Como lo sabe, en la serie « Gran Tour », solemos conversar sobre la relación singular que una persona tiene con un lugar que ha descubierto por diferentes razones y circunstancias en algún momento. Ninguna vez ha tocado hablar de un lugar de nacimiento. Usted me sugirió que habláramos del suyo, de Extremadura, ¿por qué? 

Porque me gustaría subrayar el hecho de que, dentro de cada país, y en particular dentro de España, hay lugares distintos, culturas distintas. Es decir, nuestros países y en particular España, son plurales. Esto se olvida muy a menudo. En el caso de España, se desconoce. España ahora mismo es prácticamente un Estado federal. Y lo es porque es verdad que hay regiones muy distintas, incluso con lenguas distintas. Yo soy un fruto de esa diversidad.

La España contemporánea se crea, sobre todo, en la posguerra, cuando se produce una emigración masiva desde las regiones del sur —que son regiones pobres— a las regiones del norte —que son regiones ricas, cuya riqueza fue fomentada más por el franquismo—. Se produce una auténtica desertización. En España ahora se habla de la España vacía, porque hay zonas completamente vacías. 

Extremadura, lugar del que yo procedo, es una de ellas y yo soy un fruto de esa emigración masiva. Solo tienes que pensar una cosa: el pueblo en el que yo nací y en el que nació toda mi familia, un pueblo de Extremadura, Ibahernando, tenía 3.500 habitantes después de la Guerra Civil. Ahora tiene 500. Y esto no es una excepción, es la regla. 

Creo que en Europa no se es en absoluto consciente de esta diversidad esencial de España. Recuerdo una historiadora francesa que me dijo una vez: para solucionar el problema catalán habría que darle autonomía a Cataluña. Esta señora no era consciente de que España es un Estado federal con algunos estados federales como Cataluña, el País Vasco, que tienen un grado de autonomía absolutamente extraordinario.

Me parece que Thomas Piketty en El capital en el siglo XXI  se lleva una gran sorpresa cuando examina los números en España y se da cuenta de que el grado de descentralización, sobre todo fiscal, es enorme. Si no recuerdo mal, dice incluso que España es el país más descentralizado fiscalmente del mundo.

Entonces, yo quisiera llamar la atención sobre eso. O sea, por eso he querido, por eso y por otras razones, he sugerido la posibilidad de hablar de mi lugar de origen. Yo soy fruto de la emigración, de la emigración interna, de inmigración masiva. 

En Europa no se es en absoluto consciente de esta diversidad esencial de España.

javier cercas

¿Se podría decir que el desarraigo es lo que lo convirtió en escritor?

Mi vocación nace de esa emigración. Hace poco me ofrecieron tener una conversación con un cardenal en el Vaticano. Una cosa muy insólita, ¿verdad?, y acepté, por supuesto. Era una conversación pública sobre la fe y la religión, con el cardenal Ravasi. Es, por así decirlo, el ministro de Cultura del Vaticano. Una persona encantadora, muy culta, con gran sentido del humor. Fue una conversación muy interesante. Ese día le expliqué que mi vocación literaria es fruto de un doble desarraigo, que en el fondo son el mismo.

Por un lado, un desarraigo geográfico. Yo a los cuatro años de edad me marché, me sacaron de mi lugar natural, que era ese pequeño pueblo de Extremadura, y me llevaron a un lugar completamente distinto, donde se hablaba incluso otra lengua, con otra cultura, todo era completamente distinto. Yo vivía muy protegido en ese pueblo; todo el pueblo era familia prácticamente. Además, éramos los ricos del pueblo. En cuanto salíamos del pueblo éramos pobres. Entonces, por un lado, yo soy un desarraigado geográfico. Para mí fue un hecho absolutamente vital. 

Nunca acababa de ser de ningún sitio, nunca acababa de ser ni catalán ni extremeño. Era una mezcla de las dos cosas. Y esto a mí me produjo un gran desajuste permanente.

javier cercas

Pero también había un desarraigo espiritual, que está vinculado al desarraigo geográfico. Es muy importante porque volvía cada verano a ese pueblo, de manera que vivía un poco como a medio camino. No vivía en Cataluña, pero tampoco vivía en Extremadura. Vivía en los dos sitios a la vez. Y eran, insisto, dos sitios muy distintos en términos económicos, en términos culturales, en términos de todo tipo. Y yo volvía cada verano allí. Y esto a mí me produjo un gran desajuste permanente. Nunca acababa de ser de ningún sitio, nunca acababa de ser ni catalán ni extremeño. Era una mezcla de las dos cosas. Entonces, un verano volví allí y me enamoré. A los 14 años, por primera vez en mi vida, todas las cosas importantes me sucedieron en este pueblo. Todas. Fui por primera vez al cine en ese pueblo, me enamoré por primera vez en ese pueblo, todo. Entonces, me enamoré y claro, cuando se acabaron las vacaciones tuve que volver a Gerona, a Cataluña, que era el lugar donde vivía. Y estaba tan enamorado que lo único que quería era colgarme del cimborrio de la catedral de Gerona, estaba desesperado porque la chica se había quedado allí. Entonces la situación era muy seria, tan seria que fui a buscar el libro más serio que encontré en mi casa, porque yo había sido un lector desde siempre, solo que leía novelas de aventuras, leía por entretenimiento.

