El nuevo libro de Milena Busquets (La dulce existencia, Anagrama) es una novela particular. Su punto de partida —y su trama— es la adaptación cinematográfica de la novela anterior de Busquets, También esto pasará.

Un relato sobre una película que a su vez trata sobre un primer relato de la misma autora.

Múltiples dimensiones a través de las cuales la narradora lleva al lector con ligereza en un viaje para intentar fijar, no sin melancolía, ciertas imágenes, el viento, el mar; en una palabra, los recuerdos de los días felices de su infancia en la costa catalana, en Barcelona, en Cadaqués, con su madre —tan central— y sus amigos —tan importantes—.

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La dulce existencia es un libro bastante metatextual: es un texto que escribes sobre una película que está basada en tu novela También esto pasará. La narradora siente incluso un ligero mareo al final del capítulo 3 cuando se da cuenta de estas múltiples dimensiones. ¿Buscabas con este libro ponerle fin justamente a esa suerte de vértigo? En un momento en el libro dices que sentías que con la película algo se te escapaba: ¿escribir este libro te ha permitido recuperar ese algo, esa historia —retomar el control—?

Para mí —y creo que para muchos escritores— escribir siempre es un intento de retomar el control o de tener la sensación de que tienes un mínimo control sobre la vida y sobre lo que te ocurre.

Annie Ernaux, a la que admiro muchísimo, dice que cuando le sucede algo, entonces lo cuenta y es una manera de darle carpetazo, de clausurarlo —o de entenderlo—. Yo nunca consigo acabar de entenderlo. Siempre quedan caminos abiertos, vías que no acabo de investigar, cosas que después de un tiempo me vuelven. Yo pensaba realmente que había clausurado el tema con mi madre con También esto pasará. Hace diez años que publiqué el libro y era un libro final para mí.  

Sin embargo, diez años después, me encontré otra vez escribiendo sobre este asunto. 

Es verdad que no de una forma completamente voluntaria: se me cruzó la película. 

¿En qué sentido?

De repente, de manera muy loca, me encontré con una mujer que hacía de mi madre —y que se parecía a mi madre—.

Creo que hay dos tipos de autores: los que en cada libro solucionan un tema y los que nunca los acabamos de solucionar. 

En estos está, por supuesto, Proust —que arrastra los temas—. 

Escribir para sí mismo me parece siempre una mentira.

Milena Busquets

¿Qué diferencias hay entre la publicación de un libro que a partir de ese momento se te escapa de cierto modo —con los lectores que se apoderan de él— y el hecho de que se convierta en una película? En ambos casos podría haber la tentación de querer retomar el control frente a una suerte de pérdida del libro… 

Sí, se produce efectivamente una suerte de pérdida del libro. 

En mi caso en particular, todo es tan personal y tan cercano a la autoficción, que es también un poco una pérdida de mi vida. 

Me encuentro con muchísima gente —casi siempre bien intencionados, pero no siempre— que tiene la sensación de conocerme. Y conocer a alguien de alguna forma ya es poseerle un poco. Se trata sobre todo de mujeres que no me conocen de nada; tienen vidas absolutamente distintas y son de generaciones muy distintas. Pero de alguna forma tienen esta sensación de que soy un poco suya. Esto sí que es un poco vertiginoso.

Un libro cuando sale deja de ser tuyo: pasa a ser lo que debe ser un libro. 

Un libro tiene que pasar el juicio de los lectores, si no estás haciendo trampa. Si empiezas un libro, hay que acabarlo. Si tienes la suerte increíble de dedicarte a algo creativo, hay una obligación moral de presentarlo al público en un momento dado. 

Yo nunca he creído realmente, por ejemplo, que Kafka realmente quisiese que Max Brod quemase sus manuscritos. Siempre pensé que sabía que su amigo los preservaría y que serían publicados. Escribir para sí mismo me parece siempre una mentira.

¿Ha tenido Kafka alguna influencia en tu trabajo, sobre todo quizás en tu relación con tu madre? 

¡Yo me llamo Milena por Kafka, por las cartas! 

Claro, en el tema de la literatura de los padres, nadie ha llegado más lejos que la Carta al padre de Kafka en cuanto a pedir cuentas a un padre y a lo que es la relación paterna filial. Yo pienso que a partir de ese libro empezamos a escribir sobre los padres y sobre las madres de una forma absolutamente distinta.

