{"id":11887,"date":"2022-12-14T15:40:00","date_gmt":"2022-12-14T15:40:00","guid":{"rendered":"https:\/\/legrandcontinent.eu\/es\/?p=11887"},"modified":"2022-12-14T15:40:01","modified_gmt":"2022-12-14T15:40:01","slug":"musica-del-futuro","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/legrandcontinent.eu\/es\/2022\/12\/14\/musica-del-futuro\/","title":{"rendered":"M\u00fasica del futuro"},"content":{"rendered":"\n

p. 9-26 <\/em><\/p>\n\n\n\n

1<\/h2>\n\n\n\n

A miles de verstas o millas o kil\u00f3metros al este de Mosc\u00fa, la osamenta de una estaci\u00f3n de radar se alzaba en el cielo nocturno, tenuemente iluminado por las l\u00e1mparas de una f\u00e1brica de bombillas que siempre estaba encendida. Hac\u00eda un clima agradable en ese mes de marzo, la temperatura estaba justo por debajo de cero y el suelo arenoso del terreno bald\u00edo cubr\u00eda la nieve sucia. La nieve tambi\u00e9n brillaba en la orilla, donde la costa ca\u00eda en picada; detr\u00e1s, las estrellas proyectaban su tenue resplandor en el horizonte circular; era bonito, y m\u00e1s abajo, Ianka lo sab\u00eda muy bien, la corriente perezosa y negra como el alquitr\u00e1n arrastraba todo consigo, incluso el tiempo. Ianka se sent\u00f3 en el tronco de un \u00e1rbol, se subi\u00f3 el cierre de la parka y prendi\u00f3 un cigarro. Su mano ol\u00eda a metal agrio.<\/p>\n\n\n\n

A mitad del turno de la noche, el capataz hab\u00eda ido a ver al personal, sosten\u00eda una radio de transistores que reproduc\u00eda la marcha f\u00fanebre de Chopin. Saben lo que significa eso, dijo, pero a\u00f1adi\u00f3 que no era motivo para dejarse abatir, la Uni\u00f3n Sovi\u00e9tica necesitaba la luz m\u00e1s que nunca.<\/p>\n\n\n\n

S\u00f3lo dos horas para el amanecer. Ianka tir\u00f3 el cigarro y lo vio consumirse en la arena fr\u00eda.<\/p>\n\n\n\n

2<\/h2>\n\n\n\n

Matvei Alexandrovich fue sacado de su sue\u00f1o por un esc\u00e1ndalo y el sonido de unos pies arrastr\u00e1ndose en el pasillo. Busc\u00f3 a tientas en la mesilla de noche su reloj de pulsera y Gagarin se le resbal\u00f3 del pecho. No eran ni las cinco y media de la ma\u00f1ana, y Matvei esperaba que Ianka no despertara a su hija de inmediato, como sol\u00eda hacer despu\u00e9s del turno de la noche, pues la ni\u00f1a se quejar\u00eda y su rutina matutina se alterar\u00eda bastante. Escuch\u00f3 a Gagarin y le rasc\u00f3 la parte posterior de las orejas. El a\u00f1o anterior, el pelo del viejo minino hab\u00eda encanecido, y Matvei hab\u00eda temido inmediatamente que muriera, pero no pensaba en ello.<\/p>\n\n\n\n

Matvei Alexandrovich se levant\u00f3 y encendi\u00f3 el radio. Tocaban el tercer movimiento de la Sonata para piano n\u00ba 2 de Chopin, la marcha f\u00fanebre. Baj\u00f3 el volumen, se coloc\u00f3 junto a la cama en ropa interior, se puso de puntitas, que era el comienzo de su gimnasia diaria, y entonces, la peque\u00f1a Krochka empez\u00f3 a chillar. Matvei se dej\u00f3 caer sobre los tobillos y par\u00f3 la oreja. La ni\u00f1a se call\u00f3. Eso a\u00fan dejaba abierta la posibilidad de que no todos estuvieran despiertos y aparecieran pronto en la cocina com\u00fan. Matvei Alexandrovich se enfund\u00f3 albornoz y pantuflas, cruz\u00f3 su habitaci\u00f3n en dos pasos y se desliz\u00f3 en la de enfrente. Se detuvo brevemente en el pasillo, hab\u00eda ruido en el cuarto del profesor, como si alguien tosiera en la campana de una tuba.<\/p>\n\n\n\n

Hab\u00eda una gran olla de arroz con trozos de carne en la estufa de los Karisen. Sin encender la luz, cogi\u00f3 una cuchara y comi\u00f3 directamente de la olla. La carne sab\u00eda ligeramente a pavo. \u00bfO era serpiente? \u00bfD\u00f3nde encontraron los Karisen serpientes comestibles? En el jard\u00edn p\u00fablico de la ciudad s\u00f3lo hab\u00eda culebrillas indefensas, incluso en verano. Comi\u00f3 unas cuantas cucharadas m\u00e1s, se limpi\u00f3 la boca con un trapo ra\u00eddo y escudri\u00f1\u00f3 la cocina, que, bajo la apagada luz de una farola, dejaba entrever sus lejanos or\u00edgenes aristocr\u00e1ticos.<\/p>\n\n\n\n

