La contraofensiva ucraniana ha sido descrita como una de las más esperadas de la historia. Pero, ¿qué es una contraofensiva y cuáles son los beneficios no territoriales que se pueden obtener de una contraofensiva exitosa?
Una contraofensiva es una serie de acciones ofensivas llevadas a cabo por un actor a nivel operativo –a nivel táctico, sería un contraataque– y tras un avance enemigo. Por tanto, «responde» a una serie de ofensivas, pero lo importante es sobre todo su dinámica subyacente: aunque la lleve a cabo un defensor, toda contraofensiva busca ante todo recuperar la iniciativa, que es lo que realmente está en juego. Por tanto, es la encarnación operativa de la «dialéctica de voluntades opuestas» de Beaufre: hay que capturar y alimentar la iniciativa, lo que a su vez genera libertad de acción. Luego hay que preservarla, imponiendo un ritmo al enemigo, que no es sólo un responsable político o militar, sino sobre todo un sistema. Se trata pues de una cuestión de acción operativa: su éxito o fracaso se mide no sólo por factores cuantificables –superficie y ciudades retomadas, volumen de bajas infligidas, etc.– sino sobre todo por los efectos sistémicos sobre el enemigo.
Estos efectos sistémicos se refieren a la capacidad del enemigo para proseguir sus operaciones, permitiendo eventualmente recuperar a su vez la iniciativa. Entran en juego una serie de palancas sistémicas que se activan en mayor o menor medida: la pertinencia y adaptabilidad de las planificaciones, la disponibilidad de una masa utilizable, la capacidad de los mandos para comprender la situación, la rearticulación de las estructuras de fuerzas e incluso de la doctrina, etc. Adaptarse no es algo evidente, y los que llevan a cabo una contraofensiva tratan obviamente de dificultar la reacción del enemigo, manteniendo imprecisa la zona o zonas en las que están comprometidos y los volúmenes implicados, o, a través de su planificación operativa, anticipando las reacciones enemigas para impedirlas con mayor eficacia, y así sucesivamente.
¿Cuáles podrían ser los modelos históricos de la que Ucrania acaba de lanzar?
Epistemológicamente, se trata de una pregunta muy interesante. El punto de vista de la persona que estudia la estrategia, debe tener en cuenta el del estratega –su practicante–. Para este último, la historia militar es una gigantesca fuente de experiencia, pero sólo por delegación: nunca se sabe todo, mientras que en la guerra todo importa. En otras palabras, podemos inspirarnos en la historia y encontrar en ella analogías, pero parece difícil encontrar patrones prefabricados: la conducción de la guerra no puede ignorar su naturaleza, que es invariable, pero depende sobre todo de su carácter, que varía en función de los puntos fuertes y débiles de los ejércitos, tanto ideales (doctrina, formación, etc.) como materiales (niveles de fuerzas, nivel de tecnología, etc.) y, por supuesto, del entorno (táctico, pero también de apoyo internacional).
En este sentido, los paralelismos establecidos por algunos entre los inicios de la contraofensiva ucraniana y la batalla de Kursk (1943) sólo se aplican a ciertos aspectos de la batalla (la modernidad del equipamiento ucraniano, el uso de la defensiva, por ejemplo) pero no a otros, que sin embargo son muy estructurantes (la longitud de la línea de contacto, el equilibrio material y moral del poder, las diferencias doctrinales, etc.).
En términos más generales, ¿qué herramientas de la literatura de estudios estratégicos pueden ayudarnos a reflexionar sobre esta contraofensiva?
Según su amplitud, la contraofensiva constituye el epítome de la estrategia operativa, o uno de los cuatro pilares –junto con las estrategias declarativa, orgánica y de medios– de la estrategia militar. Moviliza a su vez los diferentes niveles del pensamiento clausewitziano, desde sus leyes de la acción recíproca hasta la dialéctica entre «vistazo» y «genio», su visión de la dialéctica entre defensa y ataque y, por supuesto, sus consideraciones sobre el centro de gravedad, el punto culminante, etc. Pero también incluye todas las obras que tratan de los principios de la guerra –en particular el sutil equilibrio entre seguridad, concentración de efectos, economía de fuerzas y todo lo que pueda relacionarse con la libertad de acción–, pero también la dialéctica de Delbrück entre combate decisivo (Niederwerfungsstrategie) y combate de desgaste (Ermattungsstrategie); la maniobra, incluso en el sentido boydiano; los autores que trabajan sobre estrategias operativas y específicas (aéreas, navales, cibernéticas, etc.); y por supuesto, y querer ser exhaustivo, los pensadores que trabajan sobre lo operativo.
