La guerra en Ucrania día a día

En Kursk, los rusos descubren la guerra: seis testimonios inéditos desde el frente de batalla

Una carretera. Drones en el cielo. Coches destrozados —y, después, una fila de gente esperando comida y sábanas—.
Entre los partidarios de la guerra conmocionados y los residentes desilusionados, ¿cómo vivieron los rusos de Kursk las primeras horas de la incursión ucraniana en la zona de Sudzha? Aunque la información procedente del frente de batalla sigue siendo muy fragmentaria, publicamos los testimonios de la gente común y corriente cercana a las zonas de combate, inéditos en español.

Autor
El Grand Continent
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© AP Foto

Cuarenta y ocho horas después del inicio de la incursión ucraniana en Kursk, un periodista de Kommersant, periódico autorizado en la Rusia de Putin pero que no es un mero altavoz de la propaganda del Kremlin, se desplazó a la zona de Sudzha, al corazón de la zona de guerra. Al llegar al lugar, recogió los testimonios de rusos con enfoques y puntos de vista difererentes sobre la situación.

Aunque es difícil evaluar el estado de la situación y la relación de fuerzas en la realidad, estas entrevistas, tomadas de la gente que las vivió, a veces emocionadas y a menudo sorprendidas por la operación ucraniana, no deben leerse por su valor fáctico. De hecho, no representan más que una ínfima parte de la realidad de la incursión en Rusia y son concedidas por personas directamente implicadas. En cambio dicen mucho sobre la relación de ciertos rusos con lo que ya es un punto de inflexión en esta larga guerra.

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El jueves por la mañana [segundo día de la incursión ucraniana en Kursk], Sudzha seguía inmersa en la «niebla de guerra». Nadie tenía información precisa sobre quién controlaba la ciudad, cuál era la situación o incluso si quedaba algún habitante. Mi primer taxista aceptó de buen grado llevarme de Kursk a Sudzha: «Pesqué en esta región hace unos días, todo estaba en calma». Pero el policía del puesto de control de la autopista le advirtió sombríamente: «Si yo fuera usted no iría más lejos: el cielo está lleno de drones ucranianos».

La carretera más allá del puesto de control estaba prácticamente vacía: sólo unos pocos coches se dirigían a toda velocidad hacia Sudzha. Ni uno solo volvía.

Vimos al primer coche alcanzado por drones justo al doblar la curva en el pueblo de Nijnie Gridino, a unos 60 kilómetros de Kursk. Era un jeep, completamente desmantelado. Unos minutos después, vimos cómo un Niva blanco volaba en una zanja, también alcanzado por un ataque de drones. Unos cientos de metros más adelante, otro jeep destrozado, justo al lado de una cruz. El asfalto está sembrado de todo tipo de escombros. Por último, cerca del pueblo de Bolshoye Soldatskoye (a 70 kilómetros de Kursk, a 25 kilómetros de Sudzha), pasamos junto a un coche blanco calcinado. Acababa de ser alcanzado por las balas: la carcasa aún humeaba.

Es demasiado para el conductor: gira bruscamente el volante en dirección a Kursk: «Ya basta, aquí podemos morir en cualquier momento». No voy a mentir, me alegró su decisión.

Olga Dmitrievna Ustinova, residente de Sudzha

Conocimos a Olga Dmitrievna Ustinova por casualidad, en la recepción del hotel. Me estoy registrando y una elegante mujer mayor está pagando su habitación a mi lado. Menciona que va a volver a Sudzha. Estoy un poco sorprendido por lo que he visto en la autopista. Le pido que me cuente qué está pasando en Sudzha estos días.

No tenía intención de abandonar la ciudad. Pero ayer no pude soportarlo más y decidí informar a la administración regional de nuestra situación y de las necesidades de la gente.