Seis grupos de inquilinos viv\u00edan bajo las viejas molduras desmoronadas de mediados del siglo XIX y se evitaban mutuamente, en la medida de lo posible. Matvei rara vez se cruzaba con los habitantes de las habitaciones del fondo del pasillo, los Karisen por ejemplo, o el viejo profesor, que llevaba una existencia tan insignificante que Matvei siempre olvidaba su nombre. En medio del pasillo oficiaba la Liebermann, al lado -en la mayor de todas las habitaciones- viv\u00edan los Kosolapij. Matvei hablaba sobre todo con las se\u00f1oras de la parte delantera del departamento, cuya habitaci\u00f3n quedaba frente a la suya.<\/p>\n\n\n\n

Matvei Alexandrovich coloc\u00f3 la cuchara en una tinaja llena de cubiertos y platos sucios. La falta de higiene era un tema recurrente y fastidioso en la kommunalka, pero los Karisen siempre pon\u00edan orden al final. Cu\u00e1ndo, nadie lo sab\u00eda, nunca los hab\u00edan visto hacerlo, pero a veces, a media noche, Matvei Alexandrovich ten\u00eda la impresi\u00f3n de o\u00edr a los Karisen atareados con escoba y trapeador.<\/p>\n\n\n\n

Al lado, Ianka se estaba dando un ba\u00f1o, lo que aplaz\u00f3 su afeitado hasta una hora indeterminada.<\/p>\n\n\n\n

Un arco el\u00e9ctrico en los cables del autob\u00fas n\u00famero 17, que pasaba por delante del edificio, ilumin\u00f3 la cara de Mijail Potapich Toptygin, la alcanc\u00eda que reinaba en la gran estanter\u00eda. Cada semana, se ped\u00eda a los habitantes de la kommunalka que deslizaran unas monedas entre los ojos del oso para las compras comunitarias de jab\u00f3n o papel higi\u00e9nico. Mijail Potapitch Toptygin ten\u00eda la barriga vac\u00eda muy seguido, pero las reservas se repon\u00edan m\u00e1gicamente en cuanto era necesario. Tambi\u00e9n en ese caso seguramente hab\u00eda alguien que maldec\u00eda el sistema.<\/p>\n\n\n\n

Matvei Alexandrovich mir\u00f3 hacia afuera. S\u00f3lo hab\u00eda una ventana iluminada en la calle, la gente dorm\u00eda como lir\u00f3n. Pero a la luz de una l\u00e1mpara de noche, dos seres se abrazaban en el sof\u00e1 en pleno acto amoroso, rebosantes de salud, intercambiando palmadas y besos hasta el amanecer. Matvei Alexandrovich suspir\u00f3 y se sobresalt\u00f3 al o\u00edr el extra\u00f1o eco de su suspiro en la cocina. Volvi\u00f3 a suspirar, esta vez m\u00e1s suavemente. Susurr\u00f3 un poco, gru\u00f1\u00f3, tarare\u00f3, tarare\u00f3 m\u00e1s alto y luego se puso a cantar:<\/p>\n\n\n\n

Ustedes, los h\u00e9roes,cayeron ah\u00ed.Nosotros lloramossu tan triste fin.Ustedes lucharonpor causa com\u00fan.Nosotros, en cambio,penamos a\u00fan.<\/em><\/p>\n\n\n\n

\u00bfPuedo saber d\u00f3nde se esconden los h\u00e9roes en nuestra cocina, querido Matvei Alexandrovich?<\/p>\n\n\n\n

Se dio la vuelta. Frente a \u00e9l estaba Mar\u00eda Nikolayevna con una bata de noche rosa palo, y fue el efecto sorpresa, o los rizos rubios que ca\u00edan sobre sus hombros, rizos rubios recogidos en un estricto chongo durante el d\u00eda, o bien fue el cuello de su camis\u00f3n que asomaba bajo la solapa de su bata, no estaba seguro, pero se dej\u00f3 llevar y la agarr\u00f3 por los hombros y le cant\u00f3 la siguiente estrofa de la canci\u00f3n como si no hubiera ma\u00f1ana.<\/p>\n\n\n\n

Pero si un d\u00edaresurge en los hombres la libertady aquellos anhelos cobran realidad,aquel d\u00eda contaremosde c\u00f3mo vivieronponiendo en alto\u00a1a la humanidad!<\/em><\/p>\n\n\n\n

