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¿Qué puede decirnos una sociedad bajo coacción?
Durante más de seis años en China, como periodista, me espiaron y siguieron todos mis movimientos. Esto es sólo una pequeña parte de lo que tienen que soportar los chinos cuando son objetivo del Estado.
A pesar de todo, pude extraer catorce lecciones de esta experiencia. Me parece que valen la pena para lectura mucho más allá de China.
Primera tesis. La gente se adapta a la opresión mucho antes de rebelarse.
La naturaleza humana nos lleva a buscar el camino de menor resistencia. Por eso, las personas subversivas suelen ser consideradas marginales.
Segunda tesis. La censura más eficaz es, primero, la legal, luego, la social y, por último, la interna.
Una vez que la gente aprende a evitar ciertos temas, por juzgarlos «demasiado delicados», acaba por no tener nada más que decir al respecto.
Tercera tesis. Un sistema represivo hace que el egoísmo sea racional.
Cuando la ley se percibe como un instrumento de coacción y su ejecución es selectiva, una reacción razonable es ignorarla. Por eso, muchos aspectos de la vida cotidiana en China pueden dar la paradójica impresión de una gran libertad.
Cuarta tesis. Destruir a alguien que amenaza al régimen envía un mensaje que será escuchado por otras 10000 personas.
«Hay que degollar la gallina para asustar a los monos»: un viejo dicho chino. Matar a una persona influyente es intimidar a toda una sociedad.
Quinta tesis. Si puedes limitar las palabras que usa la gente, puedes limitar su capacidad de pensar.
Como los déspotas nunca pueden restringir totalmente la libertad de expresión, buscan métodos de intervención cada vez más invasivos. Los programas de mensajería no permiten el envío de determinadas palabras e, incluso, los trucos para eludir estas prohibiciones se vuelven prohibiciones a su vez, en los mismos filtros.
Sexta tesis. Incluso las personas íntegras optan por hacerse de la vista gorda si reconocer una injusticia va en contra de sus intereses.
Nadie es inmune a ello. Sólo quienes no tienen nada que perder –y muy pocas almas nobles– se arriesgan cuando alguien incurre en la ira del sistema.
Séptima tesis. Si el gobierno miente, muchos lo aceptarán como verdad.
Éste es el poder de la autoridad pública. Es muy difícil admitir que alguien a quien, según tú, se le debe respetar esté dispuesto a engañarnos.
Octava tesis. ¿Se han preguntado, alguna vez, por qué Hollywood ya no habla del Tíbet?
Aniquilar la identidad cultural y religiosa de un pueblo, desvincularlo de su historia, castigar a sus defensores y hacer que se avergüence de lo que es son una forma brutal, pero eficaz, de eliminar una amenaza.
Novena tesis. Tus vecinos, más que el Estado.
La mejor defensa de un Estado opresor es hacerte desconfiar de tus conciudadanos: hacerte sospechar de tus vecinos y minarlos son su mejor defensa.
Décima tesis. Divide y vencerás.
En una sociedad restringida, la riqueza y los privilegios que acumulan los políticos se convierten en secretos de Estado. Protegidos de la amenaza de la revelación, no dudan en venderles el interés público a quienes los enriquecen.
Undécima tesis. Preocuparse por uno.
Si el gobierno finge velar por los intereses del pueblo, mucha gente estará dispuesta a renunciar a sus libertades. El Estado puede ser enormemente simpático siempre que la gente crea que está trabajando para mejorar sus vidas. En una sociedad acostumbrada, desde hace tiempo, al sufrimiento, el cambio se ve como algo bueno.
Duodécima tesis. La corrupción merma todo.
Una vez que la gente sabe que los privilegiados hicieron trampa, no hay nada que les impida hacer lo mismo. Cuanta menos libertad tienes, menos responsabilidad sientes.
Decimotercera tesis. Incluso los políticos que se oponen entre sí se protegerán contra el pueblo.
Se rigen por leyes diferentes. La corrupción es inevitable. Así que, si uno de ellos queda al descubierto, todos lo estarán.
Decimocuarta tesis. La Historia debe servir siempre a los fines del presente.
Para ello, tiene que reescribirse constantemente. Los villanos de ayer son los héroes de hoy y los héroes de ayer están mancillados. En cuanto al pueblo, debe seguir jugando como si nada hubiera pasado.