La forma en que abordamos la manera en que los ciudadanos europeos ven la Unión Europea sigue estando muy influida por la lectura bipolar de la opinión, que consiste en centrarse en la proporción de proeuropeos y antieuropeos, y siempre reproduciendo implícitamente la gran cuestión existencial: ser europeo o no serlo, permanecer en la Unión o abandonarla, como se les planteó a los británicos en 2016, y como parece querer plantearla de nuevo la AfD en Alemania. Nuestro estudio muestra que la cuestión de la pertenencia no es, y quizá ya no lo sea, objeto de debate, sino que el futuro se juega entre los partidarios del statu quo y los partidarios de profundizar en la Unión.
1 — Quedarse o irse, esa ya no es tanto la cuestión
El deseo de permanecer en la Unión es abrumadoramente favorable en los 5 países encuestados, mientras que el deseo de salir de la Unión alcanza un máximo de sólo el 26% en Francia, el país donde el nivel de crítica y escepticismo hacia la Unión es el más elevado de toda esta investigación.
Preguntar a los europeos si creen que la pertenencia a la Unión refuerza a su propio país es más controvertido. Los españoles están mayoritariamente convencidos (71%) de que hace más fuerte a su país. En Alemania e Italia, 6 de cada 10 entrevistados piensan así, al igual que la mitad de los belgas, y no más del 25% sostiene la opinión contraria de que la Unión debilitaría al país. En estos tres países, alrededor de un entrevistado de cada 5 se muestra indeciso. Francia es en cierto modo una excepción, ya que es el único país en el que la sensación de que el país se debilita (43%) es igual a la impresión de que se refuerza. Es cierto que Francia es un país dominado por la impresión de que está en declive, sobre todo en lo que se refiere a su papel internacional, y en general se resiste a creer que está más fuerte.
El análisis de las respuestas a estas preguntas por simpatías políticas muestra un reparto bastante desigual y poco homogéneo de los sentimientos antieuropeos. Sólo en Italia los simpatizantes de un partido, la Lega, son mayoritarios (66%) a favor de abandonar la Unión. No es el caso de los partidarios de Fratelli d’Italia, la mitad de los cuales (33%) optan por esta hipótesis. En Alemania, los simpatizantes de AfD se dividen casi al 50% en esta cuestión, al igual que los votantes de Vox y Se Acabó La Fiesta en España, y los de RN y Reconquête en Francia.
En Bélgica, la opción de la salida es minoritaria en todas partes, pero la favorecen en igual proporción (alrededor de un tercio) los partidarios de los partidos más de izquierda y más de derecha. En Bélgica, los partidarios de los partidos más a la izquierda también se muestran escépticos ante la idea de que la pertenencia a la Unión refuerce a su país, como ocurre en Francia (sin por ello desear salir de la Unión). No ocurre lo mismo en España, donde los votantes de Podemos y Sumar están convencidos casi unánimemente de que la Unión Europea fortalece a su país. En Alemania, el sentimiento de la izquierda es mucho más variado, pero la mayoría de los votantes de Die Linke y BSW (54% y 57%) creen que su país sale fortalecido con la Unión.
2 — Expectativas de políticas concertadas
En 7 de los 12 ámbitos de acción examinados, hay una mayoría en todos los países, a menudo amplia, a favor de una política común con los demás países de la Unión Europea. La cooperación en el marco europeo se considera la escala adecuada para actuar en la lucha contra el terrorismo, la investigación y la innovación, la gestión de catástrofes y la transición ecológica. Lo mismo ocurre con la inmigración y las relaciones internacionales, aunque los franceses se muestren más reticentes también en estos dos aspectos. La dimensión internacional de los problemas parece exigir, a ojos de los encuestados, respuestas concertadas con los socios europeos.
Por el contrario, la fiscalidad y la salud pública son cuestiones que los ciudadanos desean mantener en manos de los Estados. Es significativo que se trate de ámbitos en los que las decisiones tienen un impacto más directo en los hogares, y de sistemas con los que los encuestados están familiarizados. Aunque a menudo se quejen de ello, prefieren confiar en un nivel cercano y conocido (y al alcance de la sanción electoral) para tomar decisiones. En menor medida, la encuesta revela una reticencia a remitirse al nivel supranacional cuando se trata de política industrial, un sector que puede considerarse fácilmente como un ámbito de competencia entre países europeos. Francia, acosada por el temor a la desindustrialización, se muestra especialmente reticente.
