Doctrinas de la Rusia de Putin

La guerra digital: hacia una nueva doctrina rusa

En el frente ucraniano se está produciendo una revolución operativa, tecnológica y estratégica.

Dos estrategas militares rusos especialmente influyentes analizan esta nueva realidad, a la que denominan «guerra digital» (Цифровая война), y proponen un aggiornamento antes de que sea demasiado tarde.

Traducimos este importante texto —cuya lectura es imprescindible—.

Autor
Guillaume Lancereau
Portada
© AP Foto/Julia Demaree

El 29 de octubre se publicó en la revista Russia in Global Affairs un artículo con un título elocuente: «La guerra digital: una nueva realidad a la que Rusia debe adaptarse con urgencia». 

Sus dos autores señalan la importancia de la publicación: se trata de Yuri Baluyevski, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la Federación de Rusia y primer viceministro de Defensa entre 2004 y 2008, y Ruslan Pujov, director del think tank ruso Center for Analysis of Strategies and Technologies y miembro de una serie de órganos consultivos vinculados al Ministerio de Defensa y a la industria militar.

Se sabía desde hacía meses que el ejército ruso, que en un momento dado se vio descolocado por el uso masivo de drones por parte de las fuerzas ucranianas, había acabado por adaptarse. Una unidad en particular ha dado mucho que hablar: la unidad Rubikon, creada a finales de 2024 y responsable de numerosos ataques de precisión contra infraestructuras logísticas y civiles en Ucrania.

En general, aunque el ejército ruso no es, como fantasea, el mejor ejército del mundo al que miran con admiración todos los estados mayores del planeta, los observadores no han dejado de destacar su gran capacidad de innovación y de «improvisación» táctica y tecnológica.

El artículo traducido a continuación señala otro aspecto fundamental: la posible remodelación de todos los modelos tácticos, operativos y estratégicos rusos en función de las exigencias de la «guerra digital» en curso. 

Al mismo tiempo, refleja un temor profundo y bien justificado: el de ver a Rusia quedarse atrás en la nueva carrera armamentística tecnológica e informativa por no haber invertido a tiempo en este sector.

Ningún experto negaría las transformaciones revolucionarias que han experimentado recientemente los asuntos militares, desde la «revolución de los sistemas no tripulados» hasta la «revolución de la guerra de los drones»: transformaciones tan profundas que ahora permiten hablar de una «guerra digital». Todo nos lleva a creer que las dinámicas en curso están llamadas a extenderse y profundizarse, ya que las capacidades de agravamiento de la «guerra de drones» superan por el momento la capacidad de oponerse a ella.

La miniaturización de los componentes, la disminución de sus costos de producción y el desarrollo de soluciones interconectadas (el funcionamiento en red es aquí más importante que la inteligencia artificial: aunque está de moda, es probable que siga siendo durante mucho tiempo un factor relativamente secundario) han permitido integrar en las operaciones militares una miríada de drones de formas, tamaños y funciones extremadamente variadas. La mayor parte de la cohorte está compuesta ahora por aparatos cada vez más pequeños y baratos, pero con un alcance y una autonomía cada vez mayores, que combinan capacidades de reconocimiento y ataque. Así, el campo de operaciones tácticas y la retaguardia, hasta varios kilómetros de la zona de contacto, se convierten progresivamente en «zonas de exterminio total».

Naturalmente, nuestro principal objetivo será hacerles frente. En estas condiciones, la lucha armada se convertirá en una verdadera batalla por la «superioridad de los drones» en el aire, lo que implica una profunda readaptación de la organización de las fuerzas.

