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La AfD no es ajena a las referencias más o menos explícitas a la terminología nazi, que recientemente llevaron a la condena de su líder en Turingia, Björn Höcke.1 La AfD volvió a distinguirse en este ámbito durante las recientes elecciones regionales en Sajonia. ¡En los carteles de campaña vistos por el corresponsal de Le Monde Thomas Wieder,2 se leía en letras grandes sobre fondo azul: «Lebensraum erhalten windkraft stoppen!», que podría traducirse como «¡Detengan los aerogeneradores para preservar el hábitat!

La elección de la palabra «Lebensraum» para referirse al modo de vida germánico supuestamente amenazado por la proliferación de aerogeneradores no puede sino tocar la fibra sensible, incluso de los no germanoparlantes.

El término tiene, cuando menos, una connotación negativa, porque fue utilizado por el régimen nazi entre 1933 y 1945 para justificar la anexión de territorios y el exterminio de poblaciones en nombre de la supuesta «falta de espacio» que sufría el pueblo alemán, hacinado dentro de las fronteras que le asignaba el Tratado de Versalles de 1919.

El concepto de «Lebensraum» no fue inventado por los nazis: como muchas de las ideas estructurantes del imaginario nacionalsocialista, fue extraído —para ser reciclado y en parte distorsionado— del Zeitgeist de una parte de Occidente a finales del siglo XIX y principios del XX.

Nacida de un cruce entre geografía, maltusianismo y darwinismo social, esta noción postula que, al igual que todos los seres vivos, el ser humano necesita disfrutar de un espacio mínimo para florecer, que le garantice el acceso a los recursos y al entorno indispensables para su perpetuación. Generalmente traducido al español como «espacio vital», Lebensraum se refiere más exactamente al «biotopo», es decir, al lugar (topos) que la vida (bios) necesita para florecer. O, dicho en términos nazis: «ese espacio sin el cual la supervivencia de la raza es imposible».3 Siguiendo el ejemplo de Perec, propusimos traducirlo como «espacio de las especies», es decir, el espacio que una comunidad necesitaría vitalmente para prosperar.4

El concepto de «Lebensraum» no fue inventado por los nazis.

Florian Louis

Fue el etnógrafo alemán Oscar Peschel (1826-1875) quien, en la década de 1870, utilizó por primera vez el término «Lebensraum» para designar una región cuyas características explicarían las particularidades de los pueblos que la ocupaban.5 Se inspiró en los trabajos del naturalista bávaro Moritz Wagner (1813-1887), que se había interesado por el «territorio vivo» (Lebensgebiet) de las especies animales.

El concepto de «Lebensraum» se popularizó a principios del siglo XX, cuando lo retomó el padre fundador de la geografía política alemana, Friedrich Ratzel (1844-1904), para designar «el espacio que cada especie se apropia en la Tierra», cuyo tamaño y naturaleza determinarían su «capacidad de vivir».6 Ratzel coincidía con Malthus en que el crecimiento demográfico de la humanidad era excesivo dados los recursos que podía ofrecer la Tierra, y concluía con Darwin que la lucha por esos recursos era inevitable: «El hombre […] llenará la Tierra en mil años si sigue creciendo, de modo que no quedará espacio para él», y por eso «la lucha por la vida debe convertirse en gran medida en una lucha por el espacio».7

Tras la muerte de Ratzel, la idea del «Lebensraum» fue retomada por el politólogo sueco Rudolf Kjellén (1864-1922), quien sostenía que «los Estados fuertes y vigorosos que sólo disponen de una pequeña zona de soberanía están dominados por el imperativo categórico de ampliar esa zona mediante la colonización, la unión con otros Estados o diversos tipos de conquista».8

Otro de los discípulos de Ratzel, el alemán Karl Haushofer, antiguo oficial bávaro y padre fundador de la geopolítica alemana, también adoptó el tema del «espacio vital».

