El legado de Anadolu Kültür (creada en 2002) es considerable, como ya sugería el libro elaborado tras sus cinco primeros años de actividad. Comenzó con el Centro de las Artes de Diyarbakır, y luego sus actividades se extendieron a Hakkari y sus alrededores, a Trabzon, Çanakkale, Kars, Armenia, Azerbaiyán, con exposiciones, proyecciones de películas, conciertos, paneles, estudios sobre la memoria, talleres, apoyo a la producción… ¿Qué tipo de estructura tenía en mente cuando fundó Anadolu Kültür hace veinte años, y qué tipo de contribución espera que Anadolu Kültür siga haciendo a Turquía? 1
Cuando fundamos Anadolu Kültür, nos basamos en la idea de que las actividades artísticas y culturales podían contribuir a un mejor entendimiento mutuo y que los jóvenes de distintos orígenes que vivían lejos unos de otros podían superar sus prejuicios si trabajaban juntos. Pensamos que contar, hacer circular y escuchar acontecimientos dolorosos del pasado a través del arte fomentaría y crearía procesos de comprensión que requieren cambios internos significativos. En lenguas extranjeras, se utiliza el concepto de reconciliación. La inauguración de un centro de arte en Diyarbakır y el trabajo que hicimos con artistas de Armenia y de la diáspora tuvieron ese significado tan especial para nosotros. Por ejemplo, mujeres de Diyarbakır y Trabzon montaron juntas una obra de teatro, y hubo representaciones en ambas ciudades. Organizamos exposiciones que fomentaban el diálogo con artistas de la diáspora armenia, así como conciertos de la Orquesta Sinfónica Juvenil Turquía-Armenia bajo la dirección de Cem Mansur. Era la época en que el proceso de democratización estaba en marcha en nuestro país y la perspectiva de la Unión Europea estaba viva. Pensamos que la colaboración con artistas e instituciones europeas y la organización de este tipo de actividades en ciudades distintas a Estambul contribuirían a ese proceso. Las actividades de la sociedad civil son mucho más significativas en un entorno democrático, o al menos cuando el impulso hacia la democratización es fuerte. Cuando el entorno político cambia en sentido negativo, el impacto de tales actividades disminuye. No es posible lograr cambios a partir de las actividades de la sociedad civil en un clima político que fomenta la segregación y alimenta los prejuicios.
La acusación en mi contra, 15 años después de la fundación de Anadolu Kültür, afirma que las actividades que hacemos en relación con kurdos, armenios y comunidades minoritarias constituyen «incitación a actuar contra el Estado». Creo que, con el cambio del entorno político en nuestro país, la visión muy ideológica se ha vuelto dominante en los círculos dirigentes y en las instituciones públicas. Esas acusaciones son un reflejo de ello.
En el sitio web de Anadolu Kültür se lee que, tras el terremoto de 1999, usted abandonó la vida empresarial activa y se volcó en la sociedad civil. ¿Qué papel desempeñaron en su decisión el terremoto de Izmit y la crisis económica que se produjo justo después? ¿Esos dos importantes acontecimientos influyeron en sus esfuerzos por reforzar los gobiernos locales y la sociedad civil?
Inmediatamente después del terremoto de 1999, mis colegas y yo pusimos en marcha una iniciativa denominada «Centro de Coordinación Civil» para llevar a cabo actividades de apoyo a las víctimas de la catástrofe. A través de esa iniciativa, viajé con frecuencia a las zonas afectadas por el terremoto y tuve la oportunidad de conocer y trabajar con personas que habían sufrido y perdido a sus familiares. Esa experiencia me hizo darme cuenta de que implicarme personalmente en actividades de la sociedad civil me resultaba más satisfactorio y emocionante que la vida profesional. El hecho de que tuviéramos que renunciar a algunas de nuestras inversiones a causa de la crisis económica también influyó en la prioridad que di a la sociedad civil.
El terremoto del Mármara nos mostró cómo la urbanización apresurada, las prácticas arbitrarias de ordenación del territorio dominadas por intereses comerciales y la irresponsabilidad colectiva provocan grandes tragedias humanas. Es doloroso que no se haya aprendido nada de esa catástrofe y que se haya olvidado que puede haber un terremoto en Estambul. El intento de construir un centro comercial en el parque Gezi, declarado lugar de reunión tras el terremoto, es un símbolo llamativo de esta situación. El movimiento Gezi, que supuso una resistencia a la agresiva construcción y comercialización de los espacios públicos, permitió debatir cuestiones relacionadas con la seguridad de la vida urbana y los derechos medioambientales urbanos desde una perspectiva solidaria. Espero que esos debates hayan aumentado la conciencia sobre los terremotos y el sentido de responsabilidad colectiva.