En Sudzha me consideran una ciudadana comprometida, pero soy solo una simple ciudadana que no puede quedarse cruzada de brazos. Sencillamente, no puedo quedarme viendo las cosas horribles que ocurren. Por eso mi marido y yo vinimos aquí, hablamos con la oficina del gobernador, pasamos aquí la noche y volveremos a Sudzha por la tarde.

Últimamente ha habido alertas aéreas, amenaza de drones, etc. A veces incluso hemos oído explosiones provenientes de la frontera. Pero la noche del 6 de agosto ocurrió algo bastante extraordinario. Alrededor de las 3 de la madrugada sonó la alarma e inmediatamente comenzó un bombardeo masivo sobre Sudzha y los pueblos fronterizos. El bombardeo duró casi tres horas.

Es imposible corroborar este testimonio con datos precisos. En cualquier caso, las impresiones recogidas en este texto son subjetivas y no deben tomarse como información objetiva sobre la operación llevada a cabo por las fuerzas ucranianas en la provincia de Kursk.

En cuanto paró, mi marido y yo nos fuimos inmediatamente a Kursk a comprar un generador eléctrico. Ya habíamos hablado de ello, pero no habíamos podido hacernos de uno: esperábamos que la situación se estabilizara y que no ocurriera nada parecido. De todos modos, lo compramos y volvimos a casa.

¿Qué tipo de destrucción había en la ciudad en aquel momento?

Por lo que vimos, dos bloques de departamentos quedaron destruidos en el centro de la calle Lenin. Se derrumbó un edificio bastante antiguo, construido en la época soviética, que en la ciudad se llama «Obkomovsky». En el edificio de la administración sólo se rompió una ventana, nada más. El edificio de la fiscalía sufrió graves daños. El antiguo edificio de la estación sanitaria y epidemiológica también resultó dañado. Eso es lo que vi, no puedo hablar de las demás zonas.

Desde el inicio de la operación en Kursk, Rusia ha golpeado varias infraestructuras civiles en Kiev. Sigue nuestro análisis diario actualizado.

Regresamos y echamos a andar el generador en el patio. Era muy ruidoso y el ruido atrajo a los vecinos. En ese momento se cortó el agua, la luz y las comunicaciones. Pero gracias al generador, pude intentar ver las noticias y ponerme en contacto con mis familiares.

No había red móvil, pero aún tenía un viejo teléfono fijo. Hace tiempo, viendo que el costo del teléfono era irrisorio, decidí que debía conservarlo, por si acaso. Gracias a él, tenía una forma de comunicarme incluso bajo los bombardeos.

Se lo conté a mis vecinos y ellos pasaron la información a su vez: durante todo el día, la gente, desconocidos y conocidos, venía a vernos para llamar a sus seres queridos. Era la única manera. No había comunicación, no había red: era imposible llamar a un número de emergencia, por ejemplo, a pesar de la situación crítica en la que nos encontrábamos.

La gente llamaba a sus familiares, llamaba a los números de emergencia, pedía ayuda… pero todo era en vano. Las líneas telefónicas de la administración municipal no respondían. Sólo pude comunicarme con el servicio de emergencias del distrito de Sudzha, que básicamente me dijo: «No conocemos la situación, no sabemos nada». Es comprensible: es un operador normal, un ciudadano común y corriente asignado a esta línea de emergencia. Por supuesto, no sabía nada ni había recibido órdenes. Así que nos habían abandonado a nuestra suerte.

¿No hubo evacuación?

La palabra «evacuación» no sonó en Sudzha, ni el 6 ni el 7 de agosto. Si no me creen, lean nuestros mensajes en internet o los comentarios en la página del gobernador. Desde la mañana del 6 de agosto, la gente abandonaba la ciudad por sus propios medios, en sus propios vehículos. Permítanme insistir en este punto: no hubo una evacuación centralizada. Cuando salimos el 7 de agosto, vimos varios autobuses verdes detrás del Bolshoi Soldatski. ¿Quizás estaban allí esperando a que la gente evacuara? Pero, ¿cómo saberlo si no hay comunicación? ¿Cómo pueden llegar hasta allí las personas sin medios de transporte? ¿Qué pueden hacer los ancianos y los discapacitados? Mi antigua profesora vive al lado de mi casa, tiene 90 años. También hay una vecina de 93 años que está postrada en cama y a la que suelen cuidar las trabajadoras sociales. ¿Cómo pueden salir de ahí esas personas?