Una transparencia peligrosa

Uno de los principales efectos de la revolución en curso es la transparencia del campo de batalla. Básicamente, se puede hablar de una disipación casi total de la «niebla de la guerra». Esta tendencia no hará más que profundizarse con el desarrollo de los medios de guerra no tripulados, los sistemas espaciales (que, en realidad, también son drones) y las soluciones informáticas. El perfeccionamiento de los medios de observación, los sensores, las capacidades de cálculo, las redes de información, los métodos de transmisión y tratamiento de datos, pero también de la inteligencia artificial, dibuja en el horizonte un entorno informativo unificado tierra-aire-espacio: un «espacio de combate informativo» que garantiza una transparencia táctica, operativa y estratégica cada vez más completa. En estas condiciones, ya se puede observar una desaparición de las fronteras entre las operaciones militares a nivel táctico, operativo y estratégico. 

Esta transparencia del campo de batalla ha dado un nuevo rostro a la guerra, que se ha manifestado con toda claridad en el marco de la operación militar especial en Ucrania. Este terreno se caracteriza por una gran dispersión y una densidad muy baja de las fuerzas comprometidas. Las mayores capacidades de reconocimiento, detección, designación de objetivos y ataque de alta precisión provocan una mayor vulnerabilidad de las agrupaciones de tropas (desde las unidades tácticas hasta las formaciones operativas y táctico-operativas) y del material de combate. El resultado es la imposibilidad práctica de desplazar discretamente o concentrar fuerzas y medios de combate en las direcciones principales, lo que altera la propia filosofía del empleo de las tropas.

Durante la operación militar especial, la característica principal del espacio de combate informativo fue el uso masivo de internet y su despliegue mediante el sistema Starlink. Por primera vez en la historia, asistimos al despliegue de una red de información y un sistema de intercambio de datos accesible al público, rápido y protegido. Esta tecnología permite conectar todos los niveles del mando y garantizar la comunicación y la conducción de las operaciones, independientemente de las distancias implicadas. Este cambio ha tenido un efecto revolucionario en la implementación de la navegación de medios no tripulados, permitiendo por primera vez el uso masivo de dispositivos, incluso de tamaño pequeño, con un alcance teóricamente ilimitado. Se han obtenido resultados similares, aunque con menor eficacia, mediante las redes comerciales de telefonía móvil.

La siguiente etapa de esta revolución informativa será la integración de soluciones satelitales y redes celulares, lo que garantizará la transmisión de información a través de un teléfono móvil convencional y dispositivos de comunicación ultra miniaturizados. El resultado será una expansión masiva de las posibilidades del ejército, empezando por la «conexión» directa con cada soldado en el campo de batalla y el control de las fuerzas, los drones y las armas de precisión sin límite de alcance. En otras palabras, asistiremos a una expansión sin precedentes de las capacidades para librar la guerra «a distancia».

La revolución informativa está cambiando las formas y el aspecto de los combates. La «transparencia» del campo de batalla y la designación de objetivos en tiempo real permiten disparar desde posiciones protegidas, en lugar del disparo a vista directa que ha sido la base principal del efecto de fuego durante siglos y en torno al cual se ha desarrollado la mayor parte de la táctica militar. Ahora ya no es necesario ver al enemigo delante de uno: los objetivos pueden detectarse a cualquier distancia y destruirse con dispositivos de alta precisión (principalmente drones) lanzados fuera del campo de visión del adversario. La supervivencia y la resistencia en combate de todos los dispositivos de disparo a distancia, movilizados desde posiciones protegidas, al igual que la de sus equipos, son muy superiores a las de las armas de disparo a vista directa.

La crisis de los dispositivos tradicionales

Es precisamente este motivo, y no una protección insuficiente contra los drones, el que ha provocado la crisis de las fuerzas blindadas. El tanque es el arma fundamental del disparo a vista directa. Diseñado originalmente como una plataforma protegida para realizar este tipo de disparos, hoy en día se presenta como un objetivo fácilmente detectable y destructible, con un sistema de armamento poco eficaz para el combate en campo abierto. El tanque ha perdido el lugar que ocupaba antaño: el de principal medio de avance y maniobra del ejército.

