La guerra en Ucrania día a día

Vladimir Putin o la manipulación de Donald Trump: el discurso completo de Anchorage

¿Marca la cumbre Trump-Putin el regreso, en la historia contemporánea, de la diplomacia secreta?

En una rueda de prensa más breve de lo previsto, Vladimir Putin pronunció un discurso de manipulación: al reiterar sutilmente su voluntad de continuar la guerra hasta la total vasallización de Ucrania, sólo obtuvo de Donald Trump abrazos y elogios: «Nuestra relación es fantástica».

Publicamos la primera traducción comentada línea por línea del discurso de Vladimir Putin durante la rueda de prensa celebrada ayer por la noche en Anchorage, en Alaska.

Como era de esperar, la cumbre celebrada en Alaska el 15 de agosto no fue más que lo que su título presagiaba: un encuentro entre Vladimir Putin y Donald Trump que marca el fin del aislamiento diplomático de Rusia en Occidente. El expresidente Dmitri Medvédev ha saludado el acontecimiento, sin entusiasmo ni optimismo fuera de lugar, como «el restablecimiento de un mecanismo completo de encuentro en la cumbre entre Rusia y Estados Unidos. Con calma, sin ultimátums ni amenazas» 1.

La prensa pro-Kremlin ha prestado al acontecimiento una atención acorde con su único resultado, ridiculizando por el contrario «el estado de locura rayano en el delirio» que se ha apoderado de los medios occidentales, en palabras de Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores 2.

Uno de los comentarios más encendidos vino de la agencia de noticias Ria Novosti, en un artículo publicado «en caliente» —a las dos de la madrugada, hora de Madrid— 3. En él se leía un grandilocuente anuncio del regreso del «gran estilo» a la política internacional:

«Da la sensación de que, en los últimos años, Occidente en general y Estados Unidos en particular han olvidado por completo lo que era el gran estilo en la alta política. Un pequeño círculo de amigos en un decorado de salón de actos de colegio, conversaciones de pasillo entre líderes de grandes potencias sentados en sillas plegables, susurros e intrigas. A decir verdad, esta simplificación, esta banalización, esta vulgarización del estilo de la política occidental está directamente relacionada con la nulidad de los dirigentes europeos y estadounidenses, lo que, a su vez, influye directamente en la naturaleza de sus decisiones y acciones. […] Esta noche, el mundo ha sido testigo del renacimiento del gran estilo en la política internacional, ejecutado por dos superpotencias. Ha sido bello, elegante y significativo».

Según nuestra traducción, las primeras palabras de Vladimir Putin a Donald Trump fueron: «Buenos días, querido vecino. Me alegro de verle bien y con vida». Sin duda, se trata de una elección retórica acertada, pero estamos lejos de la prosa de Talleyrand, de los códigos de la diplomacia clásica y, sobre todo, de cualquier tipo de elegancia. Diplomáticamente, esta cumbre ha sido sobre todo una oportunidad para que Donald Trump demostrara el alcance de su torpeza. 

Después de enfadarse en varias ocasiones con Vladimir Putin, le ha extendido literalmente la alfombra roja, confirmando así la legitimidad política de su homólogo, que sigue siendo un dictador y un usurpador de elecciones, buscado por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra, y ello después de haber dirigido a Rusia una serie de ultimátums cuyo incumplimiento no ha provocado ningún tipo de represalia.

Señor presidente, señoras y señores:

Nuestros intercambios se han desarrollado en un ambiente constructivo y de respeto mutuo. Las discusiones han sido sustanciosas y útiles.

Quisiera agradecer una vez más a mi homólogo estadounidense su propuesta de venir a Alaska. Era totalmente lógico organizar este encuentro aquí, ya que nuestros dos países, aunque separados por varios océanos, son en realidad vecinos cercanos. Cuando bajamos del avión, saludé al presidente diciéndole: «Buenos días, querido vecino. Me alegro de verle bien y con vida». En mi opinión, este es el tipo de declaración amistosa de buena vecindad que podemos hacernos entre nosotros. En realidad, lo único que nos separa es el estrecho de Bering, y aún así hay dos islas, una estadounidense y otra rusa, separadas por sólo cuatro kilómetros. Por lo tanto, somos vecinos cercanos, eso es un hecho.

También es importante recordar que una parte significativa de la historia común de Rusia y Estados Unidos está ligada a Alaska, una historia salpicada de numerosos acontecimientos positivos. Todavía hoy, esta región alberga un notable patrimonio cultural que se remonta a la época de la América rusa: iglesias ortodoxas y más de 700 topónimos de origen ruso.

También fue en Alaska donde, durante la Segunda Guerra Mundial, se creó la legendaria ruta aérea destinada al envío de aviones de combate y otros equipos en el marco del programa de préstamo y arriendo. A pesar de los peligros y las dificultades de este trayecto sobre inmensas extensiones de hielo, los pilotos y técnicos de nuestros dos países hicieron todo lo posible para hacer posible la victoria. Arriesgaron y, en más de una ocasión, sacrificaron sus vidas en nombre de la victoria común.