El libro más serio que encontré en mi casa, con tan mala fortuna, resultó ser San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno. Ese libro trata de un sacerdote que pierde la fe y pese a ello sigue predicando a sus feligreses, porque piensa que sin la fe estaban perdidos. Bueno, yo era un chico totalmente católico, leí este libro y perdí la fe. Empecé a beber cerveza, a fumar cigarrillos. Entré en un estado de confusión mental del cual todavía no he salido hoy. Empecé a concebir la ambición de ser escritor. Eso es lo que le decía al cardenal Ravasi, que para mí, la literatura fue una especie de sustituto, de sucedáneo de la religión. Busqué en la literatura las certezas que me había proporcionado hasta entonces la religión, lo cual es absurdo porque la literatura no proporciona certezas. La literatura sólo proporciona más dudas, todavía más preguntas, ambigüedades, contradicciones —pero cuando lo descubrí era demasiado tarde—. Así que para mí, el hecho de vivir a caballo entre dos lugares del mismo país pero muy distintos ha sido absolutamente decisivo desde todos los puntos de vista. 

Para mí, la literatura fue una especie de sustituto, de sucedáneo de la religión.

javier cercas

¿En qué medida la literatura, a su vez a través de sus lecturas como de la escritura, le permitió también volver a su pueblo natal y a su primer amor?

La literatura, en cierto modo, se ha convertido en mi patria. En el lugar en el que yo me reconozco, esa es la realidad. No es que me haya permitido volver; digamos que pertenezco a los dos lugares. A mí no me gusta que me pregunten si me siento español, catalán o extremeño. Yo me siento todas esas cosas —y algunas más también—. Creo que es una pregunta equivocada, creo que los sentimientos son privados. Durante siglos, los europeos nos matamos por motivos religiosos, y hoy hemos comprendido que la religión es una cosa privada, personal, que no tiene por qué interferir en la vida pública. Nos hemos estado matando últimamente por los sentimientos nacionales, han sido las últimas dos guerras mundiales. Y seguimos en esas. En el fondo, la guerra en Ucrania también obedece a esos sentimientos nacionales. Algún día, mereceremos recluir esos sentimientos a la esfera privada. 

Es decir, para mí, el proyecto europeo significa eso. El nacionalismo tuvo un sentido hace dos siglos, cuando nació, y fue una fuerza positiva. En el último siglo ha demostrado ser catastrófico, absolutamente tóxico. Las ideas a veces son útiles en un determinado momento y luego dejan de serlo. Es el caso del nacionalismo. Para mí, la unidad de Europa es lo que debe permitir recluir los sentimientos nacionales a la esfera privada, que es donde pertenecen. El desafío de Europa consiste en lo mismo que el desafío de España, en combinar la unidad política con la diversidad cultural, lingüística e identitaria. Que cada uno sea lo que quiera. Pero vamos a respetar todos las mismas reglas, leyes y vamos a construir una cosa en común. Sobre todo, porque solo esa cosa en común, una Europa unida, permite preservar la paz y la prosperidad en Europa. Y eso no significa que tengamos que dejar de ser franceses, ni que tengamos que dejar de ser catalanes ni británicos, ni ingleses, ni escoceses.

El desafío de Europa consiste en lo mismo que el desafío de España, en combinar la unidad política con la diversidad cultural, lingüística e identitaria.

javier cercas

Fue útil en un determinado momento porque la legitimidad nacional vino a sustituir a la legitimidad divina. Eso fue la Revolución Francesa, el inicio de la modernidad. La nación sustituía a Dios como fuente de legitimidad. Ahora hay que liquidar la nación. Hay que superar la fase nacionalista, es el gran desafío que tenemos. 

Y es lo que ocurre también dentro de España. Es algo muy parecido. Y fuera de España no se entiende bien. En Francia triunfó el nacionalismo y la revolución. Las diferencias culturales y lingüísticas fueron eliminadas en pro de la unidad nacional, es lo que hizo la revolución. En España el nacionalismo fracasó, el Estado nacional fracasó, no consiguió imponer una sola lengua y cultura. De manera que a finales del siglo XIX rebrotaron, renacieron las culturas y las diferencias, que nunca habían desaparecido en el fondo. Entonces renace el nacionalismo catalán, el vasco, el gallego. Es un país muy diverso. Eso a mí me parece bueno. Tenemos una diversidad cultural y lingüística muy amplia, que en Francia no existe, en Alemania tampoco, aunque sea un país federal, en Italia no existe. Aprovechemos eso, en vez de convertirlo en una fuente de conflicto, como ha ocurrido demasiado a menudo. 

