«Ucrania necesita hacer más, en nuestra opinión, para reforzar sus defensas en términos del volumen de tropas que tiene en primera línea», declaró Jack Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, el 18 de noviembre de 2024. 1 Unos días más tarde, John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, añadió: «De hecho, creemos que los recursos humanos son su necesidad más vital. Así que estamos dispuestos a aumentar nuestra capacidad de entrenamiento si ellos dan los pasos necesarios para aumentar el tamaño de sus tropas». 2
Los ucranianos necesitan movilizar más hombres. ¿Cuántas veces hemos oído esta observación a los comentaristas de la guerra en Ucrania, lanzada en medio de debates sobre el abastecimiento militar del ejército ucraniano, el apoyo político prestado a Ucrania o las perspectivas de enfrentamientos armados en el frente? Pensada de manera técnica y mecánica, esta movilización no sería más que otra forma de recurrir a las existencias disponibles, de utilizar un «recurso humano» cuantificable y supuestamente inactivo, convertible en unidades de combate.
Sin embargo, la cuestión de la movilización militar va mucho más allá de los estrechos límites de la técnica militar, a la que suele confinarse el debate público occidental. La conducta de la movilización y los retos que plantea cuestiona aún más lo que significa e implica hacer la guerra y reclutar para la guerra, no sólo en Ucrania, sino más en general en la sociedad democrática contemporánea.
Las sociedades son las primas pobres de los análisis estratégicos de la guerra. En cambio, es en las ciencias sociales y en los conocimientos humanitarios donde encontramos una reflexión sobre la transformación de las sociedades por la guerra (el peso de las víctimas y los veteranos, la destrucción material, el desplazamiento de la población, los cambios en los vínculos y el estatus sociales, etc.), pero también para la guerra (producción de discursos e ideologías, cultura militar, reorganización de la actividad económica, prácticas de resistencia, etc.). La guerra tiene un costo material que puede cuantificarse, pero es necesario un enfoque más cualitativo para evaluar su costo social y comprender la profundidad de la transformación social necesaria para hacer la guerra.
En este sentido, la movilización militar es un ángulo valioso desde el que entender Ucrania en guerra. La movilización, un acto de disrupción social radical que saca a los civiles del corazón de la sociedad y los transforma en combatientes, trastoca los límites entre las esferas civil y militar, sirve para revelar valores sociales que antes sólo eran perceptibles en segundo plano, y actúa en sí misma como herramienta de transformación social.
Es esencial alejarse de una visión mecánica de la movilización militar para comprender no sólo el tipo de sociedad y el tipo de amenaza para los que se diseñó la movilización, sino también el tipo de sociedad en la que se pone en práctica. Las dificultades, las resistencias y los ajustes son indicadores de la confrontación entre diferentes formas de concebir el deber cívico, la defensa del país y la relación entre el individuo y el Estado.
Percepción de las amenazas y transformación de las fuerzas armadas
Entre 800 mil —según el presidente Volodimir Zelenski— 3 y un millón de personas luchan en las filas de las fuerzas armadas ucranianas. Actualmente, el ejército recluta bajo dos regímenes: la movilización y el servicio contratado; basados en dos enfoques diferentes: el servicio obligatorio y el servicio voluntario. Pueden optar a la movilización los hombres de entre 25 y 60 años que estén en condiciones médicas de servir, así como algunas mujeres profesionales de sectores específicos. Quedan excluidos de la movilización la gran mayoría de las mujeres, los hombres jóvenes menores de 25 años y determinadas categorías protegidas como los padres de familia numerosa, los profesores y universitarios, los estudiantes y los empleados en sectores estratégicos.