Acabo de visitar la ciudad de Magadán, en Rusia, donde se erige un monumento en homenaje a los pilotos rusos y estadounidenses, adornado con las banderas de nuestros dos países. Sé que hay un monumento similar a pocos kilómetros de aquí, en un cementerio militar donde descansan los pilotos soviéticos que perdieron la vida en el cumplimiento de su heroica misión. Agradecemos a las autoridades y a los ciudadanos estadounidenses el cuidado y el respeto que brindan a la memoria de estos héroes. 

Esto parece digno y noble.

Nunca olvidaremos esos otros momentos de la historia en los que nuestros dos países triunfaron juntos sobre sus enemigos comunes, prestándose ayuda y apoyo en un espíritu de fraternidad guerrera y solidaridad entre aliados. Estoy convencido de que este legado común nos permitirá restablecer y profundizar unas relaciones igualitarias y mutuamente beneficiosas, incluso en las condiciones más difíciles de esta nueva fase.

Un tercio del discurso de Vladimir Putin se dedicó a digresiones geográficas e históricas sobre Alaska. Recordemos que en febrero de 2024, el presidente ruso inundó al periodista Tucker Carlson con consideraciones sobre la larga historia de Rusia, desde la llegada de Riurik, primer príncipe de Nóvgorod, en 862. También recordamos su ensayo de 2021, Sobre la unidad histórica de los rusos y los ucranianos, en el que ya planteaba la tesis de los dos pueblos históricamente «hermanos», tesis que volvió a retomar en Anchorage. Esta costumbre es característica del estilo neoputinista: hablar largo y tendido de cualquier cosa, siempre que se consiga el objetivo, en este caso, consolidar las relaciones personales y cordiales con Donald Trump, trasladando la amistad histórica entre Estados Unidos y Rusia a la amistad actual entre sus respectivos dirigentes. En cuanto a si Vladimir Putin pretendía impresionar a su homólogo con esta exposición de hechos ya conocidos, nadie lo sabe mejor que él y sus asesores más cercanos.

Es de sobra conocido que no se ha celebrado ninguna reunión cumbre entre Rusia y Estados Unidos desde hace más de cuatro años, lo que supone un periodo de tiempo especialmente largo. Durante este periodo, nuestras relaciones bilaterales han atravesado momentos difíciles, hasta el punto de, digámoslo sin rodeos, caer a su nivel más bajo desde el final de la Guerra Fría. Esto ha ido en detrimento de nuestros dos países y del mundo en su conjunto.

Era evidente que esta trayectoria debía rectificarse tarde o temprano, que era necesario salir de la confrontación para abrir un nuevo diálogo. Desde este punto de vista, era el momento oportuno para un encuentro personal entre los jefes de Estado, siempre y cuando, por supuesto, se preparara con seriedad y minuciosidad, lo que efectivamente ha sido el caso.

Aquí volvemos a encontrar la tesis clásica del buen entendimiento, o en su defecto, del equilibrio entre las grandes potencias, del que se derivaría mecánicamente el del resto de las relaciones internacionales. Por eso, en los últimos días, muchos observadores se mostraban preocupados, dejando campo libre a las abstracciones históricas, ante la posibilidad de que la cumbre de Alaska se convirtiera en un «nuevo Yalta», presagio de una desmembración arbitraria de Ucrania o preludio de un «reparto del mundo» entre Estados Unidos, Rusia y China. A la vista de los resultados de estas negociaciones, aún no hemos llegado a ese punto.

El presidente Trump y yo hemos establecido un excelente contacto directo. Mantenemos conversaciones frecuentes y abiertas por teléfono. Hemos recibido en varias ocasiones al Sr. Witkoff, enviado especial del presidente de los Estados Unidos. Nuestros respectivos colaboradores también mantienen contactos regulares, al igual que los responsables de nuestros ministerios de Asuntos Exteriores.

Como todos saben y comprenden perfectamente, una de las cuestiones centrales ha sido la de los retos relacionados con Ucrania. Somos conscientes de la determinación de la Administración estadounidense y, en particular, del presidente Trump, de contribuir a la resolución del conflicto ucraniano, así como de su deseo personal de comprender su naturaleza y sus causas profundas.

He declarado en más de una ocasión que los acontecimientos en Ucrania están directamente relacionados con ciertas amenazas fundamentales para nuestra seguridad nacional. Por otra parte, siempre hemos considerado —y seguimos considerando— al pueblo ucraniano, como he recordado en numerosas ocasiones, como un pueblo hermano, por extraño que pueda parecer en las circunstancias actuales. Compartimos las mismas raíces y todo lo que está sucediendo hoy en día representa para nosotros una verdadera tragedia, un dolor inmenso. Por eso Rusia desea sinceramente poner fin a esta situación.