Sabemos que no escribe muy a menudo. Sin embargo, el artículo que escribió con el abogado Haluk İnanıcı en el Express en 2009 fue una advertencia en términos de principios jurídicos universales durante los días más tormentosos del juicio de Ergenekon. Usted señaló que, en lugar de centrarse en las actividades de contrainsurgencia, el juicio se limitaba al intento de golpe de Estado contra el gobierno, que las definiciones de los delitos se habían vuelto vagas y que «tratar de encontrar pruebas en función del sospechoso» era una «práctica de la Inquisición» que conduciría al reino de los rumores y las acusaciones infundadas de todos contra todos. En 2009, ¿por qué sintió la necesidad de insistir en el «Estado de derecho» y qué tipo de reacciones provocó ese artículo?
Ver cómo se desarrollaba el juicio de Ergenekon fue muy instructivo para mí. En la década de 2000 comenzaron las negociaciones de adhesión a la UE y se modificaron leyes antidemocráticas. Sin embargo, no se tomaron medidas para responder a la opinión pública, que esperaba más transparencia por parte de las instituciones públicas y la aclaración de las relaciones de las fuerzas de seguridad con círculos y personalidades criminales, que quedaron al descubierto con el accidente de Susurluk en 1996. El asesinato de Hrant Dink (2007) se perpetró a la vista de todos. La detención de algunas personas implicadas en actividades oscuras y asesinatos en el juicio de Ergenekon me había dado esperanzas al principio. Sin embargo, el transcurso del juicio, especialmente el hecho de que se dirigiera rápidamente contra periodistas y miembros de organizaciones no gubernamentales como la Asociación de Apoyo a la Vida Moderna (ÇYDD) en lugar de centrarse en el llamado «Estado profundo», me hizo cambiar gradualmente de opinión. Gracias a Haluk İnanıcı, vi más claramente la ilegalidad en el corazón del proceso judicial y quise advertir a las personas optimistas como yo. No puedo decir que el artículo tuviera un impacto significativo, pero me alegró recibir comentarios positivos de algunos amigos cuyas opiniones valoro.
Me gustaría añadir una cosa: como todos sabemos, la historia de la justicia en nuestro país está llena de ejemplos en los que se han violado los principios del derecho en muchos juicios políticos. Creo que es común observar que las sentencias contrarias a la ley y a los derechos humanos son el resultado de que jueces y fiscales interiorizan representaciones de amenazas y peligros fomentadas por el entorno político antidemocrático y, por tanto, desarrollan una visión del mundo acorde con esas representaciones. El caso Ergenekon fue más allá de esas prácticas ilegales; se centró en una completa teoría de la conspiración y dio la impresión de que los fiscales y los jueces no podrían haberlo preparado solos. El proceso comenzó con Ergenekon y continuó en varios otros juicios importantes en los que los gulenistas desempeñaron un papel influyente en su preparación. Con el estado de excepción que siguió al intento de golpe de Estado del 15 de julio de 2016, el gobierno institucionalizó métodos más eficaces de intervención judicial y acabó de hecho con la independencia del poder judicial. En nuestro artículo no habíamos previsto ese aspecto de la evolución, por lo que resulta incompleto.
En su defensa en mayo de 2021, recordó la obra de Arthur Miller Las brujas de Salem. Al tiempo que calificaba de «fantásticas» las acusaciones de espionaje de la fiscalía contra usted, empezó a hacer referencias a la legislación de la época nazi. El artículo que escribió para Birikim en noviembre de 2019, «Reflexiones sobre las consideraciones de Hitler» sobre el libro de Sebastian Haffner, muestra que comenzó a pensar profundamente sobre ese período. ¿En qué momento sus juicios, que tuvieron varios episodios de ilegalidad a lo largo de cuatro años, lo llevaron a reflexionar sobre el poder, la ley y la sociedad en el Tercer Reich?