El franquismo fue una forma brutal de nacionalismo español. Pero luego ha habido formas brutales de nacionalismo vasco, por ejemplo, con ETA; o formas brutales del nacionalismo en Cataluña con la crisis catalana. 

Hay que combinar la unidad política con la diversidad lingüística, cultural e identitaria. Eso vale para Europa y también para España.

Hay que combinar la unidad política con la diversidad lingüística, cultural e identitaria. Eso vale para Europa y también para España.

javier cercas

¿Qué significa sobre todo para un escritor esa diversidad de culturas y lenguas? ¿Hubiera podido usted escribir en otro idioma que no fuera el español?

Para mí eso ha sido una fuente de riqueza. Me ha enriquecido extraordinariamente. Cuando yo llegué a Cataluña, el catalán no tenía una presencia pública, por ejemplo en las escuelas o en las universidades. Yo no aprendí catalán en la escuela. Hoy, prácticamente toda la escuela es en catalán. Ahora, la polémica en Cataluña es por que haya un 25% de español en las escuelas. Un 25%, y los nacionalistas se niegan. Yo aprendí el catalán en la calle, porque en el lugar en el que yo vivía se hablaba bastante catalán en la calle. Y luego, en la universidad me interesó mucho la literatura catalana y, de hecho, estudié literatura española y catalana. Eso, para mí, ha sido una fuente extraordinaria de riqueza. Yo soy completamente bilingüe. En mi casa, yo hablo catalán con mi mujer y castellano con mi hijo, eso es muy habitual en Cataluña. Creo que eso me ha hecho a mí más proclive a hablar otras lenguas. Hablo bastantes lenguas, todas en español como decía Roman Jakobson. Jakobson cuenta que la primera vez que fue a Harvard le recibió el rector de la universidad, que le dijo: «señor Jakobson, me han dicho que habla usted 14 lenguas.» Y Jakobson le contestó: «Sí, es verdad, pero las hablo todas en ruso». Recuerda a un chiste de Kafka, en su diario dice: «Hablo todas las lenguas, pero en yiddish.» 

La literatura catalana es muy rica, especialmente la poesía. Mis amigos literatos que tenía de joven eran poetas catalanes. Yo empecé publicando en un periódico en catalán, y empecé publicando en una editorial catalana que comenzó a publicar libros en español. Viví rodeado de la cultura en catalán, que en aquel momento era muy prestigiosa y que para mí fue muy importante. 

Nunca pensé en escribir en catalán, y creo que la razón es muy sencilla. La razón es que un escritor no elige su lengua, es la lengua la que le elige a él. Hay casos en que algunos escritores no escriben en su lengua materna, pero siempre hay explicación. El caso de Conrad, el caso de Beckett, siempre hay explicaciones. Yo nunca me planteé la posibilidad de escribir en catalán porque el castellano era mi lengua y nunca me supuso un problema vivir en Cataluña, relacionarme con escritores que escribían en catalán, y seguir escribiendo en castellano, que es mi lengua materna. Pero yo soy un fruto de la cultura catalana, sin ninguna duda. 

Un escritor no elige su lengua, es la lengua la que le elige a él.

javier cercas

Por desgracia, con los acontecimientos de 2017 de la crisis catalana, todo eso ha cambiado bastante. Pero para mí, la cultura catalana ha sido una auténtica bendición. Y creo que todos los españoles tienen que considerarlo así, como una bendición y no como un problema. 

La historia de su región está vinculada a la de una persona, iba a decir un personaje en particular, Manuel Mena, su tío abuelo falangista que murió en la batalla del Ebro. Estoy por supuesto hablando de El monarca de las sombras, una novela bastante proustiana de cierto modo, en la que se cuenta los orígenes de la historia de la novela y asimismo, el nacimiento también de su vocación de escritor. ¿Cuál es la relación y el papel de Manuel Mena con Extremadura?

Esa novela es para mí muy importante. Todos tenemos estas historias familiares, que son como demonios familiares. Yo esa novela la quise escribir siempre, incluso antes de querer ser escritor. Siempre pensé que esa historia había que contarla. Quizá porque esa historia me la contaba mi madre, que es la protagonista secreta del libro. Es ella la que me entrega la historia de Manuela Mena. Para mi madre, ese chico era un héroe, era el hombre valiente que había ido a la guerra a salvar a la familia, a la patria. Ella era muy joven cuando estalló la guerra y cuando él murió. Tenía 5 años cuando estalló la guerra y 7 cuando murió. Y siempre me había hablado de él. Para mí eso era algo importante, porque resulta que mi familia había estado en el lado equivocado de la historia. 