Hemos asistido a una serie de intentos por aumentar la durabilidad y el potencial de combate de los tanques (sistemas de protección activa, drones y armamento de largo alcance) sin resolver por el momento la ecuación «costo-eficacia». Cabe preguntarse qué ventaja se obtendrá en el campo de batalla con una máquina vulnerable y con capacidades de disparo limitadas, sabiendo que su costo se aproxima al de un avión de interceptación. En cuanto al tanque como portador de drones o armas de ataque de alta precisión, hay motivos para dudar de la conveniencia de un vehículo claramente excesivo en términos de protección y masa. Ninguna de estas preguntas ha recibido aún una respuesta clara.

Al mismo tiempo, asistimos a una crisis de la artillería. Las operaciones militares en Ucrania deberían haber devuelto, según toda lógica, a la artillería de proyectiles no guiados al pedestal del «dios de la guerra». Pero cabe preguntarse legítimamente por la pertinencia de instalaciones de artillería costosas y que consumen mucha munición para resolver tareas que podrían delegarse en un campo de batalla «transparente» a drones y otros medios de alta precisión.

A menudo se oyen afirmaciones sobre los tanques y la artillería en la línea de la famosa cita de Kliment Voroshilov: «El caballo volverá a demostrar su valía». Estas afirmaciones pasan por alto el hecho de que las tecnologías no tripuladas se encuentran en los albores de su desarrollo. En este sentido, sería más lógico afirmar que «los drones aún darán mucho de sí», 1 sobre todo teniendo en cuenta las capacidades que ofrecerán en el futuro las tecnologías espaciales y en red.

Por lo tanto, los drones tienen un efecto revolucionario en la ciencia militar. Por un lado, afectan a un dato fundamental, la concentración de fuerzas y medios; por otro, hacen que la maniobra táctica de fuerzas y medios para asegurar la destrucción de los objetivos sea en gran medida superflua. Estos cambios radicales exigen una reforma no solo de las modalidades de acción en combate, sino también de la estructura organizativa de las fuerzas.

La colisión postindustrial

La campaña de Ucrania ha puesto fin a casi un siglo de dominio de las representaciones de la guerra mecanizada, propias de las sociedades industriales. En este sentido, la operación militar especial se ha convertido en el primer conflicto armado a gran escala del siglo XXI, lo que supone una revolución en los asuntos militares: la entrada en la «guerra digital».

Todas las tendencias que ya están en marcha o que se vislumbran en el horizonte deberían desarrollarse naturalmente a lo largo de la próxima década, continuando la transformación en curso del rostro de la guerra.

Los intentos de conciliar las nuevas realidades de la guerra con drones y la guerra digital con las condiciones de la guerra mecanizada (en particular, manteniendo el papel tradicional de los carros de combate y las unidades blindadas) solo pueden tener efectos negativos: la eficacia decreciente de las fuerzas armadas, cada vez más inadecuadas para las condiciones reales de combate, en un contexto de gastos y pérdidas innecesarios.

Muchos de los fenómenos que se observan actualmente sobre el terreno en Ucrania son consecuencia directa del relativo retraso técnico de las fuerzas en presencia y de su falta de drones, así como, por parte rusa, de la falta de medios de información. Estas condiciones obligan a las partes a improvisar con lo que tienen a su alcance.

Las compras de drones FPV alcanzan actualmente cientos de miles de unidades al mes en cada bando, un volumen equivalente, o incluso superior, a la producción de municiones de artillería. Estos drones, que se abalanzan en enjambre sobre cualquier soldado avistado, se han convertido en la principal causa de destrucción no solo del material, sino también del personal militar. A principios de 2025, según las estadísticas rusas, más del 70 % de las bajas de combatientes se debían a los drones. Su alcance, cada vez mayor, alcanza ahora varias decenas de kilómetros, lo que permite su uso contra las baterías y las comunicaciones enemigas, al tiempo que aísla las zonas de combate. En el futuro cabe esperar un auge de las formaciones en grupos o en enjambres, que permitirán a un solo operador controlar un número considerable de drones, e incluso la puesta en circulación de drones autónomos capaces de realizar ataques sin intervención humana directa.