En las últimas tres páginas de Carta al padre, parece que Kafka está salvando finalmente a su padre y de repente, le da la vuelta. Es un salvaje. Kafka, como todos los grandes escritores como Proust o Annie Ernaux, es un verdadero salvaje. Los buenos escritores son unos salvajes absolutos.

A los escritores no puedes creerles nada. 

Milena Busquets

Salvajes en su relación con el trabajo, con la escritura que puede ser muy extrema, ¿y salvajes también en su relación con su entorno, con la realidad?

Sí, lo salvaje abarca todo, en todas sus dimensiones. 

No les importa lo que puede pasar con las personas que componen su entorno.

En mi caso, a veces tengo personas que me piden abiertamente salir en mis libros, incluso te dicen que te van a contar una historia que va a ser una novela genial y siempre es un rollo…

Y por otro lado, hay otras personas que desean que las saque de mi libro. Es una trampa absoluta porque evidentemente si escribes y si trabajas en y sobre el mundo que te rodea, te nutres de todo. 

Me hizo mucha gracia cuando salió Yoga y se supo que Carrère había firmado un documento antes para que no escribiera sobre su mujer y su historia. Igual lo hizo…  

La relación con la realidad de los escritores y sobre todo de los escritores del siglo XX y XXI que no hacen totalmente ficción, sino que hablan de su mundo, es muy salvaje. Yo nunca saldría con un escritor… 

¿Entonces incluso tú no le tienes confianza a los escritores? 

¡No puedes creerles nada! Sabes perfectamente que eres material. Y sí, es peor aún si eres su pareja. 

En cuanto entras en el terreno de la intimidad —sobre todo de la intimidad física— entras en otro plano. Si dejas entrar en tu intimidad, para el escritor o escritora es oro puro. La desnudez física y moral, erótica, es una cosa muy íntima.

O sea, en cuanto te has acostado con alguien, se pasa realmente a otra dimensión. 

Hay una generación más joven que suele decir ahora que un one-night stand puede ser algo insignificante. Yo creo que siempre significa algo —y siempre significa algo importante—.

Si dejas un escritor entrar por allí es muy peligroso. 

Con los amigos es diferente —aunque de alguna forma, uno siempre está un poco enamorado de los verdaderos amigos—. 

De hecho, la narradora dice en el libro, retomando a Virginia Woolf, que lo más difícil después de escribir sobre sí mismo es escribir sobre las amigas.

Escribir sobre sí mismo es muy difícil pero de alguna forma puedes tirar de los sentimientos, de lo que sientes, de las emociones, de una cosa muy física, muy de piel, digamos.

En cambio, lo que también dice Virginia Woolf es que la mejor forma de describir a un personaje es contando una pequeña historieta sobre él. 

En el libro, por ejemplo, cuando hablo de Marina Salas —la actriz que hace de mí en la película—, cuento una pequeña anécdota en un restaurante con su pareja que es un chef estrellado por Michelin en la que ella acaba pidiendo la comida. Me parece que esto es mucho más descriptivo de Marina en vez de que yo me intente poner en su piel. Tiene que haber una distancia. 

Pero la dificultad es buscar la historia adecuada: hay que tener la historieta. 

Por ejemplo, para hablar de ti me falta ese elemento.  Nos conocemos, puede haber una simpatía, puede haber una casa muy bonita, una chaqueta que parece que está muy bien, pero no tengo una anécdota con la que puedes trabajar. Todo es muy bonito. Necesitaría ver que te rascas la oreja cada minuto o detrás de ti una lámpara horrible como material inicial. 

¿Y por qué es aún más difícil con las amigas?

Porque además en el caso de las amigas, se mezcla todo lo anterior con el afecto —y el afecto es un velo—. 

Es un velo que hace que alguien te interese mucho. Yo sólo puedo hablar de gente a la que quiero; no puedo hablar de la gente que no me gusta, la gente a la que detesto. No puedo perder ni un minuto con ellos. 

Por esto mis novelas nunca son muy sangrantes, porque quiero estar siempre cerca de lo que quiero. Con los amigos o las amigas, el velo es también algo que te impide juzgar con total lucidez —a no ser, de nuevo, que tengas una historia—.