El ámbito del reclutamiento por contrato es más amplio: los ciudadanos movilizables o no movilizables, aptos o parcialmente no aptos, las mujeres y los jóvenes de entre 18 y 25 años pueden firmar un contrato con el ejército. Las condiciones del servicio militar son muy similares para ambas categorías en términos de remuneración, tipos de puestos ocupados y garantías sociales. Aunque la duración del compromiso (de 1 a 5 años) se incluye en los contratos firmados voluntariamente con el ejército, la duración del servicio es actualmente la misma para ambas categorías: hasta el final del estado de guerra.
Similares en cuanto a las condiciones de servicio, los dos métodos de reclutamiento reflejan sin embargo dos modelos de fuerzas armadas que corresponden a dos concepciones diferentes de la guerra. Concebido para las guerras interestatales de invasión, el tipo ideal de ejército «moderno», según la tipología de Charles Moskos, 4 debía basarse en un reclutamiento masivo basado en un principio de obligación cívica para con el Estado. En este sistema, el servicio militar obligatorio y la movilización militar están inextricablemente ligados a la visión del buen ciudadano, pero también a los contornos de la masculinidad. Como herederas de la Unión Soviética, tanto Ucrania como Rusia conservaron las principales características de este modelo en las primeras décadas, en particular manteniendo el servicio militar obligatorio y consagrando en la legislación la posibilidad de la movilización masiva.
Sin embargo, la lógica de la transición hacia un ejército profesional se ha puesto en marcha en ambos países desde la década de 2010, a raíz de la percepción, compartida con los ejércitos occidentales, de un cambio en la naturaleza de la amenaza, y de la necesidad de adaptar las fuerzas armadas a operaciones de otra naturaleza, a menor escala, dirigidas contra actores subestatales o no estatales. A las nuevas amenazas había que responder con ejércitos «posmodernos».
Desde su independencia, Ucrania no había dejado de reducir el tamaño de sus fuerzas armadas, pasando de 465 mil efectivos en 1993 a 165 mil veinte años después, en 2013. El principio de abandonar gradualmente el servicio militar obligatorio en favor de un ejército profesional se estableció a principios de la década de 2000. En 2001, los soldados contratados representaban el 8% de las fuerzas armadas ucranianas, 5 pero esta cifra había aumentado al 70% en 2013. 6 Sin embargo, el estallido del conflicto armado en el Donbas en 2014 cambió esta dinámica: a pesar de su descripción oficial como «operación antiterrorista», la guerra se percibió en Ucrania como una invasión de su territorio por parte del Estado ruso. Inesperadamente para Ucrania, esta primera fase de la guerra de invasión llevó al país a transformar sus fuerzas armadas.
Ante la debilidad de sus fuerzas armadas profesionales, Ucrania decidió llevar a cabo seis oleadas de movilización militar parcial en 2014-2015, cada una de ellas con unos pocos miles o decenas de miles de hombres, alistados por un periodo de un año. La conscripción masculina obligatoria también se restableció en 2015, marcando el regreso a la preparación de las fuerzas armadas para un tipo de amenaza que requiere un ejército masivo. Sin embargo, a lo largo de los años de guerra en el Donbas, se siguió dando prioridad política a la creación de un ejército profesional.
Tras el regreso a la vida civil de las últimas cohortes de reclutas a finales de 2016, fueron exclusivamente soldados contratados los que lucharon en el Frente Oriental. Las reformas estructurales y una política de actualización de la profesión militar han acompañado esta transformación, acercando las fuerzas armadas ucranianas a los «ejércitos posmodernos» 7 occidentales. Así pues, Ucrania se enfrentó a la invasión rusa de 2022 con un modelo híbrido de reclutamiento en las fuerzas armadas, 8 que reflejaba una percepción híbrida de la amenaza.
Una relación especial con el Estado y el papel de los ciudadanos
Más allá de la transformación de las amenazas y de la consiguiente adaptación de los métodos de reclutamiento, es esencial reflexionar sobre la sociedad en la que debe tener lugar el reclutamiento militar. Detrás del sistema subyacen cuestiones de ciudadanía y modelos de género, la relación entre el Estado y la autonomía individual, la justicia social y las desigualdades de clase.