Desde la primera acusación (por espionaje) había notado ciertas similitudes, pero la segunda, que añadía la acusación de participación en el intento de golpe de Estado del 15 de julio, me hizo pensar mucho en las prácticas de la época nazi. Como dije en la audiencia, en la Alemania nazi el principio de «no hay delito sin ley» fue abolido por una enmienda al código penal. Una persona que mereciera ser castigada según la «sana conciencia del pueblo», es decir, según la conciencia de los nazis que representaban al pueblo, debía ser castigada según la ley que más se aproximara a los principios que definían los cargos, aunque las acciones castigadas no correspondieran a los delitos definidos por las leyes.
Según los principios de Hitler, la principal tarea de los jueces no era proteger los derechos de los individuos, sino la supervivencia de la nación, que se definía como una comunidad. Eso abrió el camino al uso arbitrario de la ley. Aunque nuestro código penal no se haya modificado en ese sentido, el fiscal mostró el mismo comportamiento. Para criminalizar mis actividades legales en la sociedad civil, se construyó un delito de espionaje distinto del definido por la ley, partiendo de la base de que el espionaje era el delito más cercano a las acusaciones de «sorosiano» que me dirigieron el propio presidente de la República y el presidente del Partido de Acción Nacionalista, el MHP.
Otro elemento que recuerda a la época nazi es la teoría de la conspiración en la segunda acusación. Según esa teoría, las organizaciones de Open Society difunden la cultura cosmopolita y corrompen las culturas nacionales y locales, para así dominar a las sociedades. Como es bien sabido, los nazis esgrimieron argumentos similares contra los judíos.
Permítanme añadir esto: en los motivos de mi condena a cadena perpetua agravada, está escrito que la sentencia se basa en la «convicción de conciencia» de los jueces. La convicción según la conciencia para un juicio es importante para determinar el grado de culpabilidad de quienes cometieron un delito con el fin de valorar las circunstancias en las que se comete el acto considerado delictivo. Pero en nuestro caso, como en las prácticas del periodo nazi, se manifiesta como una convicción ideológica que sirve de justificación para castigar a quienes han cometido actos no delictivos.
En su artículo en birartibir.org en marzo de 2020, Kasım Akbaş y Tora Pekin se refieren al concepto de «Estado dual» utilizado en 1941 por Ernst Fraenkel, abogado en Berlín entre 1933-1938, en relación con su caso: por un lado, el «Estado de las normas», donde las instituciones y procedimientos legales parecen funcionar; y por otro lado, el «Estado de los privilegios», la esfera política moldeada por la arbitrariedad de aquellos en el poder. ¿Qué significa para usted el «Estado dual» en relación con el concepto de «Estado profundo», cuya existencia no es fácil de demostrar?
Fraenkel utiliza el término «Estado dual» para describir el doble funcionamiento del Estado bajo el dominio total de los nazis. Esto no significa que el Estado se dividiera en dos. En el estado de excepción, las medidas adoptadas por los nazis para proteger la supervivencia del Estado y garantizar la unidad esencial del pueblo alemán primaban sobre las normas jurídicas. Por otra parte, se conservaron ciertas normas jurídicas para mantener el funcionamiento racional de la economía capitalista, y los tribunales siguieron fallando de acuerdo con esas normas en los litigios económicos o administrativos surgidos en esos ámbitos. En la esfera política, el estado de excepción era permanente, mientras que las actividades exigidas por el orden económico capitalista debían llevarse a cabo como de costumbre, siempre que no contradijeran las prioridades del poder político. Creo que el concepto de Estado dual de Fraenkel también puede arrojar luz sobre el funcionamiento del poder judicial en nuestro país en la actualidad. El poder judicial, que solía ser independiente, aunque con algunas obsesiones ideológicas, ha quedado bajo el control político, como en el Tercer Reich. El poder político ha penetrado orgánicamente en el poder judicial de diferentes maneras: a través de las intervenciones del Consejo de Jueces y Fiscales; a través de fiscales que reciben órdenes directas del poder político; y a través del nombramiento de nuevos jueces y fiscales con una visión cercana a la del gobierno. Sin embargo, esto no significa que las normas jurídicas se hayan descartado por completo. En casos relacionados con conflictos económicos, así como en casos políticos que el gobierno no considera importantes, los tribunales, especialmente los superiores, tienen en cuenta las normas legales en sus sentencias. Además, en los casos en los que el gobierno es parte o se percibe como tal, algunos jueces tienen en cuenta las normas jurídicas, aunque finalmente no orienten las sentencias en ese sentido. Intentan llamar la atención sobre la ilegalidad de las sentencias redactando un dictamen contrario. Creo que esta doble operación tiene una racionalidad funcional para el Gobierno, porque da la impresión de que las instituciones jurídicas siguen funcionando como antes.