En mi opinión, las autoridades locales deberían haber salido a la calle con altavoces; informar a la gente de cuáles eran las opciones de evacuación y lo que les esperaba; identificar lo que necesitaban inmediatamente. Pero nada de esto se hizo.

¿Cuándo abandonaron finalmente la ciudad?

El 7 de agosto, a la una de la tarde, nuestro teléfono fijo dejó de funcionar. Fue la gota que derramó el vaso. Decidimos ir a Kursk para informar a las autoridades regionales de la situación. Recogimos a nuestra vecina, la llevamos a casa de sus padres y fuimos directamente a la oficina del gobernador. Allí dejamos una declaración en la que decíamos que ya no había agua, alimentos, comunicaciones ni gasolina en la ciudad, pero que todavía había gente.

Según sus impresiones, ¿todavía había mucha gente en la ciudad el 7 de agosto?

Sí. No sé exactamente cuánta, pero vi gente en bicicleta. Incluso vi niños por las calles.

¿Cree que estas personas no quieren irse y no necesitan ser evacuadas?

Puede ser. Pero tenemos que aclarar la situación. Al menos deberíamos hablar con ellos, intentar convencerlos de que se vayan. Decirles dónde estarán alojados, qué garantías tendrán. Debemos saber al menos cuánta gente hay y qué necesitan. He visto en las noticias que la gente de la provincia de Belgorod no ha abandonado Chebekino y que allí han recibido alimentos.

Pero en Chebekino, la situación era más fácil….

Aquí, Olga Dmitrievna se pierde en sus pensamientos por primera vez y no encuentra inmediatamente una respuesta.

Todo lo escrito sobre la situación en Sudzha está aún por verificar. Por eso hoy volvemos a casa.

Tatiana, madre de familia, vive en Sudzha

Se puede ver y oír la fila de espera desde lejos. Cerca de 300 personas están de pie bajo un sol abrasador. Todo el mundo habla: se hacen llamadas de todas partes, a parientes y conocidos; el bullicio casi ahoga la sirena de la alarma de misiles, a la que, por cierto, ya nadie presta mucha atención. Aquí la gente tiene otras preocupaciones.

Los refugiados de Sudzha y los pueblos fronterizos acuden todos los días a Belinskogo, a la oficina de la ONG en Kursk: «La Casa de las Buenas Acciones».

La fila de espera se extiende hasta el patio de una casa particular: la gente dice lo que necesita y recibe paquetes de comida, ropa o sábanas, según sus necesidades.

Decenas de voluntarios se afanan en empaquetar y distribuir, pero la fila de espera avanza muy lentamente: hay demasiada demanda. De vez en cuando llegan bandejas de sándwiches de la «Casa» y se distribuyen botellas de agua, pero todos estos alimentos se acaban muy rápidamente. Cada dos minutos llegan nuevos coches, que sacan bolsas de comida y otros artículos de sus cajuelas y los llevan hasta el patio. Este ballet tiene el aire del movimiento browniano: se tiene la impresión de que el flujo nunca se detendrá.

A la cabeza de la fila de espera, una mujer con camiseta roja mira confusa a su alrededor. Nos habla nerviosa.

Salimos de Sudzha el 6 de agosto en coche.

En ese momento la situación estaba aún relativamente calmada. Es cierto que algunos coches estaban quemándose en la autopista, pero en general llegamos más o menos con normalidad. ¿Y ahora qué hacemos?

Pensamos que acabaría rápido, así que nos fuimos con lo puesto. Y ahora vivimos con un amigo, 12 personas en un departamento.