Sin embargo, estamos convencidos de que una solución estable y duradera del conflicto ucraniano requiere eliminar las causas profundas de esta crisis, de las que he hablado en más de una ocasión, tener en cuenta todas las aspiraciones legítimas de Rusia y restablecer un equilibrio justo en el ámbito de la seguridad a escala europea e incluso mundial.

Según el corresponsal del Wall Street Journal, Yaroslav Trofimov, el «equilibrio justo en materia de seguridad a escala europea» debe entenderse más allá de Ucrania. Para Rusia, implicaría la retirada de las fuerzas de la OTAN de los países bálticos, Polonia y Rumanía.

Comparto la opinión del presidente Trump, que lo ha subrayado hoy: la seguridad de Ucrania también debe garantizarse. No hay duda al respecto y estamos dispuestos a trabajar en ello.

En el lenguaje de Putin, las «causas profundas de esta crisis» son la «nazificación» de la élite política ucraniana, las veleidades independentistas del país, el «genocidio» del «pueblo ruso» del Donbás y las fronteras soviéticas erróneas. En la misma línea, «garantizar la seguridad de Ucrania» no es tranquilizador, ya que significa devolverla a la nación a la que siempre ha pertenecido: Rusia.

Queremos creer que la comprensión que hemos demostrado nos permitirá avanzar hacia este objetivo y allanará el camino hacia la paz en Ucrania.

También confiamos en que todo esto sea acogido de manera constructiva, tanto en Kiev como en las capitales europeas, y que no se pongan obstáculos, ni provocaciones ni intrigas entre bastidores que comprometan los avances logrados.

Con la llegada de la nueva administración estadounidense, el comercio bilateral ya se ha reactivado. Por ahora, todo esto sigue siendo bastante simbólico, pero estamos hablando de un aumento del 20%. Lo que quiero decir con esto es que tenemos un amplio abanico de posibilidades para emprender este trabajo conjunto.

Es evidente que la asociación económica y las inversiones ruso-estadounidenses siguen teniendo un enorme potencial. Nuestros dos países tienen mucho que ofrecerse mutuamente en los sectores del comercio, la energía, la tecnología digital, la alta tecnología y la exploración espacial.

En su largo discurso del 18 de marzo de 2025 en el congreso anual de la Unión de Industriales y Empresarios de Rusia, Vladimir Putin ya mencionó las condiciones políticas y económicas para el regreso de las empresas occidentales al mercado ruso. Tres semanas antes, ya había propuesto a las empresas estadounidenses que se implantaran en el mercado ruso de tierras raras, mucho más importante que el de Ucrania, debido a las reservas existentes en los alrededores de Murmansk, en Kabardino-Balkaria, cerca de Irkutsk, así como en Yakutia y Tuva. Esta declaración desató la ira de la blogosfera nacionalista y militarista rusa.

La cooperación en el Ártico y la reanudación de los contactos interregionales, en particular entre el Extremo Oriente ruso y la costa oeste de los Estados Unidos, figuran entre las prioridades actuales.

En general, es esencial, e incluso necesario, que nuestros dos países pasen página y reanuden su cooperación. Simbólicamente, no muy lejos de aquí, en la frontera entre Rusia y Estados Unidos, como ya he dicho, pasa la línea horaria que marca la frontera entre el ayer y el hoy. Espero que podamos hacer lo mismo en el plano político.

Quiero dar las gracias al Sr. Trump por el trabajo realizado juntos, por el clima de cordialidad y confianza que ha rodeado nuestros intercambios. Lo esencial es que ambas partes estén realmente dispuestas a obtener resultados. Observamos que el presidente de los Estados Unidos tiene una idea muy clara de lo que quiere lograr, que está sinceramente comprometido con la prosperidad de su país, al tiempo que reconoce los intereses nacionales de Rusia.

Confío en que el entendimiento manifestado hoy sirva de base para la resolución del problema ucraniano, pero también para el restablecimiento de unas relaciones económicas pragmáticas entre Rusia y Estados Unidos.

Para concluir, me gustaría recordar lo siguiente: recuerdo que en 2022, durante mis últimas conversaciones con la administración anterior, había intentado convencer a mi antiguo homólogo estadounidense de que era necesario evitar a toda costa crear una situación que pudiera tener graves consecuencias en el plano militar. Había dejado claro que sería un grave error.

Hoy escuchamos al presidente Trump declarar: «Si yo hubiera sido presidente, no habría habido guerra», y creo que así habría sido. Puedo afirmarlo basándome en las relaciones que he establecido con él, que en general han sido excelentes, profesionales y basadas en la confianza. Tengo todas las razones para creer que, si seguimos por este camino, podemos poner fin al conflicto en Ucrania —y cuanto antes mejor—.

El final del discurso recuerda la frase favorita del presidente estadounidense, con la que concluye cada una de sus comunicaciones en su red Truth Social: «Thank you for your attention to this matter !»

Gracias por su atención.

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