El concepto de «Estado profundo» no se ajusta realmente a esta situación. El Estado profundo describe las actividades del Estado que son invisibles a simple vista, que no aparecen formalmente en el espacio público, y se refiere a las instituciones oficiales y semilegales que las llevan a cabo. Sin embargo, hoy en día, en Turquía, el uso del poder judicial con fines políticos se utiliza para consolidar la hegemonía ideológica y crear representaciones adecuadas; por lo tanto, es muy público, se lleva a cabo a la vista de todo mundo y está respaldado por las actividades propagandísticas de los medios de comunicación progubernamentales.
En su artículo de Birikim, sostiene que los gobiernos populistas actuales tienden a disolver las instituciones públicas mediante la abolición de la separación de poderes y a aumentar sus privilegios políticos y sus prácticas arbitrarias. ¿Cree que los métodos jurídicos y políticos de la época de Hitler son prácticas específicas de ese momento de la historia o que el fascismo es un movimiento político y una ideología que se transforma y existe bajo diferentes disfraces en diferentes momentos?
Como usted sabe, «fascista» es un adjetivo que Mussolini y sus camaradas utilizaban para referirse a sí mismos. En la antigua Roma, las «fasces», haces de mangos de hacha de madera, se llevaban ante los miembros de la judicatura superior como símbolo del poder punitivo de los tribunales. El régimen nazi se diferenciaba de la Italia de Mussolini en que era más «fascista» en el sentido en el que lo entendemos hoy. Tal vez, sería una generalización excesiva decir que una ideología o un movimiento político surgido en los años treinta ha prevalecido hasta el día de hoy bajo un disfraz. Sin embargo, existen similitudes entre los movimientos populistas que encontramos hoy en día y el fascismo.
En el artículo «Fascismo eterno» de su libro Cinco escritos morales, Umberto Eco intentó describir los elementos básicos del fascismo con el concepto de «Ur-fascismo», el «fascismo de las raíces». «El enemigo» es uno de ellos. Eco escribe que la ideología del fascismo de las raíces está obsesionada con una conspiración internacional, que se utiliza la xenofobia para denunciarla y que los colaboradores también son internos y que hay que buscarlos. Señala que el intento de crear un consenso para convertir las tensiones provocadas por las diferencias en la sociedad en miedo es otro elemento del Ur-fascismo. Fraenkel también señala que, en el pensamiento nacionalsocialista, el «enemigo» es «el elemento constitutivo de la imaginación política». Sostiene que el mito del estado de urgencia permanente necesita este concepto: «Si no hay un enemigo real, hay que inventar un enemigo. Sin enemigos, no hay peligro; sin peligro, no hay sentido de comunidad; sin sentido de comunidad, no hay comunidad nacional». Eco concluye su artículo sobre «El fascismo eterno» con las siguientes palabras: «nuestra tarea consiste en señalar cada nuevo síntoma de fascismo desde la raíz cada día y en todas partes del mundo».
¿Qué lee en la cárcel? ¿Qué libros desea conmemorar que le hayan mostrado dimensiones en las que no había pensado antes? ¿Qué cree que dicen estos libros sobre nuestro tiempo o sobre la «condición humana»?
Todas las obras literarias bien escritas conducen a un cambio en nuestra visión de la condición humana, a una profundización de nuestros pensamientos y sensibilidades. De esta manera, descubrí lo útil que es releer los clásicos años después. Zweig dice que comprendió mejor el punto de vista de Montaigne cuando los releyó después de experimentar la catástrofe de la guerra. Cuando me detuvieron, pasé dos semanas en una pequeña celda; algunos días, con otras tres o cuatro personas. La lectura de Montaigne me hizo mucho bien en aquel momento y seguí leyéndolo después. En este contexto, el gran escritor quien nunca se me ha ido de la cabeza es Shakespeare. Cada vez que le leo, descubro algo nuevo. Es muy útil leer a Shakespeare para comprender mejor el origen de las complejas situaciones humanas y los males que se manifiestan en las relaciones humanas y en la política, incluido lo que está ocurriendo en nuestro país estos días.
