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Bélgica es una creación particular en Europa. Estado colchón nacido de las guerras napoleónicas, el país llano fue una concentración de relaciones de poder entre los Países Bajos, Alemania, Francia y el Reino Unido. Su precaria unidad ha dado lugar a respuestas institucionales: voto obligatorio para legitimar las instituciones, pilarización y un sistema de partidos que obliga a hacer concesiones. Un país así es un campo experimental ideal para un enfoque de clusters como el que estamos desarrollando: ¿encontraremos una fuerte heterogeneidad en los sistemas de opinión entre la Bélgica francófona y la neerlandófona?
Nuestro enfoque de clusters revela un paisaje singular, menos polarizado que el de otras democracias occidentales como España o Francia, pero en el que unas pocas diferencias incrementales producen paisajes políticos radicalmente distintos en Flandes y en el espacio francófono.
Flandes y la Bélgica francófona: más unidos de lo que parece
En vísperas de las elecciones federales, la izquierda roza el 50% en Valonia y Bruselas (PS, PTB y Écolo), mientras que ronda el 30% en Flandes, donde Vlaams Belang (extrema derecha independentista) y N-VA (derecha radical autonomista) suman casi un voto de cada dos. El ascenso del PTB en la parte francófona del país y el creciente dominio de Vlaams Belang en Flandes dan la impresión de dos sociedades que se mueven en direcciones contradictorias: una cada vez más a la izquierda, la otra cada vez más a la derecha.
Aquí es donde los clusters cobran todo su sentido, ya que proporcionan un análisis inigualable de la demanda y los sistemas de opinión. Si miramos más allá de una simple lectura del lado de la oferta, nos damos cuenta de que, desde el punto de vista de la demanda, hay poco que separe a flamencos y valones.
En la mayoría de los grandes temas que dividen a la sociedad belga —el sistema, la inmigración, los derechos individuales, el multiculturalismo y la ecología— flamencos y valones comparten un cierto conservadurismo.
Por ejemplo:
- 61% de los francófonos está a favor de prohibir el velo en la universidad, frente al 66% de los flamencos
- 55% de los francófonos está a favor de restablecer la pena de muerte «para los asesinos de niños», frente al 57% de los flamencos
- 48% de los francófonos está a favor de consagrar las raíces cristianas de Bélgica en la Constitución, frente al 42% de los flamencos.
E incluso en una cuestión económica: el 51% de los francófonos está a favor de limitar los salarios a 5 mil euros al mes, frente al 54% de los flamencos.
El diseño de nuestro cuestionario nos ha permitido comprobar lo poco que difiere el panorama político e ideológico entre las dos zonas lingüísticas.
Los matices son graduales: los flamencos son menos favorables a la redistribución mediante prestaciones, o a los derechos de los trabajadores en cuestiones como el tiempo de trabajo, y se preocupan sobre todo por la cuestión de la independencia y el refuerzo de la autonomía del territorio.
Sin embargo, estas ligeras diferencias de baricentro político e ideológico dan lugar a grandes oposiciones desde el punto de vista político y electoral. ¿Cómo se explica esto?
Diez clusters a cada lado de la frontera
Para completar el análisis, tuvimos que realizar dos segmentaciones diferentes, una para la zona francófona y otra para la zona flamenca, lo que nos permitió integrar cuestiones específicas de cada lado, como la independencia de Flandes.
Al final obtuvimos dos segmentaciones de 10 clusters cada una, realizadas sobre 7 200 individuos (3 600 para cada zona) representativos de la población belga.
Un hecho notable e importante que explica las diferencias en términos políticos y electorales es que los grupos antisistema y populares, antiinmigración, antifuncionarios y autoritarios votan por el PTB en la parte francófona del país, mientras que votan por Vlaams Belaang en la parte flamenca. Sin embargo, estos grupos están muy próximos en cuanto al sistema de opinión. Constituyen la mitad del electorado del PTB, solían votar por el Partido Socialista y estarían perfectamente dispuestos a votar por una fuerza de extrema derecha siempre que no ofendiera su identidad de clase.
El resto del espacio político se estructura de forma similar, con grupos centristas de élite y moderados, un grupo de izquierda cultural radical y dos grupos francófonos específicos: los rebeldes y los socialdemócratas.
Así pues, en términos de clusters, la zona flamenca se inclina ligeramente hacia la derecha en comparación con la zona francófona. Sin embargo, es la ausencia de una extrema derecha estructurada lo que explica las enormes diferencias en términos electorales.
La N-VA y el PS, dos partidos transversales amenazados por los antisistema
La N-VA y el PS son dos fuerzas afectadas por problemas simétricos. Durante mucho tiempo, la N-VA pudo captar a algunos de los grupos más radicales de la zona flamenca: los nacional-populares y los identitarios en particular, y los refractarios en menor medida.
Pero la N-VA ha perdido terreno entre estos grupos, en beneficio de Vlaams Belang, que está mejor alineado con el radicalismo antisistema de esos clusters. Esto puede explicarse por la complicada posición del N-VA, obligado a fusionar grupos de élite liberales y centristas con grupos que buscan una ruptura radical.
El PS se enfrenta a una posición similar, siendo inicialmente muy fuerte en muchos grupos de la sociedad belga francófona: multiculturalistas, rebeldes, centristas, socialdemócratas, nacional-populares y antisistema. Contrariamente a las apariencias, es en el eje pro-contra antisistema y no desde la izquierda donde el PTB ha flanqueado al Partido Socialista, expoliando metódicamente a este último en los grupos de fibra antisistema: rebeldes, nacional-populares y antisistema.
Estos dos casos son sintomáticos de la dificultad de articular grandes ofertas transversales en sistemas proporcionales donde el voto útil es menos fuerte que en los sistemas mayoritarios.
Tanto el PS como el N-VA se enfrentan a la competencia en el otro frente de las ofertas centristas. Así que aquí tenemos a dos partidos enfrentados a un dilema: realinearse con un nuevo baricentro o esperar que sus competidores se debiliten para restaurar su transversalidad.