Porque la clave está ahí, en el vértice entre la ejecución táctica y el voladizo estratégico anticipatorio: la combinación de acciones y maniobras, cinéticas y no cinéticas, militares y no militares (típicamente, acciones en el sector bancario) y sus acciones preparatorias, que permiten restringir la libertad de acción del enemigo –hasta el punto de «inadaptarlo» a la conducción de la guerra– al tiempo que aumentan la suya. Es también el vértice entre los factores dominantes de la táctica, típicamente geográficos (topografía e hidrografía, meteorología, tipos de paisaje y concentraciones humanas) y los de la estrategia, dominados por el factor tiempo: la velocidad de adaptación institucional y de todo aprendizaje militar, la evolución en el tiempo de las coaliciones y apoyos exteriores así como la del consenso nacional en torno a las operaciones, la durabilidad y sostenibilidad de las existencias, la gestión en el tiempo de las fuerzas (rotaciones), el ritmo de ejecución de las planificaciones, etc. Así pues, se cubre todo el espectro de la estrategia teórica como matriz de los estudios estratégicos. Para el General Valeri Zaloujny, Comandante en Jefe del Ejército Ucraniano, estas fases son la culminación de meses de planificación, pero también la obra maestra –o el fracaso– de toda una vida.
¿Cuál es la temporalidad de una contraofensiva? ¿Es posible imaginar una guerra larga o, por el contrario, existe el riesgo de que la operación de recuperación del territorio se vuelva rápidamente contra Ucrania?
Más allá del sistema «planificación/generación de fuerzas/acción preparatoria/desarrollo», el calendario depende del contexto, cada uno es diferente… Es interesante aquí volver a la concepción de Clausewitz sobre la relación entre lo defensivo y lo ofensivo: para él, lo primero es más valioso que lo segundo.
Defender permite ganar tiempo y, al mismo tiempo, obligar al enemigo a sufrir pérdidas; defender permite, pues, adaptarse para poder pasar después a la ofensiva en condiciones más favorables, tratando de evitar el «clímax», el punto en el que el esfuerzo se vuelve peligroso porque te deja vulnerable. En este caso, toda la guerra en Ucrania puede analizarse, tanto para Kiev como para Moscú, a través de esta dialéctica, fractal según los diferentes teatros: uno ataca, el otro absorbe evitando el punto de ruptura y utiliza el tiempo de la defensa para intentar rearticularse, etc.
En el caso que nos ocupa, en la franja sur, donde tienen lugar actualmente las acciones ucranianas (13 de junio), Rusia lleva más de un año a la defensiva, fortificando la zona. Lo mismo ha hecho en otros lugares, retrocediendo (zona Svatove-Kreminna, desde octubre-noviembre de 2022) o avanzando (zona Severodonetsk-Lysychansk desde julio de 2022). Es difícil saber cuál podría ser la dinámica de las operaciones: sin duda, Ucrania podría sufrir pérdidas significativas en contacto con la defensa rusa –por significativas, me refiero a varias brigadas–, pero la cuestión es conocer el equilibrio de poder sistémico comparativo. No es sólo una cuestión de pérdidas comparadas, en términos de hombres, equipos y unidades, es la capacidad de dos sistemas para «aguantar y continuar», tanto a nivel local como más general, incluyendo los sistemas de mando, los sistemas de movilización, los sistemas tecno-industriales, etc.
Visto así, nada es sencillo, pero en este caso, el distintivo de una contraofensiva bien planificada es que no permite alcanzar un punto de ruptura sistémico. El pasado otoño, Ucrania demostró una actitud prudente: sabe aprovechar las oportunidades y detenerse antes de que su «sistema militar» resulte demasiado dañado. En este caso, no llegó hasta Svatove: era concebible, pero a riesgo de agotar las fuerzas comprometidas en este sector. Desde entonces, la dinámica ha cambiado y es en otros lugares del sur donde parece tener lugar el grueso de las acciones… al menos el 13 de junio. Dado que sólo se han comprometido unas pocas brigadas, no estoy convencido de que las acciones ucranianas se vayan a limitar únicamente a esa franja meridional.
Desde hace varios meses, el ejército ruso está fortificando sus posiciones en Ucrania, en particular en el norte de Crimea. ¿Cómo valora la calidad de la posición defensiva rusa en Ucrania y cree que actuará como un verdadero freno a los posibles avances ucranianos? ¿Qué elementos tácticos pueden apuntalar la defensa rusa?