Si dejas un escritor entrar en tu vida es muy peligroso. 

Milena Busquets

Cuentas, en el capítulo 4, que asistes por primera vez a un rodaje en el Marítim: escribes «Nunca lo había visto así» / «[…] todo lo que viví durante los días de rodaje era a la vez totalmente verdadero y el colmo de la invención y de la mentira». ¿No es también lo que puede pasar con la literatura cuando un lector descubre una persona o un lugar a través de un libro y luego lo ve por primera vez en la realidad? Es un poco como el narrador de En busca del tiempo perdido y su decepción cuando ve por primera vez a los personajes de los salones que había leído en el Journal de los hermanos Goncourt.

Sí, claro. En mi caso, es un poco lo opuesto de Proust porque fui al rodaje sólo cinco días. 

No tuve tiempo de decepcionarme ni de que cayeran todas las máscaras.

Como lo cuento en el libro, toda la realidad que han montado especialmente para contar la historia de También esto pasará está mucho mejor iluminada. Todo el mundo es mucho más guapo que lo que estamos normalmente. 

Yo me quedé en esa fascinación sin que diera tiempo para que llegara la decepción. 

Creo que en parte por esto decidí no leer el guión y no ver la película antes de acabar el libro. 

En este caso, todo se vuelve más complejo si consideramos que la realidad es la película, que es una ficción absoluta inventada por alguien completamente distinto, interpretada por otra persona. Como lo has dicho tú, es una versión de algo que viví, que luego escribí y que he vuelto de alguna forma a escribir. Pero normalmente la fantasía es siempre mejor que la realidad.

Siento que tengo como una obligación no sólo con la verdad, sino con la realidad. En mi caso, la verdad es capital, es lo más importante.

Milena Busquets

La narradora dice justamente en el libro que quiere quedarse a vivir en ese mundo que ve representado en el rodaje para siempre. ¿Prefieres la ficción creada por el cine o por la literatura? 

Es una buena pregunta. No sé qué ficción prefiero. Depende de lo bueno que sea el libro o de lo buena que sea la película.

Creo que la mayoría de la gente vivimos siempre con un pie en cada sitio. La cuestión es encontrar el equilibrio para no volverse loco y para no inventarse un mundo paralelo. En el caso de esta película en particular sobre mi libro, me permitía soñar con la idea de que la vida tiene solución. 

Eso es en parte lo que permite la ficción. En la vida lo importante no tiene solución. Que te dejen de querer no tiene solución. O que dejes de amar a alguien que amabas hace medio año no tiene solución. Es como la muerte. En cambio, en la película, puedes hacer lo que quieras, decidir que estos dos se van a amar eternamente etc. Esto es un poder increíble.

Y es verdad lo que dices tú, este poder también existe en la literatura. Pero yo no soy capaz de ejercerlo. Siento que tengo como una obligación no sólo con la verdad, sino con la realidad. En mi caso, la verdad es capital, es lo más importante.

Si tuviese que describirte a ti, me costaría mucho, por ejemplo, decir que eres un hombre rubio porque me parece una traición. Es un detalle, a nadie le importa pero yo no sé hacer eso. Para contar algo necesito que sea verdad, real. A muchos les parece que lo mío es un defecto capital que casi impide dedicarse a la literatura pero yo necesito carne y hueso.

En un momento recuerdas una escena de Anthony Hopkins con Emma Thompson en Lo que queda del día y escribes: «los ojos metálicos, casi inhumanos de Hopkins decían más sobre la pasión, el deseo, el miedo, la muerte y la soledad de lo que yo podría escribir en mil años.»

Claro, es que los que nos dedicamos a escribir estamos utilizando un medio tan antiguo y tan rupestre como el ordenador o a veces incluso como un bolígrafo y el papel… 

Lo visual es mucho más potente. 

Haciendo elucubraciones un poco de arqueóloga —que es lo que estudié— es normal que los humanos lo primero que hacen es estampar su mano en una cueva o dibujar a un bisonte, porque es mucho más inmediato, es mucho más bestia que pensar escribir. Ahora, sorprendentemente, escribir es algo que todo el mundo piensa que puede hacer. Todo el mundo está escribiendo una novela.