Matvei, c\u00e1lmese. Har\u00e9 un poco de t\u00e9. Tambi\u00e9n hay chocolates, que guard\u00e9 especialmente para el cumplea\u00f1os de mi madre, pero parece que usted los necesita m\u00e1s.<\/p>\n\n\n\n

Si hubiera sabido que una canci\u00f3n patri\u00f3tica me permitir\u00eda disfrutar de su presencia y de los chocolates, habr\u00eda dado este paso mucho antes.<\/p>\n\n\n\n

Mar\u00eda Nikolayevna encendi\u00f3 la estufa y se puso a hacer cosas. Matvei Alexandrovich contempl\u00f3 sus empeines, de los que asomaba una delgada franja desnuda entre el dobladillo de la bata y el borde de las pantuflas forradas. Se dej\u00f3 caer en una silla. Ninguna constelaci\u00f3n, ning\u00fan sol pod\u00eda penetrar tanto en la \u00f3rbita del otro como para provocar consecuencias imprevisibles, que ahora se formalizaban en el tumulto de sus pensamientos.<\/p>\n\n\n\n

Usted sabe, Mar\u00eda Nikolayevna, que cada ser humano vive en su propio mundo, es una ley suprema que me parece honesta y justa. Pero su hija Ianka vive en un cosmos especialmente ajeno y remoto, \u00bfy cree que por eso, cuando vuelve de su turno de noche a primera hora de la ma\u00f1ana, puede mostrar tal ego\u00edsmo despertando inmediatamente a su hija, que entonces despierta a toda la kommunalka de su sue\u00f1o balbuceando y berreando?<\/p>\n\n\n\n

Qu\u00e9 vida de mierda tenemos, dijo Mar\u00eda Nikolayevna. Le entreg\u00f3 a Matvei una taza de t\u00e9, se sent\u00f3 a la mesa con \u00e9l y se inclin\u00f3 sobre la caja de chocolates. Al mismo tiempo, se dio cuenta de que esa frase, que le gustaba pronunciar tan seguido, no era apropiada para la situaci\u00f3n. As\u00ed que r\u00e1pidamente a\u00f1adi\u00f3: pero no por mucho tiempo, porque pronto llegar\u00e1 la primavera y los abedules se adornar\u00e1n con hojitas verdes.<\/p>\n\n\n\n

Hablando de \u00e1rboles, debo decirle que o\u00edrla hablar de la textura de la corteza de un serbal, de un aliso o incluso del color del follaje de un abedul me conmueve, como si su discurso estuviera dedicado a m\u00ed m\u00e1s que a los \u00e1rboles. Me halaga la delicadeza de sus palabras sobre los \u00e1rboles, que llevan una existencia tan silenciosa y solemne. Me gustar\u00eda a\u00f1adir una cosa, pero prom\u00e9tame que no se va a re\u00edr: el joven yo de hace treinta a\u00f1os no habr\u00eda podido imaginar que un d\u00eda me hundir\u00eda en la melancol\u00eda pensando en los \u00e1rboles.<\/p>\n\n\n\n

Mar\u00eda Nikolayevna solt\u00f3 un bostezo fuerte, largo y lindo, se enderez\u00f3, retir\u00f3 la tetera del fuego, apart\u00f3 la ropa que colgaba de los muchos cables tendidos por la cocina y, finalmente, pregunt\u00f3 ensimismada:<\/p>\n\n\n\n

\u00bf\u00c1rboles, dice? Lee demasiado a Turgueniev.<\/p>\n\n\n\n

Se encendi\u00f3 un radio en el fondo del departamento, los \u00faltimos compases de la marcha f\u00fanebre de Chopin, y luego un coro enton\u00f3: \u201cUstedes, los h\u00e9roes, cayeron ah\u00ed<\/em>\u201d. El radio volvi\u00f3 a apagarse.<\/p>\n\n\n\n

Pues s\u00ed, los \u00e1rboles, dijo Matvei Alexandrovich, que de pronto se sinti\u00f3 muy cansado. Si quiere, el domingo que viene vamos a dar un paseo por el jard\u00edn p\u00fablico y se los ense\u00f1o.<\/p>\n\n\n\n

No, Matvei, no hace falta, y qui\u00e9n sabe si los \u00e1rboles no estar\u00e1n tambi\u00e9n de luto estos d\u00edas, y si no dan una imagen miserable.<\/p>\n\n\n\n

\u00bfQu\u00e9 quiere decir, querida Mar\u00eda Nikolayevna?<\/p>\n\n\n\n

No se puede negar el hecho de que Mosc\u00fa est\u00e1 de luto por otra muerte. Por cierto, \u00bftiene la hora?<\/p>\n\n\n\n

