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Cataluña ha vuelto a las urnas para enterrar el proceso soberanista que se inició hace 15 años. En unas elecciones poco participativas que sólo remontaron 7 puntos respecto de las elecciones pandémicas de 2021, los catalanes y catalanas votaron después de que ERC decidiera convocar elecciones tras fracasar en la negociación de los presupuestos. Algunos de los cambios más recientes en la opinión pública catalana los recogió una encuesta realizada por Clúster, publicada y analizada en estas mismas páginas, y ya se mostraban algunas de las tendencias que se han visto confirmadas en estas elecciones del 12M.

El escenario resultante después de la votación de este domingo es una enmienda a la totalidad a las lógicas y dinámicas políticas que hemos vivido en la Cataluña del proceso soberanista. El panorama, sin embargo, lejos de aclararse, se antoja complicado derivado de lo precario de las mayorías parlamentarias existentes, y de los efectos que este resultado tiene sobre la legislatura en el Congreso. 

1 — Consolidación de la desafección política en Cataluña

Las elecciones del 12M son unas de las menos participativas de la historia reciente y entran directamente en el ranking de las menos participativas desde 1980. Con un 57,9% de participación, las elecciones de 2024 sólo superan a las del año 2021 (51,3%), 1992 (54,9%) y 2006 (56%). Sin embargo, esta baja participación no debería sorprender, ya que los estudios de opinión realizados en Cataluña en los últimos años muestran una caída sustancial de los niveles de interés en la política, politización y movilización electoral. La Cataluña de 2010 a 2020, que vivió fuertemente politizada y en la que la participación electoral alcanzó récords históricos, se ha volatilizado y ahora queda una sociedad que vuelve a la normalidad autonómica situándose en la franja baja de participación electoral. Este cambio es algo que no nos debería extrañar ya que en estos momentos, 6 de cada 10 catalanes y catalanas muestran poco o nada interés en la política, el 70% se muestra insatisfecho con el funcionamiento democrático y 2 de cada 10 citan la insatisfacción con la política como uno de los principales problemas del país. 

La Cataluña de 2010 a 2020, que vivió fuertemente politizada y en la que la participación electoral alcanzó récords históricos, se ha volatilizado.

Mario Ríos

Sin embargo, aunque esta desmovilización y desinterés parece repartirse más o menos de una manera homogénea en los diferentes grupos sociales, en estas elecciones se ha producido una mayor desmovilización electoral en las zonas predominantemente independentistas.

El Eje Transversal en el que el independentismo y el nacionalismo catalán construyó su hegemonía ―el arco que va desde las comarcas de Girona hasta el Pla de Lleida (plana de Lleida) pasando por la Cataluña Central ― ha registrado unas cuotas de participación electoral sin el diferencial clásico que tenía con las zonas más urbanas situadas en la costa o el área metropolitana de Barcelona. Habitualmente, en Cataluña, estas zonas han participado más en las elecciones autonómicas que las de la costa o las conurbaciones urbanas, en las que ha habido más abstención históricamente. Aunque sigue siendo así, la diferencia participativa entre unas y otras ha ido disminuyendo, debilitando ligeramente la abstención diferencial que ha existido siempre.

Las causas de esta desmovilización se relacionan con las dinámicas vividas hasta hace poco: la ilusión que el procés despertó en amplios segmentos de la población catalana y la reacción defensiva en aquellos sectores más partidarios de la unidad de España tensionó a la sociedad catalana hasta unos niveles de hipermovilización y hiperpolitización que rompían las tendencias históricas existentes hasta la fecha. El final del proceso ha provocado una indiferencia y apatía por parte de los votantes independentistas y un relajamiento de aquellos más unionistas —lo que conlleva una caída de 20 puntos respecto de las elecciones de 2017, las más participativas de la historia—.

2 — Victoria socialista para pasar página del proceso 

El PSC liderado por Salvador Illa ha conseguido lo que ni la candidatura liderada por Pascual Maragall en 1999 y en 2003 logró: ha ganado por primera vez las elecciones ⎯tanto en votos como en escaños⎯ en Cataluña. Los 42 diputados y el 28% de los votos obtenidos por Illa lo sitúan muy por encima del resto de formaciones políticas este 12M, lo que le permite optar a gobernar bien sea en solitario o con el apoyo de otras formaciones ⎯hipotéticamente el resto de las izquierdas de la cámara⎯. La victoria socialista consolida su crecimiento en las últimas tres elecciones y le sirve para dominar el panorama político en el actual Parlament de manera clara. 

Los socialistas dan por cerrado su bache histórico que, durante el periodo 2012-2017 los situó alrededor del 15% del voto llegando en 2015 a únicamente un 12,8%. El PSC ha sido capaz de reabsorber todo el voto que en el bienio mencionado optó por Ciudadanos en el momento más álgido del Procés y también de hacer mella a su izquierda, además de obtener voto tanto entre el voto independentista pragmático como en los sectores más centristas del nacionalismo catalán.  