Un buen sistema defensivo se construye en profundidad y comprende una serie de componentes interdependientes que se cubren mutuamente. No basta con trincheras, campos de minas y obstáculos diversos: hay que armar el sistema para determinar los ejes de avance, desplegar artillería, equipar a los hombres con armas antitanque, todo ello respaldado por helicópteros de combate, municiones operadas a distancia, etc. Rusia ha construido una larga red de fortificaciones muy estructuradas a lo largo de prácticamente toda la línea de contacto con Ucrania, de 1.300 km de longitud. A la escala de la historia, este sistema no tiene precedentes.
Pero esta longitud es también una debilidad: con unos 300.000 hombres sobre el terreno, Rusia no puede contenerlo todo y tiene que «esparcir» sus unidades, al tiempo que intenta mantener en reserva unidades de reacción rápida para tapar cualquier brecha. Sutilmente, ha habido indicios de acción ucraniana en la franja sur durante los últimos meses, confirmados por los primeros días de la fase dinámica de la contraofensiva, que sin embargo sólo ve el compromiso de una pequeña fracción de unidades ucranianas. Al mismo tiempo, Ucrania también estaba dejando claro que el peligro podía venir de otra parte, atacando la red ferroviaria y las instalaciones petrolíferas, dos categorías de objetivos esenciales para los rusos para desplazar sus fuerzas a lo largo de los 1.300 km. Veremos qué ocurre.
¿Es la destrucción de la central hidroeléctrica y de la presa una ruptura en la contraofensiva ucraniana?
Sólo el tiempo lo dirá, pero hoy me parece más una molestia desde el punto de vista militar que un avance o un factor de bloqueo para las fuerzas ucranianas.
Poco después de la destrucción de la presa de Kajovka, hubo varios informes sobre inundaciones rusas deliberadas en la Ucrania ocupada para crear puntos de corte destinados a frenar los avances ucranianos. ¿Es eficaz esta técnica? ¿En qué precedentes históricos se basa?
En las tácticas defensivas, las inundaciones son un componente de un sistema táctico diseñado para contrarrestar la movilidad del enemigo, reduciendo su libertad de acción mediante el cierre de zonas. Históricamente, es tan clásico como destruir puentes: desde los romanos hasta las acciones ucranianas de febrero-marzo de 2022, pasando por Alsacia en el siglo XVII o los belgas en 1914, el agua lo complica todo…
¿Cuáles son los principales objetivos de los ucranianos? A estas alturas, ¿cuáles son las líneas de ataque más plausibles?
Todas. Lo que vemos el 13 de junio es quizá engañoso: la política puede ciertamente imponer tomas muy simbólicas –Mariupol, Crimea, etc.– y por tanto influir en los planes operacionales a favor de acciones en el sur, en una cosificación de la desviación corbetiana de lo militar por lo político. Pero el estado de las relaciones cívico-militares en Ucrania también demuestra que, aunque pueda haber fricciones, existe consenso sobre los objetivos, tanto de la guerra como en la guerra (los Zweck y Zielen clausewitzianos). Para Kiev, todo lo que ha sido tomado por Rusia desde 2014 debe ser recuperado –y de facto, alrededor del 37% ya lo ha sido, retomadas en la región de Kiev la primavera pasada–. Por lo tanto, el Zweck está establecido. Queda el Zielen: todo se puede hacer, pero ¿por dónde empezar? Es aquí donde se impone a Rusia –y a los observadores– un espacio de incertidumbre. La incertidumbre, una condición estructural para la conducción de la guerra, no sólo es desventajosa: para los estrategas bien entrenados, proporciona una gran libertad de acción. Para Foch, éste es el primer principio de la guerra.
¿Cuáles son los giros que podrían convertir la campaña ucraniana en un éxito?
El pensamiento estratégico occidental se caracteriza por la búsqueda del enfrentamiento decisivo, el que acaba con el enemigo «de forma rápida, barata y sin ambigüedades». No se trata solamente de V.D. Hanson y su «modelo occidental de guerra», sino de toda una visión que se extiende hasta el funcionamiento cotidiano de nuestro MGPO (Método global de planificación de las operaciones) o la COPD de la OTAN. Así que quizás no sea tanto en términos de giros como debemos ver las cosas, sino en términos de inflexiones, de pequeños cambios de trayectoria. Retomando la dicotomía introducida por J.C. Wylie, no se trata tanto de ver las cosas desde un ángulo secuencial –los giros potencialmente decisivos– como acumulativo.