Es muy difícil luchar contra la imagen porque es luchar contra la encarnación: el carne y hueso —y en el fondo deseamos esta encarnación—. 

La escena sobre el Marítim es central: es el momento de la revelación. Ahí te das cuenta que vas a escribir este nuevo libro. Esa escena es como cuando el narrador proustiano siente el famoso adoquín en Le Temps retrouvé que le hace pensar en la famosa madeleine, todo cobra sentido y entiende su vocación de escritor. En tu caso, ¿por qué crees que surge esa revelación? 

Esto va variando mucho de libro en libro y de experiencia en experiencia. 

A mí, personalmente, la iluminación de que esto hay que contarlo no me ha ocurrido muchas veces. Tengo más bien intuiciones, creo que hay temas a los que debo enfrentarme; algunos me apetecen más, otros me dan más miedo y me apetecen menos —que tal vez son los que debería hacer—. 

Pero en el caso de este libro sí hay como una revelación. Al encontrarme de frente conmigo misma —pero veinte años antes—, escuchar de lejos unas frases escritas y pronunciadas por mí, pensé que tenía que escribir este libro. Además me permitía entrar en una reflexión sobre el tema de la ficción, de la realidad, de la autoficción. 

¿Tú haces autoficción?

Ya no puedes decir que haces autoficción porque es un término que ha sido horriblemente denostado. 

Pero hablemos de lo que hablemos, yo pienso que todo es autoficción. 

Estaba claro que tenía que escribir sobre lo que encontré delante de las narices: volver a ver a mi familia, en Cadaqués o Barcelona, en sitios que también son de alguna forma personajes en mis libros y que también son muy cercanos. 

Ahora me está costando mucho más pensar el próximo libro. Tengo varias ideas pero me está costando más. 

¿Tu próximo libro no será sobre la próxima película que estará basada en este nuevo libro? Podrías crear un universo laberíntico borgiano bastante gracioso e increíble. 

No, Florent, no voy a hacer eso. Sería muy gracioso, pero sería horrible. 

Creo que voy a hacer una novela con una historia también muy autobiográfica, pero voy a intentar de hacer algo diferente. Tiene que ser diferente. 

Es muy difícil luchar contra la imagen porque es luchar contra la encarnación: el carne y hueso —y en el fondo deseamos esta encarnación—. 

Milena Busquets

¿Por qué? 

Por una razón muy personal, muy estúpida. Estoy muy enamorada. Pero esta historia que quiero contar es una historia de amor anterior y pienso que si la escribo en primera persona me dejará mi actual pareja.

Todo se mezcla en mi vida, es horrible. 

Ese es el problema cuando dices que haces autoficción… 

Sí, absolutamente. Es ridículo, te aseguro que el mayor problema de este libro nuevo que estoy empezando a montar es las justificaciones que voy a tener que dar.

La próxima vez que nos veamos te diré lo que he finalmente decidido. 

Por ahora estoy intentando hacer pruebas para volver al «ella». Además, me parece que como experimento me dará más libertad.

Volviendo a leer pasajes de También esto pasará para la película me he dado cuenta de que lo escribí con mayor libertad de la que tengo ahora. Me sorprendió la valentía, la procacidad, el mal gusto a veces de lo que escribía. Pero había una libertad que quiero volver a encontrar. 

Cuando has vendido muchos libros, de repente, quieras o no quieras y aunque estés muy acostumbrada a manejar la libertad, sin darte cuenta te vas cerrando tu terreno de acción porque no quieres quedar mal. 

En fin, veré cómo hago para que no me abandone este hombre. Además es francés y le he dicho que me ibas a entrevistar así que va a leer esto que te estoy diciendo. Bueno, ¡es mi problema!

Has mencionado hace un momento Cadaqués. Al final del capítulo 2 escribes: «No solo llego a Cadaqués, llego también siempre, cada vez, al País de Nunca Jamás.» ¿Podrías explicar esa muy buena frase cuyo ritmo parece culminar en ese «Nunca Jamás»?

Pienso que hay lugares y personas que representan el mundo abierto, las posibilidades absolutas, los sueños, la fantasía. 

Cadaqués es un sitio muy real con posibilidades infinitas. A mí siempre lo que más me atrae es pensar que puede pasar cualquier cosa con esta persona o puede pasar cualquier cosa en este lugar. En Cadaqués, a pesar de ser un pueblo de 1.500 habitantes en invierno y que conozco muy bien, siempre me da esta sensación.