En los años setenta, los investigadores de las sociedades occidentales habían identificado el vínculo entre los cambios en el reclutamiento militar y la transformación de las sociedades. El modelo del ciudadano-soldado, cuyo compromiso se basaba en el espíritu de sacrificio por la patria, correspondía cada vez menos a valores sociales como la necesidad de reconocimiento individual, la ciudadanía política y el respeto de los derechos y libertades. El abandono del servicio militar obligatorio en varios países occidentales vino acompañado de una transformación del reclutamiento militar, que apelaba cada vez más a valores individuales de autorrealización y éxito profesional, y se integraba en un mercado laboral en el que el ejército competía con otros empleadores.
La trayectoria de Ucrania es muy específica, debido a las convulsiones políticas y las crisis económicas que siguieron a la desaparición de la URSS, pero comparte con los países occidentales una dinámica de transformación de los valores de ciudadanía y compromiso que repercute en la relación con sus fuerzas armadas.
A partir de principios de los años noventa, las transformaciones políticas, la brutal desvinculación del Estado de la esfera social y la ruptura del tejido económico pusieron a prueba a los ucranianos, obligándolos a adaptarse a estas nuevas condiciones. Mientras que el ciudadano soviético esperaba que el Estado le proporcionara empleo, vivienda y cierto grado de asistencia social, los ciudadanos de la Ucrania independiente se vieron obligados a encontrar su lugar en la economía de mercado, cambiando de trabajo, pasando a la empresa privada, aprendiendo a dominar los canales corruptos y entrando en la economía informal. Percibidas como corruptas e incapaces de ofrecer el más mínimo beneficio a la población, las instituciones estatales han sido objeto de una fuerte desconfianza por parte de la población ucraniana.
Esta configuración ha dado lugar a nuevos modelos de éxito social que valoran el éxito económico, la autonomía individual, la adaptabilidad y el ingenio. Los ucranianos no rechazaron al Estado, sino que aprendieron a no deberle nada y construyeron sus vidas a distancia de las instituciones estatales, sin esperar nada de ellas.
La transformación de los modelos de éxito social también repercutió en los modelos de masculinidad. Mientras que las figuras del soldado y el obrero formaban los contornos del modelo masculino soviético, el modelo postsoviético de masculinidad se ha construido en torno a otras dos figuras en Ucrania: el cosaco, la figura mítica del guerrero libre, y el hombre de negocios, la figura contemporánea del éxito individual. Evitar de forma masiva el servicio militar en las décadas de 1990 y 2000 en Ucrania fue un signo de distanciamiento del modelo soviético de masculinidad y de desconfianza en las instituciones estatales, pero también de la percepción de un mundo en el que la amenaza de guerra era improbable.
Por último, el modelo de ciudadanía también se redefinió durante las primeras décadas de la Ucrania independiente. La desconfianza en las instituciones estatales y el énfasis en los logros individuales no condujeron, como cabía temer, al abandono de toda idea de interés general y a un repliegue en la esfera privada. Sin embargo, el bien común también ha sido considerado por ciudadanos ajenos al Estado, en la puesta en marcha de proyectos sociales, caritativos o culturales al servicio de comunidades de diverso tamaño. La movilización de la sociedad ucraniana a partir de la revolución del Maidán en 2014 es muy emblemática de esta concepción de la ciudadanía. Mientras las fuerzas armadas ucranianas fracasaban ante la agresión rusa, la sociedad se implicó en la defensa del país desde abajo, a través de multitud de proyectos y grupos. 9
Los civiles partieron, a menudo en grupos de amigos, para unirse a los batallones de voluntarios que combatían en el este del país. Se han creado asociaciones de diverso tamaño para alimentar, equipar y armar a los combatientes; también se han extendido por todo el país iniciativas de apoyo a los veteranos y sus familias. Estos movimientos e iniciativas surgieron de la sociedad y encarnaron un modelo de ciudadanía activa, impulsada por individuos autónomos, hombres y mujeres por igual, unidos en torno a proyectos. En los años siguientes, algunos de estos ciudadanos se incorporaron a los ministerios públicos y a las fuerzas armadas, deseosos de transformar el Estado y el ejército desde dentro. En los batallones de voluntarios, en las asociaciones de apoyo, pero también en muchos despachos ministeriales, el espíritu de iniciativa, la capacidad de adaptación y la autonomía de decisión fueron valores fuertes, puestos al servicio de la defensa del país entre 2014 y 2022. La impregnación del sector de la defensa, tomado en su sentido más amplio, por prácticas y valores procedentes de la sociedad civil, ha sido un rasgo destacado de la sociedad ucraniana en estos años.