Ese libro es un intento de asumir mi propia herencia. De eso habla ese libro, de que todos tenemos una herencia buena y una mala, todos: las personas, los países, las colectividades, todos. Y, más o menos, con la buena herencia sabemos qué hacer. La pregunta es qué hacemos con la mala. Mi país estuvo en guerra no tres sino 43 años, porque la gente piensa que la guerra civil duró 3 años. Eso es mentira, duró 43 años, porque el franquismo no fue paz, fue la prolongación de la guerra por otros medios. Esa es la mala herencia de mi país.

Mi peor herencia es el hecho de que mi familia hubiera pertenecido al bando franquista, que el héroe de mi familia era un joven falangista —más que franquista, falangista, es decir, fascista—. Esa pregunta sobre la cuestión de la herencia es fundamental, no solo en El monarca de las sombras, sino en muchos de mis libros. La pregunta es: ¿Qué hacemos con la mala herencia? ¿Nos inventamos? ¿La ocultamos? ¿La maquillamos? ¿Nos inventamos una herencia distinta para ocultar la verdadera, como hizo Enrique Marco, el protagonista de Impostor, y como por desgracia, a veces ha hecho mi país como Francia y otros? ¿Qué hacemos? Yo creo que por un lado, hay que conocer toda su complejidad, y por otro lado comprender, y comprender no significa justificar, significa exactamente lo contrario, significa darse los instrumentos para no volver a cometer los mismos errores. Esto es lo que yo intenté con El monarca de las sombras, comprender por qué un chico de 17 años se sumó a un golpe de estado y a una guerra contra una democracia, que es lo que era la Segunda República.

La gente piensa que la guerra civil duró tres años. Eso es mentira, duró 43 años, porque el franquismo no fue paz, fue la prolongación de la guerra por otros medios.

javier cercas

Entonces, ese libro es un intento de asumir esa herencia, esa parte de mí mismo. Pero también es un intento de asumir mi propia herencia geográfica. Es decir, yo vengo de esa parte de España, que es una parte pobre, la zona relegada, apartada, es una zona víctima de todo tipo de atropellos, y aspiraba a entenderlo. Sí, a los 4 años me marché de allí, sí, pero en el fondo nunca me he terminado de ir. Creo que hay un apego a ese pueblo y región porque es un apego a mí mismo, y yo no puedo concebirme a mí mismo sin mi familia y sin mi pasado. Somos también lo que hemos sido, somos el lugar del que venimos. Yo no he querido desprenderme de eso. Yo he creído que era compatible ser catalán y extremeño y que en eso consistía ser español, en definitiva. Algunos, en los últimos años, han querido que eso no sea compatible, y a mí me ha parecido mal, porque la Cataluña actual se ha forjado con gente como yo, gente que ha venido de Andalucía, de Extremadura, de los lugares más pobres de España para construir ese lugar que es uno de los más ricos de España. 

Creo que, en el fondo, no quiero prescindir de ello. Es una riqueza, es mi herencia también. Y, creo que ese pueblo es también una suerte de patria. A mí en particular me pone nervioso esa palabra. Samuel Johnson dijo, sabiamente, que la patria es el último refugio de los canallas. Él se refería a los falsos patriotas, pero a mí esa frase me sigue valiendo. Es decir, en el nombre de la patria se han cometido todo tipo de barbaridades, de atrocidades. La retórica franquista estaba envenenada por la palabra patria. Pero hay un sentido de la palabra patria que yo reivindico, que es el sentido que le da Cervantes. Para Cervantes, la patria es ese lugar pequeño, abarcable, donde te apetece siempre volver, donde tienes recursos, amigos, familia, un paisaje reconocible. Hay ese momento maravilloso al final del Quijote, don Quijote y Sancho Panza vuelven a la aldea de la que partieron, suben una colina y ven el campanario al final. Entonces Sancho, emocionado, cae al suelo, “de hinojos” dice Cervantes, y empieza a llorar y dice: “¡Ah, patria mía, donde me esperan mi mujer, mis hijas, mis amigos! ¡Ah patria mía!”. Eso es la patria para mí, ese lugar pequeñito, abarcable. Para Voltaire era lo mismo, en el Diccionario filosófico dice: la patria no puede ser un lugar muy grande, tiene que ser un lugar manejable, abarcable.