Aquí podemos esbozar tres factores principales de la guerra con drones y sus efectos correspondientes en la organización y el empleo de las fuerzas:

  1. La exigencia de una dispersión extrema de las fuerzas y los medios en el marco de combates de muy baja densidad transformará radicalmente la organización de las tropas y sus modos de interacción.
  2. Bajo el efecto de un aumento drástico de la profundidad de destrucción de las fuerzas enemigas y sus medios, hasta la profundidad operativa, las «zonas de exterminio total» se extenderán a lo largo de varias decenas de kilómetros, lo que hará imposible cualquier maniobra o concentración de tropas por parte de cualquiera de las partes en conflicto, incluso dentro de su propia profundidad operativa.
  3. Toda guerra plantea enormes dificultades en cuanto al abastecimiento de las tropas, que hoy en día se realiza mediante medios de transporte vulnerables y relativamente fáciles de neutralizar, un problema antiguo y fundamental, pero ampliamente ignorado por los estrategas soviéticos. En el contexto de la «guerra de drones» y de las inmensas «zonas de destrucción total» en toda la profundidad operativa, este problema se vuelve colosal y exigirá soluciones innovadoras, incluso revolucionarias.

Algunos problemas de organización de las fuerzas

¿Cómo debe ser una estructura organizativa pensada para la «guerra de drones»? Debe basarse en la combinación de fuerzas de asalto, sistemas no tripulados y medios de ataque que incluyan no solo drones, sino también misiles guiados por fibra óptica, así como un conjunto diversificado de dispositivos para combatir los sistemas no tripulados y neutralizar estas máquinas, desde el nivel del simple soldado y el vehículo individual hasta las unidades especializadas. Todas estas fuerzas deben disponer de medios integrados que permitan la coordinación del fuego por parte de la aviación y los niveles superiores de mando. Su misión será alcanzar la «superioridad de los drones» y mantenerla a lo largo de los combates.

El avance de la infantería en el campo de batalla deberá combinar diferentes medios de transporte según el contexto: desplazamiento a pie, en motocicleta, en vehículos ligeros, en vehículos de transporte blindados y en vehículos de combate de infantería blindados con armamento integrado. Estos últimos vehículos representarán la mayor parte del armamento blindado y del equipo técnico de las fuerzas terrestres: su peso moderado y su alto grado de protección limitarán las necesidades externas (apoyo técnico, ingeniería militar y otros medios de apoyo). Aunque se pueden considerar vehículos pesados, su peso y su costo excesivos nos llevan a dar prioridad a una solución «intermedia», vehículos de masa media (30 a 40 toneladas) como el M2 Bradley, que se ha destacado como el «vehículo ideal» de la guerra en Ucrania. Equipados con medios de lucha contra los drones y dotados de una protección integral y de medidas que garantizan su resistencia (compartimentación de municiones, combustible externo, etc.), garantizarán una mayor longevidad en el campo de la «guerra de drones», al tiempo que conservarán su condición de «material consumible», propicio para la producción en masa.

En lugar de tanques, las unidades de infantería deberán hacer un uso masivo de vehículos pesados de desminado y asalto, plataformas de combate dotadas de la máxima protección contra los drones, pero cuyo armamento podrá reducirse al mínimo para favorecer su resistencia.

Las fuerzas deberán disponer, sobre todo, de un apoyo logístico adecuado. En las condiciones de la guerra moderna, el apoyo representa en sí mismo una forma de combate, ya que supone una oposición constante a los ataques enemigos.

De este modo, el ejército del futuro no deberá estar estrictamente dividido por tipos de tropas, sino construido como una fuerza multifuncional, lo más unificada e integrada posible, capaz de actuar en todas las condiciones de las guerras modernas.