A la luz de estos valores, es fácil comprender la dificultad del Estado ucraniano para conciliar la movilización militar, basada históricamente en la figura del ciudadano-soldado que se pone enteramente en manos del ejército, con la reivindicación de autonomía, iniciativa y justicia social expresada por los ciudadanos ucranianos implicados en la guerra.
Legitimar el servicio militar obligatorio
El primer día de la agresión armada de Rusia en 2022, el presidente ucraniano decretó la movilización militar general de la población. Sin embargo, en las primeras semanas tras la invasión, el reclutamiento se basó esencialmente en el voluntariado, por lo que muchos ciudadanos ucranianos se presentaron en los puntos de reclutamiento por iniciativa propia para tomar las armas. Inmediatamente después de la invasión, casi 100 mil ucranianos se alistaron voluntariamente en las fuerzas de defensa territorial del ejército ucraniano. 10 En julio de 2022, el ministro de Defensa ucraniano anunció que en cuatro meses de guerra se habían movilizado 700 mil personas. 11
En las fases iniciales de la movilización, se dio prioridad a los veteranos del conflicto armado en el Donbas, los soldados profesionales, los soldados contratados y los reclutas recientemente desmovilizados. Sin embargo, a medida que avanzaban las oleadas de movilización, las autoridades se vieron abocadas a llamar a filas a personas que cada vez tenían menos relación con la actividad militar.
El carácter prolongado de la guerra, la magnitud de las pérdidas humanas y la necesidad de hacer frente a un ejército ruso cada vez más numeroso han llevado a las autoridades ucranianas a recurrir a categorías de la población cada vez más alejadas de la profesión militar, lo que plantea nuevos retos para el reclutamiento. Aunque algunos de estos retos son logísticos, otros plantean problemas más fundamentales de compatibilidad entre el sistema de movilización y los valores de la sociedad ucraniana.
El primer reto organizativo consiste simplemente en identificar y localizar a los ciudadanos susceptibles de ser movilizados. De hecho, a pesar de un proyecto de ley que llevaba tramitándose desde 2014, en el momento de la agresión rusa Ucrania aún no disponía de un registro unificado y actualizado de ciudadanos en relación con sus obligaciones militares. En las oficinas de reclutamiento militar se llevaban registros individuales en papel a nivel local, pero la información que contenían a menudo estaba desfasada y no registraba necesariamente un cambio de domicilio, un traslado al extranjero, el nacimiento de un tercer hijo o la enfermedad de un posible recluta. Y cuanto más tiempo llevaba el reclutamiento implicando a personas que no habían estado en contacto con la institución militar, menos fiable y reciente era la información de que disponía el ejército. Las redadas aleatorias llevadas a cabo por las autoridades militares en lugares públicos de Ucrania, cuyas imágenes a veces violentas habían circulado en los medios de comunicación, se explican en parte por la falta de otros métodos eficaces para identificar a los ucranianos susceptibles de ser movilizados. 12
Una ley que entró en vigor hace seis meses introdujo por fin un registro informatizado y unificado en el que los ciudadanos pueden actualizar sus propios datos. Aunque esto facilitará sin duda el reclutamiento militar, la ley ya plantea riesgos para la protección de los datos personales, como señalan las ONG. 13
Más allá de la dimensión organizativa, la movilización militar plantea sobre todo la cuestión de su aceptación social. En un sistema democrático, y especialmente en una sociedad como la ucraniana, vigilante y voluntariamente crítica con su poder, el apoyo de la población es esencial para garantizar el reclutamiento en las fuerzas armadas: apoyo no sólo al principio de la movilización, sino también a la forma en que se lleva a cabo.