Para Cervantes, la patria es ese lugar pequeño, abarcable, donde te apetece siempre volver, donde tienes recursos, amigos, familia, un paisaje reconocible. 

javier cercas

Entonces, yo tengo varias patrias, y me gusta tenerlas. Me gusta llegar a Saint-Germain-des-Prés y sentirme bien, en casa, en un sitio que conozco, eso me parece maravilloso. Borges firmó algunos de sus textos en Ginebra escribiendo: “Ginebra, una de mis patrias”. Eso hay que reivindicarlo. Pero yo no he querido prescindir de esa herencia, no tengo por qué, porque prescindir de una herencia es prescindir de una riqueza y yo no quiero prescindir de una riqueza. Yo quiero ser cada día más rico. 

¿Por el sistema de asociación de ideas que puede ser tan fabuloso como terrible, ha alguna vez asociado Extremadura al franquismo por su historia familiar mediante una suerte de silogismo: Extremadura es Manuel Mena, Manuel Mena es el franquismo por lo que Extremadura es el franquismo? 

Puede ser. Es muy inteligente lo que dices. Puede ser que yo, en algún momento, de niño, todavía ignorante de la historia de mi país, asociara Extremadura con el franquismo, es posible. Porque mi familia era franquista, porque el héroe de mi familia era franquista, es posible. Y que asociara Cataluña con lo que no era el fascismo, lo cual es absurdo. Históricamente no tiene el más mínimo fundamento, Cataluña fue tan franquista o más que Extremadura, pero es posible que sí. 

En El Monarca de las sombras, el narrador cuenta cómo su madre fue la que sufrió de irse de Ibahernando. Se introduce y trabaja así un tema muy novelesco que es la espera. El narrador cita la novela de Buzzati, El desierto de los tártaros, también hubiera podido mencionar a Nizan, sobre todo a su novela La Conspiration estructurada en torno a ello. Lo interesante me parece en el Monarca de las sombras es que la espera no es temporal —o incluso ideológica en el caso de Nizan— sino más bien espacial. ¿Cómo vivió lo de esperar un lugar, con todo lo proustiano que puede tener esto, enclaustrado en su recuerdo y de terminar siendo un extranjero en ambas tierras? 

Ahí hay dos experiencias muy distintas. Una es la mía y otra es la de mi madre. Yo soy un resultado de la emigración. O sea, yo soy un resultado de vivir a caballo entre dos lugares, pero mi madre es una víctima —y es muy distinto—. Esto es frecuente cuando alguien emigra. Mi madre nunca se marchó del todo, mi madre mentalmente todavía está allí. Mis padres fueron a Cataluña para darle un futuro mejor a sus hijos, está clarísimo, porque mi madre no era feliz allí, pero sentía que su marido tenía una profesión mejor, mi padre era veterinario, ganaba más dinero. Que sus hijos podían tener un futuro mejor, podían ir a la universidad, tenían más oportunidades, etc. Pero mis padres no tenían amigos en Cataluña. Mi madre nunca se integró, no sabe hablar catalán. Era una mujer con 5 hijos, dedicada exclusivamente a eso, sus hijos y familia. Mi madre es una víctima de eso. 

Y yo, en cambio, soy un resultado. Yo nunca hubiese sido escritor si me hubiese quedado en Extremadura. Para mí la emigración fue muy buena, porque me desarraigó, me puso en tensión, me hizo descubrir otras cosas. Y creo que este libro es un homenaje a mi madre, básicamente, que fue una víctima de ese desarraigo. 

Los escritores somos bestias carroñeras, lo que es bueno para la vida es malo para la literatura, y lo que es bueno para la literatura es malo para la vida. En un mundo feliz no habría literatura, no habría novelas, poesía tal vez, poca y malísima, pero novelas seguro que no. Los escritores nos alimentamos de lo malo: de las crisis, del dolor, del desarraigo. En el mejor de los casos, los mejores escritores son como los alquimistas que querían transformar el hierro en oro. Pues los mejores de nosotros, transforman el dolor, la tristeza, la desdicha, en belleza y sentido. Y por eso yo, en contra de lo que predica una de las supersticiones más arraigadas de nuestro tiempo creo que la literatura es extremadamente útil siempre y cuando no se proponga serlo. Si se propone serlo se convierte en propaganda, en pedagogía y deja de ser buena literatura y deja de ser útil. 

La literatura es extremadamente útil siempre y cuando no se proponga serlo.

javier cercas

Pero sí, yo he vivido a caballo entre esos dos mundos y no he querido prescindir de ninguno de los dos. Mi madre, en cambio, mentalmente siempre vivió en uno de ellos solamente. Hay un libro, de un gran poeta polaco, que se llama Dos Ciudades de Adam Zagajewski. Es el libro donde yo he visto mejor reflejada esa sensación de vivir a caballo entre dos mundos, porque él también vivió en dos ciudades distintas. 

