{"id":12336,"date":"2022-12-31T06:50:00","date_gmt":"2022-12-31T06:50:00","guid":{"rendered":"https:\/\/legrandcontinent.eu\/es\/?p=12336"},"modified":"2023-01-02T10:47:55","modified_gmt":"2023-01-02T10:47:55","slug":"el-fin-del-mundo-como-utopia","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/legrandcontinent.eu\/es\/2022\/12\/31\/el-fin-del-mundo-como-utopia\/","title":{"rendered":"El fin del mundo como utop\u00eda"},"content":{"rendered":"\n
El apocalipsis forma parte de nuestro bagaje ideol\u00f3gico. Es un afrodis\u00edaco, una pesadilla, una mercanc\u00eda como cualquier otra. Puede utilizarse como met\u00e1fora del colapso del capitalismo, que, como todos sabemos, es inminente desde hace m\u00e1s de un siglo. Lo podemos encontrar en las formas y aspectos m\u00e1s diversos: como se\u00f1al de alarma y como previsi\u00f3n cient\u00edfica, como ficci\u00f3n colectiva y como grito de guerra sectario, como producto de la industria del entretenimiento, como superstici\u00f3n, como mitolog\u00eda vulgar, como enigma, como truco, como broma, como proyecci\u00f3n. Siempre est\u00e1 presente, pero nunca es \u00abreciente\u00bb: una segunda realidad, una imagen que nos construimos, una producci\u00f3n incesante de nuestra fantas\u00eda, una cat\u00e1strofe en la mente.<\/p>\n\n\n\n
Es todo esto y m\u00e1s porque es una de las ideas m\u00e1s antiguas de la raza humana. Se podr\u00edan haber escrito enormes vol\u00famenes sobre sus or\u00edgenes y, por supuesto, se han escrito. Tambi\u00e9n sabemos mucho sobre su accidentada historia, sobre sus flujos y reflujos peri\u00f3dicos y sobre c\u00f3mo estas fluctuaciones est\u00e1n relacionadas con el proceso material de la historia. La idea del apocalipsis ha acompa\u00f1ado al pensamiento ut\u00f3pico desde sus inicios, lo persigue como una sombra, como un contratiempo que no se puede dejar atr\u00e1s: sin cat\u00e1strofe, no hay milenio; sin apocalipsis, no hay para\u00edso. La idea del fin del mundo es simplemente una utop\u00eda negativa.<\/p>\n\n\n\n Sin cat\u00e1strofe, no hay milenio; sin apocalipsis, no hay para\u00edso. La idea del fin del mundo es simplemente una utop\u00eda negativa.<\/p>Hans Magnus Enzensberger<\/cite><\/blockquote><\/figure>\n\n\n\n Sin embargo, ni siquiera el fin del mundo es lo que era. La pel\u00edcula que se reproduce en nuestra cabeza, y, a\u00fan de manera m\u00e1s desinhibida, en nuestro inconsciente, es, en muchos aspectos, diferente a los sue\u00f1os del pasado. En su sentido tradicional, el apocalipsis era una idea venerable, incluso sagrada. No obstante, la cat\u00e1strofe que tanto nos preocupa hoy (o, mejor dicho, que nos persigue) es un fen\u00f3meno totalmente secularizado. Leemos sus signos en las paredes de los edificios, donde aparecen de la noche a la ma\u00f1ana, pulverizados y torpes; los leemos en las impresiones que escupen nuestras computadoras. Nuestra bestia de siete cabezas tiene muchos nombres: Estado policial, paranoia, burocracia, terror, crisis econ\u00f3mica, carrera armament\u00edstica, destrucci\u00f3n del medio ambiente. Sus cuatro jinetes parecen h\u00e9roes del oeste y venden cigarrillos, mientras las trompetas que anuncian el fin del mundo sirven de tema musical para una pausa publicitaria. En el pasado, la gente ve\u00eda el apocalipsis como la mano de Dios, impenetrable y vengativa. Hoy, aparece como el producto met\u00f3dicamente calculado de nuestras propias acciones; a los esp\u00edritus a quienes les atribuimos la responsabilidad de su advenimiento, los llamamos Rojos, jeques del petr\u00f3leo, terroristas, multinacionales, gnomos de Z\u00farich y Frankensteins de laboratorios de biolog\u00eda, ovnis y bombas de neutrones, demonios del Kremlin o del Pent\u00e1gono: un mundo subterr\u00e1neo de conspiraciones y maquinaciones inimaginables, cuyos hilos est\u00e1n bajo el control de los todopoderosos cretinos de la polic\u00eda secreta.<\/p>\n\n\n\n En el pasado, el apocalipsis tambi\u00e9n se ve\u00eda como un acontecimiento singular que se esperaba sin previo aviso, como un trueno: un momento impensable que s\u00f3lo los videntes y profetas pod\u00edan anticipar; ellos, por supuesto, cuyas advertencias y predicciones nadie quer\u00eda o\u00edr. Nuestro propio fin del mundo se canta a los cuatro vientos, incluso los gorriones lo hacen; el elemento sorpresa est\u00e1 ausente; parece s\u00f3lo cuesti\u00f3n de tiempo. La desgracia que nos imaginamos es insidiosa, lenta y torturadora: es el apocalipsis en c\u00e1mara lenta. Nos recuerda a ese cl\u00e1sico vanguardista del cine mudo, en el que una gigantesca chimenea de f\u00e1brica cruje y se derrumba sin hacer ruido en la pantalla durante veinte minutos, mientras que el p\u00fablico, en una especie de comodidad indolente, se reclina en sus gastados asientos de terciopelo y comen palomitas y cacahuates. Al final de la representaci\u00f3n, el futurista sube al escenario. Es una mala imitaci\u00f3n del Doctor Strangelove, el cient\u00edfico loco, pero gordo y repulsivo. Nos informa tranquilamente que la capa de ozono atmosf\u00e9rico desaparecer\u00e1 dentro de veinte a\u00f1os, que, con toda seguridad, nos carbonizaremos por la radiaci\u00f3n c\u00f3smica si tenemos la suerte de sobrevivir hasta entonces, que sustancias desconocidas en nuestra leche nos est\u00e1n llevando a la psicosis y que, al ritmo al que crece la poblaci\u00f3n mundial, pronto se agotar\u00e1 el espacio en nuestro planeta. Todo esto estaba bien presentado con un habano en la mano, en un discurso bien compuesto y con una l\u00f3gica impecable. El p\u00fablico reprime un bostezo, aunque, seg\u00fan el profesor, el desastre es inminente. Sin embargo, ahorita, no pasa nada. Hoy, en la tarde, todo seguir\u00e1 como antes, quiz\u00e1s un poco peor que la semana pasada, pero sin que nadie se d\u00e9 cuenta. No podemos descartar la posibilidad de que alguno de nosotros est\u00e9 un poco deprimido hoy, en la tarde. Es posible que a esa persona, entonces, le asalte la idea, ya sea que est\u00e9 trabajando en el Pent\u00e1gono o que est\u00e9 en el metro, planchando camisas o soldando chapas, de que realmente ser\u00eda m\u00e1s f\u00e1cil deshacerse del problema de una vez por todas. Eso, si el desastre ocurriera<\/em> de verdad. Sin embargo, de eso, no hay duda. La idea de finalidad, que anta\u00f1o era uno de los principales atributos del apocalipsis y una de las razones de su atractivo, ya ni siquiera se promete como garant\u00eda.<\/p>\n\n\n\n