La idea de que la movilización de civiles es necesaria es compartida por un gran número de ucranianos. Sólo el 18% de los ucranianos encuestados en un sondeo realizado en enero de 2024 dijeron que pensaban que la movilización era innecesaria y que podía sustituirse por otros métodos de reclutamiento. 14 Para el 82% de los ucranianos, la movilización es vista por su entorno como necesaria, pero sólo si es justa.
Esta exigencia de justicia en el reclutamiento de combatientes combina dos requisitos: el de un reclutamiento socialmente justo y el de un uso justo de los movilizados en el frente.
La demanda de justicia social, expresada tanto por civiles como por soldados, implicaba la exigencia de un reparto equitativo de la carga de la guerra entre los sectores favorecidos y desfavorecidos de la sociedad, así como entre el frente y la retaguardia. Se criticaba la sobrerrepresentación de las clases rurales y trabajadoras en las cohortes movilizadas, así como las prácticas, regularmente reveladas por los medios de comunicación, de corrupción y elusión que permitían a los más acomodados eludir la movilización. La aparente normalidad de la vida civil en las ciudades alejadas del frente suscita también un sentimiento de injusticia social, sobre todo entre los combatientes, y puede anunciar futuras divisiones en la sociedad ucraniana. La cuestión de la edad mínima de reclutamiento también forma parte de esta demanda de justicia social, y es objeto de debate en la sociedad ucraniana.
Tanto la sociedad civil ucraniana como las autoridades políticas están de acuerdo en que los jóvenes de entre 18 y 25 años deben ser protegidos de la movilización obligatoria, además de que son catastróficamente escasos en la desequilibrada pirámide de edades del país, en aras de la necesidad de preservar a una generación que representa el futuro del país. Aunque varios mandos militares son partidarios de rebajar la edad de movilización para dotar a las fuerzas armadas de hombres más resistentes y capaces de aprender mejor el oficio militar, el gobierno ha hecho hasta ahora concesiones limitadas a sus demandas, rebajando la edad de movilización dos años, de 27 a 25, y prometiendo introducir medidas para fomentar el alistamiento voluntario de los más jóvenes en el ejército. 15 Por el momento, entre el impacto militar a corto plazo y un proyecto político para la Ucrania del mañana, el gobierno elige lo segundo.
La segunda exigencia expresada por la sociedad es que se haga un uso justo de los movilizados en el frente, en cuanto a la duración de su compromiso, su formación y equipamiento, y el lugar que se les da en las fuerzas armadas.
La ausencia de un plazo claro para la desmovilización es una de las principales preocupaciones de la sociedad ucraniana. Según la ley, las personas reclutadas bajo contrato o movilizadas permanecen en las fuerzas armadas hasta el final del estado de guerra. Con el inicio de una guerra de duración indeterminada, esta situación se ha vuelto gradualmente insoportable para los combatientes en el frente, muchos de los cuales están agotados porque llevan comprometidos desde los primeros días de la guerra. Los desertores que hablan en los medios de comunicación ponen de manifiesto el mismo problema: el más emblemático es el caso de Serhiy Gnezdilov, 16 que lleva en el frente desde el estallido de la guerra, declarando que no volvería a su unidad hasta que se hubiera fijado una fecha de desmovilización para él y sus compañeros.
