelectuales que vivieron en «un mundo grande y terrible» (Antonio Gramsci), a menudo arriesgando sus vidas, construyendo obras que todavía pueden iluminarnos. Para recibir nuevos episodios de esta serie por correo electrónico, suscríbete aquí

¿Vio venir a Hitler, como fenómeno?

Sí, como sabe, viví en Alemania —durante dos años, dos años y medio— entre 1931 y 1933, y mi estancia allí me afectó profundamente.

¿Estaba en Berlín? 

Primero fui profesor en la Universidad de Colonia, y luego fui a la Casa Académica Francesa de Berlín, y mi estancia en Alemania me marcó de una manera que a menudo se ignora.

Yo había salido de la formación intelectual francesa como un buen idealista, un buen ingenuo, desconocedor de la política y de sus duras necesidades —y descubrí la política cuando vi el ascenso del hitlerismo, lo que me dio lo que algunos llaman mi escepticismo, otros mi cinismo, otros mi realismo…—.

¿También su pesimismo?

Pesimismo no, pero descubrí que el hombre era capaz de atrocidades.

Entre 1931 y 1933, abandoné mis aspiraciones metafísicas, dejé de meditar sobre las ciencias naturales, convencido de que mi formación matemática inicial era insuficiente, y decidí reflexionar sobre las ciencias sociales, o más exactamente, sobre nuestra conciencia de la realidad histórica y las condiciones en las que tomamos conciencia de ella.

En el fondo, comencé entonces mi diálogo con el marxismo.

Me dije: tengo opiniones políticas y soy incapaz de justificarlas: eso es indigno de un intelectual. Mientras diga que soy de izquierdas o socialista, tengo que saber por qué. Y fue para poder justificarme a mí mismo mis juicios políticos por lo que quise estudiar ciencias sociales. En este sentido, la política —o la curiosidad, la intención política— está en la raíz de mi investigación científica.

Quizás por eso son impuras.

A partir de entonces tuve una formación económica y sociológica que me permitió reaccionar ante los acontecimientos mitad como sociólogo y mitad como especialista —y no como un intelectual clásico de izquierda—. Lo que no significa que no haya mantenido el mismo sistema de valores típico de lo que considero un intelectual de izquierda, es decir, la libertad de pensamiento, la racionalidad y, en la medida en que la sociedad lo tolera, la idea igualitaria. Nunca he renunciado a todo eso.

¿Se marchó a Londres porque, como judío, no quería quedarse en una Europa dominada por Hitler, o porque quería continuar la guerra?

Si le dijera que me fui porque tenía miedo, creo que sería demasiado duro conmigo mismo.

Si le dijera que me fui para continuar la guerra, parecería un héroe.

Al final, usted puede elegir.

Personalmente, pensaba esto: Inglaterra continúa la guerra. Quiero estar del lado de los que continúan la guerra.

En cuanto al inconsciente, cada uno es libre de interpretarlo a su manera, y odio acusarme o justificarme —porque no sé cómo podría hacerlo—.