¿En qué momento entendió que el desarraigo fue para usted una buena experiencia? En El monarca de las sombras, el narrador dice en un momento: « yo intentaba habituarme al frio de la intemperie y el desconcierto del desarraigo e intentaba emanciparme del falso calor del pueblo visitándolo lo menos posible ». Ahí hay una experiencia negativa, ¿lo era o es el escritor que está apoderándose de la experiencia de su madre para rendirle homenaje? 

No, lo que digo ahí es muy exacto, es lo que sentía. Yo me reconcilié, en un momento determinado no quería volver a ese pueblo, quería emanciparme. Igual que cuando eres joven necesitas emanciparte en algún momento de tu familia, necesitas emanciparte de tu herencia para ser quien eres. Entonces, de adolescente y joven, yo no quería volver al pueblo. Es más, me avergonzaba de ser de esa zona. No me gustaba, y no me gustaba mi familia, y no me gustaba que mi familia hubiese sido franquista, y me avergonzaba de mi familia y mis orígenes. De mayor he aprendido que no tenía porque hacerlo, que lo mejor que se puede hacer es asumir la propia herencia, entenderla, comprenderla y asumirla, porque forma parte de ti y no te puedes librar de ella. No puedes decir que no te pertenece, porque sí te pertenece, y está dentro de ti. Y eso lo he aprendido tarde, como casi todas las cosas importantes.

¿Diría que lo entendió gracias a la literatura?

Claro, como casi todas las cosas importantes lo entendí gracias a la literatura, y en gran parte gracias a ese libro. Me acuerdo que un crítico del New York Times dijo: este libro, quizá no es tan entretenido como Soldados de Salamina, pero tal vez es más importante. Para mí, lo es. Además, es un libro muy difícil de leer. La gente cree que un libro acerca de algo tan próximo como tu familia o el héroe de tu familia es mucho más fácil de escribir. Al contrario, es mucho más complicado, desde muchos puntos de vista. Pero ese libro me sirvió para asumir esa parte de mí mismo. 

Es interesante que lo hayas comparado con Proust, porque es verdad. En la Recherche, quien ha acabado el libro —que no es mucha gente, por cierto— sabe que trata de cómo Marcel descubre su vocación, de cómo se hace escritor. Habla de la necesidad de asumir la vocación de ese escritor, de cómo la literatura es lo que da sentido a la realidad, es la vida verdadera. Y eso es lo que ocurre al final de El monarca de las sombras, el narrador descubre que solo escribiendo ese libro le da sentido a esa experiencia vital. Es decir, consigue, de algún modo, asumir, esa herencia, que era la herencia más incómoda para él, una herencia familiar, histórica, geográfica, social. A mí también me avergonzaba ser hijo de la familia más rica del pueblo, porque había gente pobre.

Entonces, sí, ese libro es muy importante para mí. La prueba es que cuando lo escribí sentí que había acabado algo. Las novelas posteriores a El monarca de las sombras, la trilogía de la Terra Alta, son novelas distintas porque yo sentía cuando terminé ese libro que ahí acababa algo, que ahí terminaba alguna cosa que había empezado 20 años atrás con Soldados de Salamina y que había sido una serie de libros con cosas en común, eso que ahora se llama auto-ficción. No debía continuar por el mismo camino, si no corría el peor de los peligros que puede correr un escritor que es el peligro de repetirse. En ese momento, el escritor está muerto, porque no puede decir ya nada nuevo. Entonces, El monarca de las sombras es como si me hubiese quitado un peso de encima, como si hubiese dicho, bueno, ahora ya he dicho todo lo que tenía que decir, ahora hay que inventar otro escritor. Lo que intenté fue renovarme como escritor, descubrir un nuevo escritor dentro de mí mismo, revelarme contra mí mismo como escritor, porque ahí había llegado a decir aquello que me importaba mucho decir. 

Dijo que el desarraigo es el origen de su vocación de escritor, ¿fue el desarraigo en sí mismo —y hubiera podido ser desarraigo con otra región u otro país—, o fue el desarraigo en particular de Extremadura? 

Posiblemente es el desarraigo en sí mismo. Hay una frase de Cesare Pavese, que me gusta mucho. Decía, la literatura es una defensa contra las ofensas de la vida. De nuevo, si uno es feliz, si está en el sitio que le corresponde, si lleva una vida armónica, difícilmente se va a dedicar a escribir. Nos dedicamos a escribir porque no estamos bien con el mundo, porque no nos gusta como son las cosas, estamos a disgusto en el mundo, algo no encaja, no encajamos en ese mundo. Entonces el desarraigo es precisamente eso, es una forma de no encajar, es una forma de tú sabes que no estás en tu sitio y la literatura te permite agarrarte a un lugar seguro. Se convierte, de algún modo también, en una patria. Te permite defenderte contra la ofensa que es sentirte fuera, sentirte desarraigado, sentir que no perteneces al lugar en el que vives, que no encuentras tu lugar en el mundo. La literatura se convierte en ese lugar del mundo, o al menos en el instrumento para encontrar ese lugar en el mundo.