Fue bueno leer los libros de Primo Levi, Jean Améry y, por supuesto, de Viktor E. Frankl, quien había estado en un campo nazi, para compararlos con mi propia situación y mantener, así, el ánimo. Los libros de Frans de Waal mejoraron mi forma de pensar sobre esos parientes cercanos nuestros a los que llamamos «animales» y a quienes mantenemos alejados de nosotros. Sin embargo, creo que el libro que más me ha impactado y que más me ha hecho pensar es el que mencioné antes, Más allá del crimen y del castigo, de Jean Améry. Améry fue encarcelado en los campos nazis; cambió su nombre alemán cuando fue liberado por el nombre francés de Améry y, años más tarde, optó por suicidarse, como hicieron algunos intelectuales judíos que vivieron una experiencia similar. En su libro, describe los efectos que su experiencia tuvo en él. Acusa a la sociedad alemana, que intentaba recuperarse de la devastación tras la Segunda Guerra Mundial, de no mostrar una voluntad firme de afrontar el crimen cometido. Sin embargo, lo que más me hizo pensar fue lo que escribió sobre la Ilustración. Me gustaría citar lo que dijo, cosa que anoté para mostrarles exactamente lo que dice:
«Ciertamente, el concepto de Ilustración no debería comprimirse en un marco muy estrecho, ya que, tal y como yo lo entiendo, abarca algo más que la deducción lógica y la verificación empírica; incluye la voluntad y la capacidad de ir más allá de estos dos elementos para llegar a una construcción fenomenológica, la empatía, un esfuerzo por acercarse a los límites de la razón. Sólo si cumplimos, y, al mismo tiempo, trascendemos, la ley de la iluminación, podremos alcanzar las esferas espirituales a las que la razón no puede conducirnos mediante razonamientos sin profundidad y sin conclusión. ¿Emociones? No tengo nada que objetar. ¿Dónde dice que la Ilustración debe estar libre de emociones? A mí me parece lo contrario.«
Con estas palabras, entendemos que Améry nos está indicando que no debemos contentarnos con razonar y que la Ilustración puede adquirir su verdadero valor mediante una forma de pensar que intente comprender las situaciones de las personas que han tenido experiencias distintas a las nuestras, que son diferentes a nosotros y que utilicen la capacidad de empatía.
Las tesis desarrolladas en los libros de Antonio Damasio, que leí recientemente, me hicieron reflexionar más profundamente sobre los escritos de Améry. En sus libros, Spinoza tenía razón y El error de Descartes, explica que las emociones apoyan el razonamiento basado en la justificación. Escribe que razonar libre de sentimientos y emociones conduce a desviaciones y puede socavar la racionalidad que nos hace humanos, nuestra interiorización del consenso social y las normas éticas. Según Damasio, la experiencia de la espiritualidad, que se vive en la combinación de la mente y ciertas emociones, puede surgir de la oración y el culto; sin embargo, pensar en la naturaleza, en un descubrimiento científico o en una obra de arte importante también puede crear emociones que den lugar a dicha experiencia.
Reflexionando con usted sobre estas consideraciones, creo que puede haber una relación entre la transformación del pensamiento de la Ilustración en un «razonamiento sin profundidad ni conclusión» y el hecho de que la Ilustración se haya convertido en una ideología desconectada del arte y la literatura, mientras que estos últimos proporcionan experiencia estética y desarrollan la empatía. En las formas de pensar dominadas por la ideología, el razonamiento se realiza a través de modelos abstractos, libres de emociones. En algunos casos, los elevados objetivos y estímulos contenidos en las ideologías y la asimilación de las emociones en expresiones colectivas centradas en estos objetivos pueden perturbar la interacción y el sano equilibrio entre pensamiento y emoción. Si esta idea es correcta, creo que también podemos hablar de un efecto de ideologización que le dificulta al socialismo e, incluso, a las creencias religiosas la reflexión profunda sobre la condición humana y el acceso a espacios espirituales.
El imperio otomano se alió con el imperio alemán en la Primera Guerra Mundial y fue derrotado. Sin embargo, no sufrió tan gravemente como Alemania las sanciones de posguerra y la posterior depresión económica. No entró en la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuáles son, en su opinión, las similitudes y diferencias entre estos dos Estados de antaño aliados y cómo se refleja esta historia en la sociedad actual?