3 — Un balance que se considera decepcionante
Aunque la cooperación europea parece una solución adecuada para la mayoría de los problemas, la respuesta de la Unión a la mayoría de ellos no ha estado a la altura de las expectativas. En la encuesta se preguntó a los habitantes de los 5 países abarcados por su valoración de la labor de la Unión en 8 ámbitos de actuación. En conjunto, los juicios son negativos e incluso severos. La investigación es el único ámbito en el que la mayoría de los encuestados se muestra satisfecha, pero no es el caso de Francia, donde la gente en general desconfía especialmente de Europa, mientras que los españoles se muestran mucho más euro-confiados.
En contraste con la investigación, la inmigración se asocia unánimemente al fracaso. En otros ámbitos, los resultados son ligeramente menos negativos y varían significativamente de un país a otro. Es el caso, en particular, de 3 ámbitos que han ocupado un lugar especialmente destacado en la agenda europea de los últimos años: en materia de salud pública, sólo en Bélgica y España la satisfacción supera el 40%, y sólo los españoles están igualmente satisfechos con la acción de la Unión en materia de medio ambiente. La seguridad y la defensa, impulsadas a la cabeza de las preocupaciones de los europeos por la invasión rusa de Ucrania, es también un sector en el que la satisfacción es muy minoritaria, ya que sólo en España (38%) más de un tercio de los encuestados se muestra satisfecho. Tomados en conjunto con la pregunta anterior, estos juicios severos muestran que la insatisfacción con la Unión no impide en absoluto que los ciudadanos deseen una acción a escala europea que consideran pertinente. Sin embargo, conduce a una forma de decepción.
4 — Ineficaz y burocrática, críticas duras de roer
No es sorprendente que sea en la cuestión de su eficacia donde se centren las críticas a la Unión: sólo entre el 15% y el 28% de los encuestados la consideran «eficaz». Una posible explicación de esta ineficacia a los ojos de los ciudadanos es que la Unión es percibida como «burocrática» por una gran parte de los encuestados, del 38% al 57% según los países, y desconectada por una proporción aproximadamente similar. A pesar de la pandemia de Covid-19 y del papel de la Unión en la campaña de vacunación (o porque esa página ya se pasó y hace mucho tiempo que se dejó atrás), las instituciones europeas tienen dificultades para demostrar que están tomando medidas que lleguen a los ciudadanos.
En cuanto a los valores, la Unión recibe una calificación mucho más alta, tanto por su carácter democrático (entre el 40% y el 60% le dan esta calificación) como por su capacidad de solidaridad (entre el 32% y el 58%). Pero con un bemol, entre el 36% y el 46%, según los países, creen que las instituciones europeas son «corruptas». Esto contribuye a una insatisfacción predominante que no es incompatible con el apego al proyecto europeo, pero que conduce naturalmente al deseo de una Europa diferente.
5 — La expectativa de una «Europa diferente»
Alrededor de dos tercios de los encuestados en cada país se declaran favorables a la Unión, pero desearían «cambios importantes» en su funcionamiento. Por tanto, el debate sobre Europa evita en gran medida una oposición caricaturesca entre europeístas convencidos y antieuropeístas acérrimos. En nuestra encuesta, la proporción sumada de quienes se inclinan por una u otra actitud representa menos de la cuarta parte de los encuestados. Los eurófilos convencidos son ligeramente más numerosos en Alemania (18% están satisfechos con la Unión y su funcionamiento) y España (14%), mientras que los eurófobos se encuentran principalmente en Francia, Bélgica e Italia (donde entre el 13% y el 18% desearían «abandonar la Unión lo antes posible»). Incluso si incluimos a los escépticos que no esperan gran cosa de la Unión, no más del 30% de los encuestados cuestionan el proyecto europeo.
Por otra parte, existe un fuerte deseo de cambio, pero esta expectativa de algo diferente no se traduce automáticamente en un deseo de dar marcha atrás en la integración europea. En 4 de cada 5 países (excepto Francia), el deseo de reforzar la integración europea y avanzar hacia una «Europa federal» supera al deseo de devolver más poder a los Estados miembros. En Italia y España, hasta 6 de cada 10 encuestados están convencidos de esta acentuación de la integración europea. En estos dos países, la evolución hacia una Europa federal cuenta con el apoyo de la mayoría de los electores, a excepción de los de extrema derecha (FdI, Lega, Vox).