¿Qué forma pueden adoptar estos cambios? Tal vez avances locales, infrotácticos, unidos a acciones en profundidad (ataque a arsenales, neutralización de un jefe, etc.) que conduzcan a sucesivos colapsos locales, hasta que un sistema empiece a tambalearse… Pensar en términos operativos significa a menudo pensar en términos de efecto mariposa, entre lo que el enemigo sabe y lo que no sabe –la guerra de Ucrania ha mostrado claramente hasta qué punto podíamos sorprendernos mutuamente de nuestras fuerzas y debilidades–. También significa pensar en términos de efectos estocásticos, con poca previsibilidad, en lugar de efectos de umbral. Es la diferencia entre el consumo de alcohol que conduce a la embriaguez tras n copas y el que conduce, de forma acumulativa pero aleatoria según los individuos, a graves daños hepáticos. Es una cuestión de escala, pero sobre todo se trata de un efecto sistémico que depende de una serie de parámetros más o menos objetivados.
El sistema militar ruso ya no es el mismo que en febrero de 2022: a sus pérdidas considerables, confirmadas visualmente, se suma su capacidad de regeneración, a corto y medio plazo. Esto es aún más cierto ahora que la mayoría de los instructores del VS (ejército) y del VKS (fuerza aérea) han sido desplegados en Ucrania. Nueve meses después de la movilización de septiembre de 2022, el sistema de formación y educación de los soldados movilizados y reclutas se ha deteriorado, cuando debería haber mejorado. También está la cuestión de la capacidad de liderazgo, con importantes pérdidas de oficiales también en este aspecto, pero sobre todo la incapacidad de crear un cuerpo de suboficiales, que ya se señaló en febrero de 2022 como una de las causas de los fracasos observados. También hay déficits reales en términos de inteligencia profunda. Pero también hay ventajas comparativas, en términos de potencia de fuego bruta –aunque lo que cuenta es la neta, la que da en el blanco–, por ejemplo.
¿Qué opina de la capacidad de los ucranianos para lograr sus objetivos hasta Crimea?
En teoría, el equilibrio de fuerzas está en conjunto a favor de Ucrania: personal entrenado, volumen de unidades, cantidad y calidad del equipamiento (con algunas excepciones, algunas de ellas esenciales), inteligencia, moral del ejército, institucionalización y difusión de la experiencia, determinación popular y política, apoyo exterior. Pero la estrategia militar es ontológicamente un sistema de lucha contra los determinismos: nadie lucha para perder, por lo que para Hervé Coutau-Bégarie, la estrategia es «la dialéctica de las inteligencias«.
Varios factores son problemáticos para Ucrania. El apoyo de Washington es crucial, y la situación política allí podría cambiar a finales de año, planteando por extensión la cuestión del apoyo de varios países europeos. A esto se añade la posibilidad de una oleada rusa, que podría adoptar diversas formas, incluido el apoyo extranjero en forma de municiones o drones (Egipto, China, Corea del Norte, Irán). La propia defensa rusa, de aquí a las lluvias de otoño, podría resultar más costosa de lo razonable para Ucrania. Es cierto que el ejército ruso actual es una mezcolanza de unidades de diferentes niveles, a veces reconstituidas tras haber sido aniquiladas varias veces. Pero algunos estiman que el 97% de las fuerzas terrestres de Moscú están en Ucrania: aunque hayan perdido su cohesión anterior a la guerra, tienen una ventaja defensiva.
Además del material militar, los países de la OTAN también han proporcionado entrenamiento a varias unidades ucranianas que se espera que participen en la contraofensiva. ¿Qué impacto podría tener esto sobre las tácticas?
De hecho, los miembros de la OTAN han proporcionado principalmente formaciones –individuales, en técnicas básicas, en el uso de equipos– aunque el entrenamiento colectivo, por su propia naturaleza e implicando a varias unidades siguiendo un planteamiento de armas conjuntas, me parece que se ha llevado a cabo principalmente en Ucrania. Evidentemente, todo esto tiene repercusiones en la táctica, y varias acciones, en particular la que supuso la pérdida de ocho M-2 Bradley al sur de Malaya Tokmachka, demostraron una verdadera maestría: los comentarios sobre las pérdidas ocultaron la capacidad real de recuperar hombres y vehículos, que no es algo que se pueda improvisar en absoluto.
Más allá de eso, la táctica es sólo uno de los elementos constitutivos del éxito. Lo importante es la multiplicación de las acciones tácticas –en contacto y en profundidad, cinéticas o no– y sobre todo su coherencia dentro de un marco operativo. Después de la guerra de Vietnam, Harry Summers, el coronel estadounidense que escribió el libro crítico sobre la intervención estadounidense en Vietnam, On Strategy, contaba una anécdota reveladora: al indicar que Estados Unidos había ganado todos los combates en contacto con el ejército vietnamita, los vietnamitas respondieron con aprobación, pero no sin decir que esa no era la cuestión…
¿Qué opina de la posibilidad de una operación ucraniana contra las tropas rusas en Transnistria?