Sin duda, cada individuo tiene la responsabilidad moral de conocer la historia reciente a partir de diversas fuentes, de examinar críticamente las acciones del Estado del que es ciudadano, que han producido un enorme número de víctimas y atrocidades masivas, y de tomar partido contra ellas. Sin embargo, como es bien sabido, no es posible que una sociedad afronte su pasado sólo con esfuerzos individuales; es necesario que el gobierno lleve a cabo una política adecuada de recuerdo y que los actores políticos creen un entorno de debate que lo fomente. En Turquía, los discursos dominantes en la política y la sociedad civil no fomentan una confrontación sincera con lo ocurrido durante este periodo. Por un lado, existe un discurso que ignora los acontecimientos que, según ellos, empañarían la gloria del pasado imperial otomano basado en las conquistas y que afirma que los musulmanes no pueden hacer cosas vergonzosas. El relato histórico que se centra en la guerra de independencia contra las fuerzas de ocupación y el establecimiento de la República de Turquía como Estado-nación laico no aborda el pasado imperial del imperio otomano ni el hecho de que griegos, armenios y kurdos fueran pueblos indígenas de Anatolia por una sencilla razón: no encaja con el énfasis en el antiimperialismo.
Por otra parte, es necesario tomar en cuenta las diferencias entre las dinámicas políticas que fueron decisivas en el momento de los dos acontecimientos. Alemania inició la Segunda Guerra Mundial y, tras una serie de victorias militares, tomó el control de casi toda Europa continental hasta Rusia. Si no hubiera atacado a la Unión Soviética, con la que previamente había llegado a un acuerdo, su dominio de Europa podría haber sido permanente, como señala Sebastian Haffner en Consideraciones sobre Hitler. De nuevo, como señala Haffner, el plan de Hitler de limpiar Alemania y Europa de judíos, que se convirtió en un genocidio completo tras la derrota rusa, era una obsesión ideológica/racista irrelevante e incluso perjudicial para el objetivo de Alemania de convertirse en la potencia dominante. Como es bien sabido, los judíos no formaron parte de ningún conflicto territorial en Alemania ni en ningún otro lugar de Europa; el movimiento sionista laico, que abogaba por la creación de un Estado-nación judío, hizo en cambio propaganda para que los judíos emigraran a Palestina. Cuando la Segunda Guerra Mundial terminó con la derrota de Alemania, la sociedad alemana se vio obligada a reconocer que el régimen nazi era culpable no sólo del Holocausto, sino de todos los desastres que se habían abatido sobre Europa y con ella sobre Alemania y que los ciudadanos del Estado alemán que habían apoyado -y no denunciado- la discriminación y la violencia contra los judíos también eran responsables. Sin embargo, sólo en la década de 1960, cuando Alemania se recuperó del trauma de la destrucción, la división y la estigmatización de Europa como Estado criminal, el Estado y la sociedad alemanes pudieron asumir su pasado nazi. La confrontación con las masacres cometidas por Alemania en Namibia antes de la Primera Guerra Mundial, reconocidas por algunos como genocidio, es mucho más reciente.
Las condiciones de la Primera Guerra Mundial eran diferentes. El imperio otomano no desempeñó ningún papel en el estallido de la guerra. El gobierno del Comité de Unión y Progreso entró en la guerra porque la veía como una oportunidad para recuperar los territorios perdidos en los Balcanes, pero la guerra se convirtió en una tragedia cada vez más seria para el imperio otomano. Las grandes pérdidas en Galípoli y Sarıkamış, el avance de las tropas rusas en el este, la ocupación de Antep y la vasta ofensiva griega tras la derrota traumatizaron, por primera vez en su historia, a la administración del Estado otomano y a los súbditos musulmanes con el golpe de las grandes pérdidas territoriales en Anatolia. Esta experiencia ha quedado grabada en la memoria pública.