El liderazgo de Illa ha facilitado que el PSC fuera percibido como la opción más útil para pasar página de los años del proceso mediante una defensa de los servicios públicos y de la necesidad de recoser a la sociedad catalana después de la polarización y tensión vividas. 

Es por este motivo que el voto útil para una nueva etapa ha sido Illa y eso le ha permitido no solo ganar en las ciudades y zonas que siempre han sido tradicionalmente socialistas como el cinturón obrero, la ciudad de Barcelona, los Valleses o la costa de Barcelona y Tarragona, si no también le ha permitido hacer unos resultados históricos en la Cataluña Central, Girona o Lleida, donde ha sido segunda fuerza política —aunque a distancia de Junts—. El PSC ha ganado en 170 municipios entre ellos los más poblados de Cataluña como son Barcelona, Hospitalet de Llobregat, Terrassa, Badalona, Sabadell, Tarragona, Reus, Lleida o Santa Coloma de Gramenet. Como dice Enric Juliana en su análisis sobre el 12M, los que querían pasar página se han movilizado y han optado por Illa como la mejor opción para ello1.

El PSC ha sido capaz de reabsorber todo el voto que en el bienio 2015-2017 optó por Ciudadanos en el momento más álgido del procés y también de hacer mella a su izquierda, en los sectores más centristas del nacionalismo catalán e incluso absorber voto independentista pragmático.

Mario Ríos

3 — El nacionalismo catalán en uno de sus peores momentos históricos

Uno de los datos más importantes de este 12M es el mal resultado del nacionalismo/independentismo catalán. El de 2024, con 61 diputados entre Junts (36), ERC (20), la CUP (4) y Aliança Catalana (2), es el peor resultado electoral desde 1980 —año en el que obtuvieron 57 diputados—. El independentismo se aleja de las cifras de más de 75 diputados que llegaron a tener en los 80 y se aleja claramente de los resultados del período 2010–2021 en los que llegó a sumar hasta 74 escaños en dos ocasiones. A nivel de voto, también es su peor resultado desde 1980: el nacionalismo/independentismo catalán ha obtenido un 43,2% de los votos, su cifra más baja si descontamos el 36,7% de las primeras elecciones autonómicas. De hecho, en 2021, el independentismo obtuvo el 50,1% de los votos superando la barrera psicológica de la mitad más uno de los votos. La comparativa, por lo tanto, nos muestra como la derrota electoral del independentismo es clara y evidente con la pérdida de 13 diputados y de 8 puntos de voto respecto de las últimas elecciones.

No obstante, en este punto también hay que apuntar los cambios que se han producido en este bloque nacional más allá de su caída. ERC con su apuesta por un independentismo de izquierdas y pragmático se ha visto claramente superado por el retorno del liderazgo de Puigdemont que haciendo campaña desde el Sur de Francia no solo ha mejorado sus resultados, sino que ha acabado con la hegemonía de ERC durante el período 2019–2021 y ha obtenido 10 escaños más que la suma de los republicanos y la CUP. El independentismo de centroderecha se erige como el máximo representante del voto nacionalista e independentista rompiendo la tendencia de la legislatura pasada donde ERC y la CUP se situaban claramente por encima de Junts

La hegemonía ideológica del independentismo ha basculado claramente hacia la derecha.

Mario Ríos

De esta manera, y añadiendo los dos diputados que ha sacado Aliança Catalana, podría afirmarse que el independentismo ha basculado claramente hacia la derecha y que la época en la que el independentismo de izquierdas lideraba su bloque ⎯bloque en el que incluso Junts asumía parte de esos postulados para no situarse fuera de la corriente dominante⎯ se ha agotado.  

4 — El giro a la derecha europeo se confirma

Las elecciones del 12M confirman la derechización de la sociedad catalana que algunos estudios de opinión venían señalando: el aumento de preocupaciones vinculadas a la inmigración y la seguridad, el contexto de fuerte apatía política ⎯que siempre perjudica a las izquierdas⎯, los vientos de guerra que recorren Europa y las tendencias machistas de los hombres jóvenes con relación a la cuestión de género. 

Las tendencias europeas de ascenso del autoritarismo, repliegue nacionalista, nativismo y desmovilización que asoman cada vez que se abren las urnas en Europa ⎯como pasó hace poco con Portugal⎯ también han llegado a Cataluña. Esto lo podemos ver con dos datos: el primero es el resultado de las derechas nacionalistas españolas que obtienen uno de sus mejores resultados históricos sumando 26 diputados entre PP y Vox quedando 7 diputados por encima de los 20 obtenidos por Vox, C’s y PP. El espacio de la derecha nacionalista española sale reforzado en un contexto de baja participación.