Nos hemos estado matando últimamente por los sentimientos nacionales, han sido las últimas dos guerras mundiales.

javier cercas

Le preguntaba eso sobre una eventual singularidad de la región porque Hernán Cortés, los hermanos Pizarro, Pedro de Alvarado o Hernando de Soto nacieron en Extremadura: ¿es la tierra de los aventureros, el desierto que frustra la ambición, impulsa la huida y los incita a cumplir sus sueños de grandeza en el Nuevo Mundo? 

Sí, Extremadura es el lugar del que parten muchísimos conquistadores fundamentales. Pero eso es como un pasado épico que para mí no ha sido importante. Eso es el pasado, justamente, que era recordado como un pasado glorioso con gente que a mí no me interesaba nada. El franquismo lo convirtió en un pasado glorioso. Recordaba esas gestas épicas, para mí eso no tenía el más mínimo interés. Mi Extremadura ya no es el lugar que ha dado a esos personajes, que en su momento fueron realmente extraordinarios, hay que decirlo.

La Extremadura a la que yo emigro y a la que yo conozco es algo totalmente distinto. Es una tierra de frontera. Es una tierra muy pobre. Es una tierra humillada históricamente. Apartada, relegada. Sobre la cual pesa esa vieja sombra de los conquistadores, pero que es algo irrelevante para los extremeños. Al contrario, para ellos creo que pesa como algo que no les aporta nada realmente. No creo que eso tenga ninguna relevancia en la visión que los extremeños tienen de sí mismos ahora mismo. La visión de Extremadura es la visión de un lugar que, en el contexto español, está muy desprestigiada, porque fue un territorio abandonado durante siglos. Un territorio que estaba ahí, que pertenecía a la nobleza, pobre, con una escasísima autoestima, con una reputación muy pobre también. Eso yo lo veía en mis padres, esa escasa autoestima, y en los extremeños en general. Eso está lentamente cambiando, pero muy lentamente. Porque es un desprestigio y una falta de autoestima histórica, eso hay que tenerlo en cuenta. 

¿Lo mal visto podría también explicarse por el nombre, sin hacer etimología al estilo de Francis Ponge, se podría decir que Extremadura es una región extrema y dura? 

Es que lo es, absolutamente lo es. Es una región de frontera, y es una región dura, climatológica y geográficamente. Es una región pobre. Y de frontera real, porque además esto ha cambiado, pero España vivía de espaldas a Portugal y la frontera era como un final del mundo: ahí se acababa. España y Portugal vivían completamente de espaldas. Esto por fortuna ha cambiado en los últimos años. Entonces sí, es una región extrema y dura, las dos cosas. Era el oeste, en el sentido del western. Sí, era así. 

Sobre Extremadura como frontera, Portugal, tiene una antigua provincia con el mismo nombre. ¿Se puede traducir esto como una proximidad o influencia mutua? 

Sí, ahora, la relación entre Extremadura y Portugal o de forma más general, entre España y Portugal, es muchísimo más intensa y fecunda, pero solamente desde hace 40 años, no más. Creo que, históricamente, han vivido completamente de espaldas. Ahora, las relaciones son mucho más positivas. Históricamente, los recelos entre España y Portugal eran muy fuertes, y era el caso hasta hace relativamente poco tiempo. Eso ha cambiado totalmente, lo cual es fantástico para los portugueses, españoles y extremeños portugueses y españoles. Eso ya no existe, simplemente, hay una fluidez total. Hay revistas bilingües. Se leen muchísimo los escritores españoles a los portugueses, los portugueses a los españoles. Eso ha sido una cosa fantástica. Pero eso no existía cuando yo era joven. 

Debo también decir una cosa, yo he conocido Extremadura de mayor. De joven volvía a mi pueblo, pero solo a mi pueblo. Para mí, Extremadura era mi pueblo, y era un mini mundo, un auténtico microcosmos. De mayor, y gracias de nuevo a la literatura, es cuando he comenzado a conocer esa complejidad. En realidad, Extremadura es una mezcla de Castilla y Andalucía. El norte es castellano y el sur es muy andaluz. Evidentemente, desde todos los puntos de vista: arquitectónico, histórico, social. Pero yo lo he entendido mucho más tarde. 

Extremadura es una de las pocas regiones sin luz en el mapa nocturno de Europa. ¿Qué tipo de España vemos desde Extremadura? ¿Qué tipo de Europa? 