El temor a un reclutamiento indefinido, compartido por ¾ de los hombres ucranianos entrevistados en enero de 2024, es también una poderosa razón para negarse a alistarse en las fuerzas armadas. 17 En el contexto de un conflicto armado largo y difícil, estar movilizado hasta el final de la guerra equivale para muchos de estos hombres a poner punto final a su vida civil. Para poder movilizarse más eficazmente, el Estado ucraniano necesita desmovilizarse: esta paradoja es ahora bien comprendida por las autoridades políticas que, tras un primer intento fallido, trabajan en un proyecto de ley que precisa la duración de la movilización.
La exigencia de que las fuerzas armadas utilicen adecuadamente a los movilizados incluye también la exigencia de formar, equipar y armar a los combatientes en función de la situación en el frente. La comunicación entre el frente y la retaguardia es constante en Ucrania. Los medios de comunicación tampoco ocultan las dificultades de abastecimiento y la situación en el frente. Conscientes de estas fragilidades y de la urgencia con la que se está entrenando a los nuevos combatientes, los civiles sitúan estas cuestiones a la cabeza de su lista de preocupaciones ante la movilización. Pero para los ucranianos, exigir un entrenamiento y un armamento de calidad tiene también una dimensión moral: se trata de exigir al ejército ucraniano un trato digno, y de marcar la diferencia con el maltrato a los combatientes que se observa en el ejército ruso.
Por último, a los ojos de la sociedad ucraniana, una movilización justa es también aquella que hace coincidir el perfil y las aptitudes profesionales del civil movilizado con el lugar que se le asignará en el ejército. Con una edad media de 40-45 años, el ejército ucraniano está formado por hombres y mujeres físicamente más débiles que los jóvenes reclutas, pero con una gran experiencia y conocimientos profesionales. Las generaciones combatientes, formadas y activas en la era postsoviética, también están acostumbradas a tomar la iniciativa, ser ingeniosas y autosuficientes. Es insoportable para estos ucranianos enfrentarse a un proceso de movilización ciego a su individualidad, que trata a cada recluta como una unidad contable más. En una sociedad en la que la defensa del país se construyó en parte de abajo arriba, mediante el empoderamiento ciudadano y las iniciativas horizontales, el modelo vertical de movilización resulta chocante y provoca rechazo.
Movilizarse en una sociedad liberal
«Somos un país democrático», declaró el presidente Zelenski en Bruselas en febrero de 2023, haciéndo eco de estas demandas de la sociedad. 18 «No podemos comportarnos como Rusia y meter a la gente en el ejército a la fuerza. No somos ese tipo de Estado». En una sociedad impregnada de valores de autonomía y apego a los derechos individuales, el desfase entre el sistema de movilización tal y como se concebía en el pasado y las exigencias de los ciudadanos de hoy lleva al Estado y a las fuerzas armadas a replantearse y ajustar sus métodos de reclutamiento.
Dos cosas son emblemáticas de este cambio: la introducción de un mercado de reclutamiento militar y la delegación de algunas de estas funciones de reclutamiento a las brigadas de las fuerzas armadas.
Como suele ocurrir en Ucrania, la iniciativa de alistamiento selectivo inspirada en una lógica de mercado partió de la sociedad civil, ideada por dos agencias de contratación, Lobby X y Work.in.ua, que querían contribuir a un reclutamiento militar más a medida. Inicialmente, la idea consistía en ofrecer un portal de internet, Lobby X Army, en el que las unidades militares pudieran publicar «ofertas de empleo» correspondientes a sus necesidades, a las que podrían presentarse los civiles dispuestos a comprometerse, siempre que se tuvieran en cuenta y se aprovecharan sus aptitudes individuales. 19 La iniciativa, que fue muy bien acogida por las unidades armadas y la sociedad en general, fue asumida y desarrollada por el Estado. En las administraciones civiles de las principales ciudades del país se han abierto varias decenas de «Centros de Reclutamiento del Ejército Ucraniano», auténticas agencias de empleo, que ofrecen poner en contacto a los potenciales reclutas —tanto si optan por la movilización como por el reclutamiento contractual— con una unidad militar interesada en su perfil.