6 — La difícil solidaridad europea
Cuando se trata de calificar a Europa de «solidaria», las opiniones, como hemos visto, varían mucho de un país a otro. Del mismo modo, la cuestión de si los Estados miembros deben aceptar contribuir más de lo que reciben de la Unión demuestra la complejidad del asunto. La cuestión es objeto de un amplio debate, con una opinión pública dividida entre países: el 57% de los alemanes está de acuerdo en que su país debe ser contribuyente neto, mientras que el 52% de los franceses no lo está. En Alemania, esta cuestión opone clara y lógicamente a los partidarios de la AfD, que se oponen ferozmente (74%) a la idea de que su país dé más de lo que recibe, a todos los demás electorados, que aceptan mayoritariamente que Alemania sea un contribuyente neto.
Por un lado, la solidaridad europea puede chocar con las dudas de los ciudadanos sobre la fiabilidad de los demás socios. La mitad de los encuestados dudan de la fiabilidad de Grecia, y tres cuartas partes no consideran a Hungría un socio fiable. Las percepciones sobre Polonia revelan diferencias aún mayores: el 60% de los alemanes considera que Polonia es un socio fiable, mientras que sólo el 38% de los italianos comparte esta opinión.
Dentro de los países incluidos en la encuesta, las respuestas de los encuestados revelan percepciones asimétricas. Existen dudas en Francia sobre Alemania, en Alemania sobre Italia, en Italia sobre Francia y en España sobre Bélgica. España parece ser el único país analizado que se considera unánimemente un socio fiable.
7 — ¿Es el informe Draghi una respuesta necesaria a la falta de competitividad?
Alrededor de dos tercios de los europeos creen que la Unión Europea no es competitiva, ni frente a Estados Unidos ni frente a China. Este sentimiento prevalece en los 5 países, con algunos matices, sobre todo en Alemania, donde el 36% considera que la Unión es competitiva frente a Estados Unidos. Sin embargo, sólo el 28% piensa lo mismo cuando se trata de la competencia con China, apenas 10 puntos más que en Francia, donde los juicios son los más negativos en lo que se refiere a la competitividad del continente europeo. Es posible que la incertidumbre sobre el futuro de la industria automovilística alemana ante la competencia de los coches eléctricos chinos esté influyendo en las percepciones.
Esta observación parece exigir respuestas, y muchas de las soluciones estudiadas en la encuesta se consideran importantes. Más allá del objetivo general de hacer que las empresas sean más competitivas, las soluciones más populares se refieren a la energía, tanto en términos de reducción de costos y garantía de independencia energética, como de reducción de la regulación y desarrollo de tecnologías de transición energética. Este último punto es objeto de debate. La proporción de personas que ven en la transición ecológica una palanca de competitividad y crecimiento varía de un país a otro, desde el 50% en Bélgica hasta el 68% en Italia. Así pues, no hay unanimidad y el interés parece ser menor que por el desarrollo de las «tecnologías» de transición, más directamente asociadas a la cuestión de la competitividad. Las cuestiones más generales de la transición ecológica también pueden estar relacionadas con el sistema de normas y reglamentos, con las reservas que hemos señalado.
El modelo energético también es objeto de debate, con Francia y Bélgica mucho más entusiastas del desarrollo de la energía nuclear que otros países, donde las opiniones están divididas.
Estas diferencias no impiden en absoluto que la mayoría de los europeos desee que los esfuerzos para mejorar la competitividad se realicen de forma concertada a escala europea. Sólo en Francia un tercio de los encuestados desea que su país actúe de forma independiente. Este estado de ánimo explica la acogida bastante favorable de una de las medidas preconizadas en el informe Draghi. Más del 50% de los encuestados están a favor del plan de inversión de 800 mil millones de euros propuesto en sectores clave.
8 — Trump, la amenaza
La elección de Donald Trump se percibe como una amenaza: entre el 41% (Italia) y el 58% (Bélgica) de los encuestados creen que su elección hace que el mundo sea «menos seguro». La opinión contraria, que el republicano hace el mundo más seguro, es minoritaria en todas partes, excepto entre algunos votantes de extrema derecha (Reconquête en Francia, Lega en Italia, Vox en España y AfD en Alemania). Los partidarios de Fratelli d’Italia y Rassemblement National son menos categóricos a este respecto.