Como la República de Turquía no participó en la Segunda Guerra Mundial, las percepciones derivadas de la experiencia de la Primera Guerra Mundial siguieron influyendo en las actitudes de los líderes políticos y estatales hacia Europa y las minorías. Según la hipótesis oficial turca, la deportación de armenios fue una medida de seguridad necesaria durante la guerra. Sin embargo, si se toma en cuenta la dinámica política de la época y los problemas que existían entre el imperio otomano, Europa y Rusia, queda claro que el verdadero problema de seguridad no estaba relacionado con la guerra. En aquella época, cuando se definían las fronteras de los nuevos Estados-nación tras la disolución del imperio austrohúngaro, la lealtad de las minorías con la misma identidad étnica o religiosa que los pueblos de los países adyacentes a sus Estados parecía problemática. Rusia se había declarado protectora de los cristianos ortodoxos de Anatolia. La decisión de la Conferencia de Berlín de 1878 sobre exigir acuerdos administrativos para mejorar la situación de la población armenia en seis provincias de Anatolia oriental y sobre autorizar a dos comisarios europeos a supervisar dichos acuerdos fue percibida por la administración otomana como, sin duda, la imposición de una autonomía regional que conduciría a la creación de un Estado armenio independiente. Durante el reinado de Abdülhamid II, se reprimieron sangrientamente las rebeliones armenias en Anatolia oriental y se crearon regimientos hamidiye con milicias reclutadas entre las tribus kurdas para presionar a los armenios. La política reformista de Unión y Progreso, que gozó del apoyo de las minorías religiosas en los primeros años de su poder político, mantenía estrechas relaciones con el partido Tashnak y promovía la idea de una ciudadanía que trascendiera las identidades étnicas y religiosas. Esto cambió cuando estalló la guerra; Unión y Progreso se enemistó con el partido Tashnak, que había adoptado una política de neutralidad durante la guerra, y consideraba que no se debía confiar en la población griega ni en la armenia para crear la unidad nacional. Antes de la guerra, ya se habían preparado planes para reducir esta población y, en algunas zonas, se habían visto intimidaciones y secuestros. Como se aprecia en las declaraciones de Cemal Pasha, el propósito de la decisión de deportación era eliminar la amenaza del establecimiento de un estado armenio en el este, que también estaba en la agenda con el Tratado de Sèvres.
Hoy, el síndrome de Sèvres se alimenta de la cuestión de los kurdos que, como la de los armenios, es de naturaleza territorial. El hecho de que Estados Unidos apoye al PYD en Siria y de que los gobiernos europeos no hayan incluido al PYD en la lista de organizaciones terroristas se considera un indicador de las ambiciones separatistas de Occidente. Por lo tanto, creo que, para crear un clima propicio para una confrontación pública sincera con el genocidio, o la «masacre armenia de 1915», como se denomina en nuestro país, necesitamos establecer la paz con los kurdos en nuestro país, en el norte de Irak y en el norte de Siria y reducir el efecto de la preocupación generalizada de que Occidente esté intentando dividir nuestro país. Por supuesto, también debemos ser un Estado de Derecho.
Está claro que el veredicto en su contra no resuena en la conciencia pública. Además, el veredicto contra usted y siete de nuestros amigos condena, de hecho, directamente a Gezi, el movimiento popular que no podía haberse organizado con antelación. Por lo tanto, condena a millones de personas. ¿Qué tipo de situación «caprichosa» ve usted aquí?
En Francia, cualquiera que afirmara que unos pocos individuos o Soros organizaron y financiaron las protestas de los Chalecos Amarillos sería tachado de loco. La ficción de que organicé y dirigí protestas en 79 provincias con la participación de millones de personas es halagadora para alguien de mi edad, ¡pero es tan irracional que ni siquiera puedo imaginarme por un momento que hice semejante trabajo! El hecho de que sea fantasioso no significa que no tenga una racionalidad funcional para el gobierno. Encarcelar a unos pocos, como usted dice, envía un mensaje a millones de personas.
Participamos en el libro solidario preparado para usted, en 2019, con una portada del semanario Express de 1996, en la que aparecía la obra de Bülent Erkmen titulada «Interior/Exterior». En aquel momento, cuatro presos murieron en una operación contra presos políticos en la prisión de Ümraniye y las protestas se extendieron a otras prisiones. La situación en el «interior» no es muy diferente hoy en día. Sin embargo, como muy bien señala Bülent Erkmen, el exterior no es mejor que el interior. ¿Qué le parece el exterior desde el interior?
Si me hubieran liberado, por supuesto, me habría alegrado mucho de reunirme con mi esposa, mi familia y mis amigos. Sin embargo, creo que no habría podido sentir la alegría de la libertad, de ser libre. Nunca ha existido un entorno de total libertad en Turquía, pero, con el clima que surgió con la declaración del estado de urgencia, que aún está en pie, ser llamado a declarar, ser detenido y ser arrestado se han convertido en situaciones completamente ordinarias. Una espada de Damocles cuelga sobre la cabeza de cada ciudadano. Por esta razón, estoy totalmente de acuerdo con la valoración de Bülent Erkmen.