No tiene que ver con la familiaridad. Puede pasar también con la gente, incluso con la que conoces desde hace veinte años. Con mi madre tenía esta sensación. Mi madre era también el País de Nunca Jamás.

Lo importante es la relación que se crea con la persona o el lugar. En el caso de un pueblo que está físicamente colocado en un sitio que a priori no te puede llevar a ningún sitio. Pero llegas allí y estás llegando a otro. Estás de repente poniendo el pie en otro terreno, en otro ámbito, en otro género. Eso es genial cuando pasa. Hay que tener gente y espacios así. 

Escribes en el libro que Cadaqués es el terreno de las posibilidades infinitas. Y, de cierto modo, la literatura también es eso. ¿Es Cadaqués tu universo literario, tu libro preferido?

Cadaqués es uno de mis personajes favoritos. 

Creo que en todos nosotros hay una ambivalencia entre el deseo de seguridad, de estabilidad y las posibilidades infinitas. Poder reunir estas dos cosas es el sueño; un lugar muy físico y muy real y a la vez un lugar en el que puede suceder cualquier cosa.

Hay ciudades, sitios y personas que se agotan. Llegas pensando que serán eternos y un día ya no son Nunca Jamás. Si la gente no te hace soñar, no hay que tratarla. Eso es para mí incluso más importante que la inteligencia. 

El arranque del capítulo 3 es muy bonito, con un paralelismo entre el dulce agotamiento tras un día en la playa y tras un día con su enamorado. La narradora dice: «La relación con el mar y la relación con un amante son bastante parecidas, solo los novios muy torpes no hacen pensar en el mar». ¿A través de ese paralelo pensabas también en la larga tradición de la Carte de Tendre del siglo XVII por ejemplo que busca representar a través de un mapa, de los ríos, los océanos, los sentimientos amorosos?

No hay ningún escritor que no haya hablado del mar. La utilización del mar es un tema infinito. Cualquier escritor de alguna forma habla del mar. 

Y sí, pienso que hay una experiencia física. Para los que hemos nacido en el sur —de Europa o del mundo—, los que hemos estado muy cercanos al mar, pienso que tal vez la primera relación física que hayamos tenido haya sido el hecho de sumergirse en un océano. Del mismo modo, sin duda también será la última relación física que tenga cuando mi cuerpo será una ruina absoluta, cuando ningún hombre lo quiera. El mar seguirá de alguna forma sirviendo: el mar acoge. 

> En todos nosotros hay una ambivalencia entre el deseo de seguridad, de estabilidad y las posibilidades infinitas. Poder reunir estas dos cosas es el sueño.

El mar para mí es una experiencia muy especial y muy solitaria. Por ejemplo —es seguramente una locura—: cuando una playa está llena de gente me resulta muy incómodo. Un mar donde hay más de tres personas nadando, donde tengo alguien cerca nadando, es como si estuvieran entrando en mi habitación cuando estoy con mi novio. Tengo una relación muy romántica y muy física con el mar. 

Meterse en el mar es una de las primeras sensaciones físicas completas. No es como meterse en una bañera como cuando nos metían de niños, el agua está a una cierta temperatura, con un jabón —es un ambiente controlado—. 

En el mar hay un antagonista como ocurre en el amor. Hay un antagonista muy claro: el agua puede no estar a la temperatura que quieras o puede que tu cuerpo no esté bien o pueden haber medusas en el mar, etc. Hay miles de elementos antagonistas.

En el mar como en el amor, en un momento acabas totalmente sumergido por las olas. Es imposible no pensar en esa convergencia. Y, bueno, por supuesto, en el mar puedes morir. Es muy peligroso… 

Hay un archivo muy bonito de Marguerite Duras de una entrevista que le hacen en la tele francesa en Au-delà des pages en 1988 y en la que dice que es la primera vez en ese momento que se da cuenta que todos sus libros tienen lugar a la orilla del mar. ¿Dirías algo similar?

Me encanta, voy a buscar ese archivo. 

El amante para mí es un libro muy importante. Tengo una estantería en mi biblioteca sólo con los libros de Duras. 