A los encuestados les resulta algo más difícil decir si Donald Trump es amigo o enemigo de Europa. En cada país, alrededor de 4 de cada 10 personas son incapaces de decirlo. Entre los demás, la idea dominante es que es hostil. Entre el 40% y el 49% de los encuestados lo consideran un «enemigo de Europa», frente a entre el 7% y el 12% que lo consideran un amigo. Los grupos más afines al proyecto europeo ven abrumadoramente a Trump como un enemigo. Esta opinión predominante podría alentar la demanda de una defensa europea más fuerte en un mundo que se percibe como más incierto y en el que la opinión pública ya no da por sentada la «protección estadounidense».
9 — Ucrania: líneas de falla
La inminente llegada al poder de Donald Trump está cambiando considerablemente la situación con respecto a una de las cuestiones consideradas entre las más amenazadoras para la Unión: la guerra en Ucrania. Sobre esta cuestión, los europeos parecen estar muy divididos. Las opiniones distan mucho de ser unánimes sobre la conveniencia de aumentar la ayuda militar a Ucrania: el 58% de los alemanes desea un mayor compromiso en la defensa de Ucrania, frente a sólo el 31% de los italianos. En los otros tres países, la opinión pública está dividida sobre esta cuestión, con proporciones cercanas al 50%.
Al mismo tiempo, existen diferencias de opinión sobre la actitud a adoptar hacia Rusia. Mientras que en 4 países encuestados la mayoría está a favor de reforzar —o al menos mantener— las sanciones contra Rusia, una proporción significativa de la opinión pública italiana aboga por normalizar las relaciones.
Estas cuestiones y diferencias de opinión sobre la línea de conducta a seguir no impiden que una mayoría de cuatro de los cinco países cubiertos por la encuesta se pronuncie a favor de la creación de una defensa europea, con un ejército común. La opción de recurrir a la OTAN con la protección de Estados Unidos resulta menos atractiva, alcanzando un máximo del 29% en Alemania. Sólo un país está dividido entre la idea de una defensa europea y la preferencia por una organización y un ejército nacionales. Se trata de Francia, el único de los 5 países encuestados que dispone de armas nucleares.
10 — Eurofóbicos empedernidos
Como en todas sus encuestas, Cluster 17 enriquece la comprensión de este estudio analizando las respuestas según grupos homogéneos (los Clusters), 1 que permiten identificar y caracterizar grupos de ciudadanos que comparten opciones similares sobre la mayoría de las grandes cuestiones políticas. Habida cuenta de la finalidad de esta encuesta, no es baladí constatar que, en Francia e Italia, este método pone de manifiesto la existencia de grupos de electores especialmente eurófobos, en el sentido de que su actitud hostil hacia Europa desempeña un papel importante en su visión de las cuestiones políticas.
En Francia, se trata esencialmente de los sociopatriotas, mientras que en Italia existen tres grupos de este tipo: los euroescépticos, los nacional-populares y los cualunquistas. En los demás países, la hostilidad a la Unión es menos estructurante y, por tanto, suscita menos actitudes. Allí, se combina con una desconfianza más general hacia el establishment en clusters que pueden ser muy diferentes en otras divisiones, situándose unas a la izquierda y otras a la derecha. Lo mismo ocurre en Francia e Italia, donde otros grupos pueden mostrarse muy reservados respecto a la Unión, aunque esto no sea tan característico de ellos como de los ya mencionados.
El fenómeno es menos marcado en Alemania y Valonia, donde la eurofobia es principalmente patrimonio de los votantes identitarios de derecha, que pueden estar divididos al respecto. En España y Flandes, la relación con la Unión es menos estructurante en la construcción de sistemas de valores y goza de mayor aceptación.
Conclusión: la cuestión europea une a los electores moderados y divide a los electores de las fuerzas antisistema
Como revela nuestro estudio, no sólo una gran mayoría de ciudadanos quiere permanecer en la Unión Europea, sino que una mayoría también desea una integración más profunda y la europeización de las principales políticas públicas. En todos los países encuestados, como hemos visto, la gran mayoría de los ciudadanos expresa su deseo de permanecer en la Unión. Esto es muy claro e inequívoco, con proporciones que oscilan entre 7 y 8 a 1 según el país. No hay comparación entre la proporción de remainers y de leavers. En este contexto, Francia es en cierto modo una excepción, con un euroescepticismo más pronunciado: una cuarta parte de los ciudadanos franceses quiere abandonar la Unión Europea.