El sistema de movilización se ha reorganizado gradualmente para adaptarse al nuevo método de reclutamiento: mientras que al principio un candidato podía ser engullido por la vieja maquinaria de la institución militar y enviado a una unidad distinta de aquella a la que deseaba ser destinado, los empleados de los centros de reclutamiento se aseguran ahora de que sus candidatos acaben realmente en los puestos para los que han sido seleccionados. «No has elegido esta guerra, pero puedes elegir tu lugar en la defensa de tu país», proclaman las vallas publicitarias de los centros de reclutamiento, apelando claramente a los valores de iniciativa y autonomía de las personas, hasta su destino en las fuerzas armadas.
La implicación activa de las brigadas de las fuerzas armadas ucranianas en la promoción de las fuerzas armadas y el proceso de reclutamiento es la segunda transformación emblemática, visible en las principales ciudades ucranianas cubiertas de carteles publicitarios de estas brigadas, que invitan a los ciudadanos a alistarse en ellas. Con sus propias identidades visuales y de otro tipo, estas unidades militares emplean a oficiales de comunicación y mantienen páginas en las redes sociales donde comparten fotos, videos, testimonios y oportunidades de reclutamiento. En su publicidad, las brigadas se centran en lo que es importante para los ucranianos, prometiendo una formación avanzada para los nuevos reclutas, una base material y un equipamiento modernos, así como la atención especial que presta el mando a las personas que llegan del mundo civil.
La promesa de una integración personalizada en el ejército, así como la idea de unirse a una pequeña comunidad con valores compartidos, da a los reclutas potenciales una sensación de elección y control sobre su destino. Algunas de estas brigadas ofrecen ahora un día o una semana de prueba, lo que permite a los civiles hacerse una mejor idea de cómo puede ser la vida en el ejército. La reciente legislación que permite a determinadas brigadas llevar a cabo el proceso de reclutamiento de la A a la Z, sin intervención alguna de las administraciones militares centrales o locales, ha confirmado la lógica de la división e individualización del reclutamiento militar. Esta evolución plantea interrogantes sobre las desigualdades que crea entre las diferentes fuerzas armadas, y también sobre los posibles efectos de la individualización de la cultura militar de cada una de las brigadas. Por ejemplo, cabe preguntarse si la política de comunicación tan activa de la Tercera Brigada de Asalto, surgida del regimiento Azov y dirigida por Andriy Biletski, antiguo militante ultranacionalista, no consolidará una cultura militar con un fuerte sabor ideológico propio de la brigada, reforzando su autonomía respecto al conjunto de las fuerzas armadas.
Entre 2014 y 2022, el Estado ucraniano logró notablemente conservar el monopolio del uso de la violencia legítima y crear unas fuerzas armadas que gozaban de un fuerte apoyo público. En la actualidad, la conducción de la guerra y el reclutamiento militar parecen estar evolucionando hacia una dinámica más centrífuga, en la que la individualidad de la brigada y del comandante desempeñan un papel central en el compromiso de los combatientes.