Sí, el mar es un elemento central. Es un reencuentro con lo físico. Además, aquí no es como en el Caribe donde te puedes bañar todo el año. En el caso del sur de Europa donde vivimos, hay una época para bañarse. Sabemos que no va a durar siempre. 

Esa temporada está a punto de empezar…

Yo ya he metido un pie en el mar, pero no me atrevo a bañarme porque para mí el agua está muy fría. 

Hay un momento en que va a empezar la temporada de los baños y un momento en que va a acabar. Esto también recuerda bastante al amor —e incluso a la vida—.

¿Hay baños en el mar mejores que otros? 

Me gusta eso, tengo mucha conciencia de los baños y sé cuando ha habido un gran baño o ha sido uno no tan bueno. Siempre busco el mejor baño del verano. Es cierto que esto también lo asemeja un poco al sexo. Esas experiencias se pueden acabar mezclando en tu mente. Todos tenemos baños memorables y polvos memorables. 

Con mi madre siempre buscábamos el mejor baño del verano. 

Hay un baño, sin saber por qué, un día, puede ser en agosto, en septiembre, en que de repente el agua está perfecta, tú estás perfecto, el sol brilla de una cierta manera y surge una plenitud, una felicidad increíble.

Si la gente no te hace soñar, no hay que tratarla. Eso es para mí incluso más importante que la inteligencia. 

Milena Busquets

En el libro hablas «del paisaje intratable, salvaje y contagioso de Cadaqués»; lo que se podría decir de una relación amorosa. ¿Es el mar de Cadaqués diferente de los otros mares?

Esto es como la rosa del Petit Prince; no sé si es un mar diferente y no sé si es un mar mejor, pero en este caso es mi mar. Si me muevo un centímetro hacia arriba, hacia Francia, o hacia el sur, inmediatamente me parece que no es lo mismo. 

Cadaqués forma parte de esos sitios que nunca se agotan y consideras que son especiales porque has pasado más tiempo cerca, porque de alguna forma te conocen más ellos también. 

El mar de Cadaqués me conoce.

Escribes en el libro te gustaría recordar o volver en sueños al Marítim iluminado como lo estaba para el rodaje. ¿Me podrías contar cómo es tu día perfecto en Cadaqués —cómo te gusta recordarlo o incluso imaginarlo—?

Tengo muchos momentos porque he pasado ahí mi infancia, mi juventud y ahora sigo yendo. 

Recuerdo mucho una barquita con la que salíamos a navegar, una pequeña barca de madera, y recuerdo algunos días después de dejar la barca en el puerto, volvíamos a casa y pasábamos por la heladería a comprar helado para tener postre después de comer.

Este recuerdo, en ese momento, no me suponía nada. 

Estaban mi madre, los perros que también venían a bañarse con nosotros, mi hermano, amigos en el coche cargado de gente. Nos bajábamos y discutíamos si queríamos helado de pistacho o de Tutti frutti —que era una porquería que le gustaba a mi hermano—. La heladería ya no existe. Mucha gente tampoco existe. Pero poder volver a aquello me gustaría. 

Y después también las noches de Cadaqués, las noches locas de descubrimiento, de enamoramientos fugaces. A las 12h salíamos y nos encontrábamos en el Marítim y todo era bastante perfecto. Era la sensación de las posibilidades totalmente abiertas. Me gustaría volver a un día de mi juventud en Cadaqués cuando todo aún está por explotar, por empezar, cuando todo es un descubrimiento. 

¿Esa es la «dulce existencia»? 

Sí, absolutamente, la juventud es la dulce existencia. Tal vez sea la única dulce y real que nos es dada. 

Lo veo ahora con la llegada de la primavera, con los chicos y las chicas —sobre todo con las chicas—. Se desnudan, empiezan a salir los vestidos de verano. Me encanta. Son muy guapas. Es la época de la explosión, están explosionando. Uno está acorde con la primavera, con el buen tiempo, con el mar. Todo te empuja.

Pienso que es mentira cuando la gente pretende que la belleza y la armonía no importan. Me gustaría estar en armonía con el mundo, con la primavera y con el verano un tiempo más; sé que es un tiempo corto, sé que no es eterno.

La juventud es una dulce existencia. Es la mejor dulce existencia —mejor que una película—.