Para los nazis, en virtud de la teoría del Lebensraum, la muerte de unos se convertía en la condición de posibilidad para la vida de otros.

Florian Louis

Como todos los alemanes de su generación, Haushofer estaba profundamente conmocionado por la derrota de 1918. Consideraba una injusticia escandalosa que 80 millones de alemanes tuvieran que compartir un territorio de poco más de 400 mil kilómetros cuadrados, mientras 45 millones de británicos reinaban sobre un imperio de 30 millones de kilómetros cuadrados. Haushofer estaba convencido de que la expansión territorial era la única forma de salvar a una Alemania en retroceso y duramente golpeada por la crisis económica, dos realidades que, a su juicio, no estaban desvinculadas. Esto permitiría alcanzar la masa crítica necesaria para que el país funcionara adecuadamente por sí solo. Convencidos de que no había sitio para todos en una Tierra de dimensiones y recursos limitados, los ideólogos nazis se sintieron en el deber de despejar el camino eliminando las «razas» que consideraban «inferiores» para permitir el florecimiento del pueblo alemán.

Bjoern Hoecke, líder del partido Alternativa para Alemania (AfD) y del grupo parlamentario en el estado alemán de Turingia, habla en un escenario durante un mitin electoral del partido en Cottbus, Alemania, el jueves 19 de septiembre de 2024. © Frank Hammerschmidt/dpa vía AP

Según la teoríadel Lebensraum, la muerte de unos se convertía en la condición de posibilidad para la vida de otros: eliminar a un judío o a un eslavo era, según esta teoría racista, como purgar un jardín de sus plantas invasoras y parásitas, para permitir así que la flor germánica germinara, floreciera y prosperara.

Al optar en 2024 por presentar los aerogeneradores como una amenaza para el «Lebensraum» alemán, la AfD está jugando muy explícitamente con una referencia nazi bajo el disfraz de la protección del medio ambiente.

Este ecologismo de extrema derecha —que se opone al desarrollo de energías renovables y no contaminantes (aerogeneradores) mientras promueve el uso de combustibles fósiles9 con el argumento de preservar un medio ambiente y un modo de vida tradicionales— no está tan alejado del de los nazis. Estos últimos, al tiempo que alababan el retorno del hombre germánico a una naturaleza idealizada como antídoto contra la modernidad, mantenían una relación mercantil y depredadora con el medio ambiente, cercenado por su productivismo. Esta ambigua relación con la naturaleza se refleja en el concepto de Lebensraum, que no ve el espacio en sí mismo sino a través del prisma de las presuntas necesidades de algunas de las personas que lo habitan. Desde este punto de vista, la naturaleza no se ve simplemente como un marco para la actividad humana, sino ante todo como un recurso que permite a ciertas personas producir y dominar a otras: lo que cuenta no es tanto preservar el espacio sino acapararlo.

Notas al pie
  1. «En Allemagne, Björn Höcke, un dirigeant d’extrême droite, condamné à 13 000 euros d’amende pour avoir utilisé un slogan nazi», Le Monde, 14 de mayo de 2024.
  2. Cuenta X de Thomas Wieder.
  3. Johann Chapoutot, La loi du sang. Penser et agir en nazi, París, Gallimard, 2014, pp. 415-416.
  4. Florian Louis, Qu’est-ce que la géopolitique, París, Puf, 2022, p. 24.
  5. Oscar Peschel, Völkerkunde, Leipzig, 1874.
  6. Friedrich Ratzel, «Ueber den Lebensraum. Eine biogeographische Skizze», Die Umschau, 1/21, 1897, pp. 363-367; Friedrich Ratzel, Der Lebensraum. Eine biogegraphische Studie, Tubinga, 1901.
  7. Friedrich Ratzel, Être et devenir du monde organique, 1869.
  8. Rudolf Kjellén, Staten som Lifsform, Estocolmo, Hugo Geber, 1916.
  9. Otros carteles de la AfD proclaman que «¡el diésel es genial!».