Empieza a sollozar.

Fuimos a Nevskovo, a la oficina de la administración, para registrarnos como todos los que habían abandonado Sudzha. Pero no nos dijeron nada, ni qué hacer ni qué esperar. Sólo tomaron nuestros nombres. Luego vinimos aquí. Pensábamos que al menos nos darían algo de ropa, no teníamos nada, nada de nada. Mi hija ha sido aceptada en la Universidad Estatal de Kursk, mañana tiene una reunión para iniciar su primer año: ni siquiera tiene dinero suficiente para ir. Y ahora mi teléfono está muerto y no encuentro a mi hija entre tanta gente…

Tanque sobre la autopista de Kursk. © Anatoliy Zhdanov/Kommersant/Sipa USA

Un grupo de mujeres de Sudzha

Poco a poco, las otras personas se dan cuenta de que soy periodista. Pronto me veo rodeado de otras mujeres preocupadas. Me cuentan todo lo que han acumulado estos últimos días.

-Quiero entender: ¿dónde está nuestro Estado? ¿dónde está la administración? al menos hablen con nosotras. No sabemos nada. Tal vez ellos tampoco lo sepan, ¡pero si tan sólo nos apoyaran! Si nos dijeran: «Queridas, nosotros también estamos con ustedes…». ¡Pero no hay nadie! ¡No hay nada!

-¿Por qué no está la dirección de la zona de acogida temporal en la página web? Dónde registrarse, dónde llamar… ¡Nada está claro!

-¿Por qué no hubo evacuación? ¡Todo el mundo huyó como pudo, bajo los bombardeos, bajo los drones kamikazes!

-¿Por qué mintieron en televisión hasta el último minuto? Dijeron que la situación era estable, que sólo era un pequeño grupo de reconocimiento y distracción… Tal vez la gente hubiera tenido tiempo de irse tranquilamente, con sus pertenencias…

-Dile al Estado que queremos verlos. Que nos digan la verdad. ¿Qué podemos esperar? ¿Volveremos a nuestras casas o podemos olvidarnos de ellas? ¡Al menos algo de información honesta por parte del Estado!

-No le mientan más a la gente. Nos las arreglaremos sin ustedes, ¡pero no nos mientan!

Svetlana Kozina, responsable de la asociación «La Casa de las Buenas Acciones”

Una voluntaria pasa con una bandeja de sándwiches. Le pido que me indique quién es la responsable, y me hace un gesto hacia la cabeza de la fila de espera: «Ve al patio y busca a la persona más cansada. Esa es nuestra Svetlana».

La descripción no ayuda: todos los voluntarios en el patio parecen estar muy cansados. Al final terminan por presentarme a Svetlana Kozina.

¿Qué es este lugar?

Es nuestra «Casa de las Buenas Acciones». Aquí, desde hace varios años, ayudamos a familias numerosas de bajos ingresos de Kursk. Pero cuando nos enteramos de lo que estaba ocurriendo en Sudzha, decidimos crear rápidamente un punto de distribución de ayuda humanitaria.

¿Tienen fondos?

Ni siquiera tenemos una fundación, sólo somos un grupo de ayuda mutua.

¿De dónde viene toda esta comida?

La gente de Kursk la trae, y la gente de todo el país la compra por internet poniendo nuestra dirección de entrega. Es incluso más rápido y cómodo que transferir dinero, porque no tenemos tiempo ni medios para ir de compras. Al principio no recibíamos mucha ayuda porque no somos muy conocidos, pero nuestras voluntarias estrellas nos han ayudado mucho.

Ayer, por ejemplo, nos llamó Ida Galich para preguntarnos cómo podía ayudarnos. Le pedimos que publicara un artículo diciendo que la gente podía hacer sus pedidos por internet y nosotros recibirlos aquí. Y aquí estamos tres días después, con apenas unas horas de sueño. Distribuimos ayuda desde las diez de la mañana hasta medianoche. Por la noche, seguimos desempaquetando, empaquetando y clasificando…

Ida Galish es una bloguera y presentadora de televisión muy popular.