\u00bfLa hora?<\/p>\n\n\n\n

\u00bfQu\u00e9 hora es?<\/p>\n\n\n\n

Casi las seis y media. No creo que los \u00e1rboles lloren, excepto los sauces, claro. Los olmos y los abedules son criaturas alegres y desenfadadas. Los robles a veces son un poco serios, \u00bfpero llorar? Lloramos por Stalin, lloramos por Brezhnev, \u00bfy ahora?<\/p>\n\n\n\n

Mar\u00eda Nikolayevna mir\u00f3 fijamente a Matvei Alexandrovich durante largo rato sin decir nada. Luego ech\u00f3 cuatro terrones de az\u00facar en otra taza y removi\u00f3 con cuidado.<\/p>\n\n\n\n

Tu t\u00e9, mam\u00e1.<\/p>\n\n\n\n

B\u00e1rbara Mij\u00e1ilovna entr\u00f3, cogi\u00f3 la taza, mir\u00f3 a su hija y dijo: <\/p>\n\n\n\n

Voy a morir pronto.<\/p>\n\n\n\n

Buenos d\u00edas, querida B\u00e1rbara Mij\u00e1ilovna, dijo Matvei Alexandrovich.<\/p>\n\n\n\n

B\u00e1rbara Mijailovna refunfu\u00f1\u00f3 a su vez y se volvi\u00f3 de nuevo hacia su hija.<\/p>\n\n\n\n

\u00bfD\u00f3nde est\u00e1 Ianka?<\/p>\n\n\n\n

Se est\u00e1 ba\u00f1ando.<\/p>\n\n\n\n

Claro que s\u00ed. Qu\u00e9 est\u00fapida soy. O est\u00e1 en la ba\u00f1era o est\u00e1 gritando.<\/p>\n\n\n\n

No grita, canta.<\/p>\n\n\n\n

\u00bfY qui\u00e9n muri\u00f3? Est\u00e1n tocando Chopin.<\/p>\n\n\n\n

El querido Matvei Alexandrovich piensa\u2026<\/p>\n\n\n\n

Mientras nada sea oficial, \u00a1no pienso nada en absoluto!, exclam\u00f3 Matvei Alexandrovich con inusitada vehemencia.<\/p>\n\n\n\n

Sea quien sea el difunto, plante\u00f3 Mar\u00eda Nikolayevna, debo prepararme. Hasta luego.<\/p>\n\n\n\n

Cuidado con los Karisen, dijo B\u00e1rbara Mijailovna.<\/p>\n\n\n\n

Ten cuidado contigo misma.<\/p>\n\n\n\n

Antes de que se vaya, querida Mar\u00eda Nikolayevna, su hija sigue ocupando el ba\u00f1o. Hay que hacer algo.<\/p>\n\n\n\n

\u00bfY qu\u00e9 hay que hacer, Matvei? \u00bfQu\u00e9 sugiere?<\/p>\n\n\n\n

La peque\u00f1a Krochka lleg\u00f3 a la puerta descalza, B\u00e1rbara Mijailovna la sent\u00f3 en su regazo y sac\u00f3 un par de calcetines de su bata como por arte de magia.<\/p>\n\n\n\n

\u00a1Te vas a resfriar, peque\u00f1a! Pero a nadie le importa aqu\u00ed, pobre angelito.<\/p>\n\n\n\n

Un hombre tiene que hablar con ella. Para hacer acto de autoridad, \u00bfentiende?<\/p>\n\n\n\n

S\u00ed, lo entiendo, Matvei Alexandrovich, pero usted no ser\u00e1 ese hombre. Mar\u00eda Nikolayevna pas\u00f3 junto a \u00e9l al salir de la cocina y llam\u00f3 en\u00e9rgicamente a la puerta del ba\u00f1o: Ianka, ya sal de ah\u00ed. Intent\u00f3 sonar autoritaria. Se oy\u00f3 a Ianka cantar unos compases m\u00e1s y luego maldecir.<\/p>\n\n\n\n

Ve, no hay nada que hacer, dijo Mar\u00eda Nikolayevna por encima del hombro.<\/p>\n\n\n

\n\t
\n\t\t
\n\t\t\t
\n\t\t\t\t
\n\t\t\t\t\t\n\t\t\t\t\t\t3466\t\t\t\t\t<\/a>\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t
\n\t\t\t\t\t\t\t

En el coraz\u00f3n del macizo del Mont Blanc, a 3.466 metros de altura, se entrega el Premio Grand Continent -el primer galard\u00f3n literario que reconoce cada a\u00f1o un gran relato europeo-.<\/p>\n\t\t\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t\t\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t

\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\u2192<\/span> Ver la selecci\u00f3n de finalistas del Premio Grand Continent 2022<\/a>\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\u2192<\/span> Descubrir el jurado del Premio<\/a>\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\u2192<\/span> Saber m\u00e1s<\/a>\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t<\/div>\n\t\t\t\t\t\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t\t