Cabe señalar a este respecto una publicación reciente del sitio web ucraniano DeepState que describe «la nueva doctrina de infantería» de las Fuerzas Armadas de la Federación de Rusia. En ella se destacan cuatro ejes principales de adaptación de la táctica a las exigencias de la «guerra de drones»:

  1. Mayor uso de complejos robóticos terrestres, municiones merodeadoras y FPV pesados, lo que conduce a una «robotización de ciertos procesos de combate». Ahora se está intentando trasladar la mayor parte de las misiones de asalto y disparo a los drones para evitar la detección de los grupos de asalto.
  2. Reducción del tamaño (de 2 a 4 soldados) y máxima dispersión de los grupos.
  3. Reducción de los combates de infantería y los ataques frontales a las posiciones enemigas, delegando la función principal de apoyo a las tropas de asalto a los drones.
  4. Recurso creciente a tácticas de avance lento, infiltración y rodeos de las posiciones enemigas por pequeños grupos camuflados, con el fin de avanzar en profundidad y neutralizar a los operadores de drones y las secciones de morteros.

Es evidente que la estructura, la organización y la técnica de las tropas armadas deberán sufrir una profunda adaptación. La era de los «grandes batallones» ha quedado definitivamente atrás.

Una perspectiva fundamental

Cabe destacar que el desarrollo de los drones más comunes, los que ya se utilizan en combate, se basa en soluciones comerciales masivas, en gran parte procedentes de los mercados internos chino y estadounidense. Si bien esto garantiza su gran accesibilidad, también hace poco probable la industrialización de los drones más comunes (Mavics, FPV, pequeños UAV) de forma autosuficiente o en un contexto de sustitución de importaciones, sobre todo teniendo en cuenta la rápida evolución de los modelos y las tecnologías.

Por su parte, los sistemas no tripulados y sin equipo más complejos (aéreos, terrestres y marítimos) requieren el más alto nivel de vigilancia, capacidades satelitales, computación, redes de información, transmisión, procesamiento de datos e inteligencia artificial. Por lo tanto, un país incapaz de responder a estas exigencias se condena a quedar militarmente obsoleto.

La entrada en la «guerra digital» indica que el principal factor del desarrollo militar y de las capacidades de combate —y, en términos más generales, de la civilización humana— en el siglo XXI será el aumento de la potencia de cálculo. Este dato es realmente el eje alrededor del cual se organizan todas las demás evoluciones futuras. El potencial de los diferentes países y alianzas de Estados dependerá precisamente del desarrollo y la producción de esta potencia, y no del control del territorio y los recursos.

El perfeccionamiento de la capacidad de cálculo y de las redes asociadas (incluidas las espaciales) de control, detección, designación de objetivos y transmisión de datos permitirá la creación de sistemas globales y automatizados de inteligencia, ataque y defensa, dotados de una densidad y una eficacia en combate sin precedentes. En particular, estas dinámicas podrán aumentar considerablemente la capacidad de defensa contra las armas nucleares tradicionales y dar una nueva dimensión a los sistemas de defensa antimisiles, una transformación con graves consecuencias para el valor de las armas nucleares y la disuasión nuclear en general.

A mediano plazo, Rusia corre el riesgo de quedar rezagada con respecto a los líderes mundiales en el desarrollo de capacidades de cálculo, debido a la falta de competencias, de medios industriales y del volumen de su mercado interno. Debemos prestar toda nuestra atención a esta cuestión desde ahora, ya que, de lo contrario, este retraso no hará más que aumentar, hasta amenazar los intereses estratégicos de nuestro país.

Rusia cuenta con los recursos científicos y técnicos necesarios para salir de esta situación, pero las transformaciones mundiales se están produciendo a un ritmo tan vertiginoso que quizá sea demasiado tarde para aprovechar todo este potencial.

La conciencia de este reto nos obliga a dejar de lado las divergencias políticas y a centrarnos con urgencia en la resolución de estos desafíos administrativos y tecnológicos.

Notas al pie
  1. Esta referencia a la caballería, destronada a principios del siglo XX, significa aquí que estas armas aún serían capaces de demostrar su eficacia.
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