¿Cuántas personas forman su equipo?

Normalmente somos 20 voluntarios, pero ahora somos muchos más. Mucha gente ha venido a ayudarnos. Ni siquiera sé los nombres de los que están aquí.

¿A cuántos refugiados han ayudado?

No tenemos un recuento exacto, pero creemos que varios miles de personas han venido a vernos en los últimos tres días.

Según el gobernador de la provincia, Alexei Smirnov, 121 mil personas han sido desplazadas desde el comienzo de la incursión ucraniana en Kursk.

¿Coopera la administración regional con ustedes de alguna manera?

No. Pero creo que nuestra administración tiene dificultades, así que no nos sentimos mal por eso. Todos debemos apoyarnos en esta situación. Cada uno tiene su trabajo y el nuestro es ayudar a nuestros vecinos. Si la administración también tuviera que hacer frente a estas situaciones, se volvería loca. Quizá ya se haya vuelto loca.

Salgo del patio detrás de una familia que recibe un kit de ayuda humanitaria. Un joven huraño lleva varias bolsas de comida, su mujer sostiene una botella de agua de cinco litros, dos chicas adolescentes sujetan sábanas y edredones y un chico muy joven con una gorra de beisbol azul arrastra una almohada. Es el único que sonríe, e incluso intenta bailar mientras camina, pegado a la almohada.

Mientras yo hablaba con los desplazados, la fotógrafa de Kommersant Anatoliy (Tolia) Jdanov se marchó con el enviado especial Alexander Kots. Decidieron volver a intentar llegar a Sudzha. Unas horas más tarde, Tolia me envió un mensaje: «Hay un dron aquí» y luego se desconectó.Tras media hora muy larga, recibí más detalles: «Llegamos a las afueras de Sudzha, incluso fotografiamos el poste que indica el comienzo de la ciudad. También filmamos la ambulancia en la que murieron los médicos tras ser alcanzados por el dron. Entonces vimos el dron, dimos media vuelta y nos fuimos. La primera explosión sonó detrás de nosotros, luego una segunda. Había un coche en la autopista junto a nosotros. Estaban sacando a gente de la ciudad. Espero que estén sanos y salvos…».

La lista de zonas de alojamiento temporal de Kursk no es realmente de dominio público. El servicio de prensa de la administración regional da la dirección del centro de alojamiento temporal «Olimpiyets». Por lo general, se trata de un campamento deportivo infantil situado a las afueras de la ciudad, cerca del río, en un bosque de pinos. El aire es puro y fresco, hay mucha tranquilidad, la gente pasea tranquilamente junto a las casas bonitas, los niños corretean en el campo deportivo.

Todas las personas con las que hablo cuentan la misma historia: salieron de Sudzha el 6 de agosto, tras el primer bombardeo, llegaron a Kursk, llamaron al número de emergencias, se registraron ante las autoridades y fueron dirigidas a esta zona de alojamiento temporal.

Por supuesto, están preocupados por las casas abandonadas de Sudzha, pero no están tan nerviosos como las personas inseguras que hacen fila para pedir ayuda. Una anciana me ofrece una galleta: hoy es su cumpleaños. Un pariente la llama. Mantienen una larga conversación. «Si nos echan de aquí, vendremos a verte. Aquí hay guerra, Simochka, ya te puedes imaginar, una guerra de verdad…».