Inaugurado a finales de 2008, Depo ha contribuido significativamente a la vida cultural de Estambul. Al igual que las actividades de Anadolu Kültür se han ido abriendo gradualmente al Cáucaso, Depo ha establecido una red de artistas hacia Europa del Este y los Balcanes. Los artistas contemporáneos de Estambul no lo dejaron solo ni siquiera durante su detención; se organizaron muchos viajes en autobús a Silivri. Uno de los temas que ha ocupado recientemente la escena del arte contemporáneo es el festival Beyoğlu Culture Trail. El festival callejero, organizado por el Ministerio de Cultura y el municipio de Beyoğlu, podría haber terminado en medio del reconstruido centro comercial del cuartel militar si el parque Gezi no hubiera estado defendido. Esto nos lleva de nuevo al arte y a su relación con la ciudad y sus habitantes. Tomando en cuenta sus años en Depo, ¿qué tipo de Beyoğlu, de Estambul y de identidad urbana lleva usted en el corazón?
Estambul es una megalópolis cuya estructura demográfica está cambiando con la migración, creciendo y poblándose cada vez más. No me parece posible hablar de una identidad urbana común. Beyoğlu, por su parte, es un espacio que rememora la historia cultural cosmopolita de Estambul y que la mantiene viva con algunos de sus elementos. Tiene la particularidad de ser un lugar donde se dan cita estambulitas de distintos círculos, barrios y clases y, por supuesto, extranjeros que visitan Estambul. Creo que es importante, para la cultura urbana contemporánea, que Beyoğlu sea un espacio común utilizado para ir al cine, a exposiciones, para comer, escuchar música y divertirse. El Parque Gezi cumple una función similar. Los parques del centro de la ciudad son lugares, quizás los únicos, donde la gente puede ir y quedarse todo el tiempo que quiera, descansar, charlar y no pagar por ello. El Parque Gezi les permite a las personas de todas las edades y clases que viven y trabajan en los alrededores de Taksim respirar y disfrutar de la vida hasta cierto punto.
Lleva casi cinco años en prisión. ¿Qué es lo que más extrañaba de cuando estaba afuera? Por ejemplo, es probable que no tenga derecho a la música. ¿Qué música u otras cosas extraña ahora? ¿Qué le gustaría hacer primero cuando sea libre?
La música sinfónica y los conciertos de grandes compositores son los que más influyen en mí. Sin embargo, me gusta escuchar todo tipo de buena música, incluida la música clásica turca y las melodías folclóricas. Las obras que marcaron los años en los que empecé a interesarme por la música y los asuntos mundiales también tienen un significado especial. Creo que esta música refleja y nos recuerda el optimismo de la generación del 68, cuya influencia se extendió más allá de Europa, quienes pensaban que el orden social y político cambiaría para mejor. Por desgracia, este periodo de optimismo no duró mucho…
Aquí, puedo leer los libros que quiera, puedo ver películas de festivales en la TRT2. Lo que más extraño es no poder escuchar la música que me gusta, específicamente, no poder escuchar la música que me gusta con mi mujer. Cuando la escuchas con la gente que quieres, con tus amigos, no importa qué tipo de música sea; aunque sea triste, te da la alegría de vivir y te hace sentir que compartir la vida es algo hermoso.
Le dejamos la última palabra: ¿qué quisiera decirles a los lectores del Grand Continent, a quienes saben que su detención es un encarcelamiento ilegal, a quienes esperan su liberación?
Estar encarcelado durante cinco años por cargos que no sólo carecen de pruebas, sino que, además, son extremadamente ilógicos hace que la gente cuestione su relación con la sociedad en la que vive. Te parece una situación de injusticia increíble y te extraña que la gente, sobre todo, la que te conoce, se comporte como si todo fuera normal. Lo que impide que este estado de ánimo se convierta en cinismo y alienación de la sociedad es saber que hay personas que responden a tu encarcelamiento, aunque no puedan hacer nada al respecto, y sentir que formas parte de una sociedad que se preocupa por la paz, la libertad y la igualdad. En este sentido, me siento afortunado. Creo que sus lectores forman parte de los cimientos de esa sociedad.