El segundo dato es la gran novedad del 12M: la aparición de una opción nativista independentista como Aliança Catalana que surge del resultado histórico de Silvia Orriols en Ripoll, donde obtuvo la alcaldía. Aliança Catalana ha obtenido 2 diputados, uno por Girona y otro por Lleida: 118.302 votos que suponen 3,78% de votos. La extrema derecha independentista obtiene 26.857 votos y un 9% en Girona y un 7,8% en Lleida con 12.966 sufragios. De hecho, esta opción se ha quedado a sólo 0,13% de entrar en Barcelona, lo que hubiera supuesto la obtención de 3 diputados más. Aliança Catalana, con la diferencia del idioma con el que se dirigen a sus bases, es una opción política nítidamente xenófoba, islamófoba y nativista como lo es Vox.  

Aliança Catalana, con la diferencia del idioma con el que se dirigen a sus bases, es una opción política nítidamente xenófoba, islamófoba y nativista como lo es Vox.

Mario Ríos

5 — Las izquierdas transformadoras claramente en retroceso

El contrapunto al giro a la derecha de la sociedad catalana es la caída de las izquierdas transformadoras y republicanas que durante la primera parte del proceso independentista y junto a la ola de cambio que recorrió España han tenido un gran protagonismo en cada proceso electoral celebrado en Cataluña. Desde 2011 en adelante, opciones políticas como los Comunes y sus marcas antecesoras o la CUP experimentaron un auge exponencial en su apoyo político, social y electoral coincidiendo con la ola populista progresista que se produjo en gran parte del Sur de Europa. Tal es así que los Comunes lograron hacerse con la alcaldía de Barcelona durante dos mandatos y ganar las generales en 2015 y 2016. La CUP tuvo hasta 10 representantes en el Parlament. Por su parte, ERC también ha perdido el empuje que obtuvo entre 2018/2019 y hasta 2020 cuando lideró un cambio en la hegemonía ideológica del independentismo moviéndolo hacia la izquierda.

La ola de cambio iniciada en 2011 y debilitada a partir de 2020 se ha cerrado con claridad en las elecciones del 12M.

Mario Ríos

Pero los resultados de este 12M nos muestran el desgaste de estas formaciones. Si comparamos en relación con el 2021: ERC pierde 13 diputados y 7,6 puntos de voto, la CUP 5 escaños y 2,6 puntos y los Comunes han perdido 2 diputados y 1 punto de voto. ERC se deja 178.446 votos por el camino, la CUP 62.074 y los Comunes 13.550. Las grandes derrotadas de la noche son estas opciones políticas cuyas posiciones no han encajado en el giro conservador que se está produciendo en Cataluña y en toda Europa. La ola de cambio iniciada en 2011 y debilitada a partir de 2020 se ha cerrado con claridad en las elecciones del 12M y estas izquierdas han seguido la trayectoria de otras formaciones políticas como el Bloco d’Esquerdas o Sumar y Podemos en las elecciones gallegas y vascas.

Coda final: pasar página de un conflicto no solucionado

El resultado del 12M no debe llevar a equívoco a nadie. La sociedad catalana ha escogido pasar página de la mano de Salvador Illa en estas elecciones pero lo ha hecho después de una política de distensión que ha implicado indultos, reformas penales y una Ley de Amnistía para resolver los problemas causados por la acción judicial y política represiva del Estado en 2017. 

La política impulsada por el Gobierno de coalición progresista se ha visto respaldada por las urnas y de hecho, cualquiera que haya seguido la campaña electoral en Cataluña, habrá visto cómo el conflicto político entre el independentismo y el Estado no ha sido el eje de batalla político fundamental entre los diferentes partidos. Todo ello lo podemos observar al analizar que los niveles de independentismo y de preferencias por la independencia han bajado en los últimos 5 años. De hecho, por primera vez en los últimos 10 años, según muestra el último CEO de marzo de 2024, las preferencias por el estatus autonómico superan a las preferencias por un Estado independiente.

El final del procés que este resultado electoral certifica no significa que el conflicto se haya resuelto. 

Mario Ríos

No obstante, el final del procés que este resultado electoral certifica no significa que el conflicto se haya resuelto. Los catalanes y las catalanas son el único pueblo del Estado que se rige por una norma de autogobierno no votada por ellos mismos después del recorte que el Tribunal Constitucional emitió en 2010 contra el Estatut d’Autonomia. Además, la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas quiere más poder y autogobierno para Cataluña e incluso los votantes socialistas apoyan esta opción. Tampoco podemos olvidar que un 75% de los catalanes creen que Cataluña debe votar su futuro político y decidir qué relación quiere tener con España. 

La derrota del independentismo en las urnas no acabará con las demandas de una parte significativa de la sociedad catalana y no resolverá el encaje satisfactorio de Cataluña en el Estado. Un encaje que tiene que estar vinculado a un reconocimiento nacional diferenciado para Cataluña y con una redistribución del poder político entre el Estado y la Generalitat que beneficie a esta última. El futuro gobierno de Illa en Cataluña deberá tenerlo en cuenta si quiere reconciliar definitivamente a los catalanes y catalanas.