La administradora del zona de alojamiento temporal promete que nadie será «expulsado». Según ella, los refugiados de la región de Donetsk ya llevan acogidos ahí más de dos años y permanecerán allí todo el tiempo que sea necesario: «Somos una organización privada, y el Estado reembolsa unos 400 rublos por comida y 900 por alojamiento por persona y día. Por supuesto, no es el precio de mercado, pero ¿qué podemos hacer? Tenemos que ayudar al país, tenemos que ayudar a la gente». Asegura que se admite a la gente en los zonas de alojamiento temporal sin favoritismos, por razones generales: «La gente se presenta en el Ministerio de Situaciones de Emergencia, que luego nos llama y nos pregunta: ¿están preparados para acoger a tanta gente? Si hay lugares disponibles, las aceptamos». El primer día de los conflictos fronterizos, el campo acogió a 44 refugiados de Sudzha, y el segundo día a 54. En total, hay aquí 386 personas.

Por el momento, las cifras públicas son diferentes y tienden a reflejar un enfoque de «suma global» para atender a los desplazados: mientras que el gobernador del oblast de Kursk, Alexei Smirnov, pidió a Putin que garantice el mantenimiento de los salarios de los funcionarios y otras personas evacuadas mediante un fondo excepcional, Putin anunció el 8 de agosto que los residentes del oblast que abandonen las zonas de peligro serán compensados con un pago único de 10 mil rublos, el equivalente a 105 euros.

En la veranda de uno de los edificios, los empleados del comité de investigación están sentados. Cubiertos de papeles, entrevistan a los refugiados, como detectives que interrogan a las víctimas en un caso criminal. No dan detalles y ni siquiera mencionan el número del artículo del código penal: «No estamos autorizados a hablar con periodistas». Pero podemos hacernos una idea del caso a partir de los formularios esparcidos por la mesa: «Personas no identificadas entre los militares de las formaciones armadas de Ucrania… actuando como banda organizada… dispararon contra infraestructuras civiles y posiciones de las fuerzas armadas de la Federación Rusa y del Servicio Federal de Seguridad. Estas acciones criminales causaron la muerte de militares y civiles, así como daños materiales y morales… etc.».

Una residente de Sudzha, una «Z», es decir, pro-guerra

«¿Tiene alguna información reciente sobre lo que está ocurriendo en Sudzha en estos momentos?», me pregunta una mujer que, obviamente, está esperando su turno para ser entrevistada, antes de continuar: «Me ha escrito una pariente mía de Zaporiyia: me dice que en la televisión están anunciando que las banderas ucranianas ondean sobre Sudzha.»

¿Le escribieron desde Ucrania?

Pues sí, toda nuestra familia esta bien dispersa… Mi madre vive cerca de Melitópol, mi tío en Pavlogrado, una tía en Dnipropetrovsk y otra en Odessa. La hermana de mi marido también es de Sudzha, pero vive en la parte jojlak de Zaporiyia. Fue allí en la época soviética en el marco de una misión, luego nacieron sus hijos y se quedó. Por eso me alegré tanto cuando nuestras tropas avanzaron sobre Zaporiyia: pensé que su ciudad sería anexionada y toda la familia se reuniría. Pero no tuvimos tiempo, no funcionó. Hoy, sólo mi madre vive en Rusia. Recé a Dios: «Señor, ojalá nuestro pueblo pudiera tomar el territorio donde está mi madre».

Y pensé que Dios había escuchado mis plegarias. Y ahora, no sabemos qué pasará mañana, quizá tengamos que huir de aquí. Al segundo día, mi madre me llamó para que fuera a reunirme con ellos cerca de Melitópol. Pero, ¿dónde está la garantía de que los jojlys no se abalanzarán sobre nosotros?

En Ucrania, Dnipropetrovsk pasó a llamarse Dnipro en virtud de la ley de descomunización, pero los rusos se refieren a ella por su antiguo nombre. Jojlak (plural jojly) es un insulto racista para designar a los ucranianos.

¿Qué le siguen diciendo sus parientes ucranianos?

Nuestra tía de Dnipropetrovsk reniega de nosotros. Después de 2014, seguíamos siendo amigos, pero en 2022, se sumó al coro de personas que gritaban «¡son unos fascistas, unos invasores!». Intenté razonar con ella: «Pero Masha, ¿qué tiene eso que ver? Somos una familia…». Ella dejó de comunicarse con nosotros. Su marido es un banderista de Ucrania occidental, y sin duda le ha lavado el cerebro.