Esta mentalidad más bien eurófila es totalmente lógica: una gran mayoría de los encuestados cree que pertenecer a la Unión ha beneficiado a su país. No más de una cuarta parte opina que la Unión ha debilitado a su nación, salvo una vez más en Francia, donde las opiniones están perfectamente equilibradas entre los que piensan que la Unión ha reforzado a su país y los que piensan que lo ha debilitado. En esta cuestión, como en casi todas las demás, Francia es el país más escéptico sobre los beneficios de la Unión.
De este estudio se desprende un punto que merece la pena subrayar: el euroescepticismo y la asertividad de los partidos radicales de izquierda (PTB en Bélgica, LFI en Francia) y aún más claramente de derecha (VOX en España, Lega y FDI en Italia, AfD en Alemania, Vlaams Belang en Flandes, RN en Francia, etc.) están estrechamente relacionados. Esta relación puede medirse claramente analizando las respuestas de los encuestados en función de su voto en las últimas elecciones europeas: el nivel de euroescepticismo de un país está fuertemente correlacionado con la fuerza electoral de los partidos antisistema de derecha radical y, en menor medida, de izquierda radical. Las personas con actitudes euroescépticas votan casi exclusivamente por partidos y casi nunca por los Verdes, los socialdemócratas, los partidos moderados o la derecha tradicional.
En España, por ejemplo, sólo el electorado de Vox incluye una proporción significativa de votantes euroescépticos (49%), lo que explica que la Unión Europea goce de un alto nivel de apoyo en ese país. En Francia, el alto nivel de euroescepticismo se observa en relación con el peso, también muy elevado, de Rassemblement National —que obtuvo un tercio de los votos en las últimas elecciones— y la fuerza relativa de La France Insoumise, parte de cuyo electorado también es crítico con la Unión.
Esto plantea la clásica cuestión del sentido de la relación: ¿es este euroescepticismo la raíz del ascenso de la derecha radical y la izquierda antisistema, o es más bien una consecuencia de su éxito electoral? Es probable que la relación forme parte de un efecto de refuerzo circular: el euroescepticismo alimenta el ascenso de estos partidos, lo que a su vez refuerza el clima de desconfianza hacia la Unión y, por tanto, el ascenso de estos partidos.
Sin embargo, estas fuerzas de derecha radical y la izquierda antisistema se enfrentan a una gran dificultad, que revela claramente el estudio que hemos realizado: sus electorados están profundamente divididos sobre la cuestión europea. Por término medio, alrededor de la mitad de los votantes de la derecha radical quiere permanecer en la Unión, mientras que la otra mitad quiere salir. Para la izquierda antisistema, la proporción es de alrededor de un tercio (la mitad en el caso del PTB). Esta división de sus electorados ha llevado a los partidos, sobre todo a la derecha radical, a mantener posiciones ambiguas, criticando a la Unión y reclamando mayor soberanía sin defender abiertamente la solución de salir del bloque. A la luz de nuestro estudio, las últimas posiciones de la AfD, que parecen orientadas hacia la salida de la Unión, son especialmente arriesgadas: la línea del Dexit podría limitar su avance y empujar a algunos de sus votantes hacia un partido eurófilo como la CDU, a pesar de que la competencia electoral es muy intensa entre estas fuerzas en varias agrupaciones que componen el electorado alemán.
En cambio, los partidos llamados «gubernamentales», incluso cuando se posicionan a la derecha y al centro-derecha —como la CDU alemana o el PP español— no tienen este problema. Su electorado es homogéneo en cuestiones europeas y prácticamente no incluye partidarios de la salida. Estos partidos tienen todo el interés en poner en la agenda proyectos que promuevan la europeización de determinadas políticas públicas —como la defensa o la inversión en nuevas tecnologías— y la construcción de una Unión más fuerte. Estas iniciativas unen a sus votantes potenciales al tiempo que dividen a sus competidores de la derecha radical. La situación es similar en la izquierda del espectro político: como los electorados del PTB en Bélgica, de France Insoumise y del BSW (Bündnis Sahra Wagenknecht) están divididos sobre esta cuestión, tales partidos no tienen ningún interés en incluir la cuestión europea en el orden del día.
Notas al pie
- Las características de estos clusters para cada país pueden consultarse en el sitio web Cluster 17, donde también es posible rellenar un cuestionario para identificar su propio cluster.