Debería pensarlo. Creo que Extremadura se ha beneficiado mucho del estado de las autonomías, de la España federal, esto es indudable. Y también se ha beneficiado mucho de la entrada de España a la Unión Europea, como toda España. Es decir, España es uno de los países más proeuropeos de Europa, siempre lo ha sido. Hemos visto muchas más ventajas que inconvenientes. Porque éramos pobres, y son siempre los ricos los que quieren separarse de los pobres, nunca al revés, esto siempre ha sido así en todas las circunstancias. 

Los extremeños son los pobres de los pobres y por eso a nadie se le ocurre no querer ser europeo. Y el estado de las autonomías ha sido muy positivo para Extremadura. Es decir, el gobierno propio e instituciones propias ha sido muy bueno, desde todos los puntos de vista, económicamente, culturalmente. ¿Cómo se ve Europa? Pues, quizá, todavía se ve como algo distinto. Todavía no se entiende que Europa también somos nosotros, que Extremadura también forma parte de Europa. A veces, en España tampoco se entiende eso. Entonces, se ve como se ha visto Europa en España con las mejores cabezas desde finales del siglo XVIII: como lugar de la civilización, de la ciencia, de la prosperidad, la democracia, la libertad. Hay una visión extremadamente positiva. Esto no siempre ocurre en los extremos de Europa, pienso por ejemplo en Polonia, países que están también en el extremo y sin embargo ese sentimiento europeísta, esa admiración, esa consideración de Europa como el destino natural y el lugar donde nos va a ir a todos mejor no existe en otros lugares. Aquí sí, y en Portugal también. 

Yo no recuerdo el primer libro que leí, porque siempre fui muy lector, pero recuerdo perfectamente la primera película que vi. La vi en el bar de mi pueblo y era Los 4 hijos de Katie Elder, de Henry Hathaway, protagonizada por John Wayne. Es una de las mejores cosas que me ha pasado nunca.

javier cercas

¿Cuál es su relación en la actualidad con su región? ¿Cuál es su mejor recuerdo?

Mi relación ahora es muy grata. Yo llevo allí a mi familia, todavía tengo una casa. Mi madre tiene una casa. Mi madre necesita ir allí para sobrevivir. Mi madre es muy mayor, pero cuando va allí, cuando va a su casa rejuvenece 15 años. Y su cabeza, que está muy mayor, se regenera por completo. Con eso te lo he dicho todo. 

Pero para mí siempre es muy grato volver. Yo voy a ir con mi hijo, con la novia de mi hijo, con mi mujer, que no son catalanes todos, y vamos allí y apetece siempre volver. Por eso es una patria para mí, siempre me apetece volver, y cualquier excusa es buena para volver.

 Yo tengo todos los recuerdos del mundo de allí, de los viajes que hacíamos cuando yo era pequeño con mis padres, eran viajes inimaginables en verano. Tardábamos dos días en llegar allí. En coche, como los árabes que cruzan ahora España para ir a Marruecos, pues éramos parecidos. Con las grandes bacas, las maletas en la parte de arriba. Eran viajes eternos, escuchando la música que ponían mis padres en el coche.

Yo no recuerdo el primer libro que leí, porque siempre fui muy lector, pero recuerdo perfectamente la primera película que vi. La vi en el bar de mi pueblo y era Los 4 hijos de Katie Elder, de Henry Hathaway, protagonizada por John Wayne. Es una de las mejores cosas que me ha pasado nunca. Se iba al bar a ver las películas y tenías que llevar tu silla. Yo tengo todos los recuerdos del mundo, infinidad de recuerdos. Allí hay gente que me quiere y eso me gusta mucho, porque yo también los quiero mucho. 

¿Sabe si sus libros tienen una recepción particular en Extremadura?

En Extremadura no hay un índice de lectura muy alto, pero yo sé que la gente está muy orgullosa de mí, y esto me hace muy feliz, porque hay pocos extremeños. Hay un millón de personas que viven en Extremadura y Extremadura es enorme y está vacía. Y la gente que vive allí se siente muy orgullosa de los extremeños conocidos, los extremeños que han adquirido alguna relevancia.

La última vez que yo fui allí, fui a la feria del libro de Cáceres, y estuve firmando tres horas libros, la gente me aprecia mucho y yo aprecio mucho a la gente. La inmensa mayoría de los extremeños son como yo, gente que tuvo que marcharse de allí y que siempre vuelve. Me siento muy solidario con esa gente, porque son pobres, porque han sido abandonados, relegados históricamente. Porque mis padres eran de ellos, y yo cuando voy allí me siento muy bien. Siento una solidaridad total con esa gente, y si puedo ayudarlos, los ayudo, siempre lo voy a hacer. No tengo por qué prescindir de ello, es como prescindir de una casa, de un amigo, de un amor. No me da la gana de prescindir de eso.