segunda guerra fr\u00eda<\/a>\u00bb, Europa deber\u00e1 lidiar con su condici\u00f3n de antiguo aliado incondicional de Estados Unidos, al tiempo que cuida sus importantes relaciones econ\u00f3micas con Pek\u00edn y preserva su autonom\u00eda estrat\u00e9gica. \u00c1frica, por su parte, se ve cortejada por las dos grandes potencias: China sigue una estrategia de inversi\u00f3n masiva, mientras que Estados Unidos intenta recuperar su influencia apoyando proyectos de desarrollo y cooperaci\u00f3n en el \u00e1mbito de la seguridad.<\/p>\n\n\n\nAnte estas tensiones mundiales, el riesgo de degradaci\u00f3n estrat\u00e9gica de \u00c1frica y Europa se hace palpable.<\/p>\n\n\n\n
Aunque poderosa en el plano econ\u00f3mico, la Uni\u00f3n Europea tiene dificultades, como es sabido, para imponerse como actor estrat\u00e9gico. Su incapacidad para prevenir la guerra en Ucrania y sus dificultades para hablar con una sola voz sobre el conflicto palestino-israel\u00ed alimentan las dudas sobre su capacidad para influir en un orden mundial reconfigurado por la rivalidad entre China y Estados Unidos. Para \u00c1frica, el riesgo es m\u00e1s bien el de ver aumentar su vulnerabilidad a las grandes crisis externas, como la inestabilidad de los mercados mundiales y la dependencia de las importaciones alimentarias. En muchos aspectos, al no disponer de la misma capacidad de resistencia que las grandes potencias, los intereses de los pa\u00edses africanos podr\u00edan verse gravemente afectados por el retorno de la guerra como instrumento de regulaci\u00f3n de las relaciones internacionales.