Aunque el reclutamiento selectivo, ya sea a través de las agencias de empleo del ejército o de las brigadas, sólo afecta a una pequeña proporción de los movilizados (alrededor de 6.500 hombres y mujeres al mes), muestra la dirección que están tomando las reformas de la movilización en Ucrania. La necesidad de que el reclutamiento sea legítimo y justo a los ojos de la población es una importante limitación para que el ejército ucraniano aumente sus efectivos en el frente, al tiempo que ofrece la oportunidad de pensar en reformas cualitativas que se adapten mejor a las demandas sociales y al perfil de su población. Como suele ocurrir en Ucrania, este ajuste se basa en iniciativas de base, apoyadas por actores locales, que crean nuevos mecanismos de cooperación cívico-militar.La movilización de nuevos combatientes es uno de los principales retos a los que se enfrenta Ucrania en la actualidad. Sin embargo, sería un error interpretar las dificultades de reclutamiento del ejército ucraniano como una señal de que la sociedad está desmotivada, o de que se niega a resistir a Rusia. El consentimiento para la guerra y el consentimiento para tomar las armas no son equivalentes: en el segundo caso, la cuestión de cómo tomar las armas es central. Implica los valores de la sociedad y el tipo de relación que los ciudadanos tienen con su Estado y sus fuerzas armadas. Movilizarse para la guerra hoy no puede hacerse con los sistemas de ayer, diseñados no sólo para otras guerras, sino para sociedades que ya no existen. Ucrania nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre cómo afrontarían nuestras propias sociedades la necesidad de movilizarse para la guerra.
Notas al pie
- «‘Kyiv Stands’ : Sullivan says U.S. role in defending Ukraine defines Biden’s legacy », PBS, 18 de noviembre de 2024.
- «Biden administration urges Ukraine to lower conscription to 18 : ‘Manpower is the most vital need’», Le Monde, 28 de noviembre de 2024.
- Інтервʼю Президента України Володимира Зеленського німецькому телеканалу ARD, Офіс Президента України, YouTube, 29 de enero de 2024.
- Charles C. Moskos, John Allen Williams, David R. Segal (eds.) The postmodern military: armed forces after the Cold War, Oxford University press, 2000.
- Ministerio de Defensa de Ucrania, Bila Knyga 2005. Zbroiny sily Ukrainy (Libro Blanco 2005. Las Fuerzas Armadas de Ucrania), Ministerio de Defensa, 2016.
- Ministerio de Defensa de Ucrania, Bila Knyga 2013. Zbroiny sily Ukrainy (Libro Blanco 2013. Las Fuerzas Armadas de Ucrania), Ministerio de Defensa, 2014.
- Charles C. Moskos et al., op.cit.
- Sanders Deborah, «Ukraine’s third wave of military reform 2016–2022 – building a military able to defend Ukraine against the Russian invasion», en Defense & Security Analysis, no 3, vol. 39, 3 de julio de 2023, pp. 312-328.
- Fomitchova Anastasia, «Les volontaires dans la formation de l’appareil militaire ukrainien (2014-2018). Des dynamiques d’auto-organisation au retour de l’État», en Revue d’études comparatives Est-Ouest, no 1, vol. 1, 2021, p. 137-170.
- Olena Bohdanyok, «В Міноборони розповіли, скільки добровольців пішли до тероборони у перші тижні повномасштабної війни», Суспільне Новини, 14 de marzo de 2023.
- Taïssa Melnyk, «Понад мільйон українців у формі забезпечують оборону країни – Резніков», Forbes, 8 de julio de 2022.
- Thomas d’Istria, «Ukraine is employing increasingly controversial methods for mobilization», Le Monde, 3 de octubre de 2024.
- Єдиний електронний реєстр військовозобов’язаних – наступ на права українців ?, Українська Гельсінська спілка з прав людини – УГСПЛ, 12 de marzo de 2024.
- Roman Kulchynskyi y Ioulia Dukach, «Мобілізація: що відлякує і що мотивує», Texty, 2 de febrero de 2024.
- Iryna Labyak, «Мобілізація вже з 18 ?: що про зниження призовного віку кажуть військові», TCH, 15 de octubre de 2024.
- Andriy Kurkov, «Public Desertion and Going Home to Die», Kyiv Post, 30 de sepitembre de 2024.
- Roman Kulchynskyi y Ioulia Dukach, «Мобілізація: що відлякує і що мотивує», Texty, 2 de febrero de 2024.
- Conférence de presse de Volodymyr Zelensky, Conseil de l’Union européenne, Facebook, 9 de febrero de 2023.
- Lobby X.