Banderista se refiere a Bandera. En boca de los rusos proguerra, el término se utiliza para referirse de manera general a los ucranianos como nazis.

Mi tío de Pavlogrado me llama a veces, pero las conversaciones giran en torno al climay la salud. No dice ni una palabra sobre la guerra, y nosotros tampoco. La hermana de mi marido incluso tiene miedo de llamar porque sus conversaciones con Rusia están siendo intervenidas. Antes nos enviaba tarjetas de felicitación por WhatsApp. Nada más. La última vez que nos vimos fue en 2016, han pasado tantos años…

La mujer se calla y luego suelta una risita nerviosa.

Pensaba que los íbamos a derrotar, pero ahora son ellos lo que han llegado hasta nuestros hogares.

¿Qué piensa usted de todo lo que pasa?

Creo que nos hace falta un Zhúkov o Rokossovski en el Ministerio de Defensa. En su lugar dichos pasillos están llenos de lunáticos furiosos y corruptos. Ahora están metiendo a la cárcel a un general tras otro, y la gente corriente mira y piensa: «¿de verdad piensan ganar la guerra con gente así?». ¡Esto no es un juguete, esto no es una carrera de tanques! La gente común y corriente está muy desconcertada. En 2022, vivimos un verdadero auge del patriotismo. Lo dábamos todo por el frente de batalla, todo por la victoria. La gente tejía redes de camuflaje y hacía cualquier cosa. Luego se dieron cuenta de que las cosas no iban según lo previsto. Empezaron a preguntarse quién había hecho los planes en primer lugar. Tal vez no debimos haber lanzado a todos nuestros hombres sobre Kiev sin pensarlo dos veces. ¿Tal vez debimos haber empezado por liberar el Donbas? ¿Y por qué los jojly pasaron diez años preparándose cuando nosotros pasamos diez años negociando con Occidente? Mostraron su verdadera cara en los Juegos Olímpicos: satánicos y maricones. ¿Por qué quejarse ahora de que nos engañaron? La gente común y corriente mira y no entiende por qué debería creer a esa gente.

Hoy tampoco entendemos por qué no nos dicen la verdad.

El enemigo ha entrado a nuestro territorio y en la televisión nos hablan de una «situación de emergencia». ¿Qué clase de emergencia es cuando tanques extranjeros aterrizan en nuestro territorio? ¡Ya es toda una guerra!

El uso de la palabra «guerra» en esta publicación es interesante. Su uso para referirse a la invasión rusa de Ucrania se prohibió en 2022, después de que se introdujera el término oficial «operación militar especial». Poco a poco, en cuanto más se ha arraigado la guerra en la vida de la gente, más parece haberse normalizado como fenómeno, encontrando así también su camino en las palabras. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, por ejemplo, ha declarado públicamente que la “operación militar especial” se ha convertido en guerra.

Cuando la guerra se extendió al territorio ruso, la expresión volvió a prohibirse, y Putin prefirió tratar la lucha contra la incursión ucraniana en Kursk como una «operación antiterrorist.

La mujer se está enfadando, habla cada vez más alto. Empiezo a preocuparme seriamente que esta franqueza no se vuelve contra ella misma. A la espera de una pausa, hago un gesto significativo con la cabeza a los funcionarios de la comisión de investigación sentados a mi lado:

-Es mejor que nos quedemos aquí para hablar de este tipo de cosas…

La mujer me mira sorprendida:

-¿Cree que esta gente es diferente? Seguro que tienen las mismas ideas en la cabeza. Todo el mundo piensa lo mismo en este momento.

Esa noche telefoneé a Olga Dmitrievna: me alivió saber que había decidido no volver a Sudzha por el momento.

Créditos
El artículo original publicado por Kommersant está disponible aquí: https://www.kommersant.ru/doc/6890223
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