Nunca hay nada imposible, y habría éxito político y oportunidades operativas –reducir la libertad de maniobra de Moscú al tiempo que se liberan fuerzas hasta ahora fijas en la frontera–, pero también oportunidades estratégicas en cuanto a la variabilidad de las rutas de suministro. El tiempo lo dirá, pero el mero hecho de que se haya planteado la cuestión demuestra que Ucrania tiene verdadera libertad de acción.
A pesar del «silencio operacional» mantenido por Kiev, la contraofensiva ya ha comenzado. A la luz de las operaciones ucranianas de los últimos días, ¿qué elementos marcan una ruptura con la secuencia anterior?
La noción de secuencia es relativa, porque los plazos y los problemas de Rusia y Ucrania no son los mismos. Tras la reconquista de Kherson, Ucrania se posiciona a la defensiva hasta el invierno, mientras que Rusia pretende lanzar una nueva ofensiva una vez que se den las condiciones adecuadas, sobre todo meteorológicas. Estas condiciones no favorecieron la ofensiva: la congelación llegó tarde, por lo que tácticamente la movilidad no se vio favorecida y, estratégicamente, la interrupción del suministro de gas no pudo utilizarse para reducir el apoyo a Ucrania en Europa, como podría haberse hecho.
En definitiva, la ofensiva invernal rusa es más bien exigua: Soledar y Bajmut –a sus puertas el 15 de diciembre, Rusia no la habrá tomado definitivamente hasta el 21 de mayo–, mordisqueando un poco la zona situada delante y a los lados de estas ciudades, así como Svatove y Kreminna. En concreto, la reorganización de los objetivos rusos del pasado abril, que pretendía tomar todos los oblasts anexionados entretanto, se ha quedado en nada. Incluso si la intención rusa era limitarse únicamente al Donbass, lo que implicaba la caída de Slovyansk, Kramatorsk y Siversk, el objetivo parece fuera de alcance. La campaña aérea estratégica sobre infraestructuras energéticas, seguida de la realizada sobre ciudades ucranianas, no ha producido más resultados que el consumo de munición antiaérea ucraniana.
Ciertamente, Ucrania se defendió bien durante este periodo, pero sobre todo se benefició de las limitaciones de un sistema militar ruso de probada eficacia que empezaba a perder coherencia, y no emprendió nuevas contraofensivas. Durante esa fase, Ucrania se centró más especialmente en su estrategia orgánica y sus recursos, tratando de poner en marcha nuevas unidades al tiempo que buscaba un fuerte apoyo material exterior y planificaba las acciones de su futura contraofensiva. Esto no le ha impedido llevar a cabo acciones limitadas, especialmente en el campo de las fuerzas especiales o las operaciones navales, pero sobre todo ha confirmado el hecho de que la preparación para la acción es una acción en sí misma…
¿Cambiará la contraofensiva la gramática de la guerra en Ucrania?
Es una cuestión de perspectiva. En las primeras horas de la guerra, se contradecían las suposiciones rusas sobre la reacción de Kiev, su resistencia económica y la movilización de su sociedad, sus capacidades militares y el apoyo exterior que podría recibir. Tras reducir sus ambiciones, dado que Ucrania no había sido destruida, Rusia intenta ahora asegurar lo que no perdió tras una primera oleada de contraofensiva el año pasado. Todo el sentido de la actual contraofensiva ucraniana gira en torno a esa santuarización. Una reducción del control ruso implicaría una forma de continuidad. Un fracaso ucraniano, por la razón que sea, cambiaría la situación operacional.
Pero, ¿cambiará esto la gramática? Tanto Ucrania como Rusia tienen sus propias ventajas comparativas y nada está escrito, salvo que ninguna de las dos cederá fácilmente. ¿Y podrá Ucrania «recuperarlo todo de golpe» de aquí a noviembre? Sus ganancias podrían ser sustanciales, pero tendría mucha suerte si luego volviera a sus fronteras de principios de 2014. Es decir, continuaría la dialéctica observada hasta ahora. Si se produjera un hipotético cambio de gramática, no sería tanto en términos de un fracaso ucraniano en uno u otro sector, sino más bien en términos del apoyo que recibe, en particular de Washington. Se defendió durante los primeros meses, pero su primera contraofensiva, en agosto-noviembre de 2022, se vio considerablemente favorecida por el apoyo exterior. Se han convertido en esenciales para la contraofensiva actual, y lo serán igualmente para la que pueda tener que llevarse a cabo después del 20 de enero de 2024…